Las heridas de la fantasía
En la serie The Magicians, basada en los libros de Lev Grossman, sus personajes decían que la magia nacía del dolor. El escritor Alan Moore afirmaba que la magia era el arte. Y yo me pregunto si el arte nace del dolor, como lo hacía la magia. Si me detengo y busco respuestas en la biografía de muchos de mis autores favoritos, puede que la contestación sea evidente, pero… yo también escribo. ¿Mis historias surgirán solo de mis heridas, como sangre que brota de una herida que nunca se cierra?
Historia de un post
Hace unos meses, escribí un post sobre el origen de algunas de mis historias de fantasía favoritas. Fue un texto que me ayudó bastante a comprender cómo funciona la creatividad: no hay una sola semilla que germine en una historia, siempre hay un chispazo de creatividad. Y, justamente, de ese post y de investigar sus vidas, nació este otro.
A medida que me iba documentando sobre la vida de varios de mis autores preferidos del género, también descubría una cuestión muy interesante: la mayoría de ellos había sufrido depresión. Por ejemplo, recordé lo que Patrick Rothfuss había comentado en su web sobre sus problemas mentales; muchos de sus lectores señalan que ese es el motivo por el que no ha terminado Crónica del Asesino de Reyes, obra comenzada con El nombre del viento y El temor de un hombre sabio.
Al pensar en otras obras inconclusas, me acordé de otra saga de fantasía paradigmática: Canción de hielo y fuego de George R. R. Martin (y eso que no es la única saga de fantasía inconclusa, aunque sí quizá la más famosa). Y vinieron a mí varios de los posts de su web donde Martin habla del nudo de Mereen, entre otros problemas que ha tenido para acabar su obra.
Luego, a mi cabeza llegó la sombra de Kentaro Miura, que falleció hace un año y dejó inconclusa la magistral Berserk. Me acordé de los comentarios que hubo sobre su salud y sus maratonianas jornadas de trabajo. Y, mientras leía su obra, pensaba en cómo su protagonista, Guts, se enfrentaba, entre demonio y demonio, a su propio infierno, el de la depresión.
Y me hice la pregunta con la que abrí este post: yo escribo fantasía, ¿acabaré de un modo similar o es solo una visión retorcida del llamado «sesgo de confirmación»?
De ahí nació este post que, lejos de buscar el sensacionalismo, he planteado como un modo de ver cómo muchos artistas han afrontado la depresión y otras enfermedades y problemas gracias al género fantástico.
Artistas y depresión
«El trabajo del artista consiste siempre en hacer que el misterio sea más profundo» decía sir Francis Bacon y temo que esta visión de la creación como un concepto puramente misterioso nos ha condenado a cierto oscurantismo que tampoco nos ayuda como autores.
¿Cuál es la relación entre la creación y la depresión? ¿Por qué no hablamos de ello?
En publicaciones como esta de Psicología y mente, se habla de la conexión entre creatividad y depresión. Ya en la Grecia Antigua, Platón criticaba la función de los poetas en la educación y la moral tradicional; sobre todo se mostraría contrariado por lo moldeables que pueden ser los jóvenes ante el arte, una idea que podemos ver a lo largo de la Historia. Uno de sus discípulos, Aristóteles (quien inauguró los estudios sobre literatura con La Poética), habla sobre el talante melancólico de los creadores. No obstante, en el Barroco, Cervantes hizo que Alonso Quijano enloqueciese tras leer novelas de caballería (¿o se vuelve cuerdo en este mundo demente?); más tarde, los ilustrados solo deseaban un arte que pudiese formar a los jóvenes. Y esto llega hasta hoy, donde se culpa a la literatura, los cómics o los videojuegos de crímenes, o se trata a la fantasía como un escapismo endeble que debe ser rechazado.
En el citado reportaje surgen dos perspectivas de la relación entre la creación y los problemas psicológicos, y lo hace a partir del trabajo de C. L. Taylor: Creativity and Mood Disorder:
- La primera es que la depresión hace que el que la padece se centre más en lo que él mismo piensa y siente. Es decir, posee una mayor introspección, a la vez que aumenta la faceta creativa como vía canalizadora de dichos pensamientos.
- La segunda perspectiva es que una persona con una mayor sensibilidad (necesaria para el arte) puede también ser proclive a padecer la depresión, debido a que todo le «afecta» más que al resto (aquí el estudio es más claro a la hora de mostrar esa relación).
Este reportaje que he escrito a modo de repaso por varios autores del fantástico con problemas mentales surge porque si bien existen otros trabajos donde se indaga en artistas con depresión (véase Poetas de manicomio), no he hallado uno en específico para los autores del género fantástico.Más que un clavo en un ataúd, espero que sea un modo de escapar de esa tumba donde, en ocasiones, caemos.
Autores de género fantástico y depresión
Edgar Allan Poe
El padre del terror y el cuento de detectives moderno fue alcohólico, como el protagonista de El gato negro, y vivió gran parte de su vida en la más absoluta de las miserias. Repudiado por su padrastro, se cree que sufrió delirium tremens antes de morir, tras ser hallado en las calles de Baltimore. Se cree que su fallecimiento pudo ser debido a un traumatismo (sufrido de modo accidental… o no). Se duda incluso de cómo fue exactamente su muerte, ya que lo hizo cerca de las elecciones y, en esa época, era habitual que los partidarios de un político «secuestrasen» a borrachos para que votasen a favor de su candidato. ¿Fue Poe víctima de ello? ¿O de algún tipo de conspiración, como la que poblaba sus historias?
Lo que es seguro es que su vida quedó marcada desde la infancia: su madre falleció cuando él era un crío. No fue la primera vez que moría. Como actriz, Elizabeth Arnold Poe moría en el escenario cada noche, en cada actuación. El pequeño Edgar lo veía función tras función. Cuando murió en la vida real, Poe no pudo terminar de creerlo. De ahí todas las damas que regresan de la muerte en la obra del escritor: Morella, Ligeia, Berenice… ¡Son tantas y tantas las que pueblan la imaginación de Poe y que jamás encuentran descanso eterno!
