Todos creamos mundos para huir del nuestro. A menudo, lo hacemos a través de la lectura, el visionado de películas, el escuchar música o jugar a videojuegos. Pero también podemos canalizar nuestras ínfulas de demiurgos con la creación y la escritura puede convertirse así en la catarsis de nuestros mayores miedos.
Diez mil plumas negras de Jeff Lemire y Andrea Sorrentino es una obra que versa precisamente sobre el poder de la imaginación, de sus luces y de sus sombras, de crear mundos.
Rol y terror
Rindiendo homenaje a la serie de dibujos de Dragones y mazmorras donde un grupo de jugadores acababa viviendo su propia partida (al estilo Jumanji), Trish y Jackie son dos bichos raros que no encajan. Trish es una devoradora de libros que intenta crear su propia historia, pero será cuando conozca a Jackie cuando dicha obra tome forma.
Y es que ambas están abandonadas: Trish es huérfana y su mayor temor siempre ha sido quedarse sola; mientras que Trish tiene una madre que apenas se ocupa de ella y un montón de libros de terror y fantasía que suplen la ausencia de un padre del que no sabe nada.
En el sótano de Trish, entre pósteres de películas de horror, las dos amigas conciben su propio mundo de fantasía a partir de los retazos creados por una de ella en su cuaderno. El elemento que las une, cómo no, es la fantasía. Ambas han leído Un mago de Terramar, una joya de la fantasía de Ursula K. Le Guin que trata sobre el joven Ged, un aprendiz de mago que debe iniciar un viaje para enfrentarse a su propia sombra. Pronto, las amigas mencionan otras obras que van desde H. P. Lovecraft hasta La Torre Oscura, dos referentes que también aparecerán en el relato, y es que lejos de encontrarnos con una fantasía épica a lo El Señor de los Anillos, en Diez mil plumas negras hallamos un mundo posapocalíptico, con terribles monstruos que pueden robar tu piel o con el Rey Corvus, un señor oscuro que ha impuesto su propio mal en el corazón de la ficción.
A través del rol y la escritura, ambas pueden viajar a otro mundo y descubrir los secretos que en la vida real no pueden ni siquiera atisbar. En su propia cosmogonía, Trish es una hechicera y Jackie es una guerrera que van en pos del terrible Rey Cuervo y viven aventuras más allá de la propia realidad.
Huidas imposibles
Pero como siempre, la ficción tiene un precio y la magia también, tal y como nos enseñó Los magos de Lev Grossman. En Diez mil plumas negras ese precio es crecer: el tiempo es, sin duda, el mayor enemigo de todos. Trish se mantendrá apegada en su mundo de magia, mientras que Jackie crecerá y huirá de él. Pero ¿se puede huir de aquello que se ha creado o, mejor dicho, descubierto?
Y es entonces cuando Jeff Lemire y Andrea Sorrentino insertan el elemento del satanic panic, una época donde en Estados Unidos se acusó a los juegos de rol, la música rock y cualquier otro elemento considerado fuera de lo común como una fuente perfecta para la magia negra, los ritos satánicos e incluso los asesinatos rituales.
De ahí que surgiesen tristes noticias propagadas por el amarillismo de la prensa o películas tan tendenciosas como Mazes and monsters, película donde Tom Hanks se enfrentaba a la locura debido a una partida de… una especie de Dragones y mazmorras. El tiempo, por suerte, ha puesto en su lugar toda esta ola de indignación que se propagó por los Estados Unidos y ahora las partidas de rol no dejan de ser lo que siempre han sido: juegos donde la imaginación es importantísima. No obstante, gracias a la serie Stranger Things en su cuarta temporada o la obra del escritor de terror pop Grady Hendrix hemos llegado a ver lo que ocurrió en esa época.
Diez mil plumas negras es uno de los cómics más interesantes del Jeff Lemire reciente... pero ha pasado desapercibido... hasta ahora Share on XEl tiempo como monstruo
Y a esta tendencia tendríamos que sumar Diez mil plumas negras, ya que se inserta también la desaparición de Jackie como otro elemento fundamental. No debemos olvidar quiénes son sus autores: tenemos a Jeff Lemire y Andrea Sorrentino, que son dos creadores a los que debemos Gideon Falls, una obra de terror sobrenatural donde se jugaba con el gran villano: el tiempo.
