Crítica de Martin, el vampiro de andar por casa de George A. Romero

George A. Romero debutó con la película "vampírica" Martin. Fuente.

La idolatría lleva a muchos seguidores del género fantástico a considerar a ciertos autores como figuras mesiánicas de una relevancia preponderante, cuando si nos fijamos realmente en su carrera, no son tanto los títulos por los que destaque, sino la idea que sirvió de simiente para todo un género y que, a menudo, se encuentra en un solo film.

Es el caso de George A. Romero. El padre del género zombi no fue el primero que llevó a la gran pantalla a estos muertos vivientes (White Zombie de 1932 es la pionera), pero sí fue el primero en hacerlo desde la perspectiva de la denuncia: el monstruo era lo de menos, el problema era la humanidad que afrontaba la hecatombe. Más allá de La noche de los muertos vivientes o El día de los muertos o sus divertidas (aunque intrascendentes) colaboraciones con Stephen King en Creepshow y La mitad oscura, la filmografía de Romero se caracterizó por un estilo entre la sátira y lo directamente cutre. A todos nos gusta una película de este estilo de vez en cuando, pero no por ello pregonamos que estemos ante una maravilla del séptimo arte.

No obstante, basta con centrarnos en su primera película Martin para comprender qué se ve en ella y que es lo que realmente hay en ella. Lo que se ve es una desmitificación del mito vampírico. Lo que hay es una película casi amateur que sirve de debut del director en 1974, en plena ola del nuevo cine estadounidense.

Martin echando la noche. Fuente.
  

Vampiros sin purpurina

Martin es una deconstrucción del mito vampírico. Cualquier idea romántica sobre este ser, aparece en blanco y negro, y desde la mente de un protagonista que no sabemos si en realidad es un vampiro o es, simplemente, un chaval con un problema mental. La realidad, a color, es más sórdida y triste. La película sigue al joven nosferatu Martin, que se tiene que ir a vivir con su primo (un trasunto del coronel Sanders) y la nieta de este, en una ciudad desolada. Esa familia tiene la maldición del nosferatu y alguien tiene que hacerse cargo del que les ha tocado. A algunos les toca el cuñado pesado, a otros les toca el primo vampiro. La vida es así.

Martin, con el aspecto de un adolescente con problemas y con unas tendencias macabras que recuerdan a un psicópata o un drogadicto, recorre la ciudad alimentándose de víctimas, tanto de la sangre como de sus vidas. La puesta en escena es bastante mejorable, pero solo el prólogo ya resulta bastante potente y un buen resumen de toda la película.

Sin duda, como cualquiera ve en la película, tenemos una idea potente que hace que la película Martin, caracterizada por el cine independiente de los ’70, lleve a cabo una película muy original sobre vampiros que sentará las bases de los zombis de Romero, que son más una denuncia del ser humano que de los muertos vivientes. 

Como vemos en el póster, la crítica ya se flipaba en los '70 con el tema de hacer comparaciones. Fuente.

 Pero fijémonos en cómo está planteado. Si casi cualquiera que va a empezar a hacer cine de terror acaba haciendo un corto sobre zombis es porque el cine de zombis suele ser cutre, incluso el mejor lo es, y puede que esto se herede del terror más clásico o del propio George A. Romeo. Quizá esa sea una de sus grandes “innovaciones”.

El gran problema de Martin lo reconoció el propio director: la película duraba casi dos horas en su montaje original y muchas de esas escenas se perdieron hasta quedar en la hora y media actual que, aun así, en varios momentos se vuelve insoportable. Una hora y media que trastabilla, más allá de la música cutre, el montaje que a veces nos deja momentos que no sabemos a qué vienen o la puesta en escena limitada, entre lo interesante y lo tórrido como ese Martin atacando a una víctima adultera o conoce a una insatisfecha mujer que encuentra un vacío en Martin que pueda complacerla como si fuera una mascota, pero estas escenas o segmentos se contraponen a ideas más de andar por casa, donde el bajo presupuesto o algunas interpretaciones demasiado exageradas, nos llevan a un quiero y no puedo que, al menos, sirvió para que George A. Romero mejorase en su próxima cinta.

No obstante, a George A. Romero siempre le han salido imitadores y quizá por eso es por lo que es tan recordado. Aunque lo es sobre todo por sus muertos vivientes, Martin también sirvió de esbozo para la idea del falso vampiro, que se repetirá en ese despiporre protagonizado por Nicolas Cage que es Vampire Kiss o en la reciente y algo insufrible The Transfiguration, un remake encubierto de Martin con trasfondo de racismo.

Martin es una historia de un vampiro de andar por casa, igual que toda la producción en sí es una película de andar por casa, donde la sordidez y el terror se cogen de la mano en un puesta entre lo cutre y lo satírico. Puro George A. Romero.

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