Conseguir que esa idea que tengas en la cabeza brille tanto como lo hace en tu mente cuando la pasas a papel es una utopía. Es un martirio arduo, complejo y que, a menudo, te deja insatisfecho. Vaya quebradero de cabeza… Por algo pensaría ese viejo loco de Platón que los artistas eran unos maniáticos… Todo esto me ha venido a la mente porque representa la sensación que me ha quedado tras leer La maldición de Younwity. Este cómic es una historia que en la imaginación de su autora debía ser fascinante, pero que al ponerla en papel, ha quedado muy, muy lejos de todo lo que podría haber llegado a ser.
La dark academia
A raíz de obras como El secreto de Donna Tart surgió la llamada “dark academia”, cuyo exponente más popular podría ser la serie de Wednesday de Netflix o novelas como Babel de R. F. Kuang. Aunque algunos vean este estilo como un culto al elitismo intelectual, yo lo veo como algo interesante en una época donde la mayoría de los críos quieren ser quinquis y escuchar reguetón hasta que se les funda cualquier neurona que les pueda quedar. No obstante, a este subgénero quiere sumarse La maldición de Younwity, pero lejos de ser un ejemplo de todo lo bueno que podría dar este “subgénero” se queda en la confirmación de que es una simple moda para llenar las etiquetas de Instagram o Pinterest. Todo muy bonito, pero tan falso como un salón de IKEA.
En este cómic de la canadiense Sweeney Boo seguimos a un grupo de brujas que estudia en un instituto de magia al estilo Hogwarts. Es más, gran parte de la obra parece nacer de la marca que la saga del joven mago dejó en su autora, ya que los uniformes, las clases o los profesores recuerdan a los de la otrora célebre saga. Sin embargo, también es una respuesta a esta, ya que tenemos a una bruje en este aquelarre, que forma parte del grupo de amigues de la protagonista. Lo que podría haber sido interesante (sobre todo para tratar toda la polémica de Rowling) se queda en simple remedo, por desgracia. Hay obras anteriores, como la fantástica The Magicians, que ya lo hicieron antes y muchísimo mejor, sobre todo porque los personajes te interesaban y los que aparecen en este tebeo son tan anodinos que ni siquiera puedes acabar acordándote de sus nombres.
Crítica de La maldición de Younwity, un cómic cuya mayor maldición será la que soltarás cuando te des cuenta de lo malo que es Share on X¿Por qué seguir leyendo?
En Internet pueden leerse críticas donde alaban este cómic por la incorporación de personajes LGTBIQ+. Considero interesante y necesario que se incluyan este tipo de historias en el fantástico, pero no por agregarlos la obra es mejor. No se profundiza en ninguno de estos personajes ni se desarrolla quiénes son. Solo son cuadrados marcados en una checklist. Es como la encargada del bar del patético Hogwarts Legacy que supuestamente era trans, pero que siempre te da la impresión que el modelo era una mujer y, en el último momento, para ganarse al colectivo, se le añadió una voz masculina. Es convertir algo necesario en un tema de mercado. Si se buscan obras de fantasía interesantes donde se toquen estos temas, ahí está la magistral La quinta estación de N.K. Jemisin.
Y es que si los personajes fallan, ¿por qué seguir leyendo? ¿Por el argumento? La historia trata sobre la desaparición de una de las alumnas huérfanas del centro y un secreto del pasado. Hay fantasmas, secretos, algún monstruo… pero todo ello da igual si nada te importa. Su lore no resulta innovador y sus personajes están lejos de ser cautivadores. Por poner un símil, muchos llegamos a los X-Men por los superpoderes y nos quedamos por el culebrón; aquí el culebrón no vale la pena.
Un dibujo sin magia
¿Y el dibujo ayuda? El dibujo “deslumbra” y no, esto no es bueno. Como todo aquello que encandila, una vez te fijas bien, te das cuenta de que no hay nada realmente hermoso tras de sí, solo fuegos fatuos. Aquí, más allá del diseño cartoon o el coloreado digital exagerado, lo que encontramos es personajes muy estáticos, fallos de proporciones o instantes donde el guion y el dibujo no encajan (hay un momento en que un personaje suelta un “ja, ja” para reírse y el dibujo está más serio que una columna).
Ilógico sabiendo que Boo ha dibujado y escrito el cómic, aunque me pregunto si la autora no fue improvisando sobre la marcha y obvió el libreto. Por tanto, muchas viñetas quedarían bien como una ilustración “young adult”, pero no es cómic o, al menos, no es buen cómic.
Conclusiones
Eso explicaría que finalmente la obra se resuelva rauda y de forma abrupta, sin ningún tipo de atmósfera más allá de las citas de Edgar Allan Poe que abren cada capítulo. No hay auténticos personajes. No hay auténtico drama. No hay nada que nos haga querer seguir leyendo. Solo hay personajes que van de un lado para otro y la idea final de que hemos perdido el tiempo con un cómic que se confirma como una absoluta decepción.
Por último, si alguien me dice que todo esto se explica porque es una novela de corte “juvenil” publicado en el sello de Norma Editorial para estas obras (Astronave), mi respuesta será la de siempre: porque algo sea “juvenil” no quiere decir que tenga que tratar a su público como idiota. Es más, un niño o un adolescente tiene la habilidad para pillar a un farsante a la legua. Por eso, no aguantan a sus padres ni a los profesores. Tampoco aguantarían este cómic ni que se justifiquen sus carencias en base a “es para chavales”.
Si quieren ejemplos de dark academia más interesantes, vayan a por los ya citados: El secreto, Wednesday, Babel, The Magicians… y olvídense de La maldición de Younwity. La única maldición que hay en este cómic es la que sueltas cuando te das cuenta de que te has gastado 22 euros en un cómic tan inane.
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