La relación con su estricto padrastro, John Allan, fue muy dura, tanto que ambos separaron sus caminos y Poe vivió en la pobreza, sobreviviendo gracias a las duras y ácidas críticas que escribía (y que le valieron numerosos enemigos) y a los pocos cuentos y poemas que vendía. Incluso se narra que solo tenía un abrigo, el mismo que utilizó como manta para su joven esposa antes de que muriese de tuberculosis. Dicho matrimonio había sido un escándalo, ya que Virginia era prima de Poe y, además, la diferencia de ambos era amplia (Virginia tenía trece y Poe veintisiete); esta trágica historia sirvió de base para el hermoso poema Annabel Lee.
A todo ello se suma el talante dado a la melancolía que observamos en su propia obra. Muchos de sus personajes, como el protagonista de El corazón delator, se ven arrastrados por los remordimientos, la paranoia, el alcohol… Como Lovecraft más tarde, Poe dará a sus protagonistas el tormento, la locura o la muerte como macabro premio. En el cuento El demonio de la perversidad, vemos todo ello en sus últimas líneas:
«At first, I made an effort to shake off this nightmare of the soul. I walked vigorously — faster — still faster — at length I ran. I felt a maddening desire to shriek aloud. Every succeeding wave of thought overwhelmed me with new terror, for, alas! I well, too well understood that, to think, in my situation, was to be lost. I still quickened my pace. I bounded like a madman through the crowded thoroughfares. At length, the populace took the alarm, and pursued me. I felt then the consummation of my fate. Could I have torn out my tongue, I would have done it — but a rough voice resounded in my ears — a rougher grasp seized me by the shoulder. I turned — I gasped for breath. For a moment I experienced all the pangs of suffocation; I became blind, and deaf, and giddy; and then some invisible fiend, I thought, struck me with his broad palm upon the back. The long-imprisoned secret burst forth from my soul.
They say that I spoke with a distinct enunciation, but with marked emphasis and passionate hurry, as if in dread of interruption before concluding the brief but pregnant sentences that consigned me to the hangman and to hell.
Having related all that was necessary for the fullest judicial conviction, I fell prostrate in a swoon.
But why shall I say more? To-day I wear these chains, and am here! To-morrow I shall be fetterless! — but where?»
La obra de Poe, que ha marcado a tantas generaciones, ha sido explorada incluso desde el enfoque neurológico. Investigadoras como Lorine Pruette, en 1920, han creado interesantes estudios psicológicos a partir de la obra de Poe, los cuales han sido continuados por otros teóricos como Robert Schulman. Siempre he pensado que hay grandes autores que pueden ser trabajados desde las más diversas ópticas y no me cabe duda de que el autor de El cuervo es uno de ellos. Agregar esta visión a su lectura resulta muy interesante, aunque sin caer jamás en terrenos como el amarillismo. Bastante sufrió Poe en vida como para agregar otras visiones al peso de su tumba.
Guy de Maupassant
En el célebre relato Carta de un loco, el escritor francés Guy de Maupassant reflexionó sobre esa alucinación colectiva llamada realidad, pero también sobre la limitación de los sentidos y su propia enfermedad:
«Querido doctor, me pongo en sus manos. Haga usted de mí lo que guste.
Voy a decirle con toda franqueza mi extraño estado de ánimo, y juzgue si no sería mejor que cuidasen de mí durante algún tiempo en una casa de salud, en vez de dejarme presa de las alucinaciones y sufrimientos que me atormentan.
Ésta es la historia, larga y exacta, de la singular enfermedad de mi alma».
Marcado desde su infancia por el drama familiar, escribió multitud de cuentos de terror donde percibimos poco a poco una mente que se rompe. Desde la fuerza invisible de El Horla pasando por el cazador cazado de La Mano, muchos de los relatos de Maupassant son relatos sobre la soledad, la congoja y la muerte.
Pese a conocer a autores como Zola o considerarse heredero de Gustave Flaubert, la obra de Maupassant es inclasificable y solitaria, como la propia vida del escritor.
«Maupassant fue lo que los conservadores en materia de costumbres definirían como un libertino. Sexualmente promiscuo, amante de la buena vida, seminarista fracasado por voluntad propia, y temeroso de los compromisos (sentimentales pero también literarios: jamás se sumó a ningún círculo de escritores, aunque pudo pertenecer al cenáculo de Emile Zola), el enfermo de la última época ha sepultado al espíritu brillante y prometedor de los primeros años»- Fabulantes.
En sus últimos años, llevado por las alucinaciones, entró en una espiral de locura. La sífilis acabó afectando su vida hasta el punto en que intentó suicidarse y acabó siendo internado en el hospital psiquiátrico donde falleció.
H. P. Lovecraft
Uno de los escritores de género fantástico del que más información tenemos es H. P. Lovecraft. Sí, suele ser un tópico pensar que la mayoría de escritores son desconocidos, pero no siempre es así. El padre del «horror cósmico» poseía un círculo de amigos con los cuales se carteaba hablando de los temas más variopintos: literatura, astronomía, su vida… A partir de estas cartas, muchos han visto varias caras del autor de Providence. Una de las más destacables es la que tiene que ver con su profunda tristeza y su sentimiento fatal de la vida. Como hacía el propio Poe, los finales de Lovecraft eran tan sombríos como su visión del mundo.
Empedernido lector desde la niñez, a Lovecraft siempre le acosó la larga sombra de su madre (Sarah Susan) y sus tías, además de la pérdida de su padre, Windield Scott Lovecraft, quien acabó internado en un hospital psiquiátrico debido a los problemas mentales generados a partir -posiblemente- la sífilis. Nunca llegaría a salir. Cuando su padre falleció, H. P. Lovecraft contaba con ocho años. Y sería ese mismo hospital donde fallecería años más tarde Sarah Susan.
