Así se pierde la guerra del tiempo es una novela de ciencia ficción ganadora de varios premios, que no puede faltar entre las lecturas de los seguidores (o no) del género. Fuente. |
«El amor es lo que nos queda, contra el tiempo y la muerte, contra todos los poderes conjugados para aplastarnos. Me has dado tanto… Una historia, un futuro, una calma que me permite escribirte estas últimas palabras aunque estoy rompiéndome por dentro. Espero haberte dado algo a cambio. Creo que querrías que supiera que sí. Y lo que hemos hecho perdurará, aunque tejan el mundo en nuestra contra. Ya está hecho y es para siempre».
Amamos. Deseamos. Odiamos. Vivimos. Morimos. Nuestras existencias se convierten en hilos tejidos en una amplia red cuyo sentido puede que jamás encontremos. Y mientras saltamos de día a día, de realidad en realidad, esperamos albergar alguna esperanza en un camino que naufraga en la pérdida. ¿Y qué nos queda? ¿Muerte o locura? «Puede que se haya vuelto loca, pero morir por una locura al menos es morir por algo» escriben Amal El-Mohtar y Max Gladstone en Así se pierde la guerra del tiempo y es, en esta locura que rodea la vida, donde encontramos el poder de la historia que se cuenta en esta novela de ciencia ficción, ganadora de los premios Hugo, Locus y Nébula.
Editada en España por Insólita, Así se pierde la guerra del tiempo es la historia de dos enemigas, Roja y Azul, y cómo en su lucha a través del tiempo y las dimensiones comienzan un juego de cazadora y presa donde se dejan cartas, a través de las cuales se desafían en diferentes épocas y realidades, sin llegar nunca a coincidir... pero que, poco a poco, dicha batalla se convertirá en algo inesperado: amor.
Portada de Así se pierde la guerra del tiempo. Fuente. |
Cartas desde el filo
Así se pierde la guerra del tiempo recupera el género epistolar, uno de los más antiguos de la historia de la literatura. A lo largo de siglos, podemos indagar en la correspondencia real y ficticia de numerosos autores que encontraron en la intimidad de una carta, una forma de capturar parte de su alma. A través de esa conexión, ya tan “de otro tiempo” como un elemento que es una carta, se trazan pensamientos como: «Las palabras pueden herir, pero también son puentes […]. Pero, ¿tal vez un puente puede ser también una herida? Parafraseando al profeta: las cartas son estructuras, no acontecimientos. Las tuyas me proporcionaron un lugar donde vivir». Este género epistolar, muy habitual de otras épocas, como el Romanticismo (se cita Manfredo, una de las obras de lord Byron, por ejemplo), toma nuevos matices en una dimensión de ciencia ficción.
La estructura de la novela se compone de capítulos narrativos en presente que se intercalan con las cartas que Roja y Azul se envían a lo largo del tiempo, donde se utiliza la primera persona. A medida que los capítulos se suceden, vemos cómo la relación de ambas evoluciona y logra captar la atención del lector. Puede que este enfoque se deba también a que Max Gladstone, coautor del libro, ha trabajado en obras interactivas, aparte otras por las que ha recibido nominaciones a los Hugo.
En esta época de e-mails perdidos y mensajería instantánea escrita con urgencia, de audios que suenan a premura y emoticonos que hace tiempo que carecen de sentido, recuperar las cartas es un acto vintage prendado de cierta melancolía que crea una interesante distorsión al pensar en que la historia transcurre en el futuro…, aunque también en el presente, en el pasado… y es que el amor no entiende de relojes.
«Me gusta escribirte. Me gusta leerte. Cuando termino tus cartas, dedico horas frenéticas a redactar en secreto mis respuestas y a sopesar la manera de enviártelas. Puedo desencadenar cualquier combinación de altos y bajos químicos con una frase elaborada con detenimiento; llevo en mi interior una fábrica que puede destilar cualquier droga que desee. Pero la urgencia de leer y responder no puede compararse a ninguna droga».
Vamos conociendo a los personajes del libro a través de sus acciones, sus cartas y cómo son vistos por los otros personajes. Azul y Roja acaban formando una. Fuente. |
Además del amor, la novela es un homenaje a la literatura y el poder de la palabra escrita («La pluma tenía corazón y su punta era una herida abierta en vena»). Como sostenía el polifacético Alan Moore (Jerusalén, Watchmen, V de Vendetta, From Hell, Promethea…), las palabras albergan un inmenso poder y con ese poder cambiamos nuestra realidad, acaso, ¿ese no es un acto de magia? Acaso, ¿el artista no es un mago? Por medio de sus palabras, Roja y Azul se entregan la una a la otra y comprenden el valor que hay en esos pensamientos que se convierten en tinta que profundiza en la página en blanco, ¿y qué es nuestra vida salvo un folio en blanco donde tiene cabida cualquier cosa, desde una alegría hasta una tragedia?
