Al principio de Un mago de Terramar, Ursula K. Le Guin escribió:
«De entre ellos, hay quien dice que el más grande, y con seguridad el más viajero, fue el hombre llamado Gavilán, que en su época llegó a ser Señor de Dragones y archimago. La vida de Gavilán ha sido narrada en la Gesta de Ged y en numerosos cantares, pero este es un relato del tiempo en que aún no era famoso, anterior a las canciones».
Sorprende que este inicio que, sin duda, inspiró las gestas del primer párrafo de antihéroes como Elric o Kvothe, fuese un evocador inicio escrito por Ursula K. Le Guin a vuelapluma. Es sorprendente, porque la escritora nunca pensó en escribir una segunda parte de la obra que narrase cómo Ged se convirtió en Archimago.
Sin embargo, la historia se presentó ante ella y no sería solo una secuela, sino varias obras donde exploraría el fascinante mundo de Terramar. Y la primera de las secuelas sería la sombría Las Tumbas de Atuan, un viaje de renacimiento y comprensión de los demás.
El otro
«La libertad es una carga pesada, extraña y abrumadora para el espíritu que ha de llevarla. No es cómoda. No es un regalo que se recibe, sino una elección que se hace, y la elección puede ser difícil».
Las Tumbas de Atuan nace como la exploración del otro. A menudo, en la fantasía somos testigos del genocidio del enemigo o este es simplemente convertido en una sombra: el malo es malo y punto. Llámalos urgalos, orcos, elfos oscuros, draconianos o como te apetezca… Sin embargo, Ursula K. Le Guin decidió pensar en qué significaba ser un kargo y cuál era su concepción del mundo. Y lo hace a través de la joven sacerdotisa Tenar.
Así, forjó el segundo eslabón de la serie de Terramar, eslabón de una cadena que quebraría con esta propia obra, donde nos llevará desde las criptas ancestrales donde sirve Tenar hasta el horizonte más allá de los Sin Nombre, junto a Ged.
En las sombras
Un mago de Terramar nos proponía un largo viaje en el que Ged Gavilán debía enfrentarse a su sombra para traer de nuevo el equilibrio a su mundo. Era una travesía de exploración y crecimiento. Las Tumbas de Atuan se enclava en un espacio más claustrofóbico y sombrío, donde los servidores de fuerzas innombrables nos hacen comprender que Ged, los hechiceros y el resto de su mundo son vistos como enemigos de aquellos que son considerados los villanos.
A su vez, Le Guin nos habla de cómo una niña es convertida en una fanática y cómo se libra de ese peso en el momento en que conoce a Ged, prisionero que ha entrado en las Tumbas en busca de una vieja reliquia que lo hermana con los héroes del pasado.
Pero el viaje no será fácil. Si Ged se enfrentó a su sombra, Tenar también se enfrenta a su miedo y a los remordimientos por lo que ha causado a su alrededor, en cuanto es consciente de lo que supone la libertad. Para ello, Le Guin la hace evolucionar a través de toda la historia.
De Ged a Tenar
En el epílogo y en varias entrevistas, la propia Le Guin reconoce que la primera obra era demasiado masculina y esta segunda le permitió enfocarse más en Tenar, un personaje femenino. La autora diría que su corazón le dijo que Tenar debía seguir adelante con ayuda de Ged, a riesgo de que algunos la considerasen la damisela en apuros que no es.
Le Guin, por suerte, no cae en la «secuelitis» habitual del género: en sacar más y más segundas partes hasta cansarnos. Aunque es una continuación de Un mago de Terramar, en realidad es otra historia más de ese mundo. Aquí se centra en Tenar más que en el propio Ged que, aunque se convierte en un hilo conductor, aquí ocupa el rol de mentor.
La búsqueda del fragmento del Anillo de Erreth-Akbe en las Tumbas, pese a su grandeza mítica y legendaria, se convierte en un elemento de segundo plano frente a lo realmente importante: salvar a Tenar, hacer que vuelva a estar viva, lejos de los fanatismos de la oscuridad.
El Laberinto de la Identidad
Si para Borges los laberintos eran una constante, para Le Guin son una forma de reflejar la mente de una Tenar que fue arrancada de sus padres y adoctrinada en una fe destructiva, como Sacerdotisa Suprema de los Sin Nombre.
La obra en sí es un laberinto más profundo y oscuro que su primera parte, pero está llena de simbolismo: tenemos el papel de la mujer, su rol de sacerdotisa, su anhelo de libertad. Y también tenemos dilemas como qué supone perder la razón de ser… o volverla a ganar.
La joven Tenar deberá reclamar su vida saliendo de las profundas tumbas en las que se encuentra, buscando ante todo volver a vivir. Tenar, al final de la novela, vuelve a nacer y lo hace a través de la palabra, que no deja ser la magia de poder más inagotable, como defendía la propia Le Guin dentro y fuera de Terramar.
Con Terramar, Ursula K. Le Guin demostró que la fantasía no es un cascarón vacío. Share on XEl maestro y la discípula
Siempre que veo Los Últimos Jedi, el personaje de Luke Skywalker me recuerda a Ged, nuestro Gavilán, reconvertido en maestro en esta segunda parte. Es su empatía y su sabiduría la que hacen que Tenar tenga una posibilidad. En otra historia, la destruiría sin más, aquí logra a través de la clemencia y la capacidad de tender una mano salvarla y salvarse.
Lejos de las ínfulas de otras dragonadas, la clave está en el entendimiento y la conexión entre los personajes, que son aquellos que les hace humanos. Pero el poder de Le Guin, además, está en cómo la obra adquiere nuevos significados a medida que la leemos y la releemos. Para algunos será solo una historia de aventuras. Otros lo verán cómo una reflexión sobre nuestra necesidad de romper las cadenas, de buscar la libertad, de intentar saber quiénes somos.
Para aquellos que crean que la magia no existe, por favor, lean a Ursula K. Le Guin. Cambiarán su punto de vista.
Conclusiones
Decir a estas alturas que Ursula K. Le Guin fue una de las grandes maestras del fantástico y la ciencia ficción parece baladí, pero no lo es y más en una época donde hemos olvidado gran parte de lo que nos enseñó su filosofía. La autora veía el recurso de la violencia en la fantasía como algo simplista, alejado de la complejidad de la realidad. Y en esta segunda parte, además, busca dar la visión del otro, aquel que en muchas historias es solo un ser al que destruir.
Al final, Las Tumbas de Atuan es un viaje desde las sombras hacia la luz, no solo para Tenar sino también para los lectores, que son invitados a a acompañar a estos personajes que desean escapar del laberinto donde se han visto encerrados.
«En la oscuridad, la mano no ve, busca. Pero la mano que busca encuentra».
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