Muchos han llegado a preguntarse, incluso, si este creador de entes primigenios era humano, ya sea literal o metafóricamente hablando; quizá se pasó tanto tiempo hablando de criaturas innombrables que él se transfiguró, bajo la gibosa luna, en una de ellas. Así se lo pregunta Daniel Arjona en ¿Era H. P. Lovecraft completamente humano?, reseña publicada en El Confidencial:
«A los 18 años cayó en una depresión nerviosa que duró una década y de la que nunca logró salir del todo. Le asqueaba el mundo, despreciaba a sus semejantes y no creía en ninguna de esas ficciones moralistas que acarrea inútilmente el ser humano hasta morir. Ni la fe, ni la bondad, ni el progreso, nada. Radicalmente materialista y ateo, no se ufanaba de ninguna de ambas cosas como nuestros ñoños ‘comecuras’ actuales porque sabía que un mundo sin sentido sólo ofrece dos salidas: la desesperación y/o el suicidio. Poblaban su imaginación pesadillas espantosas y criaturas del espacio exterior que no dudarían en exterminarnos de saber de nosotros. Como los occidentales hicimos con nuestros colonizados. E hicimos bien. Porque Howard Phillips Lovecraft fue un abierto reaccionario y un racista congénito. También uno de los escritores más espectaculares y temibles del siglo XX».
En el más que recomendable documental Lovecraft: miedo a lo desconocido, podemos descubrir al escritor como un hombre marcado por profundos complejo. Puede que solo Michel Houellebecq haya sido capaz de atisbar la profundidad del pensamiento del autor en sus ensayos H. P. Lovecraft: contra el mundo, contra la vida. En el recomendable podcast Vuelo del cometa, se ha repasado la vida de este autor. Se creía descendiente de los primeros colonos, se sentía superior a las otras razas, pensaba que el ser humano estaba marcado por la decadencia, se dejó llevar por los delirios de la «raza aria», jamás logró ser astrónomo (su gran pasión), abandonó los estudios reglados, pasó diversas penurias durante su adultez, no fue reconocido en vida, su matrimonio con la escritora Sonia Greene fue breve, sus vivencias en Nueva York le afectaron terriblemente…
Aquejado desde la niñez por la enfermedad y con una relación de gran dependencia hacia su madre, solo halló consuelo en los libros: leyéndolos y escribiéndolos. En su obra, podemos ver muchos de los problemas psicológicos que lo acompañaron, incluyendo una serie de «colapsos» que marcaron su carácter hasta su muerte a los cuarenta y seis años por un cáncer de intestino. En los últimos años, pese a que diversos autores han reconocido su influencia (Stephen King, Mike Mignola, Alan Moore, Neil Gaiman, Guillermo del Toro), también su figura se ha visto controvertida por las acusaciones de racismo.
Robert E. Howard:
El creador de Conan el Bárbaro se suicidó a los treinta años.
El 11 de junio de 1936, al descubrir que su querida madre no recuperaría el conocimiento tras acabar en el hospital por culpa de la enfermedad, el autor montó en su coche y se marchó. Poco después, tomó su revólver y se disparó. No moriría en el acto, sino horas después. Su madre al día siguiente.
Los últimos poemas y relatos de Howard nos acercaban a su final. No podía vivir sin su madre. Algunos sostienen que se suicidó por ello, pero otros que era porque su vida no tenía sentido si no era por el deber de cuidar de ella.
Profundizando en sus cartas (fue gran amigo de Lovecraft), descubrimos que ya había pensamientos oscuros en él. La paranoia, la melancolía y la pena colmaban muchos de los escritos, literarios o no, del padre de Conan el Bárbaro, personaje que el autor decía no haber creado, sino haberlo encontrado en sus viajes por la irrealidad, tal y como comentó a su amigo y también escritor Clark Ashton Smith:
«De repente, Conan pareció crecer en mi mente sin que hiciera falta demasiado trabajo por mi parte, e inmediatamente una riada de historias empezó a fluir de mi pluma -o, más bien, de mi máquina de escribir- sin mediar casi esfuerzo por mi parte. Fue como si, en lugar de estar creando, estuviera relatando unos hechos que habían tenido lugar realmente. Los episodios se sucedían a tal velocidad que apenas podía eguirles la pista. urante semanas no hice otra cosa que escribir historias de Conan. El personaje se apoderó por completo de mi mente y expulsó de allí todo lo relacionado con la escritura, a excepción de sí mismo».
Este año, que se han cumplido cuarenta del estreno de la adaptación cinematográfica de John Milius que popularizó al personaje, podemos señalar que también ha quedado grabada la imagen de ese Conan de Arnold Schwarzenegger como un bruto terrible, pero poco o nada tiene que ver con el Conan de los cuentos de Howard.
«Mientras escribía estas historias, siempre me he sentido como si las estuviera poniendo por escrito mientras él me las contaba y no como si las estuviera creando. De ahí la abundancia de saltos temporales y de ahí que no sigan un orden concreto. Un aventurero que relatase al azar las aventuras de su vida no seguiría un plan ordenado, sino que narraría episodios muy separados entre sí,tanto en el tiempo como en el espacio, a medida que se le fueran ocurriendo» (Robert E. Howard, Conan de Cimmeria, Vol. 1, Ed. Minotauro).
En ellos, Conan es alguien que anhela la libertad, huye de los horrores de la civilización y, mientras pasa de bárbaro a guerrero, marinero, pirata, esclavo, rey… siempre asoma en él un sentimiento de profunda tristeza.
«Es difícil describir con precisión qué hace que las historias del señor Howard resalten de forma tan notable; pero el auténtico secreto es que él está en todas ellas»- H. P. Lovecraft sobre la obra de Howard (Conan de Cimmeria, Vol. 1, Ed. Minotauro).
Su temperamento, tanto el de Conan como el de Howard, oscilaba de la tranquilidad a la violencia. Cuidaba de su madre, pero rechazaba la autoridad, a la sociedad que le parecía deleznable a Conan. Llegó incluso a amenazar con un picahielos a un ladrón que quiso llevarse una revista sin pagar en la tienda donde trabajó en su juventud.
The whole wide world es el título de la película que recoge la vida de E. Howard y está protagonizada por Vincent D’Onofrio como el escritor y Renée Zellweger como su gran amor. Se centra en su romance con Novalyne Price, su gran amor, una historia que fue impedida por sus padres y que marcó a Howard.
Puede que, ante todo esto, tengamos que volver a aquello que da sentido a la existencia de un autor: estas palabras, que bien pudieran ser su epitafio:
“All fled—all done, so lift me on the pyre—
The Feast is over, and the lamps expire”.
