Un jugador tiene que saber cómo se juega antes de plantearse un desafío. Onimusha no es un gran jugador: no entiende el formato ni el campo en el que se mueve.
Tomando los elementos del famoso videojuego homónimo de Capcom y de la leyenda de Miyamoto Musashi y contando con Takashi Miike en la dirección, con un resucitado Toshiro Mifune como protagonista y el diseño del tristemente desaparecido Kim Jung Gi, finalmente se ha convertido en un totum revolutum.
Y es que más allá de lo que se le pueda exigir al espectador (un máster en el videojuego y otro en la historia de Musashi más allá de las incontables películas, libros y cómics dedicados al personaje, como Vagabond), el problema no está solo en qué se cuenta sino en cómo se cuenta (aunque puede que parte del problema esté también en sus subtítulos).
No saber las reglas
Si nos preguntasen de qué va Onimusha, podría hablar de cómo Musashi (con un guantelete mágico) es reclutado por varios samuráis (siete, aunque la mayoría son metralla) para hacer frente a un antiguo discípulo que se ha revelado y que pretende tomar el poder gracias a un ejército de muertos y demonios. Por el camino, se cruzarán con una cría a la que deberán proteger y harán frente a muertos vivientes, poseídos y todo tipo de criaturas.
¿La verdad? En el anterior párrafo, nada suena mal. Sin embargo, lo que encontramos son tramas deshilvanadas, algunos personajes histriónicos (como los hermanos) que poco aportan, momentos que confunden al espectador y unos flashbacks que, en ocasiones, son más interesantes que lo que nos están contando en presente.
Y todo al final se siente como una oportunidad perdida, porque aunque Takashi Miike la lleve al gore cuando le apetece, está lejos de Audition; porque el 3D, en ocasiones queda errático y no tiene en cuenta la grandeza de los diseños de Kim Jung Gi (al que está dedicada la serie); porque la mitología y la leyenda no son aprovechadas (¿al final qué más da qué es un oni o qué deja de serlo?) y, sobre todo, porque resucitar a Toshiro Mifune se siente sin importancia, pese a que se le intenta homenajear como la gran estrella del cine chanbara.
#Onimusha es una serie que podría haber dado mucho más de sí, pero palidece ante la grandeza de #BlueEyeSamurai. Share on XOnimusha Vs Blue Eye Samurai
Vivimos en una época donde el arte se convierte en contenido. Tenemos cada semana, una nueva guerra del streaming con interminables listas de estrenos. Netflix es una de esas plataformas que nos ha malacostumbrado y que, últimamente, dispara productos por doquier… y es así cómo el arte se banaliza.
Esto viene a cuento de que Onimusha se estrenó dos días antes de Blue Eye Samurai, dos obras con la temática de los guerreros feudales japoneses en primer plano… y, seamos honestos, Blue Eye Samurai ha eclipsado en todos los sentidos a Onimusha, pero no solo porque se estrenase poco después, sino en cada uno de sus campos: animación, diseño, música, argumento, trama, personajes, diálogo, intensidad dramática, reinvención formal, homenajes fuera y dentro del género (cierto personaje recuerda, además, de nuevo, a Mifune).
¿El resultado? Blue Eye Samurai será recordada y Onimusha no dejará de ser un experimento, la adaptación de un videojuego que mezcló demasiadas ideas y que si se habla de ella en el futuro será, sobre todo, por haber resucitado a un icónico actor (en esta época donde ni los muertos descansan en paz… y no hace falta ser un nigromante para resucitar zombis).
El enfoque japonés
Ya en su día comenté en la crítica de Blue Eye Samurai que era interesante compararla con Onimusha, porque la primera tenía un enfoque occidental sobre lo oriental (aunque una de sus creadoras tiene origen asiático), mientras que la segunda es completamente japonesa. Parece baladí, pero que ambas se estrenasen tan cerca permitía analizar la visión que tiene Occidente de Japón y la propia Japón de su historia y su leyenda.
Y si bien el peso de la nacionalidad era muy importante en Blue Eye Samurai porque trataba sobre el cierre de Japón y el tema de tener a una mestiza de protagonista, Onimusha sorprende porque su villano tiene un enfoque claramente nacionalista cuando pretende matar a los falsos samuráis y aupar a aquellos que no sean meros perros, sino lobos que puedan defender su nación.
Mientras que Blue Eye Samurai versa de la corrupción del shogunato y el demonio representado por el hombre blanco, Onimusha habla del espíritu nacionalista, exacerbado por el los temores a los extranjeros que, por cierto, nunca aparecen en la serie. Y si bien la idea de Onimusha es interesante, al final, como toda la serie, está tan mal contada y aprovechada que sabe a poco.
¿Qué contarán de Onimusha en el futuro?
Sí, sabe a poco y a lo que sabe… sabe a mal, porque con un showrunner o un grupo de guionistas que hubieran conocido mejor las reglas del juego, se podría haber sacado mucho de Onimusha. Vivimos en una época horrible de remakes que, en la mayoría de casos, son innecesarios (¡hola, Disney!), pero en el caso de Onimusha, no se antojaría como algo malo que, dentro de un par de décadas, alguien tomase las ideas poco aprovechadas de la serie y crease algo mejor, porque los buenos cimientos estaban presentes.
El problema está en que no se han sabido trazar arcos argumentales, que la mitología no queda clara, que los personajes no nos importan nada, que algunas decisiones parecen arbitrarias (cortar cabezas en vez de cortar manos en cierto momento… es más que… descabellado, nunca mejor dicho), que no hay verdadero peso dramático en la trama…
Todo ello se podría haber arreglado poniendo más cuidado al guion, sus escenas y sus diálogos. Ahí le hubiéramos perdonado su animación (que aunque es buena, en algún instante es errática) o cualquier otro defecto…
Pero es que no es simple: estamos pidiendo que Onimusha sea una buena serie y las buenas series son como milagros. Y uno no aprende a jugar al juego de los milagros en una sola tarde, aunque cuente con todo el talento del mundo.
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