Fragmento de la portada de Los hijos de Anansi, una de las grandes obras de Gaiman y una de las más desconocidas. Fuente. |
Las canciones son como los cuentos. No significan nada a menos que haya alguien que los escuche.
No había tenido el placer de leer Los hijos de Anansi hasta hace poco; quizás me había dejado llevar por algunas opiniones un poco simplistas sobre la obra, que la situaban como una novela de segundo nivel dentro de la trayectoria de Neil Gaiman. Imagino que el hecho de utilizar el humor no es del agrado de muchos, pero para los que conocimos la faceta como escritor de novelas de Gaiman a través de su trabajo junto a Terry Pratchett en Buenos presagios y no menospreciamos su búsqueda de la sonrisa o la risa, estamos ante uno de sus mejores trabajos.
Es curioso, pero ocurre con las comedias y las obras de terror. Suelen ser consideradas de segunda y se suele comentar que es muy fácil hacer reír o asustar a la gente. Imagino que la gente que lo dice es aquella que nunca se ha visto en el rol de creadores y tienen que conseguir esos efectos sobre el público. Hacer reír o hacer temer no es tan fácil como parece. Ni por asomo y Gaiman lo consigue en todo momento en Los hijos de Anansi.
Los hijos de Anansi cuenta la historia de Gordo Charlie, un hombre apocado que acude al funeral de su padre, el señor Nancy, sin saber hasta entonces que tiene un hermano desaparecido hasta el momento, Araña, y que su padre no era otro que el dios de la historias, Anansi. Los inesperados descubrimientos harán que la vida de Gordo Charlie dé varios giros y vueltas (de campana), desde su compromiso con Rosie (tan mal visto por su suegra, la señora Noah) hasta su trabajo en una empresa de representación (cuyo jefe es una comadreja humana en todos los sentidos) o toparse con la joven Daisy. Mujeres, música, historias... Todo se confabula en torno a la red de Anansi, pero ¿cómo podrá el pobre Gordo Charlie librarse de su hermano? ¿Qué conlleva todo ello?
Anansi en la serie que adapta la novela de Neil Gaiman: American Gods. Fuente. |
Para empezar, Los hijos de Anansi sigue el esquema de las comedias screwball. Va creciendo, creciendo y creciendo y cada situación, malentendido y momento posee algo que hace que estos enredos vayan a más y es que los enredos suelen darse en los cuentos y también en las telarañas de Anansi. Hay que decir que uno de los autores a los que Gaiman le agradece su trabajo e influencia en esta novela de 2005 es el genio de la animación Tex Avery. Toda una declaración de intenciones.
El narrador de Gaiman, muy cercano a la ironía del inglés en sus entrevistas o conferencias, nos presenta, a través de su obra el amor hacia los cuentos, la magia, los dioses y las personas que se ven en medio de todos esos hechos. Otro autor podría haber hecho con esto una obra de fantasía más, pero Gaiman le da su propio toque en todo momento, quizás sin la profundidad y el oscuro mensaje de American Gods, pero sí con una visión bastante cómica, vitalista y, aún así, en ocasiones lúgubre, sin sacrificar la fábula.
A la reflexión que hace Gaiman sobre las historias (y cómo Anansi representó la esperanza cuando le quitó las historias a Tigre, que plasmaba solo el temor), la narración de Gaiman y la historia son un plus para leer la novela, pero no puedo dejar de lado el ritmo. En Los hijos de Anansi la música y los cuentos tienen un gran papel y esta novela se lee rápidamente, se bebe como una copa rebosante, desde el principio hasta el final, convirtiéndose en una de las obras destacadas del autor de The Sandman, Coraline, El océano al final del camino o Neverwhere, entre tantas otras joyas, siempre y cuando el lector aprecie el humor, el sarcasmo y la ironía.
Además, los personajes de Los hijos de Anansi, ya sean dioses, brujas o personas normales y corrientes, son tremendamente humanos y es imposible no empatizar con ellos y esta aventura que nos propone un Gaiman, sin duda, entusiasmado con lo que está contando.
Reír, llorar, conmoverse, disfrutar, quedarse con la intriga, soñar, temer, pensar... Todo eso lo tiene esta novela en sus casi cuatrocientas páginas que se toman como tomaríamos aire después de sumergirnos mucho tiempo bajo el agua: con ansias, ganas y fuerza. Puede que Los hijos de Anansi no aparezca entre las obras favoritas de Gaiman para muchos, pero no es mi caso. Sencillamente, no pude escapar de su red y, como dice el propio Stephen King: "Neil Gaiman es una inagotable fuente de historias. Somos muy afortunados de tenerlo". Sin duda.
Sí, por favor. Fuente. |
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