C. S. Lewis
Marcado por una primera época como ateo para luego convertirse al cristianismo (aunque no católico romano, como su amigo J. R. R. Tolkien; dicho hecho ha inspirado la película The most reluctant convert), Lewis fue un escritor preocupado por la vida y su destino. Lo vemos en sus cartas y ensayos (Cartas del diablo a su sobrino), y en el subtexto de Las Crónicas de Narnia.
Más de una vez he comentado cómo Narnia no me dijo nada en su primera lectura y cómo no fue hasta muchos años después, cuando volví a leerla, cuando comprendí cuál era el verdadero tema de la primera entrega: El sobrino del mago. Esa novela no iba solo sobre mundos mágicos y brujas terribles, iba también sobre un niño que se enfrenta a la tentación: si cae en ella, tomará una manzana que sanará a su madre enferma, pero él también se corrompera; si en cambio se mantiene firme, hace caso a Aslan (Dios) y no toma esa manzana, puede que su madre muera al no recibir un bocado de ella y puede que él le haya fallado, pero ¿no se corromperá? ¿Merecería la pena?
Volviendo a la realidad (o tan a la realidad como se puede volver cuando se habla de un demiurgo), en uno de sus cartas recogió la siguiente cita que resume muy bien lo comentado:
«Cáncer, cáncer y cáncer. Mi madre, mi padre, mi esposa. Me pregunto quién será el siguiente».
En las palabras de C. S. Lewis subyace la idea de que la gran felicidad implica también una gran tristeza, pues toda alegría se marchitará. Esto sirvió de base para la película Tierras de penumbra, que relata parte de la vida del escritor británico.
«Part of every misery is, so to speak, the misery’s shadow or reflection: the fact that you don’t merely suffer but have to keep on thinking about the fact that you suffer. I not only live each endless day in grief, but live each day thinking about living each day in grief».
No es inusual en él: vemos la sombra de la congoja que lo acompaña en cada una de sus cartas. La marcada crisis de fe se traduce en varios de sus escritos, incluso en sus obras de ciencia ficción o de fantasía juvenil… aunque Lewis sobrevivió, lo hizo a través de esas historias y reflexiones. Baste decir que la obra sobre su conversión se tituló Sorprendido por la alegría.
Joseph Loconte trató en su libro sobre Tolkien y C. S. Lewis sobre la importancia que la fantasía tuvo en ambos autores, como se recoge en este artículo:
«El gran logro de Tolkien y Lewis —sintetiza Loconte— es la creación de figuras míticas y épicas que, sin embargo, reivindican nuestras vidas concretas y cotidianas» y «no importa cuán desesperadas que sean las circunstancias, los personajes de sus historias mantienen la capacidad de resistirse al mal y elegir el bien». Ambos dibujan la naturaleza humana como una mezcla de nobleza y tragedia, y logran transmitir un mensaje luminoso.
J. R. R. Tolkien
Tolkien fue un autor marcado profundamente por la pérdida. Su padre falleció cuando él era muy pequeño y, años después, su hermano menor y él se quedarían sin su madre. Huérfanos, fueron criados por varias familias auspiciadas por el padre Morgan, que fue una gran influencia para el futuro escritor. No obstante, se distanciarían cuando J.R.R. Tolkien se enamoró de Edith, una joven un poco mayor que él, comprometida y de familia protestante. Pero para él, ella era Lúthien y él mismo Beren, dos personajes de los cuentos que empezaba a concebir para explicar el origen de sus lenguas.
Cuando Tolkien participó en la Primera Guerra Mundial, el horror se clavó en lo más profundo de su alma. En el campo de batalla perdió a varios de sus amigos. Esa dura experiencia se trasladó a las penurias del duro camino de Frodo y Sam durante la Guerra del Anillo.
A su regreso, la melancolía estuvo patente en el sentimiento de pérdida que impregna a todo el legendarium. Tolkien hablaba en su obra de cómo la Tierra Media había perdido la magia, su maravilla: los elfos se marchan, los enanos solo piensan en sí mismos y los humanos están enfrentados entre sí. A menudo Legolas o Galadriel portan ese sentimiento de desdicha cuando recuerdan. El longevo Aragorn está lleno de dolor. Frodo sufre la carga durante su viaje y jamás se curará de la herida de la Cima de los Vientos. Incluso el optimista Sam, llega a perder sus recuerdos sobre la Comarca, aquella felicidad que le sirve de faro.
La muerte y la tristeza rodean la historia, pero como la luz de la redoma de Galadriel, la esperanza ilumina el camino para superar la congoja.
En El Silmarillion, asistimos a la creación de los mundos de Tolkien, a la gran canción de los Valar que da forma al mundo y que Melcor desafiana para desafiar a Eru. Asistimos a grandes guerras, traiciones, mentiras, desgracias, matanzas… El tono severo de esta obra está acompañado, más allá de la época, por el velo gris de las lágrimas.
«Francamente, todas las historias, todas las historias sobre seres humanos, son siempre sobre una sola cosa: la muerte. La inevitable muerte».
La visión de Tolkien sobre el mundo se filtraba en su literatura. Él mismo utilizó a Isengard y su industrialización como una crítica hacia cómo la industria destruyó la Inglaterra de la campiña de su niñez que inspiró, por ejemplo, la Comarca.
A través de entrevistas, ensayos y cartas, descubrimos también a un Tolkien muy humano. Él mismo comprendía el paso del tiempo y la tristeza. Obras como El Hobbit fueron inspiradas por su hijos y Cartas a Papá Noel eran las respuestas que Santa Claus, sus duendes y un oso polar daban a las cartas de sus hijos. En una de ellas, dedicada a la pequeña Priscilla Tolkien, se habla de los hermanos mayores y de cómo ellos ya no escriben cartas, pero siguen siendo queridos por Papá Noel. Así, Tolkien reconoce que algún día su hija también crecerá y dejará de escribir cartas a Santa Claus. Es parte de todas las cosas.
