“Una mañana al despertarse Gregor Samsa en su cama de un sueño desosegado, se vio convertido en un horrible insecto”.
Pocos autores han dado forma a un adjetivo. Tenemos a Homero, Orwell, Dickens, Dante… y a esta lista podemos añadir a Franz Kafka. Por mucho que se malinterprete el significado de «kafkiano», como tiende a malinterpretarse su obra, podemos señalar que el adjetivo capta a la perfección la angustia de la absurdez del sinsentido de la vida.
Obras ineludibles
Partamos de algo que todo el mundo sabe: La metamorfosis de Franz Kafka es uno de esos libros que hay que leer alguna vez en la vida. Esta afirmación me suele generar urticaria, pero… perdemos tanto el tiempo con algunos libros de moda, que está bien tener algunos referentes. No me cae bien Harold Bloom y su canon, pero la idea de tener una lista de libros que merecen la pena ser descubiertos, sí me llama la atención. Y en ella estaría esta novela de Kafka.
Cada vez que abordo un nuevo curso con mis estudiantes, acabo hablando de La metamorfosis. Ya sea por dar un ejemplo sobre cómo un autor moderno toma una obra clásica (La metamorfosis de Ovidio… aunque me temo que la influencia es más del traductor que del escritor), para hablar de un buen inicio que nos deja en jaque o para recomendar una novela que cada vez que se lee aporta un nuevo significado.
¿Sigue siendo imprescindible leer La metamorfosis de Kafka? Reseña de la obra: Share on X
Muchos de mis estudiantes sonríen o se muestran confusos cuando les digo: «lee ahora esta obra. No la entenderás del todo. Léela en unos años. Te sorprenderá». Eso ocurre con La metamorfosis. Cuando la leí por primera vez, me dejó en jaque por cómo el pobre Gregor Samsa afrontaba su «vida». Años más tarde, veo un reflejo sobre cómo la sociedad deja de lado a los individuos.
“¿Han entendido ustedes una palabra de lo que ha dicho?– preguntaba el apoderado a los padres–. ¿No nos estará gastando una broma?”
La moraleja de la transfiguración
La trama de La metamorfosis es la mar de sencilla (aparentemente, al menos): Gregor Samsa despierta convertido en un insecto y su familia pasa a convertirse (o, mejor dicho, revelan) en lo que realmente son: gente que apreciaba al pobre Gregor mientras estuviese ahí para dar dinero cada mes. Ahí se guarda el mensaje de la obra: lo mucho que quieren algunas personas a lo que se puede poseer, ya sean objetos o dinero, dejando por el camino lo realmente valioso, como puede ser el sentimiento de cariño hacia un familiar.
El hecho de que Gregor se transforme de la noche a la mañana en un insecto queda en una metáfora, no hay una explicación, aunque una vez leída la obra uno pueda sustituir este hecho por cualquier otro que suponga un cambio drástico y duro para una familia. Un lector tampoco podría exigir una explicación, ¿para qué? No obstante, existen (y existirán) docenas y docenas de estudios sobre el tema.
Ya sea por la moraleja que guarda (el aprecio de lo material sobre las propias personas, que sienten algunos) como por su estilo (ameno y directo), La metamorfosis es una de esas obras que no envejecen porque logran la universalidad a través de un dilema tan insólito como convertirse en un insecto gigante y, quien dice insecto gigante, podría señalar cualquier anormalidad que nos aparte del «rebaño».
El patetismo
Lo importante son los personajes, que sirven para la obra, desde la inocencia patética de Gregor Samsa hasta un padre autoritario y patético, pasando por una madre depresiva patética o la hermana patéticamente buena (además de los patéticos secundarios como los huéspedes, la sirviente o el apoderado). Esto nos lleva a lo patético de nuestra propia realidad, de ahí la insistencia en esa palabra a lo largo de todo este párrafo. Y se recalca una y otra vez.
Kafka juega con algo original, algo incluso divertido, para ver la dureza, la crueldad, de la vida. Y todo resulta kafkiano, algo casi surrealista, una angustia absurda. Es más, cabe la inocente pregunta (bueno, quizás no tan inocente) de si hay algo de Kafka en el personaje de Gregor y la relación problemática que tuvo el autor con su padre.
A su vez, el ritmo de La metamorfosis está acorde con la historia. Dividida en tres partes, pasamos de una presentación y la extrañeza a un nudo donde se deja ver el posible y triste final de la tercera. Durante estos tres extensos episodios podemos sentir que el ritmo decae, que puede volverse algo lento, pero ¿no le pasa lo mismo al personaje de Gregor? Como un lento insecto, avanza hacia donde todos avanzamos: hacia el desenlace. Es el camino hacia el fin de tantas ilusiones al darse cuenta de la realidad.
Nuestra metamorfosis
Franz Kafka quiso en vida que, cuando muriese, sus manuscritos se quemasen (había publicado años antes La metamorfosis). No obstante, su albacea, Max Brod, publicó de forma póstuma muchas de sus obras. Algo similar ocurrió con Virgilio y La Eneida. Algún día deberemos estudiar las ansias de destruir de aquellos que consagran su vida a la creación. Pensar que hubiera ocurrido lo contrario nos hace pensar en una gran tragedia para la Literatura.
La obra de Kafka, aparentemente fácil, nos enseña algo bastante importante que se mete en tu mente con gran fuerza y nos hace plantear que si hemos hecho algo tan horrible como lo que hacen los que rodean a Gregor, debemos intentar convertirnos en algo mejor, transformarnos en otra cosa. Sufrir una metamorfosis en ese sentido, no estaría mal.
Si alguien la lee y piensa “esperaba algo más”, lo recomendable sería que la leyese una y otra vez hasta captar que no sólo es grande la moraleja, sino también la forma en la que está presentada, su narración, sus personajes, la originalidad… Eso sí, cuidado con cómo despertéis mañana, después de un sueño desosegado.
“A ver si lo digo…– respondió, y no podía seguir hablando por la risa–, que… que de deshacerse de la cosa ésa de ahí al lado ya no tienen que preocuparse, ya me he ocupado yo. Ya está resuelto”- Asistenta.
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