El musical Hamilton se convirtió en todo un fenómeno. ¿Cuál es su historia? Fuente. |
"I'm not throwing away my shot".
Si alguien nos propusiese ir a ver una obra de teatro basada en la vida de uno de los padres fundadores de Estados Unidos, seguramente esperaríamos algo tan triste como cuando Ralph Wiggum interpretó a George Washington en uno de los mejores capítulos de Los Simpsons. Pero Lin-Manuel Miranda demostró lo contrario con Hamilton; en su musical, mediante rap, podía utilizar una historia clásica para hablarnos de todos nosotros, de nuestros miedos, inquietudes y esperanzas. Esta es la historia de la revolución de Hamilton.
Después del triunfo de In the heights, su primer musical, Lin-Manuel Miranda comenzó a adquirir el estatus de uno de los artistas más prometedores de Estados Unidos. Hijo de un asesor político, desde joven, Miranda demostró un gran talento musical que lo llevó a crear esa celebrada obra, pero también a emprender el camino que le llevó a realizar Hamilton.
Después de leer una biografía sobre el padre fundador y mientras aparecía como secundario en series como House (Hugh Laurie daría la idea para el You'll be back del rey George III), Miranda encontró el argumento para un disco conceptual titulado Hamilton Mixtape, donde se narraba la historia de Hamilton en clave de rap y pop. Poco después, nació la idea del musical que lo convertiría en la estrella ha compuesto la música de películas como Vaiana o aparecer en filmes como Mary Poppins 2.
En 2016, el reparto original formaría parte de la grabación del musical: durante tres funciones se recreó el fenómeno. Acto seguido, Miranda y compañía buscarían quién comprase los derechos de distribución de la obra. Disney se llevaría el gato al agua al pagar más de setenta y cinco millones.
Prevista para su estreno en cines en 2021, la pandemia del COVID llevaría a que se adelantase y se estrenase en Disney+ (y así evitar que el fenómeno cayese en el olvido, debido al cierre de funciones en Broadway).
Pero, más allá de su origen o del vil metal, ¿qué es lo que hace de Hamilton algo tan especial?
My shot resume perfectamente la trama de la obra: por una parte, es la oportunidad que nunca desaprovechará Hamilton, por otra, es un augurio del disparo que sí desaprovechará. Representa, perfectamente, el arco de evolución del personaje. Fuente. |
El triunfo de Ícaro
La historia de Hamilton recoge los elementos clásicos de un buen relato: nos habla de cómo un pobre diablo consigue llegar, contra viento y marea, a lo más alto para, a continuación, narrarnos lo último que le queda por hacer: su caída. Es, al fin y al cabo, nuestro Ícaro.
Hamilton se ha convertido en uno de los grandes fenómenos culturales de los últimos diez años. Lo que empezó como un proyecto muy personal de Lin-Manuel Miranda para contar la historia de uno de los padres fundadores más desconocidos, Alexander Hamilton (el rostro de los billetes de diez dólares), se convirtió en una obra ganadora de once premios Tony e incluso un Pulitzer. Desde una perspectiva moderna, Lin-Manuel Miranda adaptó la historia de un personaje histórico para hablar de las dudas y los anhelos de nuestra generación.
Hamilton nos habla de un inmigrante que llega a Estados Unidos y formará parte de su revolución, nos canta cómo se convirtió en la mano derecha de George Washington y logró ascender en la escala social gracias a matrimonio con Eliza. Y, a todas estas, sabemos desde la primera escena lo que está por ocurrirle, como si fuese un halo trágico donde su enemistad con Aaron Burr lo dejará marcado a ambos.
Hamilton es un enérgico retrato sobre la juventud, la madurez y la vejez, sobre cómo nos alzamos y cómo caemos. Tenemos amor y desamor, victorias y pérdidas, deseos y abandonos. La ambición de Hamilton lo conducirá también a su caída, la pérdida de su hijo en un duelo llevará a Hamilton a convertirse en una sombra que levante su revólver cuando se enfrente a su duelo con Burr, quien lo matará en el acto. El destino de ambos quedará sellado en la penúltima escena, aunque ya lo estaba desde la primera. Todos caminamos, al final, sobre senderos que, aunque ignoremos, nos llevan a nuestro propio fin, nuestro propio destino.