Tolkien fue uno de los grandes autores de la fantasía, pero fue también un gran ser humano que, pese a la tristeza, halló esperanza en la fantasía y la transmitió a sus lectores. Aparte de responder cada carta recibida por sus lectores, se sorprendió al ver cómo sus obras conectaban con los más jóvenes e incluso movimientos como los hippies, que hallaron en Frodo, Galadriel y compañía un ejemplo.
El amor por la naturaleza, la vida y la maravilla hacen que su obra sea inmortal. Tomó así, en cada palabra, su pena y logró ayudar a aquellos que leían sus páginas. Varias generaciones han conocido la carga del Anillo Único y cómo las historias les ayudan a superar la tristeza.
Harllan Ellison
El Napoleón de la ciencia ficción, como lo llamaba Isaac Asimov, fue uno de los grandes escritores de la ciencia ficción gracias a cuentos como ¡Arrepiéntete, arlequín!, dijo el señor Tic-tac. Harlan Ellison una figura marcada además por sus problemas con otros escritores y sus continuas polémicas.
Debido a su carácter y su baja estatura, Ellison sufrió el acoso en la infancia, pero siempre se defendió con una gran fuerza y un elevado sentido de la justicia. En sus últimos años, la depresión le llevó por delante y afirmó que se debió a los intentos de los médicos por curar sus enfermedades sin preocuparse por cómo se sentía.
Aparte de inventarse su propia vida, como se puede ver en sus biografías, fue de pleito en pleito, ganándose, por ejemplo, el derecho de aparecer en los créditos de Terminator, formando parte de la marcha de Martin Luther King o discutiendo con el mismísimo Frank Sinatra. El propio Stephen King dijo que no había nadie como Ellison.
El propio Ellison padeció las secuelas de una fatiga crónica tras una larga enfermedad y con ella llegó la depresión, que retrataría con la frase que sirve de titular de este trabajo periodístico:
«Life to me is a great ironic joke».
Algo similar quedaba recogido en un relato previo que trata sobre un hombre con depresión que, poco a poco, va desapareciendo de la realidad: Are you listening?
George R. R. Martin
George R. R. Martin logró que la fantasía épica oscura se volviese mainstream, pero no ha logrado vencer a las deadline. Cada vez que se menciona una saga inconclusa, la que se nos viene a la cabeza es Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin.
Paradigmático es ya que la serie de televisión que adaptaba sus libros sobrepasase estos y concluyese antes que la literaria (algo que en el anime y el manga es más usual).
Y mientras prepara proyectos para televisión, libros, obras que expanden Poniente y videojuegos como el trasfondo de Elden Ring, los dos últimos libros de la saga siguen sin publicarse.
Mucho se ha hablado de la tardanza de Martin (y del debate The writer is not your bitch, frase pronunciada por Neil Gaiman con respecto a los fans que se quejaban e insultaban a Martin y que bien recogió este artículo de JotDown),
«A mis detractores», tituló la entrada. En ella vino a decir que asumía su obesidad y su vejez; y recibía el mensaje, alto y claro. Sus fans no querían que hiciera otra cosa que no fuera acabar Una canción de hielo y fuego. Su réplica fue la bellísima canción de Ricky Nelson, «Garden Party». Por si aquello no era suficientemente elocuente, aprovechó una entrevista en televisión para, mirando a cámara, contraer todos los dedos de su rechoncha mano derecha, salvo uno: «Fuck you», profirió, dedicado los que estaban convencidos de que el reventón de coronarias llegaría antes que un nuevo soberano al Trono de Hierro. Desde aquella memorable peineta, su asistente se encarga de monitorear todos los comentarios del blog y de eliminar aquellos ofensivos —rogamos por tu salud mental, Ty Franck— como quien barre el desierto con un cepillo de dientes. «Si quieres comentar sobre otros asuntos, incluyendo, entre otros, la tardanza de Danza de dragones, está bien, simplemente hazlo en tus propios blogs», incluyó, como advertencia.
En la siguiente wiki de Canción de Hielo y Fuego se recoge el problema que tuvo George R. R. Martin en Danza de Dragones, el famoso Nudo de Meereen o cómo Martin se vio atascado con un punto de su saga donde varios personajes debían unirse. Reescrituras, reformulaciones y otros quebraderos de cabeza aparecen en este simple comentario.
A todo esto se suman los eternos comentarios sobre si George R. R. Martin no morirá antes de acabar sus libros. Si por un instante el lector se situase en el lugar de Martin, ¿le gustaría escuchar constantemente tal comentario? Seguramente la respuesta sea no.
Lo que sí está claro es que Martin tiene ya una edad y ha empezado a perder a muchos de sus amigos, lo que da a varias de sus entradas de blog un toque trágico:
«La mala noticia, por supuesto, es que he perdido a cinco amigos desde noviembre. No todo a causa del Covid, aunque sí fue uno de los factores en algunas de esas muertes. La muerte es parte de la vida, lo sé, nos espera a todos, valar morghulis y todo eso, aun así, esto es demasiado y ha sido demasiado pronto, y me ha golpeado bastante fuerte. Tengo amigos que luchan contra la depresión, pero yo nunca he sido propenso a eso… al menos no el tipo de depresión que requiere medicación… pero es difícil mantenerse optimista y concentrado cuando estás sufriendo tantas pérdidas tan juntas, golpe tras golpe tras golpe».
Esperemos que en la Fantasía, ya sea de Poniente o cualquiera de sus mundos, Martin encuentre fuerzas para acabar su obra.
J. K. Rowling
El pasado de la autora es conocido. Pese a que su figura se encuentre ahora en medio de una tempestad debido a sus declaraciones sobre el colectivo trans, en su momento, la biografía de Rowling se vio como una historia de superación.
En 1993, Joanne Rowling estaba casada con el padre de su primera hija, Jorge Arantes. La futura creadora de Harry Potter sufrió los malos tratos de su esposo. En noviembre del 93, Rowling se marchó de Portugal con su hija Jesica. Su esposo la había abofeteado en la calle y la policía había intervenido.
Después de abandonar Portugal y todavía con la huella de los malos tratos, Rowling se refugió en su país natal. La pobeza la llevaría a una depresión clínica. Con su hija, vivía en un pequeño apartamento de mala muerte en Edimburgo. Los oscuros pensamientos que le llevaron a pensar en el suicidio a los veinte años estaban engulléndola.
