Cómo escribir fantasía a partir de The Mandalorian
Lo he dicho muchas veces, pero lo repito: The Mandalorian se convirtió en mi motivo para vivir cada viernes desde octubre hasta diciembre del año pasado. Es más, echo de menos la serie de Star Wars que volvió a recordarme por qué la saga era tan grande y me dio fe en un año tan funesto como 2020. Es más, todavía lo hace en 2021.
Navegando por Internet, encontré que los compañeros del fantástico podcast La fosa del rancor (que no os dejo de recomendar) tradujeron y compartieron en su web una entrevista a Jon Favreau, cocreador junto a Dave Filoni de la serie y el hombre tras películas como Iron Man (fundadora del Universo Marvel Cinematográfico), entre otros éxitos. En dicho encuentro, Fravreau habló de Star Wars: The Mandalorian desde el punto de vista de la escritura.
Como autor, siempre intento aprender de todos lados. La entrevista me hizo darle vueltas a lo siguiente: ¿qué he aprendido de The Mandalorian como escritor? Así que, subamos a la Razor Crest (o lo que quede de ella) y abrochémonos los cinturones: he aquí cinco aspectos que aprendí como escritor viendo The Mandalorian.
Una historia “simple”, pero llena de (F)fuerza:
He encontrado que mucha gente piensa que The Mandalorian es demasiado sencilla, que no presenta «ningún desafío». Pienso que esto es un error: contar cualquier historia es un desafío; lograr que sea un éxito es un reto. Muy sabiamente, Jon Favreau y Dave Filoni propusieron la historia de un cazarrecompensas cuyo arco de evolución pasa por salvar y proteger a un niño, cuestión que le hará cambiar. Es un relato clásico sobre un viaje, pero no por ello es un mal relato.
Es más, es una decisión inteligente, porque atrae a nuevos seguidores que pueden disfrutar de la serie e interesarse por Star Wars gracias a esta aventura tan comprensible, a la vez que permite a los aficionados apartarse de la Saga Skywalker y emprender una nueva travesía. Si seguimos contando esta historia desde tiempos pretéritos es porque nos sigue conmoviendo.
Otra cuestión que me queda clara leyendo (o escuchando) a Favreau, Filoni u otros artistas participantes en The Mandalorian es lo siguiente: les gusta Star Wars. Cuando vemos documentales como el Gallery, por ejemplo, observamos cómo Filoni defiende las precuelas de un modo apasionado, basado en argumentos.
En la propia serie, nos percatamos de la pasión de sus creadores hacia toda esta galaxia muy, muy lejana. Como autor, pienso que debemos amar nuestra historia, nuestros personajes, nuestros escenarios… Muchas veces, es arduo, pero ¿qué otra nos queda? Si algo no nos apasiona a nosotros, no le apasionará al lector o el espectador.
Aquellos que solo escriben para hacer bestsellers o ganar dinero a mansalva, deberíamos recordar aquello que dijo el agente H. N. Swanson:
«Siempre que me preguntan qué tipo de escritura da más dinero, contesto que las notas donde se exige un rescate».
Capacidad simbólica y la riqueza de los personajes:
¿Por qué triunfa realmente Star Wars? ¿Por las batallas? ¿Por los duelos de espada láser? ¿Por los alienígenas? No, en el fondo, son adornos (algunos tan fascinantes que nos encantan), pero si Star Wars ha conectado con la gente es por su historia, sus personajes y su amplio simbolismo. Un fenómeno como Star Wars no puede mantenerse solo con la publicidad, se mantiene por la pasión que levanta en el espectador y por todo lo que se puede escribir sobre ella.
