Una nueva esperanza, como se tituló más tarde, nos presentó la galaxia muy, muy lejana de George Lucas. Fuente. |
«Que la Fuerza te acompañe».
¿Recuerdas la primera vez que viste Star Wars? Hay muchas películas importantes, pero muy pocas que creen una mitología que trascienda generaciones y se convierta en lo que se convirtió la saga de George Lucas comenzada en 1977 con Una nueva esperanza.
El director estadounidense, tras destacar con American Graffiti y fracasar con THX-1138, quiso hacer un homenaje a los seriales clásicos que tanto le gustaban de pequeño. Pensó en adaptar Flash Gordon, pero un problema con los derechos le llevó a querer crear su propia historia. Para ello, se inspiró en cómics como Valerian, libros como Dune o El Señor de losAnillos y películas de géneros diversos como la space opera, el western o el cine de samuráis. La obra del mitólogo Joseph Campbell (El héroe de las mil caras) sería la base simbólica del legendario de Lucas.
En los años 70, una obra que tratase sobre la esperanza era difícil de encontrar en unos Estados Unidos abatidos por la guerra de Vietnam o el Watergate. No es extraño que el Imperio resulte una alegoría sobre los regímenes fastizoides de comienzos del siglo XX. Desde sus inicios, no obstante, Lucas no pretendió el escapismo, sino también un espacio para la reflexión y la autocrítica. Estados Unidos, a menudo, está más cerca del Imperio que de los Rebeldes. Cuando George Lucas nos habla del auge de un Emperador y de la caída del Senado, nos habla de una amenaza que podría cumplirse en nuestro mundo real.
Fruto de los diversos guiones y la falta de medios, Lucas realizó varios borradores de su historia que lograría vender a 20th Century Fox gracias a las ilustraciones de Ralph McQuarrie (diseños que fueron recuperados también en obras posteriores como The Mandalorian o Rebels). Solo Alan Ladd Jr., productor de 20th Century Fox, creyó en un proyecto demasiado grande que, aparte de provocarle un amago de infarto a Lucas, supuso que el director tuviera que reinventar la industria, ya fuera por medio de los efectos especiales (concibiendo Industria Light and Magic) o el modelo de negocio con Lucasfilm. Mientras que la distribuidora se quedaría con gran parte de los beneficios, Lucas se quedó con los derechos de las continuaciones y pidió todos los ingresos de mercadotecnia, algo irrisorio para la época, pero que supuso que Lucas concibiese un nuevo modelo de negocio basado en la venta de figuras, camisetas, etc.
El Halcón Milenario nos transporta a una galaxia muy, muy lejana. Fuente. |
El homenaje de Lucas
Desde su arranque con un opening crawl al estilo de los seriales, Lucas deja claro cómo concibe una nueva galaxia. Como todo worldbuilding bien hecho, este no es soltado sin más, sino que se aprecia en la multitud de detalles que nos llevan a viajar a hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana (frase emparentada con los cuentos). Si algo se aprecia de la visión cronológica de la saga, es ver cómo Rogue One engancha con el Episodio IV («Esta vez, nada nos detendrá», dice Vader y suponemos que se refiere a los sucesos de Scarif) y nos presenta el asalto de Vader a la Tantive IV. Cuando aparece la princesa Leia, bajo la música de John Williams y dando su mensaje, la historia nos transporta al terreno no de la ciencia ficción, sino de los cuentos de hadas. Desde la aparición de Darth Vader, sentimos el terror y la oscuridad de este personaje que se convirtió en icono del cine por su aparición, talante, diseño de samurái futurista, los movimientos de David Prowse y la voz de James Earl Jones. Pura historia ya del cine. El inicio con la discusión de R2-D2 (menos mal que no nos subtitulan todos sus improperios) y C-3PO recuerda a los dos desertores de La fortaleza escondida de Akira Kurosawa. Es más, ambos, tras discutir, se separan para volver a encontrarse. En esa historia también hay una princesa buscada por los villanos y un heroico guerrero decidido a protegerla. Aquí tenemos varios elementos comunes, pero también esa visión de cientos de influencias que nos hace creer en esos mundos imposibles como ese Tatooine emparentado con Arrakis y su historia, como es ese detalle del dragón krayt (recuperado en el capítulo de El marshal de la segunda temporada de The Mandalorian). Lucas opta por lo arriesgado al narrar gran parte del primer segmento sin humanos, solo con androides; Una nueva esperanza es deudora de una concepción del cine entre la clásica y la que daría lugar la propia Star Wars, disponiendo de los minutos necesarios para sus personajes y su entorno, con esos Jawas chapuceros, esos soldados imperiales sucios en el desierto o esa galaxia que parece a la vez tan cercana.