Los libros, al fin y al cabo, son recuerdos y memorias en papel, incluso cuando son ficción (¿no todo recuerdo lo es?). Cuando alguien escribe, pone un fragmento de su alma en el papel y, aunque muera, resucitará su ánima cuando alguien lo lea. Es así cómo se conquista la inmortalidad, cómo se viaja en el tiempo, cómo el lector siente a través de los muertos y cómo los muertos reviven a través de los lectores vivos. ¿No es un acto mágico?
El futuro de Así se pierde la guerra del tiempo habla de nuestro presente. Fuente. |
De este modo, la reflexión de Así pierde la guerra del tiempo toma fuerza, porque podríamos llegar a llenar clases y clases de reflexiones sobre cómo la forma y lo que ocurre en la novela hace que nos replanteemos a cuántos niveles o capas funciona:
«Me alegro de que leyeras a Mitchison. La parte de Constantinopla es difícil, pero a veces ayuda pensar en el libro como si se desplazara a través de las distintas épocas narrativas. El mito y la leyenda dan paso a la historia, que vuelve a dar paso al mito, como el telón que se abre y se vuelve a cerrar cuando empieza y termina la función. Halla comienza en los mitos nórdicos, fuera del tiempo narrativa, y termina absorbida, o tal vez incrustada, en los mitos de aquellos con quienes ha viajado. Todas las buenas historias viajan de afuera hacia adentro».
La novela no se avergüenza tampoco de su género, la ciencia ficción. Bien podríamos señalar que su título podría ser deudor de la guerra del tiempo que nombrase Russell T. Davies en Doctor Who, serie de la que Amal El-Mohtar es seguidora, pero lo que también podemos decir es que la ciencia ficción no requiere siempre de naves espaciales y disparos, de personajes con las mandíbulas apretadas y seres venidos de otros mundos… Y, aunque Así se pierde la guerra del tiempo tiene de todo eso, extrañamente funciona también como una larga carta de amor sin complejos.
Por otra parte, la representación del amor entre las dos mujeres muestra cómo el arte puede tocar temas como el romance LGTBIQ+, sin importar lo que digan otros. Aquellos que quieran ser partícipes de su historia, gozarán de ella. Al igual que se renueva el género de la ciencia ficción, también podríamos atrevernos a señalar que se renueva la novela romántica:
«Quiero perseguirte, encontrarte; quiero que me esquives, me provoques y me adores; quiero sentirme derrotada y victoriosa; quiero que me cortes, que me afiles. Quiero tomar el té a tu lado dentro de diez años o dentro de mil. En un planeta lejano al que llamamos Céfalo, crecen unas flores, y estas flores florecen una vez cada siglo, cuando la estrella viva y su agujero negro binario entran en conjunción. Quiero prepararte un ramo, con flores cogidas a lo largo de ochocientos mil años, para que puedas reunir todo nuestro compromiso en un solo aliento, todas las edades a las que hemos dado forma juntas».
Así se pierde la guerra del tiempo habla del futuro, pero también del pasado. Fuente. |
El poder del estilo
Gran parte del acierto de esta obra está en cómo utiliza el estilo poético para captar la magnificencia de su multiverso, pero también el odio y el amor que sienten sus protagonistas. Me ha sido casi imposible no compartir todas las citas que comparto en esta crítica, porque siento que merecía la pena que el lector de esta reseña supiese que el libro merecía la pena y la merecía por sí mismo.
Como muchos pensamos, a través de la lectura de las obras vanguardistas, con el futurismo como una de sus claves, muchos de esos autores de comienzos de siglo no hubiesen dudado en acercarse a la ciencia ficción («Las lágrimas nos mantienen los ojos claros y las mentes despiertas, pero la química es la química: cortisol, cortisol»); Así se pierde la guerra del tiempo podría ser una celebración de mezcla de lo imposible con el alma.
Pocos libros de ciencia ficción (y de cualquier género) actuales merecen una segunda lectura, pero Así se pierde la guerra del tiempo guarda una serie de significados y nuevas apreciaciones que podemos disfrutar cuando volvamos a sus páginas. Es más, considero que, incluso, más que a la lectura completa, se podría volver a la lectura de ciertos apartados concretos de la novela.
«¿Cuándo sucedió? ¿O es que ha sucedido siempre? Como tu victoria, el amor se propaga en el tiempo. Proclama nuestra primera relación, nuestras batallas y nuestras derrotas. Los asesinatos se convirtieron en encuentros furtivos. Estoy segura de que hubo una época en la que no te conocía. ¿O tal vez lo he soñado, como tantas veces he soñado contigo? ¿Nos hemos satisfecho la una a la otra persiguiéndonos? Recuerdo que te di caza en Samarcanda, emocionada al pensar que podría tocar los mechones sueltos de tu cabello».
