Reseña de «La Sociedad de la Libélula» de Ana González Duque

Crítica La Sociedad de la Libélula
Crítica de La Sociedad de la Libélula de Ana González Duque, una obra que nos propone un viaje hacia la fantasía de cada autor.

«La vida de Taar estaba hecha de largas demoras y momentos robados».

Lord Dunsany, el padre de la literatura fantástica moderna, pedía al comienzo de sus obras que todos aquellos que estuviesen cansados de la realidad le acompañasen en la búsqueda de sus nuevos y maravillosos mundos. Es, al fin y al cabo, lo que pide todo autor de fantasía cuando despliega su magia en las primeras líneas de su historia. Pocos lo logran. En su novela La Sociedad de la Libélula, Ana González Duque explora esta idea a la vez que nos conduce a otro mundo a través de un viaje a lo más profundo de la literatura, esa puerta a lo insólito. Y lo consigue.

Travesía a la imaginación

La Sociedad de la Libélula es una historia sobre las historias y, en especial, aquellas que cuenta su protagonista, la joven aspirante a escritora Isabel. Cuando logra una entrevista en la editorial más importante del país (y que da nombre a la novela), su realidad dará un cambio para siempre, porque dejará de ser solo su realidad.

El editor Melchor Malatar le descubre el secreto tras el éxito de sus autores: en el corazón de la editorial, hay una máquina que permite a los autores viajar hasta el mundo ficticio que albergan en su imaginación y así escribir su próxima historia.

Por mucho que Isabel haya consagrado su vida a lo fantástico, no puede creerse esta revelación, ¿aceptaría no solo escribir, sino vivir sus historias de un modo literal? No es una pregunta sencilla, el recuerdo de la desaparición de David Conesa, el escritor más famoso de la editorial, podría ser una muestra del peligro de la creación de Malatar.

Pero este es el argumento de nuestro mundo, queda la historia de otro, un mundo salvaje, rebosante de magia y tecnología, donde se prepara la siguiente tormenta que hará posible que siga existiendo. Para ello, una princesa debe ser doblegada o un gran número de nodrizas deben ser sacrificadas. ¿Cuál es el precio del futuro? En ese mundo habitan personajes como un guerrero sin memoria llamado Nahum o el joven inventor paria Taar, con cuyas vivencias se irá completando una despiadada realidad que se guarda en lo más profundo del corazón de Isabel.

¿O todo es una mentira?

Acaso, ¿la ficción no lo es?

La sociedad de la libélula
Los personajes de La Sociedad de la Libélula: Melchor, Nahum, Isabel y Taar por Libertad Delgado.

El origen de un libro sobre libros

Cuenta Ana González Duque en diversas entrevistas y en los agradecimientos de la novela que La Sociedad de la Libélula nació de una charla que tuvo con varios amigos durante el Celsius 232, el festival de literatura fantástica de Avilés, que se ha convertido ya en una cita ineludible para todos los enamorados del género. En dicha celebración, la autora comenzó a imaginar qué sucedería si los autores fueran demiurgos de auténticos mundos. Y también si pudieran vivir sus fantasías a través de una máquina, pero ¿qué conlleva vivir en tu propia fantasía?

La premisa de La Sociedad de la Libélula me parece cautivadora y tremendamente interesante. Podría dar pie a secuelas o relatos, ya que cada escritor guarda en sí un universo de miles de mundos en los que Ana González Duque podría profundizar.

Crítica de La Sociedad de la Libélula, una fantasía de @AnaGlezDuque. ¿Qué pasaría si pudieras viajar a tu propia ficción? Share on X

En esta primera novela, Ana González Duque se centra en Isabel y el misterio de David, pero podría ser el punto de partida para otras historias sobre el arte de hacer precisamente eso, historias. La propia autora (la real, Ana) reflexiona a través de sus páginas sobre la desconexión de la realidad que significa para un escritor el hecho de escribir una novela y La Sociedad de la Libélula sirve como metáfora perfecta de esto.

Un mundo de mundos

Podemos catalogar esta obra como la más ambiciosa de las escritas por Ana González Duque dentro del panorama fantástico, donde ya había contado las historias de la bilogía Las leyendas de la Tierra Límite. Dicho esfuerzo se percibe en la cuidada edición, con portada de Libertad Delgado, pero también en la propia historia, a nivel de worldbuilding que va construyéndose progresivamente. Al principio, las diferentes razas, especies y entornos del mundo fantástico pueden crear cierta confusión, pero es la misma que podría generar a Isabel cuando comienza su historia (no es hasta el capítulo veinticinco, ya en el nudo, cuando se empiezan a resolver las diferencias entre las numerosas e imaginativas especies). Sin embargo, poco a poco vamos sabiendo más de este reino donde la crueldad impera.

El mundo de Anisóptera, rebosante de especies como parias, arthos, regips y nophyas va encajando poco a poco en el lector, gracias a una mezcla de fantasía y tecnología que me ha recordado a La materia oscura de Philip Pullman. Lo que sí es cierto es que la propia obra se reconoce como deudora del cuento El gran gramatizador del gran Roald Dahl. A su vez, la realidad fantástica de La Sociedad de la Libélula se cimienta en la entomología, la energía nuclear, la neurocirujía… y, lejos de convertirse en un batiburrillo, este cóctel aporta mucho a su argumento, dotándole de una interesante originalidad.

Por ejemplo, el ritual del ojo de la tormenta no deja de ser una alegoría de la energía nuclear. Esta alimenta un mundo paralelo de un cuento de hadas que pronto demuestra ser oscuro (muy, muy oscuro). Lo vemos con la situación de la princesa. Debe quedarse embarazada durante el ritual (la otra elección es matar a varias nodrizas para liberar esa energía).