Rowling comentaría que nunca se ha sentido avergonzada de contarlo, ya que pudo salir de ello.
«I have never been remotely ashamed of having been depressed, never,» Rowling said. «What’s to be ashamed of? I went through a really rough time and I am quite proud that I got out of that.»
Mucho se ha contado de cómo escribía en cafeterías junto a su hija para poder continuar la historia del joven mago que se le ocurrió durante un viaje en tren.
La muerte se acabaría convirtiendo en el tema central de la saga. Harry vence a Voldemort cuando es capaz de aceptar su muerte, su sacrificio, para salvar a otros, como lo hicieron sus padres por él. Voldemort teme a la muerte y ha causado todo el dolor y el sufrimiento por ello. Rowling siempre estuvo afectada por la pérdida de su madre tras una grave enfermedad, la fría relación con su padre y el fracaso de su matrimonio con Arantes.
La soledad y el dolor dieron paso a los dementores que emergieron de las tinieblas en Harry Potter y el prisionero de Azkaban como una manera de reflejar el horror y la tristeza. Estos seres se alimentan de la felicidad de los seres humanos. Son oscuros, siniestros, como espectros, como la depresión.
Susanna Clarke
La escritora tras Jonathan Strange & Mr. Norrell dudó si debía seguir escribiendo tras el fracaso de una novela policíaca que nunca se hizo realidad.
A principios de los ’90, Susanna Clarke sufrió una extraña enfermedad que la ha hecho padecer un cansancio crónico desde entonces. Algunos expertos llegaron a valorarlo incluso como una consecuencia de la depresión.
Durante esa década, Clarke se refugió en la lectura de J. R. R. Tolkien y Jane Ausen. Sus mundos la ayudaron a mejorar y encontrar una nueva historia que contar.
The New Yorker publicó un interesante reportaje donde se habla de la vida de la autora y sus problemas de salud y cómo estos han influenciado su creación literaria. Tras tener un sueño donde se le aparecía un mago con ropajes del siglo XVIII, se propuso escribir una nueva historia. Tardaría casi diez años en pulirla y en el trágico personaje de Lady Pole, la resucitada encerrada en otro mundo, podemos ver un reflejo de la autora.
El propio Neil Gaiman, quien la considera la mejor escritora de fantasía viva, la animó a publicar la novela. Así se hizo realidad Jonathan Strange y Mr. Norrell.
Clarke no se esperaba el éxito que vivió. Siempre había sido una persona introvertida: durante su juventud, hizo varios viajes por Europa y descubrió que prefería quedarse en casa y escribir a estar con amigos.
Durante la campaña promocional del libro, sin embargo, sufrió varios desmayos. Estos episodios de desvanecimiento se achacaron a la enfermedad de Lyme o Epstein-Barr.
Esto hizo que en los siguientes meses, Clarke se refugiase en su hogar, se quedase a oscuras y sufriese ataques de ansiedad y una grave agorafobia que la llevó a la depresión.
«Era un lugar muy, muy oscuro. Estaba muy deprimida, enfadada y culpaba de todo a los demás».
En esa época, Clarke se perdió en el reino de Charn, uno que aparecía poco, pero dejaba huella, en Las Crónicas de Narnia.
Debido a su estado, Susanna Clarke escribe por las mañanas, aprovechando la energía que tiene y que pronto se agota. Su esposo comentó que permanece en su propia búrbuja y nunca cuenta lo que le pasa, pero que supo que, durante un tiempo, su mujer estuvo demasiado enferma incluso para escribir.
El confinamiento debido al COVID-19 y la situación que vive la escritora británica inspiraron su nueva novela: Piranesi. Mientras vive en Derbyshire, pensando en algún día volver al mundo de Jonathan Strange, esta última novela refleja cómo una casa puede albergar el mundo. Quizá sea la esencia de la vida de Clarke.
Lev Grossman
La trilogía The Magicians, que inspiró la serie de Syfy, está rodeada por la tristeza. Aparte de crítico, Grossman era un escritor que juntó obras como Las Crónicas de Narnia, Jonathan Strange & Mr. Norrell y Harry Potter para hablar de algo tan humano como la depresión.
Para ello creo una obra donde decía como él no era como los personajes de esas obras de fantasía y llenó los espacios en blanco de estas obras, como el sexo o la ficción dentro de la ficción. Añadiría a su obra la capa de la deconstrucción, un homenaje a Watchmen, obra que incluyó en la lista de las cien mejores novelas del siglo XX de Time, siendo el único cómic.
Las novelas de Grossman nacieron de una pregunta: ¿cómo describiría una autora como Virginia Woolf la magia? La magia era una forma de superar la depresión, pero en el mundo mágico también es una adicción.
Uno de los aspectos más interesantes de The Magicians, como recalcó Daniel Garrido de El Caballero del Árbol Sonriente, es cómo se aborda nuestra relación con lo fantástico. Puede ser una vía de escape, pero también un modo de condenarnos. Lo vemos a través de Quentin y su relación con los libros de Fillory, pero también en nosotros mismos con esta y otras historias de fantasía. En esta reseña de Fabulantes, se habla de ello:
«Hablamos de pensamiento mágico cuando atribuimos a nuestros deseos la capacidad de alterar el mundo que nos rodea, un fenómeno que se da en todos los niños y en un número sorprendentemente alto de adultos.
Pero antes o después solemos entender que la realidad no está sometida a nuestra voluntad y recurrimos a la ficción: Alonso Quijano se refugiaba en los libros de caballerías y otros lo hacemos en los de Tolkien, que hablaba precisamente de la fantasía como principio de renovación, escape y consuelo.
Si para Lev Grossman (que escribió Los magos al borde la depresión) este consuelo terapéutico estuvo en Las Crónicas de Narnia, para Quentin está en las novelas de Fillory and Further, corazón de la historia que nos ocupa».
La adaptación a la pequeña pantalla recalcó estos elementos, tal y como reseñó Entertainment Weekly. No solo vemos a Quentin como un joven con depresión, sino que en uno de los episodios de la primera temporada se juega con la idea de que esté hospitalizado en un psiquiátrico y todo el mundo de magia que ha descubierto sea una ficción.
