Éste es el mar de Mariana Enríquez: devora a tus dioses

«Vashti le había enseñado a dejar pasar los recuerdos. «Somos viejas», le había explicado, «muy viejas, y tenemos el mismo problema que los humanos: olvidamos. Y, como somos mucho más viejas que el más anciano de los humanos, es mucho lo que hemos olvidado».

En varias charlas y entrevistas, la escritora argentina Mariana Enríquez comenta que estudió periodismo por dos motivos: para estar más cerca del mundo editorial, pero, sobre todo, para estar más cerca de los grupos musicales que le fascinaban. Nick Cave, David Bowie, Suede… cautivaban a Enríquez hasta el punto en que decidió descubrir por qué tantas personas idolatraban a los músicos y se entregaban a una fuerza casi atávica. Y lo hizo a través de sus historias.

Éste es el mar es la respuesta a muchas de las obsesiones de Enríquez. En esta novela corta, seguimos a Helena, miembro del Enjambre, una fuerza que sacrifica y convierte en Leyenda a artistas como John Lennon, Elvis Presley, Sid Vicious, Kurt Cobain… Todos ellos con finales trágicos, todos ellos convertidos en dioses, todos ellos con legiones de fans entregados a su música. En el libro, Helena es parte del séquito de Fallen, una banda liderada por James Evans, un cantante condenado a convertirse en una de esas leyendas trágicas o caer en el olvido. Para lograr su propia liberación, Helena debe llevar a cabo un último sacrificio, ¿será capaz?

El mar y los ángeles

Morir como una tragedia, vivir y ser olvidado. Una dicotomía a la que se enfrenta el cantante James Evans y esa fuerza oscura representada por Helena. ¿Qué es lo más justo? ¿Entregarse al arte y tener un destino cruel? ¿Conformarse con tener una vida sin ningún significado y ser nadie? Todos nos convertiremos en polvo. Todos seremos olvidados. Con nuestras alegrías, nuestras penas y nuestros recuerdos. ¿No es el arte un modo de dejar huella, de ser recordado, de conquistar la inmortalidad? Como decía Kurt Cobain: «es mejor arder que apagarse lentamente».

Más allá de un estilo que recuerda a un Clive Barker de los Libros de Sangre escribiendo una historia corta del Sandman de Neil Gaiman (me viene a la cabeza la fantástica Calíope), Mariana Enríquez consigue también dar su propia visión de una realidad donde lo oscuro, lo secreto y lo fantástico se mezclan.

No es la primera vez que la argentina tocaba la temática del sacrificio del artista y su relación con el público. En el cuento Carne de Las cosas que perdimos en el fuego hablaba de la relación macabra que dos adolescentes mantenían con un rockero fallecido. Él no moriría mientras ellas lo consumiesen (de un modo literal) y que podía compararse con la idea de tomar la carne de Cristo y comerla. Los rockeros eran los mártires, los jesucristos de una nueva época.

Si Ese verano a oscuras fue una obra donde Mariana Enríquez contó con ilustraciones, no sería extraño imaginar que Éste es el mar se pudiera convertir en una novela gráfica, al igual que muchos cuentos de Gaiman se han transformado en fantásticos cómics, como El puente del troll, u obras ilustradas, como La joven durmiente y el huso. El argumento y el estilo de Enríquez, sus raíces, lo permiten.

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Los conciertos se convierten en rituales en Éste es el mar. En ellos, los dioses descienden a la tierra para convertirse en mitos, leyendas. | Imagen libre de derechos: Pixabay.

La muerte de la magia

Hablando de raíces, puede que algunos de los lectores acostumbrados al sello de Anagrama que acompaña a las obras de Enríquez en nuestro país se sorprendiesen al saber cuáles son las fuentes de las que ha bebido la autora argentina. Tenemos la suerte de que ella no esconde que bebe del manantial del que han bebido autores como Stephen King, Richard Matheson o Shirley Jackson, entre otros.

Uniéndose a la tradición de la fantasía urbana oscura (si nos disponemos a catalogarla dentro de algún subgénero), Enríquez da explicación a los extraños misterios que rodearon la muerte de cantantes como Kurt Cobain, al que nadie buscó en su hogar, al de John Lennon, que salió de su casa sin guardaespaldas, al de Elvis, que murió solo pese a su frágil salud… El Aislamiento es la respuesta, ese estado en el que el artista, sin ser consciente, se entrega al Enjambre y se dispone a convertirse en algo más que humano por medio del sacrificio.

De ese modo, la novela entabla también un diálogo con aquella Anne Rice que consideraba que su oscuro Lestat decidiría convertirse en un ídolo del rock para disfrutar de las mieles de la fama y la divinidad. Los músicos serán los nuevos dioses, al menos por un tiempo, ya que como muchas obras fantásticas, la magia está desapareciendo en el mundo de Éste es el mar de un modo semejante a cómo J. R. R. Tolkien lo planteó en El Señor de los Anillos: el tiempo del Enjambre, de la maravilla, ha desaparecido.