Existen grandes dosis de extrañeza en esta novela, como debería existir en toda la buena fantasía, aquella que nos reta, aquella que nos hace imaginar.

El corazón de la escritora

Pero como afirma el prolífico demiurgo Brandon Sanderson (al cual se nombra por cómo concluyó la saga de La Rueda del Tiempo cuando su creador, Robert Jordan, falleció -elemento interesante para la novela reseñada), la construcción de enclaves ficticios no es nada sin una historia para los personajes. Ana González Duque la halla cuando añade romances prohibidos y crítica social por la situación de los parias y las mujeres en su ficción.

Una de las muestras más relevantes en esta novela es el desarrollo de una protagonista como Isabel, marcada por su apocada vida, traumatizada por la muerte de sus padres en un accidente marítimo, y criada por su abuela, que en los últimos años sufre una enfermedad degenerativa. Isabel se ve incapaz de superar su fobia al agua, de abandonar a su abuela o su gato Voldemort, pero a lo largo de esta historia, debe comprender qué deberá sacrificar si quiere, en realidad, vivir de la ficción y eso no es sencillo.

Cuando llega al otro mundo, se verá convertida ni más ni menos que en un ser acuático. Deberá aceptar dicha cuestión, igual que superar su terror, lo que supone explorar un propio viaje interior de superación. Isabel debe aceptarse a sí misma. Isabel debe aceptar si quiere contar historias o no. Y esto está lejos de ser un cuento de hadas.

Sobre el resto de los personajes, aquellos que tienen punto de vista me resultan los más interesantes, aunque al lector le gustaría saber más sobre el maestro de la tormenta o el general Yagüe, y creo que la historia de venganza de Taar, a lo conde de Montecristo, podría dar todavía más de sí.

Portada La Sociedad de la Libélula.
Portada de La Sociedad de la Libélula, donde vemos la silueta de uno de nuestros personajes. ¿Cuál es su secreto?

La estructura

La trama de La Sociedad de la Libélula toma vuelto con rapidez. Cada capítulo posee un punto de vista distinto: Isabel, Melchor, Nahum, Taar… La historia se cuenta a través de las vivencias potagonizadas por cada uno de ellos, aunque utilice la tercera persona.

Además, la novela tiene un buen ritmo. La primera mitad presenta el mundo al lector, mientras que la segunda parte acelera hacia un trepidante final compuesto por capítulos cada vez más cortos que hacen que el lector no puede despegarse de sus páginas, como si hubiera caído prisionero de la máquina de Malatar.

A su vez, hay misterio en esta historia. Pienso que quizá alguna de las pistas, como cierto apellido o el destino de la abuela, son evidentes para el lector más avezado. No lo es tanto para el público juvenil que pidiera acercarse a estos tropos por primera vez. No obstante, engancha.

En cuanto al estilo de Ana González Duque es vivaz. Posee buenos diálogos que hacen que la trama avance. Las descripciones son las justas, pero que nos regala de vez en cuando alguna interesante imagen (se notan sus primeros pasos literarios, cuando escribía poesía).

Otro de los aspectos más interesantes está en el juego temporal de las subtramas, que a algunos lectores podría recordarle a la Saga del Brujo, a Geralt de Rivia, ya que no todos estos puntos de vista transcurren en la misma época. La escritora juega con ello a lo largo de las páginas y permite que el lector construya su propio puzle.

Potencial

Ya lo comentaba al inicio de esta reseña, pero insisto: igual que el potencial de energía que se libera durante el ritual, considero que los diversos temas tocados en esta primer anovela se podrían desarrollar como la relación con los otros autores de la editorial, que permanecen en segundo plano (salvo el caso del escritor de terror Javier).

Me refiero a que hemos visto el «mundo de Isabel«, pero ¿y los mundos de los otros creadores? Este punto sería genial para una continuación, ya que atisbamos su fuerza en el misterio sobre el autor desaparecio, porque la gran pregunta, la verdad almacenada en la alegoría, es: ¿cuál es el coste de la magia? ¿Y el de la ficción, si es que acaso no son lo mismo?

Queda la sensación de que lo mejor está por llegar si su autora, Ana González Duque, como Isabel, decide contar esa historia cuyos primeros compases hemos disfrutado aquí.

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La escritora Ana González Duque, autora de La Sociedad de la Libélula, también lleva a cabo varias actividades como el escritor emprendedor. Esta es su web: https://marketingonlineparaescritores.com/. Fuente.

Conclusiones

Cada escritor es una galaxia de mundos y sueños. Isabel y el resto de autores de La Sociedad de la Libélula lo son y, por supuesto, lo es Ana González Duque. Su ficción, como toda la buena fantasía, hace apología del ruego de Lord Dunsany. Y es que así, descubriendo otras realidades, es cómo la ficción puede llevarnos más allá de nuestra realidad. Ahí se guardan las grandes historias de Isabel y de todos nosotros.

En sus últimos capítulos, la metáfora se vuelve explícita: la máquina que permite viajar a otros mundos, como si fuese un portal, bien podría ser un buen libro y no nos cabe duda de que La Sociedad de la Libélula lo es.

Enero-lectura-la-sociedad-de-la-libélula
Culmino así enero, con la lectura de la obra que me había propuesto, La Sociedad de la Libélula, y ha sido un grandísimo arranque. Ahora toca El temor de un hombre sabio de Patrick Rothfuss.

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