«Si aquella noche —pensaba yo— se hubiera acabado el mundo o se hubiera muerto uno de ellos, su historia hubiera quedado completamente cerrada y bella como un círculo. Así suele suceder en las novelas, en las películas, pero no en la vida… Me estaba dando cuenta yo, por primera vez, de que todo sigue, se hace gris, se arruina viviendo. De que no hay final en nuestra historia hasta que llega la muerte y el cuerpo se deshace…»
Todos nos hemos sentido perdidos en más de una ocasión. Quizá la crisis más complicada es cuando dejas de ser un crío y empiezas a ser un adulto. Cuando intentas convertirte en aquel guardián entre el centeno a lo Holden, cuando intentas evitar que los niños se pierdan, cuando quieres aferrarte a tu pasado. Uno de esos momentos definitorios es cuando terminas el instituto y comienzas la universidad y cuando empiezas a llevarte golpes de realidad, algunos muy duros.
En 1944, la escritora Carmen Laforet retrató todo esto en Nada, una de las novelas más importantes de la posguerra y un título que, por suerte, se ha recuperado en los institutos en los últimos años, porque sí, aunque habla de la España franquista, también habla de las dudas que se nos acechan en esa etapa en cualquier época.
Espectros
A través de la narración en primera persona, la protagonista, Andrea, nos cuenta cómo marcha hasta Barcelona para iniciar sus estudios universitarios. Será en esa ciudad donde conviva con una familia que resulta desconocida, figuras tétricas de un hogar abandonado que vive en la miseria, como la propia España.
Tenemos a la abuela, que parece un fantasma transitando por los pasillos. Un tío y su mujer, que viven de ilusiones vacías con un hijo pequeño, entre gritos, reproches y malos tratos. Una tía que dice ser el paradigma de la perfección… y no lo es. Un tío llamado Román que es una figura oscura y sombría, pero también cautivadora, como el Heathcliff de Cumbres borrascosas. Sin olvidar a una criada que vive de los restos y un perro en los huesos que representa la degeneración de estos personajes, pero también la condena a la que se enfrenta la joven si es incapaz de escapar.
Si nos remitimos a la escena en la que se describe la casa de la abuela de Andrea, nos encontramos que, más allá de una novela realista, nos acercamos a un relato de terror decadente; más cercano al gótico que al esperpento naturalista. Porque al final, en esa galería de horrores (¿o errores?), todos ellos son símbolos de la España de esa época… y de cualquier época.
Reseña de #Nada, clásico de Carmen Laforet que nos habla sobre el fin de la infancia y los monstruos que nos rodean. Share on XJuventud y decrepitud
La viveza de la narración acompaña a hechos como la pérdida, la derrota, la tristeza, la incertidumbre, el odio, la felicidad, la traición de aquellos que creemos nuestros amigos, la decepción de los familiares que demuestran que no son lo que deberían ser… Todo ello no solo como una alegoría, sino como contexto y corazón de unos personajes terriblemente rotos. Cada lector puede verse reflejado en su propia lucha por la identidad y el propósito.
A través de los ojos de Andrea, la protagonista, la autora nos presenta un mundo lleno de sombras y desengaños, donde cada personaje es un símbolo de la desesperanza colectiva. Todo ello en una Barcelona que alberga horrores, no los góticos de Carlos Ruiz Zafón, sino aquellos que nos encontramos al salir de casa.
Esta ambientación no es solo un telón de fondo, sino que se convierte en un personaje en sí misma, palpable y opresiva, que afecta cada acción y decisión de la joven. Cada rincón de Barcelona que Andrea explora está cargado de significados, y su vida se convierte en un campo de batalla donde la búsqueda de libertad choca con las expectativas sociales y familiares. La lucha de Andrea por encontrar su lugar en un mundo que le resulta hostil es un viaje que trasciende su época, resonando con aquellos que, en cualquier contexto, buscan su identidad en medio de la confusión.
No somos nadie, somos nada…
Nada, a más de setenta años de su publicación, no es solo una novela, es una exploración de la vulnerabilidad humana en un mundo caótico. Más allá del Premio Nadal y los distintos reconocimientos que recibió la autora, es uno de esos libros que hay que celebrar que sean recuperados por los institutos. En él, Carmen Laforet, con su voz distintiva y su mirada incisiva, nos ofrece un retrato desgarrador de la juventud atrapada entre el caos y la decadencia.
“Aún era yo la criatura encogida y amargada a la que le han roto un sueño».
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