Cómo escribir fantasía con J. P. Bango
Los autores del género fantástico son capaces de captar mundos insólitos a partir de un pequeño fragmento del nuestro. J. P. Bango es un ejemplo de ello. En su novela, El embrión de Kylie (Wave Books) somos testigos de una distopía sobre un mundo oscuro; sin embargo, nada nos dice que nuestro terrible presente no esté destinado a convertirse en ese enclave tenebroso descrito por el autor.
Además, la mirada de Bango también permite captar la realidad a través de la fotografía. En la naturaleza, halla esa maravilla que también capta a través de su pluma, como ha demostrado en los relatos publicados en revistas como Círculo de Lovecraft.
Más allá de la literatura y la fotografía, Bango también es un apasionado del arte de contar historias a través del séptimo arte. Por medio de diálogos o ensayos, escribe reseñas sobre las más variopintas películas.
Literatura, fotografía, cine y una visión del mundo única se combinan en J. P. Bango. Es un placer reunirme con él para hablar sobre todo ello en esta entrevista.
J. P. Bango: «No sé por qué escribo pero sí podría decirte que soy lo que soy porque escribo».
CARLOS J. EGUREN: Después de pasar por una racha complicada, una pregunta que me di cuenta que rondaba siempre mi cabeza era: ¿por qué escribir? Parece simple, pero no lo es. Decidimos vivir nuestra vida a través de ficciones. Y yo me pregunto: ¿por qué escriben otros autores como tú? ¿Qué es lo que hace que hagas el gran acto mágico, como lo definía Alan Moore: vivir en tu propia ficción?
J. P. BANGO: Interesante cuestión la que planteas. Cuando tenía diez años me preguntaron qué quería ser de mayor. No supe lo que había respondido hasta que tres décadas más tarde alguien tuvo a bien regalarme una grabación olvidada en la que el niño que fui contestaba, de manera ingenua, que de mayor quería ser escritor. Como tenía diez años es fácil suponer que si quería ser escritor en aquel entonces no era porque pensara en lo que ello pudiera reportarme en términos crematísticos o por una mera cuestión de ego, así que de aquella respuesta infantil puedo colegir que no sé por qué escribo pero sí podría decirte que soy lo que soy, justamente, por eso, porque escribo.
C.J.E.: El embrión de Kylie, tu novela publicada por Wave Books, es una atrevida mezcla de ciencia ficción y fantasía oscura. Percibo en ella una visión del mañana rodeada de una bruma que me hace sentir que es solo un paso más de esta realidad posapocalíptica que estamos viviendo. ¿Cómo fue la escritura de esta novela y qué sientes al ver que el mundo parece que se va por el precipicio, como aquel que describías con Tecnópolis?
J. P. B.: Es cierto que nuestra sociedad se parece cada vez más a aquella que describí en el libro. Lo cual, ya lo apunto, no sé sí es la mejor de las noticias… La verdad es que tardé mucho, casi quince años, en terminar El Embrión de Kylie y, sin embargo, cada vez que volvía a ella sentía que el subtexto de la misma seguía estando vigente. Las concertinas intrafronterizas, los centros de internamiento de extranjeros, los guetos urbanos, la aporofobia sucinta que presenciaba en nuestro día a día…
Ayer mismo leía una noticia en la que los residentes del barrio más rico de una conocida ciudad norteamericana deseaban escindirse formalmente del resto de su comunidad al objeto de poder financiar, de manera independiente, a su propia policía. En muchas de las ciudades más pobladas del planeta pueden entreverse zonas de ricos y pobres perfectamente delimitadas, incluso a veces separadas de forma obscena por un muro, una valla o un campo de golf.
El epicentro del mundo que se describe en El Embrión de Kylie lo representa una megaciudad que esconde sus privilegios debajo de un domo acristalado. Los ciudadanos de aquella urbe distópica no solo viven al margen de lo que ocurre al otro lado del cristal sino que ni siquiera son conscientes de que la propia cúpula delimita su propio crecimiento, además de obligarlos a vivir de forma permanente en una burbuja impostada.
El protagonista de la historia es un tecnopolitano despreciable que además de mirar con rencor a quienes habitan al otro lado, ejerce de herramienta útil del sistema, aniquilando violentamente cualquier atisbo de resistencia. Cuando ideé la historia en su completitud quería que el lector compartiera el mismo viaje que emprende el protagonista al adentrarse en el desierto en busca de su esposa desaparecida, un viaje que esconde detrás de su apariencia aventurera, un componente existencial, en tanto aquel que lo afronta debe aprender a convivir con las gentes que habitan al otro lado de la cúpula y, de forma obligada, a mutar indefectiblemente la percepción que tiene de ellos.