No somos Harold Bloom ni toda esa gente aburrida que cree que la ciencia ficción y la fantasía son un postre insustancial; como comentaba Steven Spielberg, la ciencia ficción y la fantasía se han convertido en el primer plato y lo ha hecho por su amplia capacidad reflexiva. Como bien sostenía en su literatura Ray Bradbury, la alta capacidad metafórica de la fantasía es lo que permite hablar con más fuerza del ser humano, aunque el escenario posea naves espaciales, espadas láser, androides…
George Lucas lo tuvo claro y tomó elementos que recordaban a obras clásicas de la fantasía y a los mitos, lo que conectó la saga con Joseph Campbell y el viaje del héroe. Eso permite que una historia (en apariencia simple) guarde importantes resonancias que conectan con el espectador (casi de un modo inconsciente) y que hace que los análisis y las conexiones sean más enriquecedoras.
Si os apasiona este tema, os recomiendo La ideología de Star Wars, obra que me recomendó J. J. de La fosa del rancor, y donde se habla de la capacidad simbólica de la saga desde el punto de vista filosófico. Una obra excepcional que nos hace darnos cuenta de por qué triunfó realmente Star Wars.
Tuve la suerte de conocer a Miguel Ángel Fuertes, quien trabajó en los efectos especiales de La amenaza fantasma, y siempre me comentaba que lo que hacía grande una historia no era solamente la historia, sino los personajes. La mayoría de las historias pueden reducirse a conceptos muy básicos, lo que hace que sigamos contándolas son los personajes y la riqueza de estos, más allá de los nuevos escenarios, problemas…
Si el espectador no se siente identificado con los personajes, de nada servirá lo que creemos. Para ello, podemos basarnos en arquetipos como los de Campbell o Jung, pero podemos añadirle otras cuestiones. Esto hace que Mando, Grogu, Ahsoka, Boba, Bo-Katan, Cara y compañía se conviertan en personajes fascinantes: se juega con arquetipos y se construye una ficción que conecta no solo con una generación, sino con varias. ¿Seremos capaces nosotros de lograr algo así?
Un sinfín de géneros:
Si bien Star Wars es space opera, triunfó por lo que bien ha continuado The Mandalorian: la mezcla de géneros e influencias, que ya empezó con la película original, Una nueva esperanza. En The Mandalorian tenemos fantasía, películas de samuráis, western, bélico, pulp…
Lejos de convertirse en una amalgama sin demasiado sentido (como lo fue Sucker Punch de Zack Snyder), Dave Filoni y Jon Favreau se alimentan de toques de diversas obras, no solo de Star Wars. Y es otro reto que nos demuestra que la hibridación puede ser la clave para seguir contando relatos que, aunque tengan ecos de otros, resulten espectaculares y, sobre todo, obtengan resonancias en el espectador.
Ya lo decía Kevin Feige cuando más que hablar de un género superheroico, el cabecilla de Marvel Studios nos hablaba de cómo cada película de Marvel podía responder a un esquema diferente al que se le sumaban los metahumanos: Soldado de Invierno era un thriller de espionaje, Guardianes de la Galaxia era space opera, Doctor Extraño era una película sobre magia, Thor era un film de fantasía…
Nunca dejes de escribir o nadar en el río creativo:
Ray Bradbury hablaba de la imaginación como un músculo que se fortalecía si escribíamos todos los días. Es cierto. El propio Jon Favreau reconoce en la entrevista, traducida por Alejandro Buyo, lo complicado que es retomar la escritura si se abandona el hecho de hacerlo diariamente. De ahí que, incluso antes de que aprobasen el proyecto, él ya se pusiera a escribir sobre él. Esto hizo que conociera los personajes, los escenarios y los elementos clave desde un comienzo.
No obstante, Favreau habla de cómo le resulta desalentador escribir por encargo, solo por una fecha límite. Él prefiere partir de la inspiración, de ese impulso, esa fuerza que no te deja dormir, que hace que sueñes despierto con tus personajes y que creo que todos los que escribimos hemos sentido alguna vez.
«Sé por haber trabajado en un campo creativo el tiempo suficiente que la inactividad es más perjudicial que perder el tiempo en algo que no va a ninguna parte porque conducirá a otra cosa»- Jon Favreau.