Y entonces conocemos al jovencísimo Luke, nuestro reflejo en la historia y uno de los mayores héroes del género fantástico. Pese a que muchos renieguen de su imagen en Los últimos Jedi, creo que es perfectamente consecuente si pensamos en otro personaje similar: Ged Gavilán de Terramar. La clave está en el arco de evolución. La historia de Luke es tan poderosa, porque resuena en cada uno de nosotros y en los mitos que nos complacen. Eso se logra por medio de su humanización: es interesante pensar en cómo la relación de Luke con su tío puede recordar a la de George “Luke” Lucas con su padre, quien no era muy partidario de que su hijo fuese director de cine. Es fascinante cómo este tropo lleva a que uno de los temas principales de Star Wars sea la relación entre padres e hijos o, más amplio, entre una generación y otra. En esta primera película, Luke es un joven huérfano que vive con sus tíos y desea salir del desértico Tatooine y vivir una aventura; a través de él, viviremos Star Wars. El compositor John Williams despliega toda su música con este personaje desde la primera vez que lo vemos como un joven soñador que acompaña a su tío Owen a comprar unos robots para las cosechas. Sabemos que es nuestro héroe, ahora y siempre, pase lo que pase, incluso si reniega de sí mismo.
Ya que hablamos de androides, para ejemplificar cómo Star Wars se ha convertido en un inmenso baúl de juguetes, recordar aquella pequeña historia de Peter David sobre Skippy, el robot jedi, que justificaba el fallo del primer robot que compraba tío Owen. El androide sentía la Fuerza y sabía que R2 debía irse con Luke. Una pequeña y cálida historia que nunca formó parte del canon, pero nos recuerda a las ingeniosas leyendas de Luke contadas por Ken Liu.
Sobre la retrocontinuidad, si ponemos la vista a las precuelas, más allá de que tío Owen no recuerde a C-3PO (no obstante, la última vez que lo vio en El ataque de los clones, era gris y todas las unidades de protocolo se parecen), sí es interesante que C-3PO señale que su primer trabajo fue con los evaporadores. De ahí pasamos al taller donde años antes Anakin confesó la matanza de los Tusken a Padme, y ahora Luke sueña con marcharse. Es curioso cuando Luke insinúa la aceleración del tiempo o el teletransporte, dos conceptos en los que Star Wars nunca indagó, pero que C-3PO comenta que no posee, al menos en ese planeta. Suena enigmático o irónico, pero, sobre todo, como una posible idea que nunca prosperó, como en toda obra artística.
Como todos los héroes de los mitos que exploró Joseph Campbell, Luke recibe la llamada de la aventura al escuchar el mensaje de Leia. Hay muchísimo lirismo en la escena de la puesta de los soles binarios de Tattooine, con la maravillosa hora mágica, y con esa sensación de que aunque no estamos en nuestro mundo, los deseos de Luke de vivir una aventura o escapar de su monótono mundo resuenan en nuestra propia vida. Las imágenes de Lucas alcanzan más poder gracias a John Williams y no nos hace falta ni una palabra.
Sin embargo, como el héroe mítico, no se ve capaz de aceptar la llamada hasta que R2 escapa y tiene que ir a por él junto a C-3PO. Allí será atacado por los moradores de las arenas, catalogados de salvajes como viéramos en el Episodio II, donde matan a la abuela de Luke, pero en The Mandalorian veríamos hasta qué punto los humanizó Filoni y Favreau. Estos seres huyen al escuchar el sonido que provoca una especie de extraño monje o hechicero con caperuza incluida.
Star Wars es fruto de los milagros y las casualidades. La actuación del actor Alec Guinness dota a la historia de otros sentidos fruto de la retrocontinuidad. «No recuerdo haber tenido nunca un androide», dice Obi-Wan, por ejemplo, y nosotros sabemos que tal vez esconde algo. Sus pausas, sus miradas, su comentarios irónicos… Ahora, tras saber la historia de Anakin y Obi-Wan, donde al principio encontrábamos a un extraño mago excéntrico, enraizado con Merlín o Gandalf, ahora encontramos raíces todavía más profundas. Sabe muchas cosas, oculta casi todas y habla con acertijos.