J. P. Bango: «Siempre he tenido claro que a lo largo de mi vida escribiría únicamente tres novelas».
C.J.E.: Todos los escritores tienen una gran historia que desean contar. ¿Tú ya has narrado la tuya? ¿Qué me podrías contar de ella si la tienes, pero no la has contado todavía?
J. P. B.: Siempre he tenido claro que a lo largo de mi vida escribiría únicamente tres novelas, cuatro a lo sumo, y que dedicaría cada una de ellas a homenajear explícitamente los géneros que más admiro. La primera, ya escrita y publicada, habría de versar sobre ciencia ficción, justo el género que más horas de ocio y reflexión me regaló en mi adolescencia. La segunda, escrita pero no publicada, aposentaría sus bases en el género de terror, y concretamente en la literatura de fantasmas. La tercera, por lógica deducción, habría de hacer lo propio en el ámbito fantasioso homenajeando de forma más o menos soterrada la cultura de transmisión oral, germen específico de todo esto que tú y yo cultivamos. En este aspecto solo añadir que, mientras sigo puliendo la segunda, trabajo intermitentemente en esta tercera que, sospecho, tardaré lustros en concluir.
C.J.E.: Un tema que nos fascina a los creadores es saber cómo otros crean. Pensamos que podemos buscar ecos en el proceso creativo de otros autores. Me ocurría mientras leía entrevistas a autores como Clive Barker u obras como la magnífica Mientras escribo de Stephen King. ¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Has descubierto el proceso de otro creador que te recuerde al tuyo?
J. P. B.: La escritura, por desgracia, es una ocupación residual para mí y me roba, por así decirlo, más horas libres de las que económicamente puedo permitirme, así que solo me pongo a escribir cuando me siento verdaderamente inspirado. Esto puede ocurrir varios meses al año o durante una semana.
Pero el proceso en sí de la escritura me hace enteramente feliz. De las historias solo planifico el arco temporal y su estructura narrativa, que acomodo siempre en función de las circunstancias con un alto, a ratos obsesivo, nivel de autoexigencia. El resto del tiempo lo dedico, digamos, a «brujulear». Sé que debo ir al norte, pero no tengo ni idea de cómo voy a hacerlo. A veces incluso introduzco a los personajes en lugares sin escapatoria y puedo tardar literalmente meses en encontrarles una salida.
En El Embrión de Kylie, por ejemplo, empujé a un grupo de personajes a atrincherarse en mitad del desierto rodeados de amenazas varias, todas ellas mortales. Dado que uno de aquellos personajes era el que narraba la historia, debía salir de allí como fuera. En fin, no voy a contar aquí cómo conseguí sacarle del lío en el que lo metí, por si alguien tuviera interés en descubrirlo por sí mismo leyendo el texto de marras, pero digamos que en la búsqueda de una solución plausible que tuviera una cierta lógica narrativa me vi constreñido a leer varios artículos… de física.
J. P. Bango: «Estigmatizar de forma peyorativa el género fantástico es dar la espalda a la realidad cultural de nuestro presente».
C.J.E.: ¿Cómo ves el panorama del género fantástico fuera y dentro de nuestras fronteras? No es tan raro ya escuchar a alguien decir que adora el terror, la ciencia ficción o la fantasía, aunque hace unos años era un género estigmatizado. ¿Qué piensas sobre ello?
J. P. B.: Fuera es fuente y referente desde una perspectiva cultural, motor de masas y generador de dividendos a granel. Dentro de nuestras fronteras, sin embargo, podríamos definirlo como una excepción asaz infravalorada.
Es interesante lo que dices acerca de la estigmatización del género en el pasado, que también tuvo su correlación a efectos formativos. Y por eso aprovecho la ocasión para festejar que haya profesores que, y esto puedes atestiguarlo tú mismo de primera mano, se atrevan a introducir en sus programas formativos lecturas eminentemente fantásticas que no solo apuesten por renovar el interés de su alumnado sino que ayudan a introducirlo en la literatura, desde una perspectiva más o menos lúdica, mientras entre líneas trata de colarlos un análisis temático o conceptual.
