¿Qué pasa cuando te toca vivir con una horda de fantasmas? Fuente.
Empecé a ver Fantasmas sin esperar gran cosa y, a cambio, obtuve una serie de doce capítulos de treinta minutos, dividida en dos temporadas, que me ha sacado alguna sonrisa de vez en cuando y me ha hecho reflexionar sobre los tópicos del terror.
Fantasmas es tomar el concepto de El fantasma de Canterville, con ese pobre espectro que no aguanta a la familia de vivos que se ha mudado a su hogar, modernizarlo con el estilo de Beetlejuice y su exorcista de vivos, y llenarlo del costumbrismo desmitificador que otras series sobre personas que ven fantasmas han olvidado y que recuerda vagamente a lo risible que son los vampiros de Lo que hacemos en las sombras.
Allison y su marido Mike buscan casa y resulta que heredan una mansión de una familiar lejana. El problema es que la mansión está encantada por una serie de fantasmas: una antigua aristócrata, un militar, un capitán de una especie de Boy Scouts, un poeta del Romanticismo, un noble decapitado, una doncella, un hombre de las cavernas, una bruja que fue quemada en la hoguera, un político (lo más terrorífico) y toda clase de extraños personajes cuya bis cómica funciona a la perfección. Todos son personajes diferentes que tienen que convivir y que lo único que tienen en común es que están muertos. Lo que parece el inicio de una historia de terror se convierte en todo lo contrario cuando Allison recibe un golpe y empieza a ver a los muertos, y se da cuenta de lo patético que es el más allá.
El fantasma de Canterville ya tocó muchos de los temas que toca la serie. Fuente.
Durante doce capítulos, la serie explora el trasfondo de cada personaje y juega con las situaciones cómicas y con cómo narrar aquello que quiere contar, como, por ejemplo, las tres versiones de la vida y muerte del poeta romántico. Fantasmas, además, saca de su virtud cómica cierta empatía y una capacidad para demostrar originalidad a partir del humor negro. No es tan radical como Darkplaces, pero sí es otra visión sobre lo mundano de lo extraordinario. Tampoco llega a los niveles de Tan muertos como yo (ni lo pretende), pero al menos nos recuerda que quizá no haya nada sobrenatural en lo que nos aguarda tras la muerte si es que nos aguarda algo.
Puede que
no sea una serie perfecta (se percibe la falta de presupuesto y no siempre los gags están al mismo nivel), pero sí que es
un entretenimiento digno que nos hace pensar sobre lo difícil que debe ser para
un fantasma intentar asustar a los vivos y continuar con su no existencia.
Una vez
más, me fascina cómo hay tópicos o historias que se mantienen a lo largo del
tiempo y vuelven a presentarse como si fuesen nuevas; Oscar Wilde no sería el
primero que vio la muerte como la ven los creadores de la serie, pero sí sería
reivindicable el trabajo de todos estos autores que nos han demostrado que,
tras la tumba, incluso hay una sonrisa irónica asomando en nuestros labios putrefactos.
Ya solo por eso, merecía dedicarle un par de palabras... y de risas.
Fantasmas nos presenta una visión de la muerte muy distinta a aquella a la que estamos acostumbrados. Fuente. |
Se ve buena. Me gusta la referencia al Fantasma de Canterville, aún recuerdo cómo disfruté leerlo por primera vez.
ResponderEliminar¡Espero que te guste!
Eliminar