Cuando el artista se convierte en spammer

Escribí este texto en 2014. Tiene un poco de mala leche, creo que hay algún aspecto matizable y considero que sé algo más ahora. El punto más discutible es cuando hablo de que hay que tener fe y que tu obra si es buena llamará la atención. En el Mundo de la Piruleta puede que sí, en la realidad, no. Espero que os resulte interesante.

El spam... El vicio de algunos escritores. Ay. Fuente: Pixabay,

Artistas y publicidad, artistas y spam. ¡Malketing! Seré todo lo sincero que puedo con este tema e intentaré que se entienda cada una de sus partes, mostrando la máxima empatía posible por todos los lados y sabiendo que la solución, a veces, no es el cambio de conducta del spammer, sino del receptor (pasar del spammer puede ser lo mejor). En definitiva… Sí, esto es una columna seria (este domingo al menos), sobre spam, publicidad y estar harto. Podríamos definirlo como enfrentarse a esa compañía llamada Jazzt… cuando te llama por teléfono para venderte algo en medio de la siesta. Y yo digo… No. 

No todo el mundo quiere leerte

Luchamos por ser leídos. En un mundo donde se tiene cualquier oferta cultural al alcance (cine, videojuegos, música…) o no cultural (aunque a saber qué no es cultura…), ¿qué impulsa a los seres humanos a seguir leyendo? Es decir, te metes en la mente de un señor que se pasa la vida escribiendo mentiras y lo haces mediante un proceso que requiere una complejidad mental antinatural en nuestra especie. ¿Para qué? Hay muchas respuestas: entretenerte, conmoverte, maravillarte… Pero la pregunta que yo haría es: ¿por qué? Más incluso, ¿qué haría que una persona decidiese, entre todos esos nuevos libros flamantes o clásicos dignos de conocer, a leer el tuyo? Es una cuestión muy importante para los escritores, que debemos ser conscientes de que no todo el mundo participa en esa “oferta cultural”, que prefieren otras cosas. Recordemos que somos uno de esos países donde emborracharse o chutarse es más barato que comprar un libro o ir al cine a ver alguna película o bodrio fílmico.

Sin embargo, dentro de nuestro pequeño hábitat, ¿qué podemos hacer? En una época donde las editoriales no publicitan o muchas veces se prefiere la autopublicación, los escritores tienen que empezar a dar saltos, a agitar las manos, a prenderse fuego y gritar para llamar la atención con un: 

—¡Me echaré más gasolina encima si me lees! 

Publicidad, marketing… Hacer que esa chica de ojos azules que es el público te haga caso a ti, solo a ti, que haces gala con tu cuerpo artrítico, tu mirada vidriosa y tu olor a gato muerto, de un aspecto tan deseable como una patada en la cabeza… porque eso es lo que somos los escritores desconocidos para el público. 

"Y en mi novela entonces sale un pulpo gigante que se enamora de un cangrejo. Es como Crepúsculo, pero MEJOR. Así que te lo tienes que comprar". Fuente.

No seas pesado

Digamos otra verdad: no hay nada malo en querer que te lean, es lo que queremos todos ¿no? Escribimos para ser leídos, aunque también para entendernos a nosotros mismos… y todas esas cosas. Sinceramente, yo escribo para estar en paz con mis propios demonios y para que la gente me lea, me da igual hacerme millonario porque para ser rico en este país o te acuestas con un famosillo, te haces político de primera alcurnia o decides salir del real pene que te convierta en miembro de la rancia sangre azul. En cualquier caso, ninguno de esos casos hace referencia a ser escritor y, cuando lo hace, creedme, nosotros no solemos ser los afortunados.

El problema es cuando la “llamada de atención” resulta molesta debido a su pesadez y, sobre todo, su egoísmo. Todos hemos cometido seguramente el pecado de insistir en que nos lean demasiado (yo sin ir más lejos… pido disculpas), a veces porque no nos damos cuenta, en otras ocasiones porque pensamos que es lo correcto, hacerlo con esas tácticas dudosas que alcanzan la cota de spam. 

Luego, está el punto del egoísmo de “solamente lo mío es importante, lo publicitaré todo el rato, me da igual que moleste a los demás… Yo, yo, yo y si falta alguien, yo”. Es querer hacerse conocido no solo tocando la puerta, sino tirándola abajo de un patadón, lo que conduce directamente a una idea: le vas a caer mal a aquel que le rompas la puerta (y si le pillas cabreado, te estampará los trozos de la puerta). 

¡Señor, compre mi libro! (En realidad, solo he puesto esta imagen porque me pareció delirante).

 Cuidado con tu fama

Existen cientos de libros de marketing, incluso de publicidad literaria (algunos gratuitos), hay conferencias sobre el tema, buenos blogs y muchos métodos interesantes que aplicar, ¿por qué entonces optar por lo más sencillo que es gritar? Me refiero al bombardeo constante en Twitter o Facebook, convirtiendo todo en una confusión de mensajes repetidos de forma esquemática y anodina, porque… si al menos esta publicidad innovase y buscase cautivar la atención de una manera bien pensada… No hay ni una caricia de afecto, no, simplemente hay una buena torta “publicitaria”. Nada de originalidad. 