Lo quisieran o no quienes menospreciaban la valía de ciertos géneros, también infravaloraban la influencia, incuestionable, de autores como Jules Verne, Bram Stoker, Edgar Allan Poe o Arthur Conan Doyle, quienes, a su modo, sembraron la simiente de alguno de los subgéneros que hoy son explotados hasta el hartazgo por la industria editorial y audiovisual, y en algunos casos incluso la sustentan, como ocurre con las novelas detectivescas. Otros autores como H. G. Welles o el propio Karel Capek, contemporáneo de aquel además de amigo epistolar, supieron advertir con sus parábolas de entreguerras de los peligros que germinaban en el horizonte con el concepto de «rayo destructor» como epítome. Escritores de la talla de Huxley, Zamiatin u Orwell nos mostraron hace casi un siglo un espejo deformado de todo eso que somos ahora en términos sociales. Ursula K. LeGuin, por ejemplo, nos ayudó a comprender a otros pueblos desde una perspectiva empática. Phillip K. Dick se introdujo abruptamente en nuestro cerebelo dispuesto a devorarlo por dentro. Estigmatizar de forma peyorativa el género fantástico por el mero hecho de serlo significa dar la espalda a la realidad cultural que define nuestro presente.
J. P. Bango: «En nuestro país la literatura de género sigue convenientemente soslayada por el sistema» Share on XC.J.E.: Como autor español, me he dado cuenta de que parte del fandom prefiere obras extranjeras a obras españolas. ¿Crees que esto es así o es un mero prejuicio? Obras como las de Emilio Bueso están triunfando frente a viento y marea.
J. P. B.: Es así, y siento haber contribuido también a ello. Mis lecturas infantiles y juveniles se repletaron de obras extranjeras. Mi estilo literario, por ende, replica y evoca inevitablemente el de muchas de aquellas lecturas. Pero yo interpreto esta convención desde una perspectiva pragmática. Eran, indiscutiblemente, los textos que estaban más a mano. En las bibliotecas. En las librerías (la colección Nova ciencia ficción nos cambió la vida a muchos). Incluso pululando por internet en (infra)listas de correo. Del mismo modo, buena parte de la cultura audiovisual que germinó en los sesenta, setenta u ochenta tiene como origen a autores extranjeros. Y ya no solo hablo de Stephen King sino de nombres de la talla de Richard Matheson, Nigel Kneale o, yéndonos un poco más allá, del propio Rod Sterling, que revolucionaría a su modo al medio catódico. Una parte importante del fantástico que se produce en la actualidad, pues, continúa influenciada por todos aquellos nombres que nuestra generación ha categorizado como referentes. Que lo son, siendo justos, porque antes hubo muchos otros que se empeñaron en que lo fueran promocionándolos debidamente y haciéndolos formar parte del sistema.
En nuestro país, sin embargo, la literatura de género sigue convenientemente soslayada por el sistema. Salvo excepciones puntuales apenas si vislumbramos rastro alguno de la misma en publicaciones especializadas, legando la responsabilidad de su promoción y alcance al mundillo fandom. Así las cosas, termina resultando un producto de fans, hecho por y para fans y con una nula capacidad para trascender más allá de su propio círculo.
Una de mis primeras publicaciones fue en 2005, con la selección de uno de mis textos para el «Visiones» de aquel año que ya editaba la AEFCFT. Cuando recibí el libro descubrí que la selección, más allá de mi texto, era realmente buena, desde luego no tenía nada que envidiar, excepto en el gramaje de sus hojas, a otras obras grupales de origen anglosajón que había leído previamente. La sensación, sin embargo, era que estábamos en presencia de un producto editorial concebido por y para miembros de la asociación. No pretendía mirar más allá ni aspiraba a conseguir mayor alcance.
Han pasado más de quince años y varias publicaciones más desde aquello y mi percepción sigue siendo la misma. No atisbo en los creadores, distribuidores o editores ninguna voluntad por trascender más allá. Salvo, de nuevo, excepciones puntuales (por ejemplo el libro «Y pese a todo» de Juan de Dios Garduño) casi ninguno de nuestros productores audiovisuales ha tenido el olfato de adaptar alguna novela representativa (y con capacidad de impulsar al resto) de entre la prolija, variada, a veces brillante, literatura de género que se produce en nuestro país.
Semejante ausencia de músculo y voluntad provoca que buena parte de las editoriales (muchas de ellas efímeras) se las vean y se las deseen para sobrevivir más allá del siguiente lanzamiento, obligándose a construir en torno a ellas un círculo de fieles que consumen esforzadamente piezas escogidas de unos catálogos que, por otro lado, resultan realmente notables en algunos casos aunque cuenten con una repercusión limitada. Así que respondiendo de forma más precisa a tu pregunta, más que prejuicio lo que yo detecto es un amplio desconocimiento general de lo que se cuece a este lado de los Pirineos en materia fantástica, y ello a pesar de contar entre sus más destacables cultivadores, por citar algunos ejemplos, con grandes autores de la talla de Rafael Marín, J. G. Mesa, Santiago Eximeno o David Luna Lorenzo.