Como ya he comentado en diversas ocasiones, Star Wars es una saga capaz de generar nuevas historias a partir no solo de eventos o personajes, sino de simples menciones. «¿Usted luchó en las Guerras Clon?», pregunta Luke y Lucas no sabía seguramente que décadas después llevaría a cabo una trilogía y dos series que hablarían sobre ese período. Y en ese aspecto, la charla de Obi-Wan en su austera casa está llena de la nostalgia del personaje hacia los Jedi. Mientras entrega el artefacto mítico, el arma cual Excalibur o Dardo que es el sable del padre de Luke, las palabras de Obi-Wan nos hacen soñar con una edad de oro de los sabios Jedi, igual que Luke también lo hace. Décadas después, muchos se enfadaron al darse cuenta de que era un sueño y de que la realidad era menos mítica cuando conocimos la arrogancia de los últimos Jedi en las precuelas. Algunos que se las dan de entendidos de la narrativa, hablarían de infodumping en el encuentro en la casa: se habla de la guerra, el padre de Luke, el sable, la Fuerza… Yo creo que no lo es, que es un descubrimiento tan fascinante como cuando vemos al ángel caído, al aprendiz convertido en el Lado Oscuro, que es Vader estrangulando a aquellos cuya carencia de fe resulta molesta o cuando tortura a Leia, que muestra una gran resistencia (¿fruto de la Fuerza o pura casualidad narrativa, una de esas que tanto ha favorecido a Star Wars?).
Imagen ya icónica de Star Wars. Fuente. |
No será hasta que Luke pierda sus tíos cuando se disponga a cruzar el umbral, como decía Joseph Campbell. «Quiero ser un Jedi como mi padre», pronuncia, y estas palabras resuenan décadas después cuando, por ejemplo, lo vemos aparecer en The Mandalorian. Ese cruce lo lleva a un lugar decadente y lleno de malicia como es Mos Eisley y cuya escena de la cantina, con su desfile de criaturas (hay incluso un libro que narra relatos de cada uno de ellos), ha sido cientos de veces imitado incluido en Star Wars y que bebía de las escenas del western. Es interesante hacer una analogía con la llegada de los hobbits a Bree, donde se enfrentan al peligro de los Jinetes y necesitarán contar con ayuda inesperada; en El Señor de los Anillos, de Trancos; en Star Wars, de Han Solo y Chewbacca.
Otro homenaje evidente está en cómo Obi-Wan vence al doctor y su compañero, dos villanos que volveríamos a ver en Rogue One y los cómics de la Doctora Aphra; aparte de revelarnos lo poderoso que puede llegar a ser Obi-Wan, es un eco del enfrentamiento con Zam Wesell en el bar de Coruscant, pero también al duelo de Yojimbo donde el protagonista, el ronin sin nombre, corta el brazo de uno de sus enemigos. De nuevo, la influencia de Kurosawa se detecta en la saga; Lucas estaría tan agradecido al director japonés que, junto a Francis Ford Coppola, acabaría produciéndole sus últimas películas, como Sueños, y junto a Spielberg le daría el Oscar. No olvidemos que Lucas formó parte de ese grupo de directores que cambiaron el cine: Scorsese, Coppola, Spielberg, De Palma… Mucho se ha contado de ese primer montaje que Lucas presentó a sus amigos, sin los efectos terminados ni música, y cómo De Palma (que hizo junto a Lucas el casting, De Palma para Carrie, la adaptación de Stephen King, y Lucas para Star Wars) pensó que sería un fracaso, mientras que Spielberg pensó todo lo contrario. Historias del cine.
Si algo destaca en Una nueva esperanza es su capacidad para dar carisma a sus personajes solo con un par de líneas, momentos o actitudes. Tenemos el ejemplo de ese viejo cazador que es el fantástico Tarkin de Peter Cushing, pero seguramente el caso paradigmático sea Han Solo, ese arrogante contrabandista que se robó el espectáculo y que hizo que muchos quisieran como él. Es curioso pensar que Harrison Ford no fue el primer candidato y que solo ayudaba a en las réplicas del casting de otros personajes como el de Leia, pero acabó siendo el más oportuno.. Mientras que muchos nos preguntamos qué se comentaron Chewie y Obi-Wan (Chewie conocía a Yoda y Ahsoka), más allá de las relecturas modenas de toda la saga, se nos presentan grandes personajes que nos acompañarán a lo largo de la película y toda la saga. En el caso de Han, se le da trasfondo, sobre todo en las ediciones especiales (la última con ese maclunkey a modo de grito sobre el que propio Filoni y Favreau bromeaban mientras hacían la segunda temporada de The Mandalorian), con toda la historia de Jabba o con Greedo (que cuenta con una especie de gemelo que vemos en el encuentro con Jabba o al menos alguien de su raza que viste como él… No pensemos en fallos del orden del montaje, por favor). Mucho se ha hablado sobre quién disparó primero y si Han debe ser un asesino amoral o no, Lucas era partidario de lo segundo, muchos de lo primero. Otro debate más de Star Wars y el forajido que es Han Solo.
