L.M. Mateo: «Los correctores automáticos son incapaces de distinguir matices de lenguaje»

¿Cómo corregir una novela? Esta pregunta parece más sencilla de responder que la más común: ¿cómo escribirla? Sin embargo, para todo autor que lleve un tiempo en este mundo de la literatura, se dará cuenta que la segunda, implica la primera. Nuestro primer borrador no deja de ser una criatura muerta que, aunque exista, hay que revivirla y, para ello, aplicamos la corrección.

L. M. Mateo, aparte de bloguera y escritora, es también correctora. En su web, Delirios y Palabras, aparte de ofrecer sus relatos, también habla de sus servicios a la hora de ayudar a que los autores, cuan Victor Frankenstein, revivan sus textos. En su manual Pesadillas de estilo que producen urticaria (editado por Delirios y Palabras), repasa los aspectos más importantes de este proceso que nos trae de cabeza a muchos. Para un servidor, es un imprescindible dentro de los manuales para escritores publicados en español.

Es un placer para mí contar con L. M. Mateo para hablar sobre la corrección ortotipográfica y de estilo, su visión de la corrección en la fantasía y el panorama editorial actual.

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Hablamos con L.M. Mateo, correctora literaria, autora de Pesadillas de estilo que producen urticaria, y hablamos de ideas cómo por qué el corrector no puede ser sustituido por una máquina, algo que parece simple, pero no lo es.

L. M. Mateo: «Los correctores automáticos son incapaces de distinguir matices de lenguaje»

CARLOS J. EGUREN: Acabo de terminar tu libro sobre corrección y me ha gustado mucho. He añadido algunas partes a las listas de comprobación que uso para revisar mis novelas e incluso he agregado el título a la bibliografía de algunos de los temas que doy en 1º de bachillerato. ¡Enhorabuena por tu libro! ¿Cuál es la historia detrás de tu manual Pesadillas de estilo que producen urticaria y por qué animas a los lectores a hacerse con él?

L.M. MATEO: Jo, gracias (digo mientras pienso en lo que tal vez me odie alguno de tus alumnos, porque es lo que se debe hacer en la adolescencia: odiar la bibliografía o pasar de ella).

Pero nosotros, a lo nuestro. La historia empezó cuando me di cuenta de que mis clientes repetían los mismos errores una y otra vez, y me hacían las mismas preguntas. Y también me di cuenta de que no les sobraba el dinero, así que decidí montar un Patreon para dar clases a precios económicos (aviso: ese Patreon ya no existe). Muchos de los alumnos me preguntaban por manuales de estilo para formarse, y haberlos, como las meigas, haylos, pero la mayoría son densos o contienen conceptos que no todos los autores noveles (y no tan noveles) manejan. Total, que estábamos un día riéndonos en ese Patreon, durante una clase, y alguien me dijo: «Profa, molaría un manual sencillito para retoños como nosotras y que, en vez de darnos ganas de arrancarnos las raíces al leerlos, nos dieran ganas de florecer».

Estuve casi un año dándole vueltas a la idea, sobre todo porque no había nada en el mercado que se ajustara a los autores que empiezan y que hiciera un breve recorrido por las cuestiones más importantes de estilo. Así que pensé muy bien qué debería contener (porque en cuestiones de estilo puedes escribir una enciclopedia que dejaría a la Britannica en una novelette), qué enfoque y qué tono darle… Y entonces recordé 70 trucos para sacarle brillo a tu novela, de Gabriella Campbell (que siempre recomiendo muy mucho a autores noveles), y lo tuve claro: debía ser un manual que complementara el de Gabriella y otros; el tono debía ser el mismo que usaba con mis alumnos, desenfadado y divertido, y debía contener lo justo y necesario para aprender las bases de estilo literario, pero sin profundizar demasiado.

Y así, casi dos años después, porque la vida de adulta me engulló y además soy una vaga para sentarme a escribir (me encanta procrastinar en lo que a escritura se refiere), apareció ese manual llamado PEPU.

No voy a decir por qué debería hacerse nadie con él. No me gusta venderme. Sí aviso que no es un manual para todo el mundo: si lo que quieres es un libro técnico y profundo y aburrido hasta morir, busca cualquier otro manual. Lo mismo si no te gusta el sentido del humor ácido. O si ya tienes muchísimas tablas en este oficio. Pero si estás empezando y lo que necesitas es algo ameno y tienes la piel gruesa, Pesadillas de estilo que producen urticaria es exactamente lo que necesitas.

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Mediante el uso del humor, L. M. Mateo nos da una serie de consejos para mejorar el estilo de nuestra novela en la siguiente fase de corrección.

Lo que los correctores automáticos nunca lograrán

C.J.E.: He leído a compañeros que creen que con pasar el corrector de su editor de texto ya está hecho este importante proceso. ¿Por qué crees que una corrección llevada a cabo por un corrector automático de un procesador de texto jamás superará a una hecha por una buena correctora?

