En sus ensayos y en varias entrevistas que pueden verse en YouTube, la escritora argentina Mariana Enríquez compara los talleres literarios con los grupos de terapia. Ella ha estado en los dos y no los soporta por un elemento en común: le importan un «choto» los relatos o los problemas (respectivamente, si es que no son lo mismo) de los demás. Y es interesante, porque es lo mismo que pensaba al leer sus columnas más personales de El otro lado: retratos, fetichismos, confesiones, un libro de ochocientas páginas, editado por Leila Guerriero, que recoge gran parte del trabajo periodístico de la autora y que publica la editorial Anagrama dentro de su sello Crónicas.
Pero aunque parezca que he empezado este texto dándole un sopapo, en realidad es un volumen que he disfrutado y he devorado sin parar en las últimas semanas, sobre todo porque a esas confesiones que van desde cumplir años hasta el kamasutra, le acompañan otros textos interesantísimos y muy acertados sobre literatura, cine, un poco de cómic y, sobre todo, música y es en esos campos donde más me interesa la Mariana Enríquez que se ha convertido para mí en una de las voces más importantes de la literatura en español.
En sus mejores cuentos (los recogidos en Las cosas que perdimos en el fuego), en sus mejores ensayos (Alguien camina sobre tu tumba, una colección de crónicas sobre sus viajes por cementerios) y su mejor novela (Nuestra parte de noche, un libro de libros) podemos detectar la pasión por contar y descubrir al lector nuevos aspectos del mundo en el que vivimos.
Crítica de El otro lado, colección de ensayos de la escritora Mariana Enríquez, autora de Nuestra parte de noche. Share on XDescubrir a gigantes
Si bien el periodismo cultural es una utopía en España, Mariana Enríquez es una maestra a la hora de divulgar sobre la vida de Sylvia Plath, el mundo de los Rolling Stones o Suede, la obra de Neil Gaiman, sus actores fetiche como Alexander Skarsgård (el rostro… y el cuerpo… de Juan en Nuestra parte de noche) y sus películas favoritas, como Mi idaho privado (que sirvió de base para su primera novela, Bajar es lo peor). En este aspecto, además, El otro lado es precisamente eso: el otro lado de la obra de ficción de Mariana Enríquez, ya que nos permite articular cómo es su proceso creativo. Podemos ver reminiscencias de la literatura de Anne Rice o los discos de Nick Cave en muchos de sus cuentos y sus novelas gracias a los ensayos aparecidos en este volumen.
Como detalle personal (que te puede importar un choto), estudié Periodismo con el deseo de especializarme en Periodismo Cultural, que lo pongo en mayúsculas porque imagino que alguna vez tuvo que significar algo, pero en Canarias vamos tan atrasados con el tema que, seguramente, sea mejor dejar este comentario aquí, y resumirlo en que, mientras leía a Enríquez, volvía a enamorarme de los artículos, reportajes, entrevistas y ensayos que mostraban la importancia de la cultura. Sí, imagino que una de las cualidades de los buenos libros es su grado de utopía.
La reina y sus influencias
En los últimos años, Enríquez se ha convertido en una de las grandes voces del terror, no solo en el panorama de la lengua española, sino también a nivel internacional. Podía verse en el Celsius, donde autores como Paul Temblay bebían los vientos por ella. Y no es gratuito, muchos de sus relatos son espeluznantes, pero también tocan la inquietud social de un mundo que está al borde del precipicio… que, a lo mejor, siempre lo ha estado, pero ¿siempre lo estará en el futuro?
Y lo interesante de que Mariana Enríquez sea una nueva reina del terror es que podemos ver también en sus ensayos su capacidad para releer las fuentes originarias del género. Me resultan muy interesantes los textos sobre Mary Shelley, Edgar Allan Poe, Bram Stoker, Shirley Jackson o H. P. Lovecraft. Echo de menos, eso sí, algún texto sobre Stephen King, Alan Moore y otros autores que encuentro también en el maremágnum de una de esas mentes que deberíamos conservar dentro del huérfano panorama de la literatura.
El descubrimiento
Los mejores ensayos, además, son los que consiguen su propósito absoluto: descubrir aspectos nuevos y Enríquez lo consigue gracias a un estilo directo, pero que no sacrifica la capacidad para enseñarnos por qué es tan importante Cormac McCarthy, por qué tendríamos que prestarle más atención a Adele o por qué esperó que en el concierto de Manic Street Preachers en Cuba regresase su perdido Richey Edwards (para hallar solo la decepción). Si uno termina uno de sus ensayos y se ve en la necesidad de profundizar más en los temas que toca, es que ha conseguido su propósito.
Una obra de este calibre solo fracasa si el lector queda indiferente, pero, mientras escribo estas palabras, escucho Moon over Bourbon Street de Sting (tema inspirado en Entrevista con el vampiro) y el Devil Town de Daniel Johnston, así que eso dice mucho de lo que me ha fascinado este gran (en todos los sentidos) volumen.
Fetiche y confesión
El subtítulo Retratos, fetichismos y confesiones es bastante acertado para un volumen que habría sido perfecto con menos ensayos personales que poco ofrecen salvo para aquellos que hagan del chisme su navaja suiza. En mi caso, prefiero a la Mariana Enríquez que habla sobre arte y creación que la que divaga sobre ir en una guagua o los males de un mundo cotidiano que se me antoja más terrible que aquellos que imaginasen los grandes del terror. Es una lástima, porque considero que Enríquez ha tenido una vida muy interesante y, como señalaban críticos anglosajones, estamos ante una rock star de la literatura, una que poco tiene que envidiar a una Patti Smith que ha recomendado su obra.
En Bajar es lo peor o Ese verano a oscuras, atisbamos a la adolescente Mariana Enríquez que vivía obsesionada con la música, la literatura y las drogas duras. Como la novia que nunca quiso Rimbaud, Enríquez fue la noche, pero poco se deja ver en esas columnas más personales donde parece que el editor del periódico o la revista de turno la obligaba a ser una mujer anodina. Poco se puede escudriñar auténticamente de la imagen que ha construido en los últimos años en torno a su biografía (quizá, como mucho, en su columna sobre el miedo a envejecer o la que le dedica al alcohol). Pero ¿cuál es la Mariana Enríquez real y cuál es la ficticia? Y es más, ¿qué importa? Aunque imagino que incluir estas columnas más “simplistas” es un modo también de humanizar a Enríquez y dejar para la posteridad todo ese enorme mosaico que somos los seres humanos, incluso aquellos que vagamos entre tumbas.
Conclusión
Un punto muy interesante de El otro lado es que nos permite tener un fragmento de la obsesión o el fanatismo que siente Mariana Enríquez por aquello que ama. Y eso, en esta época de gente hastiada que no siente nada (como temía Ray Bradbury), es loable, sobre todo porque nos permite entender que aquella musa de Este es el mar nos deja claro que su literatura no tiene fecha de caducidad, pero tampoco su visión del mundo.
En una realidad ideal, podríamos enfrascar todos estos pensamientos en urnas de cristal que nos acompañasen para siempre. Pero como este mundo es imperfecto, tenemos los libros como atisbo de la perfección. ¿No es acaso un libro una pequeña tabla de ouija donde hablamos con muertos o desconocidos? ¿La biblioteca no es un cementerio viviente? Aquellos que naufragamos en las páginas tenemos la verdad.
El otro lado es una propuesta excelente para tener una mirada entre bastidores a la obra y la vida de Marina Enríquez. Será el lector quien decida dónde se siente más cómodo en esta galería de sombras.
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