Es como si de repente tuviésemos las gafas de Están vivos y pudiéramos ver el mensaje tras la publicidad: “Obedece”, el problema es que no hacen falta gafas porque ni siquiera hay maquillaje que destripar. spam En la red social del bicho volador azul no es raro encontrar tuits de “lee esto, solo por tanto dinero, va de esto…” y algunos otros de autores que recomiendan libros (que, por la simpleza del mensaje y no tanto por extensión, no han leído) de otros tuiteros para que estos luego recomienden los suyos. Está bien, ¿qué puedo decir?, pero… una vez al día o incluso dos si estamos empezando a promocionar una obra, pero cien veces al día no es sano… 

Y así las redes sociales, que deberíamos imaginárnoslas a veces como unas plazas de encuentro virtuales que fomenten el diálogo y el descubrimiento, se convierten en un mar de ruido y gritos de unas personas que desean llamar la atención a toda costa, dándoles igual lo demás, y convirtiéndose en alguien que cansa a los otros. En esa otra red social donde hay muros sin ser Poniente y venden tus datos cual Black Mirror, no es extraño encontrar a autores que ni siquiera elaboran textos originales para cada lugar donde los vayan a colgar. Ni siquiera un “disculpad las molestias”. No, simplemente se suelta un ladrillo homogéneo que rompe cualquier dinámica que pueda haber en ese momento. 

Esto puede ser aceptable una vez, seamos buenos, pero seis mil veces… cansa. Es comprensible que un escritor quiera ser leído, insisto, pero ¿vale a cualquier precio? Me temo que muchas personas piensan que jamás leerán un libro de alguien así solamente por lo pesado y cansino que les pueden resultar en las redes sociales. ¿Se imaginan a escritores como Poe, Bradbury, Borges… berrando todo el día a la gente para que les lean, sin jamás pensar en relacionarse con otros usuarios o en adaptar su mensaje? Lo dudo. 

No, estas cartas no te llevarán a ninguna escuela de magia. Solo harán que te cojas un cabreo. Fuente Pixabay.

No conviertas todo en un vertedero

Leía hace unas semanas a una compañera que opinaba que el hecho de que los escritores se publiciten en las redes sociales hasta el hecho de convertirse en spammers hace que las propias redes sociales se acaben transformando en vertederos. Sueltas tu “basura” y te vas, nada de relacionarse, nada de afecto, fin. Como irse a un burdel: bebes, te entran, quieres entrarle, sueltas lo tuyo, pagas (o quizás pagas antes, por si acaso), te vas. Considero que hay algo de verdad en sus palabras. 

Y siguiendo con esto, sí, las redes sociales tienen nombres dudosos, ¿redes sociales? ¿De verdad? ¿Sirven para su propósito, acaso? No lo sé. Lo que sí sé es que convertirlas en cañones de ego no es una solución para los artistas. 

Si deseas ser leído, no deseas que todo el mundo te odie porque incluyas publicidad cada dos por tres. No quieres ser como esa cadena de televisión que pone dos minutos de una serie entre bloques publicitarios de diez minutos como Antena… No recuerdo el número. 

Hay que perdonar y entender, ser tolerante. Suelo pasar de estas cosas, no merecen comenzar discusiones, cada uno sabe cómo comportarse en casa y esto es solamente una columna reflexionando sobre algo que pasa y algo que pienso. Sin embargo, por el lado del emisor, este debería comprender ciertos defectos, desear mejorar o simplemente cambiar sus estrategias aprovechando lo efímero que es esto (aunque quede la marca, creo que podemos generar una imagen nueva cada día). 

Cada uno es libre de hacer lo que quiera, mientras no dañe a nadie. Esto es solamente una opinión sobre las formas. Este texto no va dirigido a nadie en particular, simplemente a estrategias (¿publicitarias?) que se ven no solo en la literatura sino en cualquier campo artístico, tanto de este país como de fuera. Ni siquiera puede que yo tenga razón, pero deseo que les vaya bien. Si la gente leyese bien, todo iría mejor. ¿Cuál es la solución por la que optaría como autor? 

No soy un experto en marketing, aunque algo he estudiado en parte durante la carrera y por interés propio (me aburro mucho), pero podría apuntar que se pueden buscar diferentes opciones que se amolden a redes sociales y otros campos. Si el material de partida es bueno, la gente que lo acabe leyendo lo recomendará y se extenderá como un virus si hace gala de originalidad y hay suerte. Parece casi un milagro, como confiar en la nada, pero hay que tener fe. 

Al fin y al cabo, escribir trata sobre la fe, la fe en que acabarás tu historia, será buena y la gente la leerá. No va sobre bombardear a todo el mundo sin pensar en las consecuencias.

¡Que no me voy a comprar tu libro! Óleo sobre lienzo vectoril. Fuente: Pixabay.

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