Durante más de diez años, Shingeki no kyiojin (o Ataque a los titanes o más correctamente Titán de ataque) fue uno de los mejores mangas y animes japoneses que han logrado popularidad en todo el mundo. Pero también fue uno de los más valientes.
El arco de evolución de Eren
Su protagonista, Eren, comienza como un héroe que lucha por la libertad, por la supervivencia de su gente, y sobre todo, por venganza. Desde el primer episodio, nos quedamos con la imagen de un joven lleno de furia, dispuesto a aplastar a los titanes y liberar a la humanidad del terror.
Pero conforme avanza la serie, vemos a Eren transformarse en… algo más. Deja de ser solo un joven impulsivo para convertirse en alguien que carga con el destino del mundo sobre sus hombros. Y es ahí donde empiezan las decisiones difíciles. Muy difíciles.
La evolución de Eren es pareja con la del propio manga.
Reseña de #Shingekinokyojin (Ataque a los titanes), anime y manga que nos demostraron el valor de su autor Share on XEl enemigo eres tú
La obra de Hajime Isayama pasó de ser una aventura con tintes bélicos y trama de venganza a convertirse en un alegato contra las guerras que habla sobre la futilidad del ser humano. Siempre tuvo a grandes personajes como Mikasa, Armin, Reiner, Zeke, Jean, Sasha, Levi, Erwin, Henge… pero es en la segunda mitad cuando alcanza una valentía que pocos mangas y obras en general alcanza. Más allá de los tintes de distopía y ciencia ficción, en su trama brilla la evolución de sus personajes y cómo Isayama se enfrenta al lector y espectador de su obra.
Baste ver cómo el mensaje del comandante Erwin es tergiversado. El famoso «Shinzo wo Sasageyo!» Pasa de ser un mensaje heroico en las primeras temporadas (uno que cantamos junto a la banda Linked Horizon) a convertirse en un saludo fascista a manos del personaje de Floch en las últimas temporadas. No es fácil decirle a tu público que quizá ha estado en el bando de los villanos durante todo el tiempo, como ocurre con la cuarta temporada, que nos pone al principio en el punto de vista de Marley.
Pero más allá de esto, Isayama se atreve a dar un paso más: cuando nos muestra que ni los Eldianos ni los habitantes de Marley son buenos, sino que, como todos nosotros, son capaces de lo peor y lo mejor. El público, acostumbrado a la acción y el fanservice, podría haberse vuelto en contra de la obra. Y quienes lo hicieron, ellos se lo pierden porque es justo entonces cuando Shingeki no kyojin alcanza toda su grandeza.
El Retumbar
En la última temporada, Eren toma una decisión devastadora: desatar el Retumbar. Miles de titanes colosales, marchando para aplastar al mundo entero. Y sí, no es exageración, es literal: Eren decide eliminar al 80% de la humanidad fuera de la Isla Paradis.
Para algunos, este es el momento en el que Eren deja de ser un héroe y se convierte en el villano. Después de todo, ¿cómo puede alguien justificar la muerte de millones de inocentes? ¿Es esto realmente lo que se necesita para salvar a su gente?
Sin embargo, desde hacía tiempo sabíamos que Eren había caído en el Lado Oscuro, aunque una parte de nosotros busque, como Armin o Mikasa, justificar todos los atroces actos de nuestro protagonista. Si hace unos años hubo polémica por cómo el personaje de Daenerys se convirtió en una genocida debido a la mala narrativa de la última temporada de Juego de Tronos, en Ataque a los titanes el paso de Eren se cimienta poco a poco y logra nuevas capas, por ejemplo cuando se enfrenta a Reiner o cuando vuelve a hablar con una Mikasa a la que desprecia y un Armin al que golpea terriblemente en una de las escenas más duras de la serie.
¿La única solución?
Pero, espera un momento. Antes de juzgar a Eren, pensemos en el contexto. Eren no llegó a esta decisión de la nada. Desde el inicio, su gente ha estado atrapada en una isla, rodeada de enemigos que los ven como monstruos. La amenaza de exterminio siempre ha estado presente para los eldianos. No solo eso, sino que Eren ha visto cómo el ciclo de odio y venganza se perpetúa en ambos lados, tanto en Marley como en Paradis.
A todo ello podríamos sumar las visiones que tiene Eren cuando toca a la reina Historia, momento en que logra conectar con el pasado, pero también el presente de su propia… historia y queda atrapado por los hados. En la tragedia griega se hablaba de la hamartia, el error trágico del héroe, un error que comete para intentar conseguir el bien para todos y solo acaba condenándole a un destino aciago. Lo mismo ocurre con un Eren que, como Sísifo, intenta siempre arrastrar una gran roca que acabará sepultándole.
O como le ocurre al Doctor Manhattan del cómic Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons: un personaje superpoderoso que ha visto el tiempo no como una sucesión de hechos, sino como un sinfín de historias que ocurren al mismo tiempo, una gran red de araña de la que nadie puede escapar.
