“Madurar no es más que el proceso de descubrir que todo aquello que creías cuando eras joven es falso y que, a su vez, todo cuanto rechazabas creer en tu juventud resulta ser cierto».
Viene bien saldar ciertas deudas de vez en cuando, sobre todo cuando tienen que ver con libros pendientes y El palacio de la medianoche de Carlos Ruiz Zafón era uno de ellos.
La importancia de Carlos Ruiz Zafón
Para todo adolescente que creció entre el final del siglo XX y comienzos del XXI, el escritor catalán fue uno de esos autores que siempre se repetían en las recomendaciones literarias de los institutos. Así fue como descubrí El príncipe de la niebla, Marina y, sobre todo, La sombra del viento.
Desde entonces, Carlos Ruiz Zafón se convirtió en uno de mis escritores favoritos, pese a que, con los años, entiendo más algunas críticas a su obra, pero menos el desdén de algunos hacia un autor que consiguió que tantos chavales le diésemos una oportunidad a la literatura.
Después de El príncipe de la niebla, su primera novela, Zafón prosiguió su Trilogía de la Niebla con El palacio de la medianoche (la obra que nos atañe) y Luces de septiembre. Tres títulos que se pueden leer independientemente y, cuya unión, es más bien temática (o atmosférica) que argumental.
Tres títulos que, a su vez, sirvieron de preparación para su cuarta obra, la estupenda Marina, y que no dejaban de ser ensayos con un lector más joven para la que luego sería su saga más famosa, el ciclo de El cementerio de los libros olvidados.
Crítica de El palacio de la medianoche de Carlos Ruiz Zafón, segunda entrega de la Trilogía de la Niebla. Share on XLos fantasmas de la ciudad negra
En el caso de El palacio de la medianoche, tenemos una obra donde se repiten muchísimos de los elementos de Carlos Ruiz Zafón: la noche, la niebla, un grupo de jóvenes, un enemigo monstruoso, trenes fantasmales, fuego, tragedias, secretos…, pero incorpora todo el trasfondo de la Calcuta de comienzos del siglo XX (aunque no siempre aproveche del todo su trasfondo).
También están algunos de sus errores, como esos personajes que no dejan de contar historias (incluso aunque no las hayan podido vivir) o detalles que podrían afectar al relato en líneas generales, como ese tonto de telenovela que, en el fondo, recuerda a… sí, mi telenovela (espacial) favorita: Star Wars (unos mellizos separados al nacer, un monstruo que resulta tener un vínculo con ellos…).
El propio Carlos Ruiz Zafón reconoce en el prólogo de las últimas ediciones que es una novela que tiene más de guion de cine (trabajó como guionista) que de novela. Si bien no es un libreto especialmente inspirado, sí es una aventura que puede llegar a encandilar a los más jóvenes.
La muerte de la inocencia
Comencé esta crítica con una cita sobre la madurez, porque, si bien pienso que los grandes libros no tienen fecha de caducidad, hay algunos que sí deberían leerse a determinada edad. En ocasiones, disfruto de una buena novela juvenil, no obstante, porque me recuerda a cuando era un crío. No obstante, hay otras historias que me hubiera gustado disfrutar siendo un chaval, cuando sé que me hubieran gustado muchísimo más. Es el caso de El palacio de la medianoche.
A medida que avanzaba, por mucho que intentase entrar en ella, en el fondo empezaba a ver los hilos. Si me fijaba, podía verle el truco al mago y no hay nada peor que ir ilusionado a que te engañen, y fijarse que el as de una carta escondida asoma en la manga del artista de turno.
Pero como siempre me gusta quedarme con lo positivo de lo que leo (cuando es posible, hay casos en los que no), puedo agradecer todo el trasfondo de la literatura de Zafón: el recuerdo, la memoria y la muerte de la infancia, que es a lo que se enfrenta la Chowbar Society de Ben y el resto de los huérfanos que están a punto de abandonar el orfanato.
Zafoniana
Hay escritores que siempre sorprenden. No es el caso de Zafón. Una vez se han leído la mayoría de sus libros, sentimos que hay lugares comunes, más allá del estilo de romántico tardío, y me refiero a que sus historias parecen que siguen una combinación de botones: prólogo desde el presente, niñez, un misterio, tragedias, historias del pasado, un paisaje «gótico»…
Lo que me ha ocurrido con El palacio de la medianoche es que no sentí la chispa que sí sentí cuando leí El príncipe de la niebla. Recuerdo una noche, durante las vacaciones de Navidad, en la que no pude dejar de leer aquel macabro relato sobre los deseos. Era 2003. Han pasado veinte años. Ya no tengo doce. Me temo que eso también marca.
Si bien no El palacio de la medianoche no es una novela que se vuelva lenta, sí es una secuencia que, aunque entretenida, tras un tiempo, suena a conocida. Una especie de greatest hits que no siempre suena fresca y vívida.
Conclusiones
Con ligeros toques de las novelas juveniles de Ray Bradbury, el estilo de Zafón está presente en todo momento y uno siente que vuelve a las historias del escritor barcelonés que vivió gran parte de su vida en Los Ángeles.
Vista a distancia, la novela El palacio de la medianoche fue un paso más de Zafón para perfeccionar su estilo y su visión de la literatura. Y siempre tendré que agradecerle al autor catalán que enganchase a tantísimos jóvenes lectores gracias a libros como este. Ese es el mayor regalo que un escritor puede darle a alguien.
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