Es decir, Favreau no se cruza de brazos, sino que sigue escribiendo y ve la creación como un proceso orgánico que trasciende varias películas u obras del autor. A menudo, se suele malinterpretar todo esto y pensar que la inspiración es que se te aparezca una musa y te diga qué escribir, cuando realmente la inspiración se presenta trabajando y es más bien un estado donde las historias fluyen mejor y se siente más gratificante, no un acto falsamente divino.
Neil Gaiman, escritor de The Sandman, Coraline, American Gods y varios capítulos de Doctor Who (entre otras joyas), comentó lo siguiente sobre la escritura de sus obras y creo que es pertinente que hablemos de ello:
«No es que sea un truco, en realidad; me siento y escribo, y me da igual lo malo que sea lo que estoy haciendo. Puedo hacerlo porque sé que al día siguiente me despertaré, miraré lo que he hecho y diré: «Sí, la verdad es que no es demasiado bueno, pero se debe principalmente a que aquí sobra esta frase, a que el párrafo que viene a continuación es bastante toscoy a que esta escena del medio habría que ponerla al comienzo». Dicho de otro modo, cuando mi capacidad para escribir se atasca durante un tiempo, aún puedo confiar en la parte de editor de mi mente para que lea con objetiva lo que he hecho (es decir, soy capaz de leerlo como si el autor de ese texto no fuese yo, sino otra persona) y arreglar los problemas que presenta».
Pero escribir todos los días puede resultar muy difícil. ¿Qué hacer si no se está inspirado? En mi caso, suelo escribir reseñas. También tengo un cuaderno donde anoto cosas. Mi mayor problema es encontrar una franja diaria exacta, cada día, para llevar a cabo este proceso. En el caso de Favreau, comenta lo siguiente:
«Hay un truco que usé originalmente para el bloqueo del escritor en el que puedes escribir incluso si tienes que superar algunas tonterías, unas pocas páginas de tonterías. Solo prepara la bomba y escribe. La parte difícil es como, ¿cómo escribes? Tú solo escribe. Así es como lo haces. Es más fácil decirlo que hacerlo. Pero la única forma de escribir es escribir. Eso es diferente a todo lo que hago en este campo».
Decía Hy Bender, autor de The Sandman Companion, lo siguiente sobre el proceso de creación y lo complejo que llega a ser para el autor cuando se encuentra en medio de la vorágine de la escritura:
«Embarcarse en cualquier aventura de índole creativa es ante todo un acto de fe. Ante todo, necesitas creer que tienes algo importante que decir, que tienes la capacidad, el valor y la perseverancia que se necesitan para decirlo, y que habrá público ahí fuera que se mostrará receptivo con lo que estás creando. Aunque mantener esa fe, muchas veces, puede resultar difícil… Sobre todo si tu resistencia depende de algo tan etéreo como sacar personajes de la nada y dotarlos de vida».
Otro concepto que me llama la atención es el río creativo, es decir, un proceso donde se llegan a sumar afluentes que pueden ser colaboraciones de artistas como Doug Chiang, quien realiza concept art de la serie incluso antes de que empieza a escribirse, en The Mandalorian. ¿Cómo podemos aplicar todo esto en la obra?
«Ahora existe la colaboración, por lo que obtienes esta gratificación muy inmediata de escribir algo, enviárselo a otra persona para que lo lea, obtener sus comentarios o incluso obtener obras de arte, y esa obra de arte se convierte en un reflejo de lo que has escrito. No tienes que esperar un año para verlo en la pantalla, en realidad lo estás vislumbrando en ese mismo momento, y eso te inspira», Jon Favreau.
El escritor y creador de juegos de rol, Enrique Dueñas, comentaba en uno de sus vídeos que dibujar una escena le ayudaba a luego escribirla. Otro caso célebre es el de Alan Moore, que siempre tiene en cuenta a sus dibujantes a la hora de crear las historias, sabiendo qué les gusta dibujar más, cuáles son sus pensamientos hacia el género en el que se han embarcado…
En mi caso, las colaboraciones pasan por muchas conversaciones con personas a mi alrededor o en redes, y, por supuesto, por la búsqueda de influencias literarias y visuales, además de Pinterest y otras herramientas que me ayudan a navegar en ese río creativo.
