¿Por qué me gusta escribir a día de hoy? // Imagen de dominio público. |
Si este fuera mi último
post, no querría que fuera sobre llantos ni quejas, sino aquello que ha hecho
que mi corazón latiese hasta este momento.
Lo que pretendo con este
post es sencillo. No quiero centrarme en las cosas malas sobre el mundo de la
literatura ni quiero parlotear sobre consejos. Hoy, no puedo. Solo quiero que
sea un recordatorio y, si esto fuera lo último que escribiese en el blog,
estaría orgulloso de que, al menos, hubiera sido un post sobre las cuestiones
que me gustan, sobre lo que adoro de escribir, sobre lo que amo de seguir
tejiendo historias.
Desde los nueve años he escrito
cuentos, microrrelatos, guiones de cómics y películas, novelas… Siempre he
disfrutado con las palabras, porque son una vía de escape, un consuelo para
encontrarme conmigo mismo y siempre he intentado hacerlo del modo más oportuno
que creí. Si os digo: «bosque», «escarcha» o «tumba», vuestra mente os transportará
a esas visiones, a esos recuerdos, a esas partes de vuestra vida que laten con
la literatura. Y es algo asombroso para mí.
Crecí en un barrio
pequeño de una isla y, a menudo, localicé caminos distintos a través de los
libros, como si fueran mapas y cosmogonías (a la vez) de universos en eclosión.
En su fantasía, en sus sueños, en su magia, vi un modo de encontrar otras
cuestiones en las que deseaba embarcarme a través de las palabras. Leer fue mi
escapatoria, pero también un lugar al que ir, un refugio, cuando todo se
tambaleaba o no. Una biblioteca, propia o ajena, bien puede ser mi refugio, mi
paraíso.
Cuando terminé la
escuela, esperé mi carta de Hogwarts. Cuando volvía del instituto, deseaba que
un día alguien me sacase de la Comarca. Cuando crecía, esperaba hallar ojos de
vampiros a mi alrededor. Ahora, sigo buscando ese sentido de lo fantástico que
me contagiaron los libros y los plasmo en aquello que hago, aunque nadie lo
escuche, pese a que yo deseo que algo de mi interior lo oiga.
Los libros me han
consolado, pero no solo eso. Me han hecho imaginar, han logrado que conozca a
amigos, que comparta mundos o lugares que jamás pisaré, a conmoverme o temer
sobre seres que tal vez nunca existieron más allá de la pluma del autor y de
los sentimientos que inundan mi corazón durante la lectura. Y siento una gran
deuda con todos esos escritores que me socorrieron, que me tendieron sus manos
de tinta. Y no es una deuda en el sentido más simple de la palabra, una mera
metáfora, siento realmente que si encuentro a alguno de estos escritores debo
darles las gracias. Gracias a J.R.R. Tolkien. Gracias a J.K. Rowling. Gracias a
Neil Gaiman. Gracias a Alan Moore. Gracias a Stephen King. Gracias a Ray
Bradbury. Gracias a Edgar Allan Poe. Gracias a Gustavo Adolfo Bécquer. Gracias
a Terry Pratchett. Gracias a tantos y tantos genios que han hecho que mi alma
surcase por rumbos que nunca esperé.
Donde las hadas aguardan lo imposible. / Imagen de domino público. |
Y un modo de dar las
gracias lo encontré escribiendo. Siempre me ha movido el agradecimiento a esos
escritores y la ambición de que yo también pueda conmover a alguien. A veces,
lo llamo «devolver el favor». Recuerdo que, cuando he hablado con alguien que
me ha leído, y dice que le ha gustado, que le ha recordado mi obra a otro
autor, que ha soñado con mis personajes o similar, se adueña de mí un
impresionante sentimiento de agradecimiento. Muchos pensaréis que doy tanto las
gracias porque es gratis, pero no, siempre he sentido que tengo que hacerlo
cuando lo siento. Mi mundo siempre ha sido pequeño e incluso la noción de
seguir respirando, a veces, me parece un milagro; que alguien me acepte como
soy, con mis problemas, con mis cambios de humor, con mis inseguridades, con mis
miedos, con mis errores, se me antoja como un milagro y, por eso, doy gracias a
las personas que me leen, pero también a las que me permiten seguir haciéndolo,
incluso cuando a veces pienso que más me valdría dejarme de estas ideas de
cabeza plagada de pajaritos preñados, abandonar la fantasía y centrarme en mi
vida real, en mi vida de días contados.
Neil Gaiman hablaba de
que, a veces, nos quedamos en el País de las Hadas, cautivos. Es un poema
hermoso y siempre consigue que se me rayen los ojos. Si todo terminase y
tuviese que escuchar algunas palabras, no temería que fueran esas las que
escuchase y, seguramente, tras el velo negro, lo que hallaría sería la luz de
las hadas que siempre he perseguido y el eco de todas las voces de esas
personas que me demostraron su afecto y entrega.
Escribo por esa luz y por
esa oscuridad. Lo que me gusta de escribir es que puedo perseguir los fuegos
fatuos que se apagan en mi espíritu. Porque en las palabras y en las historias
siempre he hallado ayuda. Porque me gusta que un personaje cobre vida y se
rebele contra mí. Porque adoro que las historias me sorprendan. Porque me
siento vivo a través de los diálogos. Porque me convenzo a mí mismo de hacer
algo distinto y, aunque me equivoque, siento que es lo único que puedo hacer. Porque
me gusta aprender y aplicarlo en mis historias. Porque siento que mi fantasía puede
ser compartida por otra persona. Porque hace que el dolor no sea siempre tan
punzante. Porque puedo incluir esas palabras que relucen cuando las leo. Porque
puedo embarcarme en viajes que nunca emprenderé más allá de mi teclado. Porque
encuentro esos reinos que mis pies nunca tocarán. Porque, cuando acabo, siento
que una parte de mi alma está en ese libro, pero puedo dejar otra más en el
siguiente hasta que no quede nada de mí salvo cenizas con formas de hojas manchadas de tinta.
Escribo por lo que me
gusta y me temo que, aunque existan cosas que no (y que, irónicamente, no
tienen nada que ver estrictamente con el hecho de sentarme delante del teclado),
seguiré escribiendo porque soy prisionero del País de las Hadas. Y no se puede
vivir en él sin querer que los demás compartan su luz en esta breve existencia
entre las sombras.
Que bueno que lo escribiste en condicional, no como una afirmación. Y entiendo eso de buscar caminos en los libros. Conozco algunos de esos nombres. Y puedo sumar a Isacc Asimov, Frederic Brown, Conan Doyle, El Círculo de Lovecraft, Philip Dick, etc. Y lo de demiurgo viene de leer a Borges. Ah, creo que ese nombra esa palabra en una adaptación de Hoghfather, con muerte y su nieta Susan como protagonistas.
ResponderEliminarY yo sigo esperando un anillo del Green Lantern Corps.
Espero que el condicional dure tiempo (irónicamente) y si no, esto es una lápida de la que no me sentiría avergonzado.
EliminarSuerte con el anillo. Nunca se sabe qué puede esperarnos a la vuelta de la esquina o en las páginas de un libro o un cómic.
Muchas gracias por tu comentario. Un saludo.
Sencillamente hermoso. Yo leo porque me gusta y aunque aun no escribo propiamente dicho sea una novela, cuento o microrelato como tu, después de leer esto definitivamente quedo inspirada para hacerlo.
ResponderEliminarSaludos!!
Muchas gracias por tus amables palabras. Me alegra saber que podrían servirte de inspiración. Ánimo.
EliminarGracias por el comentario.