Hamilton nos habla del enfrentamiento de dos genios, recordándonos a Amadeus. Nos habla de la pasión, la ambición, el deseo de llegar a lo más alto… y de sus consecuencias, de cómo dejamos lo más importante de lado, de nuestros errores, de nuestros aciertos, de aprovechar nuestro momento y de saber cuando esperar. La contraposición de personajes como el lanzado Hamilton y el ladino Burr no se quedan en la mera caricatura, la identificación de Hamilton se nos puede venir abajo cuando nos damos cuenta de cómo sacrifica todo por lograr lo que desea y, en cambio, nuestra aversión hacia Burr cambia gracias a cómo sus temas en solitarios nos lo representa como alguien que se aferra a la espera como un modo de no perder todo aquello que le legaron sus padres y todo aquello que ha conseguido.
Vivimos en una salvaje época donde la adoración del fracasado nos ha entregado al culto más infame que jamás se ha vivido, el culto a la ignorancia. Por tanto, ver una obra cuyo protagonista defiende la importancia de la educación, más allá de resultar ser una dosis de moralina, es un mensaje necesario. Aquellos que desprecian el conocimiento y la razón es porque son tan estúpidos que, sabiendo que jamás llegarán a ellos, prefieren pensar que no sirven para nada. Detrás de cada ignorante, hay un acomplejado que piensa que siendo lo que es, ya puede ser lo suficientemente feliz y poseer algo de conocimiento y razón es prescindible.
Look around, look around...
El reparto está magnífico y en él radica gran parte de la fuerza del musical. Lin-Manuel Miranda ya es uno de los artistas actuales más influyentes del siglo XXI y lo sabemos no solo por ser la mente tras Hamilton, sino también por encarnarlo con una fuerza intertextual que nos habla del valor de un inmigrante creando un país, pero también de un personaje con un origen latino creando la cultura de un país.
Pero el “héroe” no es nadie sin su
enemigo y ahí tenemos a Aaron Burr, encarnado por un magnífico Leslie Odom Jr.
capaz de hacer que empaticemos con él gracias a temas como Dear Theodosia o
Wait for it, que hace que el espectador llegue también a empatizar con un
personaje descrito como Draco Malfoy, pero que supera cualquier simple cliché. ¿Cuál será nuestro legado? Esa es la gran pregunta que tanto Hamilton como Burr buscan responder.
A su lado, podemos encontrar a una excelente Renée Elise Goldsberry que posee algunos de los números más complejos de la obra; no será de extrañar que la veamos en multitud de series y películas a partir de ahora. Junto a Phillipa Soo, como Eliza Hamilton, vemos el drama de dos personajes femeninos que buscan construir su propia revolución, mientras lo esperan todo. Angelica busca el poder, Eliza una familia, y sus sueños menguan mientras nace el sueño americano.
Chris Jackson como George Washington aporta una imagen heroica a un personaje con tantas combras como lo fue el padre de los Estados Unidos, mientras que, con solo nueve minutos, Jonathan Groff nos da a un histérico y psicópata Rey George III, que nos hace que vayamos a los libros de Historia y descubramos los problemas mentales de este personaje histórico.
Una cuestión auténticamente interesante es cómo parte del reparto cuenta con un papel en la primera parte y otro en la segunda. Por ejemplo, Daveed Diggs pasa de ser Lafayette a ser Thomas Jefferson, Jasmine Cephas Jones es Peggy Schuyler pero también la amante de Hamilton (Maria Reynolds), Jon Rua como el traicionero Charles Lee y varios papeles secundarias, Okieriete Onaodowan es Hercules Mulligan y James Madison, Antony Ramos es el amigo de Hamilton, Laurens, y más tarde el hijo de este, el trágico Philip. Lo que parece algo baladí sirve para crear paralelismos entre estos personajes a lo largo de la obra y juega un nuevo valor artístico en la obra.
La complejidad de Hamilton
No estamos ante un musical baladí, la sensación que queda es que la naturaleza de la obra es simplemente aparente. Por supuesto, toda obra artística es artificial y, extrañamente, orgánica a la vez. Vemos Hamilton y la disfrutamos, podemos examinarla con detenimiento y la disfrutamos todavía más. Sin entrar a hablar de su naturaleza musical, incluso los escenarios o el vestuario nos dicen mucho de Hamilton. El escenario, que empieza como una estructura simple, va completándose a medida que lo hacen los porpios Estados Unidos. En cuando al vestuario, vemos una recreación clásica que cambia al llegar a la cabeza, ya sea mediante los peinados o el uso de elementos como gorros, lo que representa que estos personajes clásicos tienen una mente “adelantada a su tiempo”. Un sutil juego pero que resulta ser todo un deleite por el que volver a ver Hamilton una y otra vez.