Cuentos y fotografías
C.J.E.: Has publicado cuentos en antologías y revistas literarias como Círculo de Lovecraft. Pienso que, a menudo, muchos consideran que el relato es más sencillo que la novela, pero, con los años, yo he percibido lo contrario: debes aprender a atrapar el tiempo, la historia, en un espacio limitado por una obra que tenga significado. ¿Cómo es para ti el paso de la novela al cuento? ¿Consideras que es más sencillo? ¿Cómo afrontas su proceso creativo?
J. P. B.: Para mí el relato corto es el producto literario perfecto. El más complicado de llevar a la práctica con brillantez y el que más satisfacciones personales puede acarrearte. Personalmente, siempre afronto la escritura de un cuento como un reto. Por un lado, porque su cristalización suele tener como pretexto la respuesta a una convocatoria que se circunscribe a una determinada temática y, por otro, porque la misma suele venir delimitada por un número de caracteres. Es decir, te invitan a expresarte imaginativamente exigiéndote como único límite el cumplimiento de una serie de prerrogativas establecidas ab initio. Como autor siempre me ha resultado tentador aceptar según qué desafíos por lo que ciertas convocatorias me resultan ineludibles. No es de extrañar, pues, que los que yo considero dos de mis mejores escritos (verbigracia: «El último vuelo del Águila Negra», publicado por Circulo de Lovecraft en su número XV o «La Campana», publicado en la antología «Tras las huellas del dragón», editada por Alberto Santos Ediciones) lo hayan sido en el ámbito del relato corto. O, viceversa, que las dos novelas largas que considero ya acabadas hayan tenido como origen primigenio justamente sendos cuentos.
C.J.E.: Realizas magníficas fotografías de la naturaleza que te rodea. ¿Cómo crees que el ojo del fotógrafo influye a otros campos de tu actividad creativa como la escritura?
J. P. B.: Empecé a hacer fotos de manera casual. Mi trabajo muggle me obligaba a pasar demasiado tiempo sentado así que cuando terminaba mi jornada sentía la necesidad urgente de resetearme en términos mentales, por ejemplo, saliendo de paseo. Un día alguien me preguntó si no me aburría saliendo a pasear solo. «¿Solo?», respondí sin pensarlo demasiado, «no paseo solo sino acompañado de todo aquello que me rodea». En aquel momento no era muy consciente de las implicaciones sucintas que conllevaba esa afirmación, pero sí puedo asegurarte que me invité a refrendarla. Cogí la cámara de fotos y me puse a fotografiar todo y cuando pasaba a mi alrededor y en especial a aquellos animales que volaban o corrían apaciblemente a mi lado durante aquellos paseos, insectos incluidos. De manera sorpresiva descubrí que todos aquellos pajaritos que yo identificaba torpemente como gorriones no eran solo gorriones sino también pardillos, escribanos, carboneros, tarabillas, cogujadas, mosquiteros, papamoscas. Que las águilas que surcaban el cielo al acecho de su próxima presa no eran águilas sino milanos reales, aguiluchos laguneros, busardos ratoneros, buitres comunes o cernícalos. Que todos aquellos «bichos» que sobrevolaban a mi alrededor con el único propósito, creía yo entonces, de inyectar en mi torrente sanguíneo su poderoso veneno, en realidad solo anhelaban libar apaciblemente las flores que crecían de forma silvestre en zanjas y cunetas. De repente, no solo fui consciente de que era realmente cierto que no caminaba solo sino que además yo mismo formaba parte de aquel misterioso ecosistema, que con el paso del tiempo descubrí frágil y sometido a demasiadas amenazas, casi todas provocadas por el hombre. Desde entonces, es verdad, paseo en compañía de una cámara convenientemente armada con un teleobjetivo no solo porque quiera documentar mi realidad, sino, siendo justos conmigo mismo, para darla un sentido.
J. P. Bango: «Estigmatizar de forma peyorativa el género fantástico es dar la espalda a la realidad cultural de nuestro presente». Share on XC.J.E.: ¿Esa mirada te permite crear mejores instantáneas a través de la descripción, que para muchos autores nos resulta el campo más arduo de la escritura?