Ozymandias y Eren
Es en ese instante cuando Eren toma una decisión que podríamos comparar con la que toma otro personaje de Watchmen: el propio Ozymandias. Para acabar con la Guerra Fría, el personaje decide crear una gran catástrofe y acusar a una criatura digna de Lovecraft de la tragedia, algo que unirá tanto a Estados Unidos como a la Unión Soviética. En la película de Zack Snyder se optó por acusar al personaje del Doctor Manhattan. De ese modo, se lograría la paz. Algo similar hace el personaje de Eren, que finalmente se demuestra así mismo como monstruo y salvador, como un personaje complejo y lleno de símbolo.
Eren cree que no hay manera de acabar con ese ciclo salvo destruir completamente a aquellos que están dispuestos a destruirlos a ellos. En su mente, está llevando a cabo un sacrificio monstruoso para garantizar la supervivencia de los suyos.
Y aquí está el dilema central: ¿es Eren un monstruo por hacer esto? Si bien las acciones de Eren son moralmente indefendibles desde un punto de vista tradicional, él no las hace por placer o por ambición personal. Eren nunca ha buscado poder o gloria; todo lo que ha hecho es para proteger a las personas que ama. Es el clásico dilema del antihéroe: alguien dispuesto a hacer cosas terribles para salvar a quienes quiere.
Para él, no hay opción. En su mente, o aplasta al enemigo de una vez por todas, o la rueda del odio girará y su pueblo será destruido.
La telaraña del titán de ataque
Ahora, la gran pregunta: ¿había otra manera? Algunos personajes, como Armin y Mikasa, creen que sí. Armin, en particular, ha sido el defensor de la diplomacia, de buscar una solución pacífica. Pero Eren no ve ese camino como viable. Piensa que, hagas lo que hagas, siempre habrá alguien dispuesto a destruirte. Para él, el conflicto es inevitable, y la única manera de acabar con él es eliminando a la amenaza por completo.
Pero esto plantea una cuestión filosófica: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestros principios por el bien de los nuestros? ¿Está bien matar a millones si eso garantiza la supervivencia de tu gente? O, ¿al actuar así te conviertes en lo mismo que los monstruos que juraste destruir?
Entonces, ¿hizo mal Eren Yeager? La respuesta no es sencilla. Desde una perspectiva moral clásica, sí, es innegable que sus acciones fueron crueles y devastadoras. Pero desde su perspectiva, Eren ve su decisión como el único camino para proteger a las personas que ama.
Eren se convierte en el monstruo que tanto temía, pero lo hace por amor. Y aquí es donde radica la tragedia: en su intento de salvar a sus seres queridos, se condena a sí mismo y perpetúa el mismo ciclo de odio del que tanto quería escapar. Al final, un villano puede ser el héroe desde su propio punto de vista. Y ahí creo que se diferencia de Griffith: dudo que el líder de la Banda del Halcón hiciera el Eclipse por el bien de la humanidad, pese a su deseo de crear Falconia. Creo que lo hizo por su sueño. En cambio, Eren lo hace por intentar salvar un mundo condenado a la catástrofe… aunque con ello deba recurrir a otro desaste, el retumbar.
Japón y Eren
El pasado verano visité Japón. Uno de los lugares donde estuve fue Hiroshima. Allí hay varios monumentos que recuerdan la tragedia de la bomba atómica, como una antorcha cuya llama no se apagará hasta que las bombas atómicas sean erradicadas o un museo dedicado a todas las víctimas de la catástrofe. Podríamos pensar que son monumentos revanchistas que colocan a Estados Unidos como un monstruo para vengarse, en cambio, el mensaje es otro: acabar con bomba atómica, evitar que catástrofes como las de Hiroshima o Nagashaki vuelvan a ocurrir.
Los paralelismos de Shingeki no kyiojin con la Segunda Guerra Mundial son evidentes. Los eldianos podrían recordarnos al pueblo judío, las transformaciones de los titanes a la bomba atómica, todo el desfile del opening de la primera mitad de la cuarta temporada a los ejércitos del Reich…
Pero al final queda de nuevo el trágico mensaje final de los créditos. Cuando Eren, tras haberse sacrificado y con él otros personajes como Armin o, sobre todo, Mikasa, dan pie a un mundo donde, como en el de Watchmen en sus últimas viñetas, seremos nosotros los que decidiremos qué hacer con nuestro mundo.
Y entonces, vemos que, pese a una paz de tal vez siglos, la violencia volverá una y otra vez. Puede que todas las muertes y sacrificios no hayan servido nada, porque como le dijo el Doctor Manhattan a Ozymandias antes de desaparecer: ninguna historia termina jamás.
Conclusión
Tal vez, al final, la verdadera pregunta no es si Eren hizo mal, sino si alguna vez pudo escapar de ese destino. Eren no es un villano, pero tampoco es un héroe. O tal vez es ambas cosas. Es el reflejo de la desesperación humana cuando no ve más opciones, una desesperación que enraíza con la tragedia griega y las grandes historias. Y esa, amigos, es la verdadera tragedia de su historia.
Por todo esto, considero que Shingeki no kyojin es una obra magnífica. No solo por lo que cuenta y cómo nos lo cuenta, sino por todos los debates morales y reflexiones históricas y filosóficas que puede tomar. Pocas obras consiguen esto y las que lo hacen, como Watchmen o Shingeki, son obras maestras.
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