Más allá de cazar cameos futuros como los del espía que recuerda al llamador de naves del primer episodio de The Mandalorian, tenemos esa revisión que nos añadió a Boba Fett como secuaz de Jabba. Años después, y pese a los cómics, seguimos preguntándonos cómo fue el primer enfrentamiento de Han con Boba.
La primera vez que vemos el Halcón Milenario, Luke exclama «vaya pedazo de chatarra». La tecnología en Star Wars se muestra como usada y aunque parezca una tontería, era algo novedoso en el cine de fantasía de ese momento. Es más, Ridley Scott reconoció que el aspecto deteriorado de Star Wars contribuyó a su concepción de la Nostromo en Alien.
Aparte de la tecnología, otro aspecto importante es que Star Wars tiene momentos de humanidad, como ese wookie y R2, un alienígena y un robot, jugando a una especie de ajedrez holograma cuyo gag nos hace que todos los personajes involucrados nos ganen, igual que el entrenamiento de Luke o las dudas de Han. El arco de evolución de estos personajes que parten de arquetipos es magnífico. Basta con ver cómo Han confía en la suerte (o el dinero, con esa imaginación capaz de soñar con innumerables riquezas) y no cree en la Fuerza y ese diálogo del Episodio VII donde dice que la Fuerza es real. Para mí, la química demostrada entre todos los personajes, sus relaciones y ese aire entre lo mítico y lo demisticiador, irónicamente, es lo que hace que Star Wars nos guste. Más tarde, lo vemos también en el flirteo de Han y Leia («¿crees que una princesa y un tipo como yo…?», le dice Han a Luke). Una galaxia tan ambiciosa poco nos diría si sus personajes no conectasen con nosotros.
La escena de la destrucción de Alderaan, pese a estar narrada con ese duelo dialéctico entre Tarkin y Leia («encantadora hasta el final»), sigue demostrando el talento de Cushing. Muchos critican los diálogos de Lucas considerándolos malos; es más interesante pensar en lo que decía Harrison Ford: eran buenos en el papel, imposibles de pronunciar, pero se emparentan más con un cine más clásico y teatral que hace brillar esta fantasía. Cushing, pese a no entender la mayoría de los vocablos, nunca se vino atrás, al igual que el inmenso Alec Guinness, cuya reacción a la perturbación de la Fuerza es suficiente para narrarnos un drama que nunca llegamos a ver en el planeta, igual que la reacción de Vader y su «noto una presencia que no sentía desde…» y hablaba del terror que estaba por llegar cuando quedasen atrapados en la inmensa y terrorífica Estrella de la Muerte.
Póster ya legendario de Star Wars. Fuente. |
En todos estos años, además de la cantina, Star Wars suele jugar con los mismos tropos, como puede ser que los personajes tengan que vestirse y hacerse pasar por los malos. Un juego de máscaras al que se añade Rogue One, Mandalorian, Rebels y que surge todo de ese Han y ese Luke haciéndose pasar por soldados de asalto. Una idea digna de un loco que sigue al loco, como se pregunta Kenobi.
Una vez atrapados en las fauces del leviatán que es la Estrella de la Muerte, no solo brilla el carisma de esa princesa guerrera que es Leia («¿no eres un poco bajo para ser soldado de asalto?». Maravillosa Carrie Fisher, siempre nuestra princesa), sino también como alegoría que nos hace pensar en la estación de combate como una especie de Minas de Moria de Tolkien (con guardián de agua incluido, aunque esta vez en el compactador de basura). Como siempre he sostenido, Star Wars es un cántico al sentido de la aventura y a las ansias de soñar.
