A riesgo de que se nos catalogue de locos, somos muchos los que consideramos que la fantasía puede ser muchas cosas. Desde los duelos dinásticos de Canción de Hielo y Fuego hasta el grimdark de La Primera Ley pasando por la filosófica de las Historias de Terramar, la épica de El Señor de los Anillos, la oscura de El Imperio del Vampiro o la más tontorrona de Willow.
Por eso, hay que aplaudir a obras tan magníficas y sinceras como Avatar: la leyenda de Aang, que comienza como una serie de animación destinada a los más jóvenes para acabar siendo una obra perfecta para todos los públicos y una exploración del fantástico y lo que revela sobre cada uno de nosotros.
La única Avatar original
Avatar: La leyenda de Aang cuenta la historia de cómo las cuatro naciones (Agua, Tierra, Fuego y Aire) están a punto de entrar en guerra debido a la pérdida del Avatar, un guerrero capaz de dominar los cuatro elementos, y el auge del Señor del Fuego Ozai. En este mundo donde existen maestros capaces de manipular elementos todo parece perdido hasta que dos hermanos de la Tribu del Agua, Katara y Sokka, encuentran en un iceberg al Avatar Anng y a su mascota, el bisonte volador Appa. Juntos emprenden un viaje para que Aang recupere su poder y devuelva el equilibrio a los cuatro reinos.
A partir de la estética del steampunk y el silk punk que se han popularizado en los últimos años, Avatar aporta también un aire oriental a su obra. Más allá del estudio coreano que la animó, tenemos referencias al manga y el anime, pero también a otras culturas como la inuit o la hindú, lo que la aparta de la típica fantasía medieval europea y le aporta un aspecto y trasfondo únicos.
El worldbuilding
Y en este punto tengo que hablar de la construcción del mundo: cada uno de los reinos tiene entidad propia, al igual que las criaturas que pueblan ese mundo, como el bisonte volador o el mono alado Momo, quienes siempre suelen aportar notas de humor. Todo ello, además, acompañado de una animación sobresaliente, donde quizá solo chirría el esporádico uso del 3D para las máquinas steampunk de la Nación del Fuego: de resto, sigue viéndose magníficamente, con una fuerza y un estilo, pero sobre todo un carisma, que ya querrían muchas series actuales.
Aparte, la música, de aire oriental, realza muchas de las secuencias que nos permiten acompañar a Aang y sus amigos durante el viaje.
La fuerza de los personajes
Destinada a ganarse el corazón de su público desde su estreno en 2005, la serie creada por Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko contó grandes historias, pero también con grandes personajes que hicieron que se haya quedado como una de las grandes referencias del fantástico, aunque a algunos parezca pesarles que, originalmente, estuvo pensada para los más jóvenes. Sin embargo, más allá de su magnífico humor, donde encaja mejor Avatar es en la reflexión sobre el poder, la familia, el sacrificio, la vida, la venganza y las ansias de salvación o aniquilación de sus personajes.
Y es que los personajes son el alma de Avatar, cada uno con sus propias motivaciones, conflictos internos y arcos de desarrollo. Desde Aang, el alegre y compasivo Avatar, y su grupo formado por la valiente Katara, el ingenioso Sokka o la aguerrida Toph hasta Zuko, el príncipe exiliado de la Nación del Fuego en busca de redención, y toda su familia, los personajes son profundamente humanos y fácilmente identificables.
A lo largo del viaje nos convertimos en compañeros de estos personajes y tememos también por ellos cuando se enfrentan a grandes amenazas como la del Señor del Fuego y su hija Azula. Es más, al final tenemos que quedarnos con las enseñanzas que se nos ofrecen, muchas veces representadas por el tío Iroh.
Grandes historias
Lo mejor es que la serie no duda también en experimentar con su fórmula de vez en cuando: puede insertar relatos de terror como el de la maestra del agua capaz de manipular la sangre o de fantasía como el de la Dama Pintada, o capítulos que cuentan solo con Appa y su triste peregrinar en busca de sus amigos o un episodio dividido en varios pequeños cortos que desarrollan a los diversos personajes. De este modo, confirmamos que el conformismo nunca fue una de las claves de la serie, algo que hay que aplaudir dentro de una fantasía cada vez más “reservada”, cuando no “anodina”.
No obstante, el viaje del héroe que la acerca a Star Wars también está presente: Dave Filoni fue director de algunos capítulos antes de convertirse en discípulo de George Lucas y hay algunos guiños a la saga de una galaxia muy, muy lejana, aunque puede deberse también a que ambas beben del cine samurái y asiático en general. Es más, puede que el arco de Zuko debiese haber sido en el que se fijasen los creadores de las secuelas para “redimir” a Kylo Ren, lástima que no lo tuvieran en cuenta.
El horizonte de Avatar
Dado su éxito, Avatar contó con una secuela La leyenda de Korra en formato de animación. También con una película infame de M. Night Shyamalan en 2010: según algunos fue la culpable de que nos quedásemos sin una cuarta temporada de Avatar: La leyenda de Aang, debido a que sus guionistas tenían que colaborar con el director de El sexto sentido en su terrible adaptación. En 2024, rozando los veinte años de Avatar, se estrenó otro live action que no contó con el favor de los creadores.
Ahora se planean varias películas de animación para celebrar el aniversario, proyecto que sí me atrae frente a la penosa manía de algunos de tener que adaptar todo con actores de carne y hueso para, aparentemente, ganar “legitimidad” y eso que Avatar sigue viéndose magníficamente, pese a que no se haya podido cambiar el formato y remasterizarla como se merecería.
Crítica de #Avatar, la leyenda de Aang, una obra que reflexiona sobre el concepto de la aventura y la fantasía. Share on X¿El final?
El desenlace de las tres temporadas de Avatar: la leyenda de Aang está a la altura, aunque siempre nos quedará la duda de saber si con una cuarta se podría haber dado más tiempo a las dinámicas de Zuko con el resto del equipo e incluso a este triángulo amoroso que algunos se imaginan entre Aang, Katara y Zuko, apenas insinuado por temas de tiempo. No obstante, la serie siempre estuvo bien contada, incluso en sus capítulos de transición, y siempre aportó para la construcción de ese monolito moderno del fantástico.
Avatar: La Leyenda de Aang es una serie que merece su lugar entre las mejores obras de animación de todos los tiempos y como una muestra de que el fantástico no debe anclarse a una sola forma de ver el género. Ah, sí. Y por si cabía alguna duda, esta es la única Avatar buena que existe por mucho que James Cameron se ponga de pesado.
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