Podía pasar... Fuente. |
Seguramente, al principio, Remina se convierta en una celebridad: la chica que le da nombre a un ente ignoto que proviene de más allá de las estrellas. Habrá clubes de fans (o fanáticos, ¿no son lo mismo?), los medios de comunicación enloquecerán y Remina no sabrá qué estará ocurriendo.
Más tarde, cuando el planeta (¿o ser?) Remina se comience a zampar los planetas del Sistema Solar cual Galactus y se acerque a la Tierra, no es de extrañar que los fanáticos que alzaron a la Remina humana decidan perseguirla, torturarla y crucificarla. Si detienen y sacrifican a la Remina humana, ¿por qué no podrían detener a la Remina estrella infernal?
Hellstar Remina era una de las pocas obras que me faltaban por leer de Junji Ito, autor nipón considerado el rey del manga de terror, y aunque está más cerca del nivel de Gyo en cuanto a locura a la que no hay que buscarle mucha explicación, Hellstar Remina al menos tiene cierto regusto lovecraftiano que no está nada más. Cierto regusto, tampoco nos flipemos. Eso sí, conlleva como en toda buena pesadilla suspender la credibilidad hasta niveles en los que uno añade, como en las críticas del Espectador, un "podía pasar" cuando planetas se desintegran y pequeños búnkers sobreviven por el espacio (podía pasar) o se cambia la gravedad de la Tierra y la gente puede volar (podía pasar).
Deja con un buen regusto el relato corto que acompaña a la historia: Cien millones de corazones solitarios, que trata sobre un hikikomori que está a punto de volver a ver a sus antiguos compañeros del instituto, mientras extraños mensajes y crímenes asolan la ciudad: personas aparecen cosidas entre sí. El final no lleva a ninguna parte, pero la idea está interesante.
En fin, moraleja: no llames a tu planeta como a tu hija. Ponle el nombre de alguien que te caiga mal. O un código. O el nombre de una peli que odies. O el tuyo. A saber.
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