Y aquí ocurre lo mismo, aunque a menor escala: una Trish adulta, que vive de escribir novelas de terror con las que intenta sacar las voces que la acosan de su cabeza, regresa a la ciudad de Hamilton diez años después de que desapareciese Jackie. Aunque haya intentado huir, no es lo suficiente. Nunca lo es. Y deberá descubrir qué ocurrió con su amiga y quedar en paz con sus demonios, si es que eso es posible.
Los monstruos que creamos
La mención de Gideon Falls no es azarosa. Al tiempo que es crucial en ese cómic, se agrega también el terror y lo macabro, además de un aire de fantasía oscura y suspense que no le sienta nada mal.
Si bien Gideon Falls me parece fallida porque a menudo se enreda más y más para conseguir bien poco, en el caso de Diez mil plumas negras tenemos la suerte de que es una obra conclusiva de cinco números que forma parte de los Mitos del huerto de huesos, la idea que ha tenido Jeff Lemire para crear su propia mitología siguiendo la estela de los Mitos de Cthulhu de H. P. Lovecraft.
Tenemos la suerte de que por ahora, las dos obras publicadas dentro de los Mitos del huerto de huesos (El pasadizo y Diez mil plumas negras) son autoconclusivas y no se necesita haberlas leído por orden para acercarse a ella y entenderlas (en mi caso, he empezado por Diez mil plumas negras).
Lo interesante es que Andrea Sorrentino vuelve a brillar como dibujante de Diez mil plumas negras, aunque su brillo es un brillo oscuro, aunque esto suene a contradicción. Además, regresan sus juegos narrativos que, en muchas ocasiones, están por delante del guion (aunque aquí Lemire no queda tan deslucido como en algunos segmentos de Gideon Falls, por ejemplo).
El hiperrealismo de sus rostros se hace todavía más poderoso gracias al coloreado de Dave Stewart, quien realza todo el trabajo gracias a unas atmósferas que en el presente son cargadas y oscuras, mientras que en la niñez tienen un tono incluso naíf (a medida que los personajes crecen, los colores van volviéndose más sombríos, como la propia trama).
Luces y sombras
Y tenemos que hablar del guion. Jeff Lemire es un autor muy inteligente que ha conseguido obras muy interesantes a lo largo de los años. Comenzó como dibujante, contando sus historias de Canadá, en la interesante y triste Essex County.
Sin embargo, con los años, se ha convertido en uno de los autores más reconocidos del cómic de terror. También es muy prolífico, quizá demasiado, ya que algunas de sus historias parecen esbozos para una serie de Netflix: es el mal de Mark Millar, creadores de cómics que en vez de escribir cómics hacen storyboards para una serie (Lemire ya ha adaptado Sweet Tooth), ya que todos sabemos que vender los derechos para una adaptación da más dinero que crear un buen tebeo… y de ahí la deriva de la industria.
Recientemente, me ocurrió con su Little Monsters: una buena premisa apenas esbozada en los números publicados. Esto, por suerte, no ocurre con Diez mil plumas negras, porque es un relato bastante condensado y que no necesita secuelas… pero, irónicamente, es el que me ha dejado con ganas de más volúmenes.
Imagino que el riesgo de que esta obra acabase pareciéndose a D.I.E. de Kieron Gillen jugó en su contra (trata sobre un grupo de chavales que son capaces de entrar en su propio mundo de rol, un mundo de fantasía desmitificador y donde desapareció uno de sus antiguos amigos… Vemos así un elemento común con Diez mil plumas negras).
Sin embargo, me funciona muy bien la mezcla de estilos e incluso guiños tan dispares como los que hace a Lovecraft, King o Clive Barker (con una tortura digna de los cenobitas). Y, del mismo modo, me gusta cómo la realidad se dibuja como un erial gris donde Trish intenta aceptar su sexualidad, el miedo a la soledad y el deseo de recuperar al amor de su vida: las historias deben tener un corazón, de lo contrario, no nos dicen nada. Una lástima que al final sea una obra tan corta, porque no nos hubiera importado continuar el viaje de Trish durante más páginas.
Y es que todos creamos mundos, pero cuando hallamos uno que merece la pena, aunque sea bajo las oscuras plumas del Rey Cuervo y su reinado de sangre, no queremos abandonarlo. Esa es parte de la magia de las historias, de crear mundos.
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