Me gustaría tener palabras más amables para el cómic Daphne Byrne. Tiene todo lo que debería gustarme, pero no está aprovechado en ningún momento.
El cómic, perteneciente a la colección Hill House de DC, nace de la colaboración de la guionista televisiva Laura Marks y el dibujante Kelley Jones, al que muchos conocimos gracias a Sandman. Bajo la supervisión del escritor de Locke & Key, Joe Hill, podíamos aguardar un gran cómic, pero se queda en meramente entretenido y eso si somos generosos.
Espíritus y espectros
Daphane Byrne trata de la joven que da nombre a la miniserie, una muchacha que vive en el siglo XIX, y afronta la muerte de su padre mientras su madre busca a espiritistas que le ayuden a contactar con el alma de su amado. Sin embargo, una entidad muy distinta se unirá a Daphne: el Hermano. Este la perseguirá y la conducirá en una espiral de locura.
Si bien la premisa es buena (y me alegra leer una serie de terror que transcurre en el XIX, que me hace pensar en los clásicos literarios del género), la verdad es que los seis números de Daphne Byrne saben a poco.
Una lástima, porque la premisa prometía casi tanto como las magníficas portadas de un excelente Piotr Jabłoński que acompañan la serie, pero al final se queda en eso: en el mero envoltorio.
Vida y muerte
Como lector que he disfrutado de los relatos de Edgar Allan Poe, H. P. Lovecraft o Elizabeth Braddon, disfruto de las atmósferas tétricas como las de Daphne Byrne. El problema es que nunca llega a salir de su tumba.
Tenemos cultos satánicos y apariciones de seres macabros como el Hermano, pero no me resulta espeluznante, ni siquiera original.
Se podría haber esperado más de sus autores y la supervisión de Joe Hill, pero no consigue explotar un contenido que podría haber sido deslumbrante.
Curiosamente, lo que más «destaca» de Daphne Byrne es el dibujo y eso que no es precisamente bueno, lo que indica mucho del nivel de una historia bastante anodina.
¿Tanto para tan poco?
La historia de Laura Marks sabe a poco: espiritistas, alguien que se dedica a delatarlos, pesadillas, invocaciones diabólicas… y el resultado no acompaña. ¿Cómo puede tener tantos elementos interesantes y ser tan poco llamativo? Casi podríamos decir que ese es su mayor «mérito».
Aunque parece que hay mucho, no se paladea ninguno de los temas tratados. Nunca llega a ser escalofriante o conmovedora. Las respuestas se antojan a ya vistas. Daphne Byrne es insípida. La protagonista no nos dice nada y Hermano queda muchas veces relegado.
Irónicamente, pese a lo anterior, el verdadero corazón de la historia es tan endeble… Da la impresión de que está alargado para lo que nos quiere contar. En realidad, podría haberse resumido en un solo número y no habría pasado nada.
¿Lo peor? Que jamás llegamos a implicarnos emocionalmente en lo que se nos cuenta, porque el guion no emociona y porque el dibujo nos saca muchas veces del cómic. Dos errores terribles para Daphne Byrne.
Ilustrando la sombra
El problema de base está en el dibujo. Y me duele decirlo cuando su autor ha llegado a colaborar con grandes como Bernie Wrightson en títulos como Frankenstein, ¡está vivo! Si bien he disfrutado del recuerdo de la obra de Jones en Sandman o me resultó interesante en Batman: Vampiro, el entintado y el coloreado digital no acompañan a su estilo en Daphne Byrne.
El propio Jones habla en la entrevista que se incluye en los extras de su deseo de poder captar lo umbrío, pero el resultado acaba siendo más bien… grotesco… en el peor sentido.
¿Qué es lo peor? Que hay un problema de comunicación a la hora de transmitirnos a la historia. Si no leemos la sinopsis, desconocemos que Daphne es una adolescente en los primeros compases del cómic, ya que el dibujo no nos hace pensar en esto, sino en una adulta con rasgos extraños. Así es el dibujo.
Constamente, me he encontrado luchando por creerme lo que estoy leyendo, porque una mala viñeta acababa dándome una patada y me sacaba del tebeo. No hay nada más frustante que eso.
Como dato, en los extras podemos ver varias páginas de Jones sin entintar y creo que el resultado es mejor que el que se ofrece en las páginas finales, coloreadas por Michelle Madsen.
Conclusiones
La sensación que nos queda al final de Daphne Byrne es que pudo ser un título interesante, como La familia de la casa de muñecas, pero zozobra porque nunca nos creemos este oscuro relato.
Eso sí, es la enésima confirmación de que algunos escritores dedicados al mundo del cine o la televisión no deberían dar el salto al cómic sin antes asegurarse de cuáles son las características del medio.
Sobre lo gráfico, aunque hay compases donde las imágenes terroríficas son potentes, nunca llegan a ser deslumbrantes ni auténticamente escalofriantes, como cabría esperar de un Kelley Jones lastrado por el coloreado.
Así que al final con Daphne Byrne solo hay un entretenimiento en lo que podría haber sido un gran relato sobre lo que viene antes y después de la muerte.
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