Cuando Lin-Manuel Miranda fue invitado a la Casa Blanca de la Era Obama, el emocionado compositor hablaba de cómo consideraba a uno de los padres fundadores como un rapero capaz de cambiar la realidad mediante la palabra, los recursos literarios y su fuerza. Muchos sonrieron sin saber qué pensar cuando Miranda pronunció su nombre: Alexander Hamilton. Bajo esta idea del rap, vemos desde batallas de gallos donde se habla de leyes o elecciones hasta baladas donde se hablar de desamor y derrota.
Aaron Burr acaba siendo un villano con el que empatizamos. Fuente. |
Hamilton recoge toda una tradición literaria a la que suma el valor de la música. Rap, pop y otros géneros aparecen a lo largo de la obra, jugando con los leitmotivs, con ese Hamilton que no perderá su oportunidad (ese shoot que también representa… un disparo) y ese Burr que siempre espera su oportunidad. Cuando ambos cambien, será cuando sus personajes queden condenados de un modo trágico.
No se puede obviar el trabajo escénico y las capacidades para el baile de todo su reparto, entregándonos mediante la sutil iluminación y todo su ritmo, un musical frenético y plagado de energía, como vemos en la famosa escena de Satisfied, donde Renée Elise Goldsberry se convierte en una reina del escenario (y vemos un “rebobinado”), o en la magnífica Hurricane, donde el escenario queda suspendido en medio de la tragedia personal (y llena de rimas literales y metafóricas).
Nos guste o no el rap, la banda sonora de Hamilton es un absoluto disfrute para el espectador. Pegadiza, enérgica y brillante, cada una de las composiciones de Miranda nos demuestra su capacidad para trazar el drama de la vida de estos personajes a través de sus versos.
Muchos artistas hablan de la fuerza del cine o la literatura para conmover al espectador, pero la música tiene su propia cualidad para conmovernos como otras formas artísticas no pueden lograrlo. Es casi un lenguaje universal. Entendamos o no lo que nos diga, el poder de sus rimas hace que signifique algo para nosotros.
Hamilton es también producto de una larga tradición de musicales. Podemos encontrar referencias a otros clásicos de Broadway, aunque uno de los más interesantes es a Sweeney Tood, ya sea por una canción que sirve como introducción (y nos narra toda la historia desde la primera escena) pasando por ese duelo musical entre Tobby, Sweeney y Miss Lovett y el duelo musical de Hamilton con el emisario del rey George III.
En cuanto a las críticas, en su gran mayoría favorables, también hay algunas negativas. Algunas se centran en que el segundo acto es peor que el primero, cuando, en realidad, lo que quieren decir es que no quieren ver cómo el héroe alzado durante el primer acto cae durante el segundo. Otra más interesante es el debate histórico entre el Hamilton real y el ficticio.
Lin-Manuel Miranda durante el musical. Fuente. |
El debate sobre Hamilton
En cuanto a su valor histórico, debemos recordar que toda obra histórica contiene sus dosis de ficción. Como defendía Alan Moore en la conclusión de From Hell, todos nosotros inventamos nuestra propia historia (lo vemos claro en la canción final del espectáculo: Who Lives, Who Dies, Who Tells Your Story). Nadie estuvo ahí para dar una visión completamente objetiva. En el propio musical, tenemos el tema dedicado a ello: The Room Where It Happen. Por tanto, es interesante conocer la auténtica Historia, pero bastante baladí exigir la cabeza de Miranda por cambiar sucesos históricos o dejar de lado algunas cuestiones polémicas sobre la propia vida de Hamilton. Más que nada, porque esto es ficción. Quien se piense que George Washington y compañía eran negros o latinos puede que tenga que leer un libro de Historia.
Lo importante es lo que representa la obra: los inmigrantes, las otras razas, son los que siguen construyendo los Estados Unidos. Y más allá de esto, tenemos que permitir aquellos cambios que se hacen por su valor dramático. Sin olvidar que Miranda juega con las sutilezas: el ejemplo más claro está cuando Eliza canta sobre la abolición de la esclavitud y el personaje de Washington, conocido esclavista, enmudece, en la canción final. Hamilton es ficción, pero eso no significa que no pueda inspirarnos y no sirva para hablarnos del presente y del pasado.
Juzgar a personajes históricos desde la mentalidad actual puede resultar ser una actividad entretenida, pero estéril e incluso hipócrita hasta cierto punto, sobre todo cuando toda la obra ficcionaliza unos hechos históricos.