L.M.M.: Porque los correctores automáticos son incapaces de distinguir matices de lenguaje. Por ejemplo: «Lo sacó de un saco grande», «Lo saco de un saco grande» o «Lo saco de un sacó grande». No te va a corregir ninguna de las tres frases (aunque la primera y la segunda cambian el tiempo de narración, y la tercera tiene una falta de ortografía). Y si cogemos ejemplos más tradicionales, no es lo mismo «Comed, niños» que «Comed niños». Solo un humano comprende, al menos por ahora, las diferencias de significado. Imagina si entramos en otras sutilidades de estilo.

«Considero que la dificultad viene dada por el estilo del autor»

C.J.E.: ¿Consideras que hay correcciones de géneros que son más difíciles de llevar a cabo que de otros? Me refiero, por ejemplo, a la fantasía, donde se pueden inventar nuevos términos o realizar una ruptura del idioma tradicional.

L.M.M.: Más que por géneros, considero que la dificultad viene dada por el estilo del autor. La ruptura del idioma tradicional se puede emplear en cualquier género y, bien aplicada, puede marcar una gran diferencia de calidad en el texto.

Sí que es cierto que hay formatos más complejos, como sucede con el teatro o los guiones cinematográficos y televisivos. Pero, en géneros, lo importante realmente es buscar si hay normativa y, de no haberla, hablar con el autor e intentar unificar.

Entrevista a @LMMateorelatos: «Los #correctores automáticos son incapaces de distinguir matices de lenguaje» Share on X

El trabajo del corrector literario

C.J.E.: Una de las partes que más me gusta de tu Pesadillas de estilo que producen urticaria es el epígrafe donde comentas qué le puede pedir un autor a su corrector. ¿De dónde surge ese enfoque y qué consideras qué es lo más importante que hay que pedirle a un corrector?

L.M.M.: Me pareció que era necesario explicarlo porque muchas personas no tienen claros los distintos tipos de corrección ni cuál es la verdadera labor de un corrector (que no es un editor, aunque a veces hagamos también ese trabajo). Creo que es una de las preguntas que más me han hecho alumnos, clientes y personas suscritas al blog.

Como resumen, hay un descargable en Único (la Unión de Correctores), obra de Pilar Comín Sebastián, en el que se aclara, en pocas páginas, qué debemos pedir como clientes y qué debemos ofrecer como profesionales.

El precio de abaratar costes

C.J.E.: Últimamente, en algunos libros de fantasía y otros de talante juvenil publicados por grandes editoriales, he detectado numerosas erratas y faltas. ¿A qué crees que se debe? ¿Por qué se abarata este importante proceso?

L.M.M.: Se debe exactamente a eso: abaratar costes. Por otra parte, en la mayoría de las grandes editoriales no se prescinde del servicio de corrección, pero sí se dan tiempos demasiado justos para hacer un buen trabajo y se paga una miseria (lo que obliga a los profesionales a tener que trabajar el doble para sacarse un sueldo). Y las prisas, como siempre digo, son malas compañeras en esta profesión.

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En este post sobre libros y manuales para escritores se incluye el escrito por L.M. Mateo: Pesadillas de estilo que producen urticaria. Puedes verlo pinchando aquí.

Consejos para corregir tu novela

C.J.E.: Sabemos que corregirse a uno mismo más allá de la etapa del editing (la que se da justo al acabar la novela) es casi inviable, pero ¿qué consejos le darías a un creador para evitar ciertos errores a la hora de crear sus textos?

L.M.M.: He escrito un manual de 178 páginas hablando del tema, Carlos. Así que el consejo es obvio: ¡compradlo!

(Sé que hace un rato he dicho que no me gusta venderme, pero es que me lo ha puesto a huevo. Los del otro lado de la pantalla también lo habrían hecho…).

Ahora en serio: buscar las repeticiones, leer el texto en voz alta, eliminar o sustituir los adverbios en -mente que no aporten nada, y revisar si los tiempos verbales compuestos se pueden simplificar o no. Con eso, ya tienes para empezar.

La «Nueva» Ortografía

C.J.E.: Cuando hablo con correctores, me gusta preguntar ¿qué te parecen los cambios realizados por la Real Academia Española en su Ortografía en 2010? ¿Piensas que la gente considera la Real Academia más como una especie de “organización que sanciona” que una que recomienda?

L.M.M.: Pero ¿por qué me metes en estos saraos? Con lo tranquilita que ando yo últimamente en redes. Si es que me tientas…

La gente se ha vuelto bastante… (añada usted el insulto de su preferencia, porque no hay forma fina de decirlo) desde que hay redes. El papel de la Academia (de las veintitrés Academias, de hecho) es recoger los diferentes usos del español que estén bien establecidos (de ahí que siempre vaya a posteriori) y dar una serie de recomendaciones para que nos entendamos entre países. Por supuesto, hay normas, la mayoría ortográficas, que todas las academias, o casi todas, aceptan, ya que ayudan a unificar la lengua en todos los países.

La lengua cambia con el paso del tiempo, y con ese paso del tiempo, si los vocablos o formas se quedan, pasan a formar parte del diccionario. A mí me parece sencillo de entender: RAE y el resto de las academias hacen una normativa BÁSICA para que escribamos con unas normas ortográficas comunes. Además de eso OBSERVA. Y, a partir de ahí, se decide qué se integra en el diccionario y qué no. Nada más.

