Los tiempos han cambiado: escribir en la época del coronavirus


 

Aparte de que durante su confinamiento Stephen King debe haber escrito unas cinco novelas, dos guiones y tres antologías de relatos, también ha escrito este tuit al que no he dejado de darle vueltas. El Maestro de Maine vuelve a demostrar que es una de las mentes más lúcidas no solo dentro del género fantástico, sino en el arte y el panorama de la cultura popular en general.

Nuestras obras sobre el presente han cambiado como ha cambiado nuestro propio presente. Y quizá ni nos hemos dado cuenta… Miro a mi alrededor y tengo un montón de papeles con fechas y varios planes que ahora solo sirven como papel para reciclar. Poco de lo que era sigue siendo.

Escribimos en tiempos de una pandemia (y debemos dar gracias de poder escribir, muchas personas no pueden hacerlo). Esta es la guerra de nuestra generación, exceptuando las consabidas (y demagógicas) verdades o salvedades. Nuestras historias del presente ya no tienen sentido, porque lo que antes era ciencia ficción (el confinamiento, las mascarillas, el temor a la enfermedad terrible y súbita, el paisaje desértico y apocalíptico…), ahora es realidad. Nos marcará el miedo, la incertidumbre, la tragedia, la escasez, la crisis, el hastío, la pérdida, el confinamiento, el conformismo… Puede que este sea el nacimiento de una auténtica generación artística marcada por un autentico hecho común, una pandemia, un suceso globalizador que puede crear una serie de características comunes entre los escritores y el resto de los artistas, pero más allá de la vertiente histórica, nuestras propias historias han cambiado. Nuestras vidas también.

Nosferatu es una película que mezcla la figura del vampiro con la llegada de la peste. Fuente.
Realidad imita a ficción y viceversa

Reescribo actualmente una antigua novela, incluso más antigua que La Historia, pero que, a su vez, conecta con ella. Ha pasado de su contexto de 2007 al de 2019 y 2020 durante la reescritura. Muchísimas cosas han cambiado y, antes de terminar de ser reescrita, el propio mundo se ha transformado. La realidad no es la misma. Estos aciagos y complejos momentos han dado un nuevo significado a mis palabras. Lejos de querer sonar apocalíptico o maníaco en el sentido platónico del arte, desde que vi el Nosferatu de Herzog me llamaba la idea de vincular al vampiro (el murciélago) con la enfermedad, con la peste, con el final de una época y de una sociedad. Ahora, el mundo parece imitar a la danza macabra moderna que rondaba mi mente. Pensaba que era sumamente irreal y que Richard Matheson ya lo había hecho bien en Soy leyenda (eso sí que no ha cambiado, os recomiendo fervientemente la novela). Lo que hasta hace unas semanas era distopía, ahora es realidad.

Pienso que era Terry Pratchett el que recogía (e ironizaba) sobre un cliché común, el de las culturas donde, para maldecirte, te sueltan un «ojalá vivas tiempos interesantes». Nos están tocando vivir dichos tiempos y escribir en ellos (y sobre ellos). Nuestra es la responsabilidad de un puro escapismo de un mundo alterado y enfermo como la conmovedora Frankenstein surge de un año sin verano o la idea de recapacitar y profundizar en este mundo roto y dañado como la magistral serie Chernóbil surgió del accidente de la central nuclear; cualquiera de las dos vertientes es posible y respetable, cualquiera de las dos visiones puede cruzarse. No existe arte de primera y de segunda, solo arte.

Se nos presenta un nuevo mundo con todo lo que eso conlleva. Aferrarse al ayer siempre es inútil, pero más ahora, cuando el pasado solo es el sueño nebuloso al que no podremos jamás volver (quizá, solo con las palabras, quizá solo como ilusión). Y mientras, seguimos tecleando. 

Aguardo que todos estéis bien y que esta época pase pronto.


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