J. P. B.: Mis textos, en fin, no suelen presumir de descripciones que no sean específicamente funcionales. Prefiero canalizar la narración desde una perspectiva emocional antes que representativa; contar lo que pasa antes que recrearme en describir dónde sucede; expresar lo que siente un personaje antes que referirlo en términos fisionómicos (que muchas veces son más decorativos que relevantes desde un punto de vista narrativo), así que, en ese sentido, la fotografía no me ha ayudado a cambiar mucho mi estilo narrativo, pero, a cambio, me ha enseñado a MIRAR. Puede decir sin ruborizarme que la fotografía ha cambiado mi forma de observar el mundo. En cualquier caso, es una buena reflexión la que apuntas.
Sobre el séptimo arte
C.J.E.: A menudo, haces críticas de series y películas (a menudo, incluso, juegas con el formato del diálogo, algo que se lleva haciendo desde el Renacimiento, aunque parece haberse perdido). ¿Qué es lo que más te gusta del séptimo arte y qué crees que tiene que tener una buena reseña?
J. P. B.: Adoro el cine y sus circunstancias y con las críticas (también cuando he trabajado de prescriptor cultural) lo que pretendo es compartir con el lector mi propio entusiasmo. Por ello es raro que alguna de mis reseñas se centre o se cebe en cuestiones mejorables de una película dada y sí en aquellas características que la hacen verdaderamente especial. Pero, en efecto, lo que no me gusta es argumentar todo esto de cualquier manera. Intento que el texto aporte algo al lector, cuanto menos, en términos estilísticos. Que la crítica o la reseña sea disfrutable per se, independientemente de que te haya gustado o no la película aludida.
C.J.E.: Guillermo del Toro decía que las buenas críticas enseñaban algo, que no se quedaban en un superfluo me gusta, no me gusta.
J. P. B.: Es interesante lo que dices acerca de esas reseñas dialécticas que, en esencia, más allá de su origen socrático, no dejan de ser un mero divertimento, aunque sí es cierto que dedico a su elaboración más tiempo del que muchas veces dispongo, precisamente, porque siento la obligación de responder cada una de las aseveraciones con una cierta perspicacia, por un lado y, de otro, debo procurar que dicho diálogo cumpla su función de evaluar, si acaso someramente, el objeto analizado.
C.J.E.: Y me gustaría añadir, ¿qué director te ha influenciado más a la hora de escribir y te gustaría que tocase tu obra para adaptarla, aunque fuese dentro de un campo hipotético?
J. P. B.: Mi director favorito es John Carpenter, pero no termino de apreciar alguna correspondencia entre su cine y mi obra, salvo quizá, desde una perspectiva evocadora, 1997… Rescate en Nueva York respecto a algunos fragmentos de El Embrión de Kylie o La Cosa, porque la tengo siempre en la cabeza desde la primera vez que la vi. Entiendo, pues, que el bueno de John Carpenter no sabría ni por dónde empezar a la hora de adaptar alguno de mis relatos, pero de lo que sí estoy seguro es que la banda sonora de la misma sería cojonuda.
C.J.E.: Hay un lugar donde habitan todas las historias de los autores: su cajón, que, en el fondo, es un apéndice de su propia mente. ¿Qué me puedes decir de las historias que esperan en tu cajón y que te gustaría que algún día vieran la luz?
J. P. B.: Ya he terminado de escribir el segundo de esos tres o cuatro libros que proyecto publicar alguna vez. A día de hoy, podría decir que es el único texto que espera pacientemente en el cajón a que una editorial amiga tenga a bien confiar en él o, en su defecto, en aquel que ha dedicado casi cuatro años en concluirlo. Está dedicada al género de terror en su modalidad fantasmagórica y presume de una narrativa alambicada, dialéctica y cimbreante. Naturalmente me encantaría que se publicase alguna vez (lo que me haría ya pensar a tiempo completo en el tercero de mis proyectos) pero es algo que no me quita el sueño. Eso sí, estoy muy satisfecho con el resultado.
Conclusión
Damos nuestro más profundo agradecimiento a J. P. Bango. Esperamos que siga captando la magia de la realidad y la ficción a través de sus próximas novelas, cuentos, fotografías y reseñas. En este mundo, condenado a un futuro lúgubre, es un placer seguir atisbando la luz a través de los creadores.
Invitamos a nuestros lectores a que sigan conociendo el trabajo de Bango con El embrión de Kylie y animamos a todos ellos a que sigan aquello que nos ha enseñado su autor: explorar la fantasía.
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