Aparte de tener aventuras como rescatar a la princesa o desconectar campos magnéticos (emulados en El asedio de The Mandalorian o en Rebels), tenemos un sinfín de aventuras. Muchos se quejan de la mala puntería de los soldados de asalto, que ya no eran clones, tenían armaduras baratas que les impedían ver como se cuenta en Rebels y habían caído en la idea de que valía más el número ingente que la calidad de su entrenamiento, como se ve en el universo expandido.
Uno de los grandes momentos es el duelo samurái de Vader y Obi-Wan. Algunos fans lo han reimaginado con piruetas y acción. Ay. Creo que no comprenden el mensaje. Aparte de homenajear de nuevo a Kurosawa, vemos la caída de los Jedi en esta época. Y no son seres espléndidos, sino un anciano dispuesto a sacrificarse para ser más poderoso y un ser mitad máquina que clama que «ya se ha cerrado el círculo». El hombre tras Clone Wars y The Mandalorian, Dave Filoni, es un gran seguidor de Tolkien, igual que Lucas, porque este duelo también emula al enfrentamiento de Gandalf con el Balrog. Y a su aciago fin, que da pie a un Luke desolado y a una persecución de cazas TIE al Halcón que nos vuelve a entregar la fantasía.
Con la llegada a Yavin IV (tan bien recreado en Rogue One), llegamos al tercio final que nos lleva a ver cómo los planos de la Estrella de la Muerte pueden suponer la victoria de la Alianza. Galen Erso no pudo hacerlo fácil, pero los pilotos deberán ponerse a prueba y, en el caso de Luke, creer en la Fuerza, lo que supondrá su auténtico primer paso como gran héroe.
«Este ha sido un día que será largamente recordado. Ha visto el fin de Kenobi y pronto verá el fin de la revolución». Con este comentario de Vader, se inaugura el tercio final donde él participará en la batalla espacial (no obstante, una vez fue el mejor piloto de la galaxia), y donde los rebeldes intentarán hacer reventar la estación de combate, dependiendo finalmente de Luke y su fez, pero también de Han Solo y su arco de redención frente a lo que era su mentor, Beckett, en su propia película. La batalla espacial es genial, todo un alarde de efectos, maquetas y tensión. Lucas se inspiró en los combates aéreos de la Segunda Guerra Mundial y el equipo de efectos especiales tuvo que crear cuestiones que no existían por entonces.
Luke, como todo héroe, como Frodo, como Arturo, como Paul Atreides, debe hacer una prueba y demostrar que su fe puede traer esperanza a los otros. Eso es lo que hacen los auténticos héroes. No solo afronta la pérdida de su amigo Biggs (personaje muy recortado del acertado montaje que salvo la película e hizo Marcia Lucas, la esposa en aquel entonces del director), sino que debe confiar en Obi-Wan y su «Luke, utiliza la Fuerza». La música excepcional de Williams, el montaje con Tarkin a punto de poner a funcionar su estación contra la base, Wedge (que regresará en las siguientes películas y el episodio IX, aparte de ser tío en la vida real de Ewan McGregor), Luke teniendo que creer, Darth Vader diciendo que «la Fuerza es muy intensa en él» y la reaparición de Solo marcan un hito. George Lucas decía que Star Wars era poesía, que, a veces, rimaba, e igual que Tarkin morirá fruto de su creación (como el director Krennic), el resto de los personajes afrontará su destino. Menos mal que Lucas no sacrificó al personaje de Vader en este momento.
Lo posmoderno pone en duda todo lo aceptado. A principios de los ’90, los personajes de Kevin Smith en Clerks hablaban sobre todos los curritos que morían en la destrucción de la Estrella de la Muerte. Este tema tan posmoderno en ese momento, fue tocado en las nuevas historias de la saga, tan crepusculares, en el instante en que Cara Dune se cruza con un soldado imperial en el capítulo de El rescate. El soldado habla de un acto terrorista. Otra visión sobre el mito y que justifica los nuevos aportes a la saga.
Star Wars no tardó en convertirse en un mito. Fuente. |
El legado de Skywalker
Y es que Star Wars siempre genera debate. Hace unos años, tuve la mala suerte de saber de un profesor de cine que decía que las bandas sonoras molestaban y distraían y que el cine debería no tener música. Y entonces pienso en Star Wars y cómo la grandeza de John Williams realza cada una de las escenas, como la final, con la entrega de medallas,y pienso en cómo algunos pueden estar tan equivocados. Esa entrega de medallas cierra una primera parte que nos promete seguir haciéndonos soñar y más de cuarenta años después sigue haciéndolo. Tan importante como la banda sonora lo es el sonido. Identificamos a los Tusken, las espadas láser o los cazas TIE. Eso tiene una magia incomparable y habla del gran trabajo desarrollado por el equipo.