La importancia de dejar brújulas o mapas:
Existe la creencia de que los escritores nos dividimos entre los que hacemos esquemas (mapa) y los que van directamente por «intuición» (brújula), cuando creo que la mayoría solemos tomar cuestiones de ambos campos. Por un lado, podemos partir de cierta escaleta, pero solemos improvisar, porque a nosotros también nos gusta sorprendernos con nuestra obra. Si fuese solo de mapa, me aburriría tener todo demasiado trazado. Si fuese solo de brújula, me perdería y lo pasaría tan mal como Stephen King con Apocalipsis (The Stand) de la que llevaba cientos de páginas cuando sufrió un bloqueo del que solo salió poniendo una bomba.
En el caso de The Mandalorian, Jon Favreau habla sobre cómo dejó que la historia evolucionase de modo orgánico y de ahí surgió la idea de la aparición de Luke Skywalker.
«La historia se desarrolló mientras la escribía. The Mandalorian hereda mucho de las historias de Star Wars existentes, y cuando escribo, ese contexto siempre es una consideración. Quedó claro que, dentro de la continuidad establecida, es probable que sucedan ciertas cosas».
Recordemos que Favreau en Iron Man, por ejemplo, era partidario de improvisar diálogos con el reparto y trabajar sobre unas líneas generales, lo que hacía que la película se sintiese tan fresca. Dicho de otro modo, había un camino, pero luego se decidía cómo afrontarlo.
En las últimas semanas, mucha gente se ha quejado de que la trilogía de secuelas de El despertar de la Fuerza, Los últimos Jedi y El ascenso de Skywalker fueron películas demasiado «improvisadas» y sin un rumbo fijo; muchos echamos en falta una especie de showrunner que marcase pautas más específicas, crease presagios, etc. Se ponía el ejemplo de The Mandalorian como lo contrario: algo bien planificado. Ahora, muchos defensores de las precuelas han usado las palabras de Favreau para hablar sobre cómo la historia de Mando estaba “improvisada”…
Como autor, creo que es más complicado hablar en términos absolutos sobre el proceso creativo. No es lo mismo dejar abierta la evolución de la trama, que, directamente, no tener una trama definida. La creación es un proceso orgánico.
Por eso, aunque haya ordenadores que escriban novelas de modo automático, nunca será igual que una novela escrita por un ser humano, con sus pasiones, sus deseos, su forma de ver el mundo… A menudo, cuando escribimos, trazamos breves rutas previas, pero el rumbo cambia como si estuviésemos en un viaje.
Imagina que nos vamos de senderismo, marcamos en un mapa una ruta y cuando llegamos a cierto punto, nos damos cuenta de que la lluvia lo ha hecho intransitable. ¿Qué hacemos? ¿Nos detenemos? No, trazamos otro plan que resulte orgánico, como buscar un camino cercano para cruzarlo.
Esta metáfora funciona en la literatura, podemos tener un rumbo, pero darnos cuenta de que ya sea porque la historia evoluciona orgánicamente en un sentido o los personajes se rebelan, debemos tomar otro sendero.
Bien, esto no implica lo que ocurrió hasta cierto punto con El ascenso de los Skywalker, que es como encontrar una parte del camino intransitable y querer invocar a algún primigenio para que nos deje pasar. Una cuestión es desarrollar y otra improvisar sin antes colocar los presagios.
Jon Favreau lo deja claro: el único límite para el escritor es la imaginación. ¿No es esto fascinante?
Vagar por el camino de la imaginación, ese es el camino. Fuente. |
Estos son cinco aspectos que aprendí como escritor viendo The Mandalorian. Hay muchos más, algunos que aparecerán seguro en las próximas temporadas. ¿Tú has aprendido algo de la serie que has podido incorporar en tu proceso creativo? ¿Qué opinas de ello? Espero tus comentarios. Hasta entonces… This is the way!
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