Sorprende cuando películas simplistas como The Matrix se convierten en el supuesto símbolo de una época y otras mucho más interesantes pasan desapercibidas y son olvidadas salvo que nos dé por reivindicarlas. Es el caso de Strange Days (Días extraños), obra cinematográfica que es el resumen perfecto de la sombría y extraña estética del final de siglo y final de milenio que supusieron los ’90.
La trama de esta película con título de disco de The Doors se centra en Lenny Nero (interpretado por Ralph Fiennes), un expolicía convertido en vendedor del mercado negro de discos SQUID, dispositivos que permiten grabar y reproducir experiencias directamente desde el cerebro del usuario. Dicha tecnología, sacada de una obra ciberpunk digna de Philip K. Dick, permite vivir las emociones, sensaciones y recuerdos de otras personas como si fueran propios. Strange Days justamente arranca con el hallazgo de unos discos snuff y el posible descubrimiento de una conspiración que puede llevar a que los últimos días de 1999 sean también los últimos días del mundo.
Obsesión por lo perdido
Nacida de una idea aparcada del director James Cameron y con un guion terminado por Jay Cocks, la directora Kathryn Bigelow dirige de forma adictiva un film que mezcla una historia digna de una novela negra que gana con los toques de una ciencia ficción decadente. Sin llegar a ser mórbida como el Videodrome de Cronenberg o rara como La carretera perdida de Lynch, Strange Days sí que se convierte en un ensayo sobre la importancia, la obsesión y la dependencia del la imagen y el recuerdo.
Una imagen que cobra vital importancia en la dirección, la fotografía y el montaje. Strange Days destacó por su innovador uso de la perspectiva en primera persona, gracias a unas cámaras desarrolladas por el estudio de James Cameron. Esta técnica, aunque desorientadora, sirve para crear tensión y convertir al espectador en un voyeur. No es raro que nos recuerde al plano subjetivo de algunos videojuegos recientes. Gracias a la remasterización, además, la película se ve mejor que gran parte de la cartelera actual, representando perfectamente esa eterna noche que solo se rompe para desvelar una nueva pesadilla.
En su crítica, Adrián Massanet hablaba de cómo la película era un ensayo sobre el propio cine y la fascinación que sentimos por él. Hoy podríamos extender dicho ensayo hacia la necesidad de mirar y experimentar lo ajeno que siente un ser humano cada vez más dependiente de la pantalla. Pero, a su vez, la historia de Cameron y la dirección de Bigelow no dejan atrás la obsesión que Lenny Nero siente por su pasado, algo que podríamos ver también en Toda tu historia, uno de los mejores capítulos de Black Mirror. Su obsesión por esa femme fatale que es Faith (Nero ha perdido la “fe” en más de un sentido) es, en el fondo, un arquetipo que logra derrumbarse con acierto en el trecho final de un film que es apocalíptico, pero, también, esperanzados y, sin duda, mucho más interesante y estimulante que otras cintas más conocidas.
Crítica de #StrangeDays, una de esas joyas del noir y la ciencia ficción que debemos reivindicar. Share on XEl fin del futuro
Llama la atención todo aquello que auguraba este film de 2005: nuestra búsqueda de experiencias, nuestro anhelo de vivir a través de los vídeos y la realidad virtual, la invasión de la privacidad y las consecuencias sociales de la tecnología avanzada… Pero más allá de la ciencia ficción, también está el tema del racismo en Estados Unidos, que si cabe está ahora más vigente que nunca, pero que ya en los ’90 nos recordaba cómo la policía en el país de las barras y estrellas abría fuego fácilmente contra una persona de color. Al fin y al cabo, Strange Days encapsula perfectamente la locura de los ’90, pero también la decadencia de los 2000.
Y tampoco es insólito que el film se mueva a la perfección con la estética de un buen cómic (a veces recuerda al mejor Frank Miller de Sin City con su misterio o a El regreso del Caballero Oscuro por sus esperpénticos pandilleros) y actuaciones que convierten a Ralph Fiennes en ese carismático perdedor que es Lenny Nero o la gran Angela Basset como la hipnótica Mace, una heroína de acción más creíble que esas Trinitys cuyas personalidades son anuladas hasta que llegue una cuarta parte que solo es una parodia. Sobre el resto del reparto, Juliette Lewis nos recuerda que una vez fue la joven promesa de los ’90, mientras que Michael Wincott está recién salido de la mítica El cuervo, Tom Sizemore encarnaba seguramente su papel más interesante como Max y Vincent D’onofrio continuaba una de sus etapas más interesantes como actor (psicópata).
Puede que su mayor problema sea que si se piensa demasiado en el misterio este puede llegar a resquebrajarse o que sepamos desde muy pronto quién es el auténtico asesino de la película, pero de poco importa frente a todo lo que aporta una cinta que, aunque ninguneada, debería ser reivindicada por todo amante del cine de misterio y ciencia ficción, por encima de otras propuestas paupérrimas que alcanzan el reconocimiento gracias al marketing.
Ensayo sobre la ceguera
Comenzaba esta crítica hablando de The Matrix porque, sin duda, las Wachowski tomaron lo más superficial de esta cinta y dejaron atrás toda la importancia del mensaje que busca dar la película. A su vez, el film de la siempre reivindicable Kathryn Bigelow, lejos de quedarse con hacer un homenaje descafeinado a Blade Runner o la decadencia de Robocop, concibe un 1999 realista, decadente, con Los Ángeles al borde del precipicio y, aún así, capaz de dar una historia de amor, como Terminator.
Sin embargo, aunque no triunfase en taquilla y quedase en un segundo plano en las críticas de la época, es interesante ver cómo la serie Ciberpunk Edgerunners le rinde homenaje al comienzo de la película y varias cuestiones tecnológicas que enraízan ambas obras con el subgénero y obras como Neuromante.
Casi treinta años después de su estreno, Strange Days (Días extraños) sigue siendo un filme audaz y adelantado a su tiempo que combinó varios géneros para reflexionar sobre lo que significaron los años ’90, una década cuyo cadáver sigue siendo devorado por nuestro incierto siglo. Disfrútenla (si pueden), ¿quién sabe si volveremos a vivir un fin de milenio?
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