«En el siglo XVIII vivió en Francia uno de los hombres más geniales y abominables de una época en que no escasearon los hombres abominables y geniales. Aquí relataremos su historia. Se llamaba Jean-Baptiste Grenouille y si su nombre, a diferencia del de otros monstruos geniales como De Sade, Saint-Just, Fouchè, Napoleón, etcétera, ha caído en el olvido, no se debe en modo alguno a que Grenouille fuera a la zaga de estos hombres célebres y tenebrosos en altanería, desprecio por sus semejantes, inmoralidad, en una palabra, impiedad, sino a que su genio y su única ambición se limitaban a un terreno que no deja huellas en la historia: al efímero mundo de los olores».
Puede que El perfume sea la última gran novela folletinesca de la Historia. Al comienzo Das Parfum, die Geschichte eines Mörders comenzó a publicarse de forma serializada en las cabeceras alemanas hasta convertirse en un éxito sin precedentes y uno de los mayores best-sellers del siglo XX. Y encima, contra pronóstico encandiló al público y la crítica.
Esta es la historia de un genio que buscaba captar la esencia de la humanidad mediante un perfume. Una persecución que se transformó en la siniestra pesadilla que cautivó a millones de lectores.
Y tantas décadas después, El perfume sigue siendo una novela magnífica. Es parte de la macabra fascinación que sentimos hacia Jean-Baptiste Grenouille.
El camino del cementerio
La portada de la mayoría de ediciones de El perfume es un detalle de Júpiter y Antíope de Jean-Antoine Watteau. El mito cuenta cómo el dios se convirtió en sátiro para hacer lo que mejor sabía hacer. ¿Gobernar entre los dioses? No, para yacer con Antíope.
Los estudiosos del arte citan que la posición del brazo de Antíope en la pintura representa la seducción mediante el aroma de su axila. Los estudiosos del arte, como la mayoría, son unos enfermos, pero el protagonista de la novela de Patrick Süskind también lo es.
Granouille está enfermo por la desidia, por no encajar en ninguna parte, como el Meursault de El extranjero. Pero también está enfermo por poseer un extraño don, por ser la pieza que muchos usan para lucrarse cuando son ellos los usados… Como una sombra, busca captar el aroma que le provoca el éxtasis y la embriaguez. Aquel niño, nacido en la parte más nauseabunda de París y que vino al mundo carente de olor, siente fascinación por los aromas del mundo y de toda la creación. Recordemos ese París que no dejaba de ser una necrópolis (como bien recordaba Mariana Enríquez en su libro sobre cementerios).
¿Perfume o hedor?
Durante uno de sus pasajes, Granouille piensa en si el aroma no será el alma de los otros y nosotros, los lectores, pensamos en si la búsqueda obsesiva de Granouille no será, al fin y al cabo, la búsqueda de un alma que jamás ha poseído. ¿Y no es lo que hacemos todos? ¿Buscar el alma que creemos poseer?
Cuando descubre el aroma de las doncellas y comienza su cruenta oleada de asesinatos, Granouille se entrega a sus instintos para crear el perfume perfecto, el que le daría un alma que nadie podría odiar pese a ser un monstruo, el que podría convertirle en un emperador si no acaso en un dios. Pero ¿merece la pena?
O quizá nos estemos engañando. Quizá Granouille solo fue un genio para la maldad, no para la belleza. ¿O pudo ser ambos?
Atrapar lo imposible
Narrada con un estilo único, El perfume es una novela fascinante donde Patrick Süskind talló su nombre con el cincel de los grandes artistas. A menudo, es imposible captar con palabras nuestra realidad. En ocasiones, es un caos intentar hacerlo con un imagen, ¡cuánto más con un aroma!
Reseña de El perfume de Patrick Süskind, la historia de un asesino que buscó crear el perfume perfecto... a partir de sus víctimas. Share on XEl arma del artista es, al fin y al cabo, la utilización de los recursos estilísticos como metáforas, hipérboles y, en el caso de El perfume, añadimos que la sinestesia. Es mediante el uso de estas técnicas cómo Süskind logra lo imposible: captar la esencia del aroma y, a su vez, el hedor de la humanidad en las páginas de sus libros.
No miento si digo que cualquier autor que quiera hacer grandes descripciones, fastuosas prosopografías o etopeyas debería sumergirse en las páginas del escritor alemán.
Crítica y sátira
Süskind, un autor elusivo (y que quizá jamás voló tan alto que con esta novela) y que es conocido por precisamente no conceder entrevistas y solicitar que sus imágenes sean borradas, ha escrito una serie de obras donde la obsesión juegan un papel fundamental. En La paloma, la aparición del ave marca un antes y un después en la deprimente vida de su protagonista. En El contrabajo, un músico desnuda su alma atravesada por la manía. Pero en hablar de lo extraño, lo obsesivo y lo oscuro no es lo único por lo que destaca la prosa del alemán.
Podríamos hablar también de otros temas tan interesantes como la reconstrucción histórica o la burla hacia toda la sociedad que hay en El perfume. Todas las castas y condiciones se merecen lo peor y Süskind sonríe con la malevolencia de un demonio que nos muestra lo peor de nosotros mismos.
Puede que por su fama de autor huraño y sus historias a menudo tétricas o burlonas pensemos que él es un personaje más de su ficción, pero no cometamos el mismo error que ya comentemos con H. P. Lovecraft. Obra y autor son indisolubles, como el alcohol que recoge los aromas efímeros del protagonista de esta historia.
Crítica a la razón y la sinrazón
La ironía juega un papel fundamental en la novela, que transita desde el oscurantismo de los cuentos de Maupassant y Poe (se habla de que surgió originalmente como un relato), para después ver cómo una obsesión, digna del célebre protagonista de Mary Shelley, afecta a un personaje que, en el fondo, pese a lo tenebroso, no deja de ser hijo también de movimientos tan contradictorios como el Romanticismo y el Realismo. Y es que la voz narradora de Süskind todo lo puede.
En este aspecto, más que a la Ilustración (hay que ver cómo satiriza el pensamiento racional del momento), evoca al Barroco ¿y no es Jean-Baptiste un oscuro remero de los pícaros de la novela? Pasando por varios amos y sufriendo terribles penurias, encontrará en su genio una vía de escape, pero ¿hacia una vida mejor?
Nada importa al final, salvo que El perfume es una obra literaria poderosa y embriagadora, como la esencia de un aroma que nunca se pierde, de un alma que se conserva aunque muera, pues ¿no seremos todos, al fin y al cabo, seres que se marchiten bajo tierra? Ahí radica el gran drama y, a la vez, la gran comedia.
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