Actualmente, la propia Amal El-Mohtar ha comentado sobre la posibilidad de convertir el libro en una serie (cuyo piloto sería escrito por Gladstone, según comenta en Goodreads), pero se me antoja imposible trasladar el encanto de la lectura de estas cartas al medio audiovisual. Gracias al uso de la ciencia ficción, la novela llega incluso a jugar con los recursos literarios de la poética (en ocasiones, pienso en Sylvia Plath), pero también con la experimentación («He sido pájaros y ramas. He sido abejas y lobos. He sido el éter que inundaba el vacío entre estrellas, tejiendo sus aspiraciones en redes de canciones. He sido peces, plancton y humus, y todos ellos han sido yo. Pero aunque he estado inmersa en esta plenitud, nada de esto es mi yo completo»). No debería extrañarnos, porque la escritora canadiense Amal El-Mohtar ha escrito libros de poesía como The Honey Month, aunque es conocida sobre todo por su papel como columnista en New York Times Book Review y por el éxito de su cuento Seasons of Glass and Iron, ganador de varios premios como el World Fantasy. Todo ello destaca, por supuesto, en el uso de la etopeya, la prosopografía y otras tipologías descriptivas de las que hace gala la obra («A medida que las letras se le forman en el cerebro, las va enmarcando en el palacio de la memoria»).
La visión del tiempo como hilos que parece tan moderna es una mezcla para mí de los hilos de las Tejedoras, pero incluso tiene eco en los hilos de Twitter. Fuente. |
Así se pierde la guerra del tiempo guarda mucho de juego, ya que los dos autores se conocieron durante una convención de escritores, pero pronto supieron que querían trabajar juntos y, para ello, durante un retiro literario, se propusieron el formato de carta como un modo de aprovechar sus diferencias y similitudes a la hora de embarcar al lector en este viaje. El-Mohtar y Gladstone se sorprendían intercambiando las cartas de sus personajes y descubriendo cuál era su contenido; el lector se convierte en cómplice de esta actividad y Roja y Azul capturan a aquel que entra en su historia.
Gracias a su estructura, el que se sumerge en sus páginas no abandona sus poco más de ciento setenta páginas. Queremos descubrir qué piensa Azul, qué hará Roja, quién es la buscadora, qué sucederá cuando sus bandos descubran que ambas han llegado a amarse como si fueran émulos de Romeo y Julieta… Puede que ese tono trágico esté más que presente al final de la obra, pero lo considero tan necesario como ese tono afectado que algunos ven como un contratiempo.
«Te amo. Te amo. Te amo. Lo escribiré en las olas. En los cielos. En mi corazón. Nunca lo verás, pero lo sabrás. Seré todos los poetas, los mataré a todos y ocuparé su lugar, y cada vez que alguien escriba sobre el amor en cualquier hilo, será para ti».
La humanidad de dos personajes mueve toda la novela, incluso cuando dudamos de que sean humanos. Fuente. |
La importancia de Azul y Roja
Así se pierde la guerra del tiempo no necesita de complejas construcciones de mundos ni docenas de personajes para impactar. Tiene las páginas suficientes y desarrolla su potencial apoyándose en el mar de obras que la han precedido. Puede que algunos añoren mera acción y especulación, pero también son necesarias obras así, obras que traten sobre la humanidad, aunque aprovechen el futuro como telón de fondo.
Hay que reconocer el buen trabajo realizado por la editorial Insólita a la hora de publicar esta novela en nuestro país, ya que es un libro que escapa de otras editoriales más preocupadas por lo comercial que por la calidad de aquello que venden. Además, la traducción de Christian Rodríguez está a la altura, siendo capaz de evocar el estilo de unos autores que, en cada frase, nos preparan para dar un nuevo viaje (no debe haber sido sencillo traducirla). Una muestra de ello sería la siguiente:
«Roja gana una batalla entre flotas espaciales en el futuro lejano del Hilo 2218. Mientras la gran Gallumfry se escora hacia el planeta escupiendo cápsulas de escape, mientras las estaciones de combate se marchitan como flores arrojadas al fuego, mientras las bandas de radio crepitan triunfales y los deslizadores persiguen a los coladevacío en retirada, mientras la artillería enuncia sus últimos argumentos al espacio mudo, ella se esfuma. El triunfo le resulta viciado y precipitado. Antiguamente le gustaban los escenarios en llamas. Ahora solo le recuerdan a aquella a la que echa en falta».
(Me hace gracia pensar cómo los gurús literarios hablan sobre no sobrecargar el estilo con adjetivos o palabras poco frecuentes para “triunfar” y cómo El-Mohtar y Gladstone triunfan con una especie de barroco de la ciencia ficción que nos embarga con la magia de la mejor escritura, porque cada frase es un salto que vale la pena que sea dado).
Al principio de la novela, sus autores escriben «Haz rodar una piedra y provocarás un alud dentro de trescientos años». No me queda otra que desear que esta novela sea una piedra que ruede y termine provocando un alud en el género; solo espero que no tarde trescientos años. Lo más importante de Así se pierde la guerra del tiempo es cómo, más allá de guerras entre dimensiones, agencias malévolas y luchas terribles por cambiar el destino o mantenerlo, nos habla de ti y de mí, de todos nosotros, de esas guerras que se libran en lo más profundo de nuestra propia alma. Y nos recuerda, como toda la buena literatura, que merece la pena estar vivo.
«Y esta carta es un cuchillo en mi cuello, si lo que quieres es cortármelo».
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