Patrick Rothfuss
El caso de Patrick Rothfuss es paradigmático en esta cuestión. Tras años escribiendo su propia obra de fantasía, Rothfuss reescribió el primer acto y logró venderlo como el comienzo de una trilogía. El nombre del viento fue una obra sobresaliente que se convirtió en un fenómeno. De pronto, Patrick Rothfuss era como su protagonista: un admirado y astuto contador de historias del que se hablaba en todas partes.
Y llegó el adebacle. En 2011 publica la segunda parte, El temor de un hombre sabio, que dividió a parte de los fans. Si bien la considero una buena novela, pienso que se ve hipertrofiada por el mar de tramas y subtramas hasta el punto de que no deja que el libro sea todo lo que realmente podría haber sido.
¿Y qué decir de la tercera parte? Que no se ha publicado. Los fans llevan esperando más de diez años por Las Puertas de Piedra. En 2020 las alarmas sonaron cuando la editora de Rothfuss comentó que dudaba que este hubiera escrito si quiera una página de la tercera parte.
En 2018, junto al actor Will Weaton, Patrick Rothfuss habló sobre salud mental:
Ese mismo año, publicó este post en su web, donde habla sobre cómo se ha alejado de su blog, se siente cansado y no tiene ganas de escribir sobre lo que le ocurre o le deja de ocurrir. También habló de la muerte de su padre y de cómo se sentía.
«Esta es la otra razón por la que no escribo mucho en el blog últimamente: muchos de mis pensamientos no son alegres. No estoy lleno de lindas historias de niños y reflexiones sobre la naturaleza del amor.
Últimamente pienso en el hecho de que necesito gafas para leer. Lo cual puede parecerle poca cosa, especialmente si siempre ha usado gafas, pero ¿para mí? He leído un libro o dos al día durante toda mi vida. He pasado más tiempo en mi vida leyendo que… probablemente cualquier otra actividad. Siempre he sido capaz de tomar un libro y simplemente… irme a ese lugar… He vivido tantas otras vidas en tantos otros mundos. Y ahora ya no puedo hacerlo a menos que use gafas. Es como si hubiera pasado toda mi vida pudiendo viajar a Narnia y ahora alguien hubiera puesto un candado en la puerta del armario…».
Sin embargo, si somos optimistas, Rothfuss ha colaborado en algunos cómics, escribió La música del silencio (sobre Auri) y ya ha leído el prólogo del tercer y último libro de la saga.
Kentaro Miura
El mítico mangaka creador de Berserk falleció en 2021 debido a una disección de la aorta. Poco después de su muerte, empezaron a aparecer comentarios sobre la depresión y la abrumadora carga de trabajo del escritor.
Para los que no conozcan la serie protagonizada por el mercenario Guts, el manga Berserk es una de las grandes obras de la fantasía más oscura y sangrienta, el grimdark. Es un manga bastante extenso, donde el protagonista afronta no solo la lucha contra seres demoníacos y monstruos, sino también contra la depresión. Es oscuro. Al principio, pensamos que Guts es… un imbécil, pero luego descubrimos que sufre las traumas por su pasado, por una vida marcada por la violencia y el abuso infantil.
Y ha quedado inconclusa debido a la muerte de Miura en 2021 (edito: en junio de este año se ha anunciado que será continuada por Kouji Mori).
En Marca se publicó el siguiente artículo Kentaro Miura: el sacrificio de la creatividad:
Era muy conocido entre sus fans que Miura por muchos años trabajó de 15 a 16 horas al día, desde las 2 de la tarde hasta las 7 de la mañana. Así lo declaró en una entrevista para skullknight.net, y en una entrevista posterior (más reciente) para el periódico francés Le Figaro, su ritmo de trabajo había cambiado poco, aunque ya le evitaba desvelarse debido al cansancio.
En Reedit se publicaron una serie de supuestas entradas del diario de Miura donde se recogía el estrés, el exceso de trabajo y el abuso de la cafeína llevados a cabo por Miura para cumplir con los plazos. Sus colaboradores lo negaron. No obstante, llevó a pensar en las extremas condiciones de trabajo de los mangakas (se me viene a la cabeza Sui Ishida).
Nunca sabremos cuál era el final que Miura tenía planeado para Berserk (si es que tenía alguno planeado). Como lector, he optado por disfrutar del camino sin pensar en que dicho camino no tendrá fin. Lo que sí es interesante es leer esta entrevista, en la cual descubrimos que el mangaka pensaba que la historia no necesitaba un final triste precisamente:
«I used to have the final moves planned out, but lately I’ve been thinking I’d rather figure them out when I come to it, so now it’s hard to say what could happen. Being the sort of person I am, though, I actually don’t think I could let such a long grim story end with a grim ending — like, say, having him suddenly die. I don’t really like that kind of entertainment. I’ll leave it to my subconscious».
También en Reedit, no obstante, los lectores han publicado mensajes sobre cómo afrontaron la depresión gracias a la lectura de Berserk. Solo por eso, ya merece la pena.
Como eterno homenaje a Miura, siempre nos quedará su manga, la gran historia de Guts.
Takehiko Inoue
Vagabond es una de las grandes series del manga. Narra la biografía de un personaje donde se mezcla la realidad y la ficción de Japón: Musashi Miyamoto.
Y, pese a ser una gran serie, está inacabada.
Muchos fans se sienten todavía dolidos con el mangaka Takehiko Inoue por no haber terminado esta historia donde el camino de la espada marca a su protagonista y todos aquellos que se cruzan con él. Sin duda, es un manga deslumbrante y en webs como Generación friki se ha dado una serie de motivos para leer (aunque no esté acabada), pero me gustaría agregar la fuerza de la historia y el poder del dibujo de su autor para transmitir todo lo que desea. Pocos mangas están tan bien dibujados como este.