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La Nueva Ortografía de la Real Academia Española de 2010 trajo una serie de cambios que parecen ser todavía un hueso duro de roer para los hablantes. | Imagen: Real Academia Española.

El lenguaje inclusivo

C.J.E.: ¿Qué opinas, a todas estas, del lenguaje inclusivo? He leído cómics como Monstress o las novelas del Tensorado de Neon Yang que lo utilizan. ¿Qué retos presenta para una correctora este uso del lenguaje todavía no recogido por la norma de la Academia?

L.M.M.: Para mí no constituye ningún reto más allá de tener que cambiar el chip cerebral a la hora de corregir (cuando has pasado media vida arreglando leísmos incorrectos y debes mantenerlos en una novela es complejo. Pero es que es complejo hasta para les autores, a quienes también se les escapan los famosos «los/las» donde deberían haber escrito «le/s» porque así lo han decidido, por ejemplo). Tampoco me cuesta hablar en femenino genérico o mantenerlo (de hecho, lo usaba en el blog, y me valió la visita de más de un trol aburrido).

El reto en estos casos se limita a respetar la voluntad de les autores, ya que, mientras esperamos a que se extienda lo suficiente o no para que se pueda recoger como norma, se puede considerar estilo. Y en estilo, tenemos mucha manga ancha. Voy a poner un ejemplo muy sencillo: en tu mundo, o tu novela, decides que los flamencos se llamen cuquivoladores. Pues ya está. Nadie te va a decir que por qué los llamas cuquivoladores. Se mantiene y punto. (Y no, no es lo mismo que confundir «haya» con «halla», porque esto segundo es desconocimiento de la norma; lo primero es una decisión consciente y meditada).

Lo mismo con el lenguaje inclusivo: si decido usarlo en mi novela porque representa parte de la realidad que hay en esa novela (sin importar el género novelístico, que no nos limitamos aquí a la fantasía y derivados), ¿quién es nadie para venir a decirme que no lo haga? Representa una realidad en mi mundo, que a la vez puede representar también mi mundo real, este en el que vivimos. De no haber sido así, de no haber tomado estas decisiones conscientes y no haberlas respetado, jamás habríamos incluido vocablos tan molones como «pandemónium» o «utopía», ni las mujeres habrían llegado a ser doctoras o juezas.

Y no voy a seguir, que con este tema me dan los picores y me enrollo más que una persiana.

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El cómic Monstress utiliza el lenguaje inclusivo. ¿Es más complicado a la hora de corregir algún fallo cuando se usa?

Cómo corregir

C.J.E.: Imparto clases de Lengua Castellana y Literatura, y he visto distintos enfoques sobre cómo corregir las faltas: marcar en rojo, rodear para que el estudiante proponga la versión correcta… ¿Cuál me recomendarías?

Hace mucho que yo no imparto clases, pero me temo que la mejor técnica, que es la atención adaptada y personalizada a cada alumno (cliente en mi caso) no es aplicable hoy por hoy en aulas con tantos alumnos y con diferentes formas de aprendizaje. Y de esto tú sabrás más que yo.

Aun así, marcar en rojo lo que está mal y dejarlo ahí, sirve de poco. Que sea el alumno quien proponga soluciones, busque la norma y la lea siempre ayuda a que se memorice más fácilmente. Buscar ejemplos claros y adaptados a las diferentes edades también da buenos resultados. Y contar chistes. La gente valora muy poco el sentido del humor en el aula, pero a mí siempre me daba resultados increíbles.

Reír mientras sufren

C.J.E.: En tu manual destaca el uso del humor que haces, ¿hay alguien que se haya tomado alguna vez a mal tus correcciones? ¿Cómo lo has solucionado?

L.M.M.: Las correcciones no, al contrario, quien me contrata suele hacerlo porque, parafraseando a algunos de mis clientes, ya que van a sufrir, prefieren sufrir mientras se ríen. Es cierto que tengo un sentido del humor muy ácido, pero también es cierto que no lo aplico con todo el mundo. Por la forma en que se dirigen a mí en los correos suelo detectar hasta qué punto vamos a poder hacer chistes o si es mejor que sea absolutamente neutra y un tanto aburrida.

De lo que sí se han quejado algunos es del tono del manual. Entiendo que no les guste que se use el sentido del humor y que incluso, a algunos, les haya parecido «condescendiente» (si porque les ha dolido en el orgullo o porque tienen un humor diferente al mío, solo esas personas pueden juzgarlo). Pero también tengo claro que ese no es mi público. Para ellos hay cientos de obras publicadas que usan ese tono serio que esperan de un manual y que es absolutamente respetable, pero que no casa conmigo ni con mi forma de enseñar a otros.

Conclusión

Y hasta aquí esta estupenda charla con la autora. Agradezco a L. M. Mateo su tiempo y sus reflexiones sobre la corrección, el panorama editorial y el género fantástico, ya que me parece vital contar con su perspectiva sobre todo este campo. Os dejo con su libro y sus redes sociales:

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