X-Men 97: el fénix de Marvel Studios

¿Es X-Men 97 un triunfo dentro de las series de animación de los últimos años o es que una gota de agua se nos antoja como un néctar en el desierto? Es indudable que tras años de triunfos, Marvel Studios ha pasado por un bache que, inesperadamente, parece haber superado de la forma menos imaginada, gracias a una serie de animación de los X-Men que resucita unos dibujos animados de los ’90.

Regreso a las raíces

Como muchos fans, mi primer contacto con Marvel fue a través de series como la ya citada X-Men, aparte de Spider-Man, Hulk, Los 4F, Iron Man… Algunas las adorabas, como la dedicada a los mutis o el Trepamuros, y otras eran dignos entretenimientos, como la de Hulk (que recuerdo como más oscura de lo que quizá era en realidad). Puede que la animación no fuese la mejor del mundo más allá de sus pegadizos opening, pero muchos aficionados descubrimos así la grandeza de la Casa de las Ideas. Todos queríamos ser Logan o Spidey gracias a aquellas rocambolescas e imaginativas historias que nos permitían pensar que los superhéroes eran lo mejor del mundo.

Ahora, casi treinta años más tarde, el equipo del guionista Beau DeMayo recupera la serie de X-Men (que acababa con un cliffhanger que nos trajo de cabeza a muchos) para jugar con nosotros más allá de la nostalgia. Sí, tenemos la misma continuidad de la serie clásica e incluso recuperamos el genial tema original (aunque fuese un plagio, aquí retocado por los Newton Brothers), pero en realidad lo hace para romperla y reformarla añadiendo elementos de diferentes etapas de los X-Men, desde la original de Claremont pasando por reinvenciones como la hecha por Grant Morrison, sin olvidarse del fenómeno de las películas. Y todo ello para recordarnos la grandeza de estos personajes. Por poner otro símil vinculado a Disney, X-Men 97 es más Los Últimos Jedi que la autocomplaciente El despertar de la Fuerza.

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Resucitar el fénix

En los últimos meses no he sido el mayor seguidor de Marvel Studios, pero X-Men 97 me ha recordado la grandeza de estos personajes odiados y temidos, y de su amplia mitología. En muchas ocasiones, lo raudo de sus capítulos se perdona por la potencia de sus personajes, sus tramas, sus relaciones, sus frases, sus escenas de acción y su inmensa metáfora sobre la sociedad actual en la que vivimos. Porque sí, los X-Men no son personajes chulos y ya está, sino que también hablan de la marginación, del racismo y de otros temas cuya semilla ya plantó Stan Lee en su día, pero desarrollaría con muchísimo acierto Chris Claremont (véase Dios ama, el hombre mata).

Pero más allá de recoger lo clásico de la serie de animación o los cómics, lo que funciona en X-Men es que la historia que se nos está contando realmente nos importa porque estos personajes nos dicen algo. Hasta cuando la historia es una mezcla de culebrón y tragedia bajo el noventero Happy Nation (que tan bien encaja), X-Men 97 consigue ser todo lo que debería ser una buena adaptación de un cómic.

Crítica-X-Men-97
X Men 97 es la demostración de que todavía queda esperanza para Marvel.

La fuerza de los personajes

Todos los personajes funcionan y he ahí otro de sus logros: Beau DeMayo evita el error de la saga cinematográfica: centrar la serie demasiado en Wolverine (Lobezno). Es más, este es un aspecto que muchos han criticado y me temo que es porque aman demasiado a Logan o a la versión de Hugh Jackman. Sí, Lobezno es uno de mis mutis favoritos, pero lo bueno de los X-Men es que no era el único personaje bueno. Las relaciones de odio, amistad o lo que fuesen de Jean Grey, Scott, Hank, Remy y compañía eran las que enriquecían la obra.

Además, que hayan dado un nuevo estatus a Magneto y hayamos recuperado a personajes magníficos como Rondador (y presentado de nuevo a otros, como Mancha Solar) ha permitido que la serie sea más amplia que cualquiera de las películas. Ojalá que el guionista que le toque el muerto de adaptar los cómics a la gran pantalla, dentro del Universo de Marvel Studios, tenga en cuenta todo esto: venimos por los superhéroes, nos quedamos por el mensaje (y el aire de telenovela).

Sin vergüenza

Pero los guiones de la serie, más allá de los continuos guiños, no temen abrazar toda la extrañeza y delirios de la familia mutante. Sí, se reflexiona sobre nuestra realidad (como ya he dicho), pero también tenemos clones desaparecidos, extrañas infidelidades, triángulos amorosos que podrían ser cuadrados y mil cuestiones más.

Si Christopher Nolan se avergonzaba muchas veces del cómic (al igual que el propio Bryan Singer con X-Men y su “cuero negro”), Beau DeMayo hace todo lo contrario. Eso sí, siempre nos quedará la duda de por qué Marvel decidió despedirlo poco antes del estreno de la primera temporada de la serie; una lástima cuando ha sido el guionista que mejor ha comprendido a los mutantes en el mundo audiovisual.

Una esperanza en el desierto

No todo es positivo para algunos espectadores: un aspecto criticado de la serie original era la animación, cuestión que se podía llegar a repetir en este “reboot” enmascarado. Aunque alejándose de éxitos como Arcane o Avatar: La leyenda de Aang, la animación de X-Men 97 nos regala buenos momentos, sobre todo en las batallas internas y externas, como ese renacimiento de Ororo inspirado en el Man of Steel de Zack Snyder (si fuese una buena película) o la escena de la masacre de Genosha.

Pero más allá de este posible punto negativo, pervive todo lo positivo que he citado anteriormente, además de esa sensación de que X-Men 97 no ha sido solo un espejismo en el desierto. No es un oasis, es el recuerdo de que los X-Men son personajes interesantísimos dentro y fuera de las viñetas. Y son aquellos que todavía nos demuestran que más allá de lo temido y odiado, queda esperanza para los superhéroes.

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