En 2010, comenzó un hiato que continúa doce años más tarde, un hiato que el creador reconoció como una especie de muerte de sí mismo como artista. Inoue reconoció que sonaba melodramático, pero era la única forma de librarse de todas las manías y problemas con los que llevaba tiempo cargando. Con esa parada, podría librarse de todo ello y comenzar de nuevo. Si acelerase el proceso de regresar al manga, estaría condenado a volver a repetir este ciclo y no lograría una obra sobresaliente. Es más, afirma que el mero hecho de querer que sea «sobresaliente» se debe a sus ansias de prefeccionismo, que es una de las cuestiones de las que quería librarse con este parón.
«I see this hiatus as sort of a death for myself as an artist, which sounds like a pretty dramatic way to put it, I realize, but there’s so much baggage that I’ve been dragging along for so long, and I know I’ll become a much better artist if I shed all of that. After I return to that state of innocence, the manga I make will be several times better than what I’m capable of now, I’m sure of it. If I prematurely go back to working on it before that, I’ll just end up going through this all over again. I mean, I’d manage to churn out something decent, I suppose, sheerly out of a sense of professional duty– but it probably wouldn’t be anything outstanding. Although, really, the fact that I’m still talking about making it something “outstanding” is itself a sign that I’m still carrying that baggage around. Anyway, I’m not touching Vagabond for now, because I think that’s what I need to be able to eventually produce something that feels right to me».
En el siguiente vídeo podemos ver cómo el mangaka se viene abajo durante la creación de una de sus páginas. De pronto, el arte no fluye. De pronto, el mundo no tiene sentido. De pronto, Inoue es vencido por su creación. Y cada trazo duele como desangrarse.
Al principio, fue por un problema físico, pero su autor, Takehiko Inoue, ha continuado con otras publicaciones, como Real, un manga sobre jugadores de baloncesto en sillas de ruedas.
¿Por qué ha quedado pendiente la historia de Miyamoto, adaptación del célebre ronin? Pese a que Inoue ha comentado que superado sus problemas médicos, causados en parte por el estrés, no ha superado la crisis personal en torno a esta obra. El propio Inoue declaró que no quería forzar su regreso. Seguiremos esperándole.
Leigh Bardugo
La serie de Netflix de Sombra y Hueso fue una agradable sorpresa para mí, como ya he contado en más de una ocasión. Aunque el primer libro quizá es el más cliché, Seis de Cuervos (una obra posterior) me resulta más estimulante al narrarnos la historia de una serie de ladrones en un entorno insólito (como en Mistborn). Además, sirve para formular la idea del Grishaverse, un mundo fantástico con raíces en Europa del Este, el Londres Victoriano y otros escenarios que me fascinan.
Y también es una obra que ha ayudado a su autora.
Desde hace un tiempo, sigo a Leigh Bardugo en sus redes sociales y, tras un tiempo sin interactuar, he visto algunas de sus reflexiones sobre cómo este mundo que ha creado la ayudó a superar una depresión. Me parece especialmente interesante esta, donde habla sobre la depresión.
Destacaría las siguientes palabras de este esperanzador mensaje:
«I was only just beginning the slow work of digging myself out of a years-long battle with depression. I was stuck in a job I hated and in a relationship that left me frightened and questioning my own worth every day. I was isolated from the friends and family who could have helped pull me out of it. I wasn’t sure if I wanted to keep living. I had lost myself. And I was trying to write a story about a girl finding her way out of the dark».
Desde niña, la fantasía siempre fue una vía de escape para ella; también ahora, siendo adulta. La autora no publicaría su primera novela hasta los treinta y siete años. En los extractos de esta entrevista, podemos leer el largo camino que recorrió hasta ver cumplido su sueño.
La depresión no es la única enfermedad a la que ha hecho frente la escritora estadounidense. Bardugo padece también osteonecrosis, enfermedad que la ha obligado a utilizar bastón en diversas ocasiones, una cuestión que ella transmitió a uno de sus personajes favoritos, el carismático Kaz de Seis de Cuervos.
En este detalle en apariencia nimio, vemos cómo una obra de ficción (en este caso, de fantasía) puede ayudar a su autor; descubrimos, sin lugar a dudas, cómo puede convertir un dolor real en uno de sus personajes. Al fin y al cabo, ¿no trata el arte sobre la catarsis?
Conclusiones
La necesidad de la fantasía
La fantasía daña la mente de los más jóvenes.
Esta idea podría sostenerla Platón. Incluso alguien que juegue con la idea del Quijote, pero, en realidad, lo afirmó Graeme Whiting, el director de una escuela que advertía que dichos libros debían venderse con licencia. Puede leerse más aquí.
Me temo que el señor Whiting comete un grave error.
Muchas veces, el arte es lo que nos ayuda a seguir. Estudios recientes hablan de los factores positivos que tiene la escritura a la hora de ayudar en la salud mental de las personas. No creo ser el primero al que escribir un diario o un texto sobre lo que le ocurre le ayuda a poner orden al caos de su vida. Muchos autores han hallado en su vocación un modo de expresar todos los sentimientos que oscurecían sus existencias.
La fantasía, lejos de ser una celda, es un modo de hallar esperanza en el horizonte. Y no solo hablamos de la literatura y el cómic, hay otras disciplinas donde los artistas sufren depresión o cualquier otro problema mental, y necesitan la fantasía para seguir (podríamos hablar de Hayao Miyazaki, el director de animación que ha anunciado varias veces su retirada, pero siempre vuelve a las cámaras porque, como él mismo afirma, necesita un motivo para existir).
Me gustaría cerrar estas líneas aludiendo a uno de los grandes autores del fantástico: J. R. R. Tolkien. Él defendía en obras como Hoja de Niggle la necesidad de la fantasía como una forma de cambiar nuestro mundo. Lo vemos también en sus ensayos (como en Sobre los cuentos de hadas): podemos entender la evasión como un camino sin regreso o lo contrario a una partida, algo que nos permite volver a nuestro mundo y estar alerta y activos:
«¿Por qué ha de despreciarse a la persona que, estando en prisión, intenta fugarse y regresar a casa? Y en caso de no lograrlo, ¿por qué ha de despreciársela si piensa y habla de otros temas que no sean carceleros y rejas?».
Si la fantasía nos permite superar esa cárcel y esas rejas, bien merece la pena que la fantasía exista.
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