Balada
triste de trompeta es histérica, histriónica,
potente como lo era aquel Raphael que cantaba con una cara pintada de payaso.
Uno no puede tomársela demasiado en serio, sino como una historia que es una
gran metáfora de lo que somos y hemos sido, de nuestros demonios y pecados… y
de cómo justificar la fobia que algunos tienen a los payasos (súmese a It, Garras Humanas, El que recibe el bofetón, entre otras).
No
bebo los vientos por Álex de la Iglesia, pero esta puede que sea la película
más satisfactoria que ha hecho hasta la fecha, tomando ciertos elementos de El
día de la bestia y, sobre todo, la esperpéntica Muertos de risa.
Seguramente
gracias a la actuación de Antonio de la Torre como el Payaso Tonto; él es uno
de esos intérpretes que puede hacer que te creas que es un auténtico villano,
un personaje patético (como el que encarnaba en Gordos) o un borrachín
incurable (como el de Primos). Por otra parte, Carlos
Areces cumple hasta cierto punto como el Payaso Triste, aunque a los fans de Muchachada
Nui nos recuerde a aquellos días de sketch y sketch, pero se nota su
esfuerzo. Tal vez más irregular es Carolina Bang en su papel de Natalia, pero
cumple con la imagen de ensueño, que envenena
a estos dos grotescos payasos psicópatas.
Uno
de los atractivos de Balada triste de trompeta está en
cómo muestra a través de ese circo la sociedad española de la época, que
tampoco es que haya cambiado excesivamente con el tiempo. Por ejemplo, la
escena del atentado de ETA, cómo ese Payaso Triste le pregunta a los
terroristas “¿de qué circo sois?”. O el encuentro con Franco…
O
tantas cosas que exorcizar de nuestra historia, tantas cosas que reflejar en el
cine de una forma diferente, porque Álex de la Iglesia es capaz de a través de
unos monstruos conseguir hablarnos de cada uno de nosotros y lo que significa
ser un español: gozo, tristeza y pesadumbre.
Y
eso pese a que la película a veces no parece española siendo bastante patria, o
lo que quiere decir: tiene una fotografía buena, música buena y estética buena.
Evidentemente, lo que cada vez se suele ver menos en el cine español.
Su
exageración y su utilización de lo burdo y lo cafre para contarnos esta
historia de odio hace que Balada triste de trompeta entre en
mi lista de películas que me gustan, pero no recomendaría porque no creo que
gustasen a otros.
¿Y
el final? ¿Qué me dicen de él? En el desenlace, el personaje que representa a
España con sus virtudes y sus defectos muere (siendo una España rota) y al
español solo le queda contagiarse de la risa o el llanto, mientras suena una Balada
triste de trompeta que suena a réquiem.
SPOILER
Por
último ese desenlance donde la risa parece llanto y el llanto risa, y uno es
tan tonto que se acuerda del final de Batman. La broma asesina, cuando
Alan Moore y Brian Bolland hicieron que Batman se riese con el Jóker y todo
terminase como empieza.
Hay
dos escenas en Balada triste de trompeta que captan perfectamente el espíritu
de la delirante película de Álex de la Iglesia. La primera secuencia de la que
hablo es cuando los dos payasos se encuentran por primera vez y confiesan que
si no hubieran sido payados, hubiera sido asesinos. La segunda es cuando el
Payaso Tonto cuenta un chiste y estampa un pollo asado contra una pared
mientras dice que es un bebé muerto, y el Payaso Triste no entiende el chiste.
Esas dos escenas son el resumen perfecto de una película grotesca y macabra
como el mejor circo.
Pues, aunque técnicamente impecable, a mí me resultó tediosa y desagradable hasta el extremo. Todavía me pregunto cómo Alex de la Iglesia parió una genialidad como El día de la bestia, y también disparates (según mi criterio) como esta peli o Perdita Durango.
ResponderEliminarNo he visto Perdita Durango ni la última que ha estrenado, que parecen que van por el mismo estilo. Sobre El día de la bestia, está bien, aunque nunca me ha vuelto loco y de esta, Balada triste de trompeta, me gusta esa metáfora tan exagerada de lo que somos: un país que parece un circo.
EliminarGracias.
Me encanta esta película, por la metáfora de España y su eterna lucha interna.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo; es una enorme y exagerada metáfora de lo que fuimos, somos y, por lástima, seremos.
EliminarMuchas gracias.