Personalmente, podemos quedarnos también con el papel de Eliza, quien fue apartada de la propia historia, pero, finalmente, se reivindica cuando más allá de recuperar la figura de su esposo, lo que hace es una labor filantrópica que ayudará a los huérfanos de Nueva York.
Las hermanas Schuyler en s famoso número que sirve como presentación. Fuente. |
El futuro de Hamilton
Hamilton no será un musical que desaparezca sin más. Ha entrado ya en ese olimpo de obras como El fantasma de la ópera, Los miserables, Sweeney Todd o Wicked, musicales a los que siempre regresa el espectador para encontrar nuevos elementos, sentimientos e ideas.
El impacto de Hamilton es indudable. Es una de esas obras que no sabes por dónde abordar, porque hay tanto de lo que hablar y se podría enfocar desde tantos aspectos... No solo se ha convertido en un símbolo artístico sino que también su repercusión ha llegado a otros medios. Lin-Manuel Miranda y el resto de su reparto aparecen cada vez más en distintas obras, a la vez que la idea de sustituir la imagen de Hamilton en los billetes se desvaneció por el inesperado éxito de este musical que ha reivindicado la imagen de Hamilton ante un público que, lo más seguro, no lo conocía más allá de un par de líneas en un polvoriento libro de Historia.
Mucho se ha dicho de Hamilton. Es indudable que, en español, debemos citar el vídeo de Jaime Altozano, donde se explican los leitmotivs y la importancia estructural de la obra. Además, desde su estreno en Disney +, hemos contado con varias entrevistas a su reparto donde se habla de la obra, cuestión que también hacía Miranda en un podcast donde narró cómo se hizo real la historia de Alexander Hamilton en Broadway. Y es que el musical Hamilton no solo retrata la historia de un padre fundador protagonista del primer escándalo sexual de la historia de Estados Unidos, sino que habla de las preocupaciones y miedos actuales.
En conclusión, antes de cerrar nuestro telón, debemos decir que el musical Hamilton es un triunfo que nos demuestra cómo se pueden modernizar las historias clásicas y cómo podemos llegar a albergar esperanzas sobre el hoy y el mañana a través de descubrir de dónde venimos y ficcionalizar esos pasos.
Lin-Manuel Miranda da vida a Hamilton y convierte a este personaje histórico en el protagonista de un musical que acaba siendo un fenómeno revolucionario. Fuente. |
¡Hey!
ResponderEliminarMe ha encantado tu crítica, me encanta Hamilton, creo que Lin-Manuel Miranda ha tenido una visión de contar historia de los Estados Unidos de una forma que nunca antes de había visto.
Pero no es sólo bueno por su originalidad, sino también por compuse he llevado a cabo, es brillante, las canciones, cómo te presenta a los personajes, los leitmotiv y cómo van cambiando según avanza la trama.
Es muy disfrutable y nunca te cansas de seguir viéndolo, las canciones son tan pegadizas que puedes estar días en ellas en la cabeza.
Me alegro de que Disney nos haya acercado a los que no hemos podido ver la obra en directo la grabación del musical.
Estoy a la espera de saber qué más crea o compone este hombre, porque seguro que no decepcionará.
Muchísimas gracias por hacernos un repaso de todo el musical, sus personajes, la historia…
Ya me has dejado con las ganas de volverlo a ver^^
¡Hasta la próxima!
¡Hola, Elsbeth! ¡Cuánto tiempo...! ;)
EliminarMe alegro de que te haya gustado la crítica sobre Hamilton y, por supuesto, lo más importante, Hamilton, obra que considero una historia clásica narrada desde una perspectiva moderna y cercana para el público, demostrando la importancia de la visión del artista a la hora de narrarnos algo. No me extraña que Lin-Manuel Miranda se haya convertido en uno de los nombres más importantes de la industria cultural actual.
En cuanto al tema de la originalidad, sus canciones y sus personajes, todos ellos resuenan a través de sus versos y cómo se compone este drama sobre la ambición y sobre el deseo que nunca se completa.
Por suerte, hemos podido verlo mediante plataforma. Ojalá hubiese la misma suerte con otros tan conocidos como Wicked.
No obstante, Hamilton es ya todo un fenómeno que merece la pena ser estudiado desde todas sus vertientes.
¡Muchísimas gracias por tu comentario y, como bien dice Alexander Hamilton, no perdamos nuestra oportunidad!