Heathcliff el vampiro: Cumbres borrascosas de Emily Brontë

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Cumbres borrascosas se ha convertido en una de las grandes novelas del gótico. ¿Con razón?

«No sé si es una peculiaridad mía, pero rara vez no me siento feliz velando en la habitación de un muerto, si no comparte ese deber conmigo un deudo enloquecido o desesperado. Veo un reposo que ni la tierra ni el infierno pueden romper, y siento la seguridad de un más allá sin fin y sin sombras —la eternidad en la que ellos han entrado—, donde la vida no tiene límites en su duración, ni el amor en su compasión, ni el gozo en su plenitud»-, Cumbres borrascosas de Emily Brontë.

Llama la atención que un escritor como H. P. Lovecraft hablase de Cumbres borrascosas en sus ensayos sobre el género del terror si nos atenemos a la falsa edulcoración que sufren algunos clásicos. Hoy, Cumbres borrascosas se ha convertido en una especie de novelita romántica con la que hacer vídeos en TikTok o peor, a la que hacerle “homenajes” en infames “novelas” como Crepúsculo. Sin embargo, si regresamos a la prosa de Emily Brontë hallamos en este libro pasajes tétricos en los que la muerte parece la única vía de escape para unos personajes culpables de las apariencias, los deseos y la malignidad, y donde fantasmas y ecos del pasado rondan los pasajes de la tétrica Wuthering Heights.

Cumbres borrascosas es ante todo, más allá de las fantasías que otros pongan en ella, la novela de un villano catalogado de byroniano como es Heathcliff. Pero en aras de ofender a aquel vividor maldito que fue Byron, podríamos decir que hay mucho de ese aristócrata vampírico que es el Lord Ruthven de John William Polidori, médico, sirviente, amante y enemigo de Byron, quien tomó el carácter de su amo para transfigurarlo en una criatura de la noche. Si el vampiro se convirtió en una especie de aristócrata en esta época, fue por autores como estos. Y aunque Brontë rehuya al chupasangre común, no teme citarlo en algunos pasajes (como Kate Bush no temía usar el insoportable falsete en la canción que le dedicó a la famosa obra).

La sombra de Heathcliff

Y es que Heathcliff es lo mejor del libro. Surge como un misterioso niño que acaba convirtiéndose en señor de las tierras donde transcurre la historia y que, ya convertido en hombre, se dispone a vengarse al ser rechazado por Catherine. Lo que hoy en día consideraríamos un culebrón y nos haría comprender mejor el concepto de “telenovela”, pero que, para los académicos, no deja de ser uno de los máximos exponentes de la llamada literatura gótica, esa especie de monstruo de Frankenstein que no se sabe si ponerla en el cajón del Romanticismo o qué se enraíza con extrañas novelas como El monje a través de un tapiz deshilvanado, que es aquello en lo que se ha convertido la Historia de la Literatura.

Crítica de Cumbres borrascosas de Emily Brontë, ¿por qué le gustaba a Lovecraft? Share on X

Sin embargo, hacer estos párrafos y dejarlo ahí sería embadurnar un borrón, es decir, sería hablar de lo insignificante ante la auténtica gracia de esta obra y está en crear a un villano al que podemos llegar a entender, siempre y cuando juzguemos desde la estética del arte y la literatura. Cualquier idiota que intente trasladar comportamientos como los de Heathcliff a la vida real, comprenderá muy pronto que está más cerca de acabar como Madame Bovary que como el Quijote. Y es que, volviendo a lo ya comentado, lo interesante de este personaje está incluso en lo que insinúa Brontë cuando, más allá de catalogarlo como “gitano”, lo llama “vampiro”.

No es azaroso: la novela Heathcliff: Vampire of Wuthering Heights de Amanda Paris no deja de ser un fanfic o pastiche (no sé qué término suena peor), donde alejándose de las connotaciones que hoy catalogaríamos de racistas, se centra en el extraño elemento sobrenatural que podemos hallar en Heathcliff y que fue uno de los aspectos que pudo fascinar al creador de Providence.

Laurence Olivier Heathcliff
El Heathcliff de Laurence Olivier, en una de las adaptaciones cinematográficas del libro.

Amor y muerte

Más allá de todo esto, tenemos una historia de amoríos, desencuentros, ricos haciéndose cosas de ricos, crueldades, escenas abruptas, historias que una sirvienta cuenta a un extraño que no deja de ser nosotros… y, en medio de esas calamidades, de esos personajes que vienen y van con la idea de destrozarse los unos a los otros, brillan los insólitos elementos de oscuridad que Brontë sembró en su obra, desde la tenebrosa Cumbres borrascosas donde aparecen fantasmas, pasando por el Heathcliff que vaga por los bosques oscuros y pantanos cuando siente que ha perdido su razón de ser, hasta escenas como la muerte de Catherine, que podría evocarnos a la muerte de Lucy Westenra en Drácula años más tardes. Y es que como en una buena canción de rock gótico, la muerte es una puerta para escapar del horror de la vida.

Al final, persiste el eterno mensaje sobre cómo la venganza es inútil. Heathcliff, humillado desde la niñez, hace daño a todos aquellos que están en Cumbres Borrascosas o la Granja de los Tordos. Huye con Isabela, tiene un hijo, repudia al crío, maltrata a Catherine, maltrata a la hija…, pero en una especie de epifanía, se percata, cerca de su final, que… nada tiene sentido. Que su venganza es estéril como lo ha sido su vida. Y ahí radica la gran ironía: aunque consigas vengarte, ¿valdrá la pena esa vida consagrada a la vendetta? A esa pregunta debe responder el lector, aunque Brontë lo deja bastante claro.

Árbol de personajes de Cumbres borrascosas
El árbol de personajes de Cumbres borrascosas por Fernando Vicente para la edición ilustrada que reseñamos. Fuente: www.fernandovicente.es

El fin de Cumbres borrascosas

Publicada en 1847, bajo el seudónimo masculino de Ellis Bell, Cumbres borrascosas fue una novela extraña en su tiempo, incomprendida por la crítica (¿comprende acaso algo la “crítica”?), pero que con los años, fruto del machaque de la maquinaria anglosajona y de cómo capta la melancolía del romanticismo, se ha ido reivindicando y ha sido llevada a la pantalla en diversas ocasiones (¿aunque será esto realmente un símbolo de esa meretriz que es la “fama”?).

Aunque eso es lo de menos, es interesante ver cómo la propia máquina de hacer dinero que es la cultura anglosajona la ha pervertido para transformarla en una novela romántica (no del Romanticismo) al uso, y obviar aspectos tan interesantes como el pretendido elemento sobrenatural (apenas insinuado, pero presente) o la visión del otro que nos ofrece una Emily Brontë enfermiza, que halló más vida en los libros que en su propia existencia, que acabó a los treinta años, por culpa de la tuberculosis y un resfriado contraído durante el funeral de su hermano, cuando una tormenta condenó a otra de las hermanas Brontë a la paz, la eternidad, que los protagonistas de Cumbres borrascosas tanto ambicionaban, con cada latido de su corazón.

«El terror espeluznante en la obra de Emily Brontë ya no es un simple eco gótico, sino la tensa expresión de la angustia del ser humano ante lo desconocido. En ese aspecto, Cumbres borrascosas se ha convertido en el símbolo de una transición literaria e inicia el crecimiento de una nueva y saludable tendencia», H. P. Lovecraft sobre Cumbres borrascosas.

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