Algunos críticos señalan incoherencias y huecos de guion (como si eso hiciera a una película mala), pero para mí dudar de Star Wars es como dudar de un cuento de hadas: lo aceptamos sin preguntarnos por qué la abuela sobrevivió al interior del Lobo Feroz o por qué la música engatusaba a los ratones y los niños de cierta ciudad. Star Wars es un cuento, como aquellos que estudió Vladimir Propp.
Muchos critican la falta de inventiva de Star Wars, cuando es precisamente todo lo contrario. Todavía asombran los conceptos que desarrolla, pero también el desfile de criaturas, planetas y cientos de aspectos más que cada espectador puede explorar. Star Wars es veinticuatro sueños por segundo, no fotogramas.
Si bien inesperado hasta cierto punto, el éxito de Star Wars fue tan impresionante que se convirtió en el primer gran fenómeno no solo cinematográfico, sino cultural. No solo cambió la industria fílmica, sino que hizo algo más. Muchos han intentado imitar Star Wars: Piratas del Caribe, Eragon, Guardianes de la Galaxia… Ninguno lo ha logrado. Y, desde entonces, no ha muerto. Puede que haya dado lugar a algún movimiento grimoso que se base en el odio hacia la saga, las películas, su reparto o sus creadores, pero pervive una inmensa mayoría que disfruta de Star Wars con todo lo que es: una enorme mitología abierta a todos nosotros.
Mucho se critica a George Lucas por sus nuevas versiones de esta trilogía o sus precuelas, pero Lucas fue el primero capaz de entregarnos a todos sus juguetes. Cada uno de nosotros hemos imaginado nuevas aventuras en la galaxia de Lucas. Frente a otros autores que no sueltan sus creaciones, el director siempre vio Star Wars como una aventura para lo más jóvenes donde otros podrían contar también historias, como fue el caso de Irvin Kershner y, muchos años después, de su sucesor, Dave Filoni.
Lucas pasará a la Historia, sin duda, como el creador de una mitología que no muere, que pasa de padre a hijos y nos sigue entregando historias de hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, pero que resuenan en nuestros corazones y que jamás podremos olvidar.
No puedo ser objetivo con Star Wars. He crecido con estas películas. Las utilizo en clase. Las uso cuando la vida se vuelve demasiado dura. Las veo cuando necesito esperanza. Las cito cuando tengo que decir algo. He hecho grandes amigos a partir de ellas. Las reviso de vez en cuando. Si empecé a escribir, fue para homenajear como esta saga me influenció. Ahora, tantos años después, su mensaje de esperanza me parece más que necesario en una época tan oscura.
Comencé preguntando: ¿recuerdas la primera vez que viste Star Wars? Yo sí, lo recuerdo. Tendría unos nueve años y recuerdo que el viernes empecé viendo La amenaza fantasma, pero no me enganchó. El sábado pusieron Una nueva esperanza por la tarde… Esa película sí me enamoró de la galaxia de Lucas y me ha entregado desde entonces un sinfín de historias, grandes momentos, enormes personajes y,en este funesto año, más ilusión que nunca.
En 1980, el futuro de Star Wars se decidiría con la siguiente película El Imperio contrataca, una obra que habla sobre el miedo, crecer y la pérdida de todo aquello en lo que creemos.
No queda mucho que agregar.
ResponderEliminarSalvo que es una película que se conoció en forma muy resumida, compactada, fueras de los cines, en conjunto con una versión también compactada de Superman. Y con cintas de no la mejor calidad, en lugares, en que se ponía una tela sobre una pared para proyectar películas. Y con la idea de que uno de los robots se llamaba "Arturito", por pronunciación de R2D2, en inglés.
Creo notar en los robots, una influencia del Quijote y Sancho Panza, con el personaje temeroso que no para de hablar, que físicamente se parece un caballero muy delgado, con armadura. Y el otro, cuyo idioma desconocemos, uno de los grandes aciertos.
Es magistral El imperio contraataca, que muestra lo grande que es Darth Vader como personaje.
He conocido análisis que presentar a la saga como la historia de una familia conflictiva.
Que tengas un feliz año nuevo. Saludos.
¡Muchas gracias por el comentario y feliz año nuevo a ti también!
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