El 23 de noviembre de 1963 se estrenaba Doctor Who, una serie sobre un viajero del tiempo conocido como el Doctor que, junto a su sobrina y una serie de compañeros, recorría el espacio y el tiempo para vivir las aventuras más extrañas e imaginativas posibles…
Y su huida ha durado la friolera de ¡sesenta años!
Este 25 de noviembre de 2023 se ha estrenado The Star Beast, el primero de tres especiales para conmemorar su sesenta aniversario y, como buen whovian que soy desde 2011, he decidido volver a dar la turra con el Doctor en el blog y empezaremos hablando de este especial sobre… cómo Russell T. Davies ha vuelto a salvar Doctor Who por segunda vez.
Aventuras y desventuras de un Señor del Tiempo
Los daleks, los cibermen, los zygon, los sylurians… Desde 1963, el Doctor se ha enfrentado a incontables enemigos a través del espacio y el tiempo, pero ¿quién le iba a decir a finales de los años ’80 que su mayor enemigo iba a ser… un productor de la BBC?
Fue así cómo la serie Doctor Who, nacida en 1963, llegó a su muerte en 1989…
Pero si algo nos enseñó el Doctor es que no podía morir, sino que se regeneraba y su comunidad de fans, los whovians, lo mantuvieron vivo ya fuera en especiales, audionovelas, cómics, libros… e incluso con un intento de reboot (antes de que estuviesen de moda), entre Reino Unido y Estados Unidos, con una extrañísima película en 1996 que lejos de servir de relanzamiento, sirvió como rareza.
Y llegó T. Davies…
Tendría que llegar el nuevo siglo y un guionista que ya había demostrado su talento en series como Queer as folk o la miniserie Casanova para salvar al emblemático personaje: hablamos de Russell T. Davies (y sí, «T is for Television»).
No sin problemas (un Christopher Eccleston que encarnaba al Doctor y que se marchó en la primera temporada, una BBC que no estaba segura al 100% de los cambios que quería hacerle Davies a la serie…), el guionista y showrunner (muchos hemos aprendido qué es un showrunner gracias a él y recomiendo la lectura de su libro A writer’s tale) salvó Doctor Who y la convirtió de nuevo en un fenómeno que enganchó a antiguos y nuevos fans (y, tal vez, por primera vez, gracias a los doblajes y las retransmisiones masivas… y el pirateo… de todo el mundo).
Llega Moffat
En 2010, cuando decidió marcharse junto al carismático David Tennant y gran parte del equipo, Davies dejó la serie en buenas manos: Steven Moffat, guionista que destacó gracias a capítulos como Empty Child o Blink, se quedó a cargo del Señor del Tiempo. Con el actor Matt Smith como Doctor, terminaría de convertirla en un fenómeno mundial.
Moffat se encargaría del cincuenta aniversario de la serie e incluso del siguiente Doctor, el maravilloso Peter Capaldi que, aunque contó con grandes episodios, tristemente vio cómo parte del fandom se dividía y la serie perdía fuerza a medida que Moffat se preparaba para abandonar la serie y dar paso al segundo mayor enemigo del Doctor… o quizá peor que aquel productor de BBC que casi se carga el legado del Señor del Tiempo: Chris Chibnall, quien se convirtió en showrunner y cuyo mayor mérito fue hacer que Davies y Moffat pareciesen incluso mejores en sus peores episodios.
¡Maldito Chibnall!
Fue durante las temporadas de Chibnall donde la serie se vino abajo debido a guiones pobremente escritos, una producción cada vez menor, una música que no decía nada y una dirección incapaz de sacar a sus intérpretes lo mejor de sí mismo.
El gran problema de Chibnall, quien lejos de Doctor Who ha conseguido series interesantes como Broadchurch, pero cuya gran incorporación a la mitología de Doctor Who había sido… ¿la ciberwoman de Torchwood?…, es que no entendía la serie.
Por mucho que se considerase un fan y hubiese trabajado en ella, nunca captó el auténtico espíritu del Doctor y fue así como tuvimos a un Doctor (ahora Doctora) capaz de cometer genocidios, antipática y forzada, con unos compañeros que poco hacían.
¿El gran problema? Para nada fue que el Doctor ahora fuese una Doctora (¡habíamos tenido a la maravillosa Missy como el Amo!). Era la pésima escritura, es decir, Chibnall. Tan terrible fue su trabajo que la propia BBC llegó a pensar en cancelar la serie una vez más…
Pero entonces llegó un salvador.