«Y fue todo lo que podías tener. Después, llega la inmovilidad y la desaparición. Nunca va a quererte. Son de distintas especies y tiempos. Tu vida es su muerte. No hay nada más. Estás viva para matarlo. Otras, en el Enjambre, están vivas para crear su devoción. Para amarlo incluso. Pero no está en nuestra naturaleza ser correspondidas. No hay amor entre ellos y nosotras».

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Éste es el mar es una novela que explora muchos de los temas que fascinan a la escritora argentina Mariana Enríquez

El sacrificio

A lo largo de la obra, se alude a Hécate y otras fuerzas lúgubres que nos llevan a pensar en los mitos griegos. Recuerda a las musas inspirando a los artistas. Evoca el águila devorando las entrañas de Prometeo. Se vuelca en la muerte de Orfeo. Es una novela corta sobre el sacrificio como forma de perdurar. Y es parte de la fuerza de Éste es el mar, un mito moderno sobre cómo creamos y devoramos a nuestros dioses.

Gracias a ello, la visión mágica y oscura de Enríquez es digna de ser celebrada dentro del panorama fantástico de nuestro idioma. Si bien ya lo demostró con su celebrada novela Nuestra parte de noche, encontramos también su huella en los relatos de Las cosas que perdimos en el fuego. Incluso en cuentos que todavía eran ensayos (Los peligros de fumar en la cama), Enríquez ya exploraba la oscuridad. Y no la ha abandonado, sino que sigue en ella.

Aquel lector que se quede con «hambre», puede conocer más de la visión de la música de Enríquez en El otro lado (un compendio de su obra periodística). Es más que recomendable para comprender a aquella joven que, mientras escribía novelas como Bajar es lo peor, se sentía fascinada por Bruce Springsteen o Kurt Cobain, la misma que dice haber olvidado muchas cosas, pero no la fecha de la muerte de muchos de sus cantantes favoritos.

Cenizas a las cenizas

La realidad supera a la ficción. Decía Oscar Wilde que el arte no debía imitar a la vida, sino al revés. No importa cuando pensamos en la propia tenebrosidad de la vida real. Recordemos cómo las cenizas de Kurt Cobain fueron robadas para acabar siendo consumidas junto a la marihuana, tal y como recoge Joselo G. Ramos en su comentario sobre Carne de Mariana Enríquez:

«Nada alejado de la ficción que presenta Enríquez, algo similar ocurrió en mayo de 2008 cuando alguien robó las cenizas de Kurt Cobain, cantante de Nirvana, icono del rock en los noventa. Parte del cuerpo incinerado de Cobain terminó en manos de Natascha Stellmach, una artista australiana, quien anunció públicamente que, durante una exposición artística, fumaría las cenizas mezcladas con marihuana. Al igual que en “Carne”, las intenciones de Stellmach eran las mismas que impulsaron a las fanáticas de Espina. Para ella, las cenizas llegaron a ella para cumplir un acto especial: “Vinieron a mí. Y yo lo voy a liberar” (“¿Quién se fumó las cenizas de Kurt Cobain?”, RockPress, 2018)».

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Éste es el mar habla de muerte, de vida, de sacrificio, de música.

Conclusiones

Si la palabra es magia para los seguidores de la magia del caos como Alan Moore, Mariana Enríquez considera la poesía como el arte más potente y misterioso, aquel del que nace la poesía y la tragedia, aquel que antecede a todo y, con una melodía o una palabra, plantan mundos enteros en el alma de los que la escuchan. Hay mucho de ritual, mucho de fascinación en este origen del arte. Acaso, ¿Platón no comparaba que los artistas eran maníacos que sufrían del susurro de los dioses para convertirlos en lo que eran?

Los seres humanos recorremos el camino infausto de la creación artística para, al final, acabar consumiendo nuestro corto espacio de tiempo en la Tierra. ¿Por qué no vivimos sin más? ¿Por qué no comemos, bailamos, reímos, viajamos, amamos, lloramos… en vez de dejar que nuestro tiempo se vuelque en una canción, en una página en blanco, en un lienzo? Quizá porque en el blanco hallamos el espacio para estar realmente vivos o para ser sacrificados. Al final, todos nos convertimos en sangre, en lágrimas, en sacrificio.

Este es el mar se convierte en una novela corta tan cautivadora como la música más oscura. Es perfecta para todos aquellos que amamos el arte y nos sentimos fascinados por la literatura de Mariana Enríquez. Y también por la música de aquellos ídolos musicales que se convirtieron en leyendas.

«[…] Helena piensa que, si todos los dioses deben estar muertos, ellas, que están vivas, deben ser más que diosas. Piensa en James -el dios que yo maté- y sabe que, mientras ella lo recuerde, será recordado».

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