¿Qué supone para Loki lograr la corona? ¿Y triunfar? La obra de Robert Rodi y Esad Ribic nos lo descubre. Fuente. |
«Pero esta vez es distinto… Oro no manchado con sangre, moldeado por la verdad y bruñido por la hermandad…».
¿Qué pasaría si Loki hubiese ganado? No es la primera vez que en Marvel se formula ese tipo de pregunta sobre uno de sus supervillanos de cabecera (ahí tenemos el fantástico Emperador Muerte), pero con Loki descubrimos una obra trágica donde el dios de las mentiras se hace con Asgard y es obligado a ejecutar a Thor bajo la exigencia de Hela.
El patetismo de Loki
Allá por 2004, cuando Marvel se recuperaba de la bancarrota y dejaba cierta libertad a sus autores para que probasen a crear grandes historias sin importar que “rompiesen juguetes”, Robert Rodi y Esad Ribic se unieron para relatar qué sucedería si Loki llegaba a ocupar el trono y descubría el auténtico peso del cetro del gobernante. ¿El resultado? Uno de los cómics más interesantes sobre un villano que, aunque ha gozado de buenas historias en los últimos años, pocas veces había sido plasmado con el patetismo teatral que vemos en este relato en el que se descubre a sí mismo a medida que transita por sus viejas penas.
Poco después de su triunfo, Loki empieza a comprender la dureza de controlar los Nueve Reinos y comprende cómo se ha convertido en lo que es. A través de toda la historia, rememoramos los mitos nórdicos protagonizados por Loki a través de la óptica de la cotinuidad de los cómics, alejándose de los superhéroes y el Universo Marvel ordinario. Por sus páginas, aparecen Thor, Balder, Sif, Frigga, Odín y otros personajes que sirven para definir al hermanastro del dios del trueno.
El magnífico dibujo de Esad Ribic para Loki. Fuente. |
Esta miniserie es una tragedia y, como tal, vemos a Loki entendiendo que él es un dios del desgobierno, un dios de los marginados, un dios destinado a perder siempre. ¿Y qué otra cosa puede hacer? Nada, está condenado a ser lo que siempre ha sido. El propio Loki protagonizará un descubrimiento fatal que, irónicamente, hará que acepte la hamartía propia del drama griego. Loki no puede cambiar. Nunca ha podido y nunca podrá. Toda la historia gira a su alrededor. El lector comprende su resentimiento y sabe que jamás se librará de él. Es parte de una serpiente que siempre se devora, como esa que deja caer su veneno en sus labios según los mitos nórdicos.
Por su parte, el guion de Rodi está plagado de ese sentimiento de fatalidad e inevitabilidad que plagan cada una de sus viñetas, dejando un regusto amargo. Rodi es acompañado por el espléndido dibujo de Esad Ribic, un par de años antes de dibujar a Thor en la época de Jason Aaron, y que recuerda a las esculturas del Renacimiento, a los cuadros religiosos del Barroco y a ese titán que fue Frank Frazetta; es decir, Ribic recuerda a los dioses.
En definitiva, Loki de Robert Rodi y Esad Ribic es una de esos cómics que, aunque parezca que han pasado desapercibidos, hay que reivindicarlos por su calidad y más cuando Loki goza de tanta popularidad por su versión cinematográfica. Al fin y al cabo, el dios de las mentiras se merece ganar alguna vez… ¿No? ¿NO?
Portada de la miniserie de Loki de Robert Rodi y Esad Ribic. Fuente. |
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