El salvador que ya la había salvado en 2005: Russell T. Davies volvería como showrunner y guionista principal de varios especiales de Doctor Who por su sesenta aniversario y una nueva temporada.
Davies afirmó que todavía tenía historias que contar y empezaría con tres especiales donde traería de nuevo a nada más y nada menos que uno de los Doctores favoritos de los fans: David Tennant y su compañera, Donna Noble. Por primera vez, en vez de “regenerarse”, el Doctor tomaba un rostro ya conocido y convertía este ardid de guion en todo un recurso para la trama.
Con The Star Beast, estrenado dos días después de que el Doctor llegase a su sesenta aniversario, comenzaba un sentido homenaje a toda la mitología del personaje, pero ¿tendría Russell T. Davies la misma (mala) suerte que tuvieron Peter Jackson al regresar a la Tierra Media o George Lucas (según algunos) al volver a una galaxia muy, muy lejana?
El alien que cayó a la Tierra
The Star Beast arranca con una exposición para que los recién llegados sepan quién es el Doctor y quién es Donna (recordemos que ahora la serie no es solo de la BBC, sino también de Disney+, pese a que la plataforma de la rata parezca haberse olvidado de anunciarla).
Para alguien como Davies, que en diez minutos, en el primer capítulo de 2005, Rose, fue capaz de resumir toda la mitología del Doctor en apenas diez minutos, puede que este inicio quede como un pegote, pero también recuerda al tono de cuento de hadas oscuro que tenían las temporadas de Moffat o incluso a hace Huyang de Ahsoka (¡también con voz de Tennant!) que le daba por comenzar a contar la historia de Star Wars con el: «Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana…»).
Solo que aquí empieza con un «Había una vez un Señor del Tiempo…» y ese Señor del Tiempo tuvo que hacer que su compañera Donna olvidase todas sus aventuras si no quería que muriese, debido a que el cerebro humano no podía contener parte del poder de un Señor del Tiempo tras la metacrisis. Cosas de Doctor Who.
Sin embargo, ahora el Doctor, que ha tomado de nuevo el aspecto de su Décima Encarnación (ahora en la Catorce), acaba en la Tierra y… lo hace ante Donna, su hija Rose (¡Rose!) y su esposo. De todo el espacio ¡y el tiempo!, el Doctor ha vuelto a Londres (algo normal, a menos que seas Sheldon Cooper), pero se topa con una vieja amiga a la que no debería poder ver. Acaso, ¿el universo (o la TARDIS) le está queriendo decir algo al Doctor?
Crítica de #DoctorWho: The Star Beast, ¿ha vuelto Russell T. Davies a salvar Doctor Who? Share on XE.T. el Furro
O el universo.
Porque entonces una nave choca (o aparca terriblemente mal) en Londres. Y mientras los soldados especiales británicos UNIT (que parece ser la única organización del Gobierno que le ha sentado bien el Brexit o que le han robado la armadura al Juez Dredd) inspeccionan el lugar, ocurre que Rose se encuentra con el Meep, una criatura peluda y adorable que nos recuerda a ET si ET no pareciese un escroto, sino más bien un furro.
Según este ser (que haría que Baby Yoda (nuestro Grogu) pareciese ese corderillo al que apartaban de un manotazo en Los Simpson), es el último de su especie y huye de unos guerreros insectoides llamados los wrarth, que se dedican a hacer abrigos con su pelaje (porque todos sabemos que los guerreros insectoides con exoesqueletos son más guapos con abrigos de piel).
El retorno de los héroes
En ese instante el Doctor, Donna, su marido, su hija y su madre protagonizan un par de escenas desenfadadas de esas que se le dan tan bien a Davies. La música de Murray Gold (¡cuánto le echábamos de menos!) ayuda muchísimo a este tono de comedia alocada: no olvidemos que David Tennant y Catherine Tate se conocen desde hace años y, más allá de Doctor Who, han trabajado juntos en obras de teatros y sketches: su química es maravillosa y tienen una habilidad para la comedia (y el drama) fantásticos. Es asombroso, además, que Tennant y Tate dominen a sus personajes con el nivel de perfección que demuestran: ¡es como si volviéramos a 2008!
Hasta queda genial que en paralelo tengamos a UNIT, una unidad de UNIT poseída por… ¿un sol psicodélico?, los wrarth y al puñetero Meep teniendo una serie de encontronazos que demuestran que Doctor Who ha tenido para este episodio más presupuesto que la mayoría de las primeras temporadas de Doctor Who.
Y sí, puede que una de las señas identificativas de Doctor Who sea contar con el presupuesto de un bocadillo de chope y papel de aluminio, pero es que aquí parece que incluso en el Meep se han dejado más pasta que en hacer que Jodie Whittaker diese vueltas por ahí con un guion aborrecible como ocurría en las temporadas pasadas (maldito Chibnall…).
2000 A.D. y un gran corazón
Mientras tenemos nuestras dosis de aventuras, enredo y persecuciones, también tenemos varias revelaciones que beben directamente del cómic de Pat Mills, John Wagner y Dave Gibbons de donde surgió Meep y además una buena dosis de corazón, que es lo que realmente importa en Doctor Who y que algunos (Chibnall… Cof, cof) se habían olvidado.
Primero, porque el Doctor no sabe quién es (una vez más). Segundo, porque Donna ha vivido olvidando una de las épocas más maravillosas de su vida. Tercero, porque la madre de Donna no quiere perder a su hija, aunque eso signifique condenarla a una vida gris. Cuarto, porque Rose, una joven trans, tiene que enfrentarse a gentuza que la insulta y a no saber cuál es su papel en toda la historia.
Y todas esas líneas, con un acierto sorprendente, se entrelazan en el final del capítulo, donde se nos demuestra que lo importante no son las apariencias y que, incluso en una trama más simple, Russell T. Davies hace que los whovians volvamos a enamorarnos de la serie gracias a su habilidad para contar historias.
¿Y lo mejor? Que aparte de la buena dirección de Rachel Talalay, una mejora en la fotografía y en los efectos especiales, y un regreso de la banda sonora llena de fuerza del excelente Murray Gold, tenemos una historia con mucha alma. Porque más allá de una nueva TARDIS que recuerda a las de los ’80 y un poco al Cerebro de los X-Men de la Fox, tenemos también su espíritu de cómic de ciencia ficción a lo 2000 A.D. y, sobre todo, una defensa de lo que hace única a Doctor Who: su capacidad para cambiar, adaptarse y recibir a todos los fans.
Esperanza
Si bien ya habrá de esa gente que usa el término «woke» como insulto por cualquier cosa, me quedó con las buenas personas, aquellas que son capaces de aceptar a los demás. Nunca he entendido cómo en obras como Doctor Who podía haber gente que estuviese más cerca de la filosofía de un Dalek que la del Señor del Tiempo, pero ocurre. Por suerte, no es mi caso.
Me encanta que haya una nueva asesora de UNIT, Shirley Anne Bringham, en silla de ruedas y me encanta que Rose (Yasmin Finney) sea trans y, precisamente por ello, se resuelva gran parte de la trama. No es completar un checklist para convertir la diversidad en un producto (como ocurre con los remakes de Disney a imagen real en muchas ocasiones), sino que forma parte de la propia historia que nos están contando. Y eso es… maravilloso.
En una época donde brilla la intransigencia, Doctor Who abre las puertas de su TARDIS para todos, se transforma en nuestro refugio y nos demuestra algo verdaderamente importante: que todavía queda esperanza… en cualquier lugar del espacio… y del tiempo.
Doctor Who?
Aunque las comparaciones son odiosas, hace un año, Chris Chibnall, con El poder de la Doctora, hizo un fanfic de dimensiones terribles donde teníamos varios Doctores, al Amo, daleks e incluso el Rasputín de Boney M y lo único que sentimos fue… vergüenza ajena y esperanza… Esperanza porque en el último minuto, no escrito por Chibnall, sino por Davies, regresaba David Tennant.
Aquí, en The Star Beast, tenemos una historia heredada de uno de los cómics de Doctor Who, simple pero bien contada, y con mucho corazón que nos demuestra que no se necesitan fuegos artificiales (aunque alguno haya) y tonterías mientras se cuente con un buen guionista que le da lo mejor a su reparto para, además, demostrar que Doctor Who es la serie del eterno cambio o, como decía el gran escritor Harlan Ellison (ese enano cabreado): «la mejor serie de ciencia ficción del mundo».
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