Fragmento de la portada de la edición americana del volumen sexto de Saga. Fuente. |
“La muerte es una de esas pocas experiencias que todos acabaremos disfrutando de primera mano y, como pasa con casi todas las cosas trilladas, es aburrido pensar demasiado en ellas. Mis compañeros de cárcel/clase (¿acaso hay alguna diferencia?) me enseñaron que era más interesante concentrarse en los vivos. Porque la muerte es la hostia de previsible, pero la vida tiene experimentos científicos, tiempo libre, siestas por sorpresa y… ¿quién sabe qué nos depara el futuro?”
HAZEL.
Ya he leído el capítulo seis de Saga y no me importaría que cada día de reyes pudiera perderme en esa galaxia tan, tan cercana y, a la vez, tan, tan fantástica que se ha creado con el paso de los números. Debe ser por el alucinante trabajo en el guion de Brian K. Vaughan, conjugado con el asombroso dibujo de Fiona Staples y la enorme historia que me están contando.
Saga es, definitivamente, uno de mis cómics actuales favoritos. Es algo así como el Moonage Daydream del gran David Bowie. Está vivo, es imaginativo, lleno de grandes personajes, colosales
aventuras, complejas relaciones, aventuras desenfrenadas… Y aunque en estos
números no está cierta gata, cierta liberta y cierta exnovia a la que he echado
de menos, sí que recuperamos a Marko,
Alana, Hazel, el Príncipe (perdón) Sir
Robot y muchos personajes más en un tomo de transición (y eso no es malo)
que trata sobre el reencuentro de la familia.
Hazel y su abuela protagonizan gran parte de este volumen. Fuente. |
Porque de eso va este cómic. Hay
monstruos, planetas enormes, una guerra galáctica, periodistas sensacionalistas…,
pero lo importante es la familia, la
lucha de Marko y Alana por recuperar a su hija en un mundo en guerra y tal
motivación (tan humana) nace del amor en un mundo en guerra y, por mucho que
este párrafo este sonando (nunca mejor dicho) a una parrafada hippie, Saga es uno de esos tebeos que jamás dejaría de recomendar.
Tras las aventuras del quinto, en este tomo hay grandes
momentos: no solo vemos crecer a la pequeña Hazel (y a su pobre profesora de párvulos), sino que también contemplamos
de un modo realista como una relación rota puede reconstruirse poco a poco,
como la de sus padres, Alana y Marko.
Otro de los grandes momentos del cómic. Fuente. |
A todo esto, tenemos a ese cafre
destronado, nuestro Sir Robot, que
protege a su pequeño, Escudero,
mientras el lector se maravilla con los cambios que ha vivido este grotesco
sangre azul a lo largo de los números, de pasar de ser un villano maléfico a lo
Darth Vader hasta ser un colega con
muy mala baba.
Y se añaden ahora las relaciones carcelarias de la abuela de Hazel, con nuevos personajes en una
tierra hostil, mientras, lejos de allí, unos periodistas deciden que, tal vez,
puedan revelar a toda la galaxia que dos enemigos, Alana y Marko, se han
enamorado y han tenido una cría, algo que pondría en peligro la guerra y su
futuro, un hecho que no está dispuesto a aceptar ni un bando y otro.
En
medio, como siempre, tenemos a nuestro autónomo, la Voluntad, muy dejado tras la muerte de su hermana y su antigua
novia, dispuesto a vengarse tras un larguísimo viaje.
¡Sir Robot y compañía! Fuente. |
Todas estas historias desfilan
ante nuestros ojos con ritmo, con fuerza, con imaginación… Tanto que un tomo de
Saga no me dura ni dos horas. Es
cogerlo y, hasta que no lo he terminado, no me detengo. ¿Quién no quiere
pasarse todo un día colgado por el universo, acompañado de estos antihéroes?
¿Quién no quiere saber qué ocurrirá con ellos? Yo me he entregado a este cómic
desde que lo descubrí en 2012 y no voy a abandonarlo.
Formas de ganarse el respeto del personal. Fuente. |
Además, remarco la importancia de
Brian K. Vaughan y Fiona Staples no solo al introducir en
este mundo de space opera conceptos
como el sexo, sino también el transgénero y otras temáticas, que abren a lo
largo de sus actos y tratan con completa normalidad, cuestión que se agradece
en una historia de crecimiento como esta.
Ya que estoy alabando, también
toca una reverencia para el trabajo de Fiona
Staples, que merece de por sí una grata mención. Y es que como recoge en la
edición española la introducción de José
Torralba, el trabajo de la dibujante
canadiense es inconfundible. Ver una viñeta de Saga es ver una viñeta de Saga…
Parece una frase típica, pero es que el estilo del que ha dotado Staples a su trabajo es inconfundible.
Creo que gran parte de la magia de Saga
yace en ella, porque lejos de un mero enfoque de la space opera como pura fantasía tecnológica, las fuentes de las que
bebe la autora, aparte del manga o el cómic europeo, son otro tipo de
historias, de mitologías y eso le da un enfoque fresco. Los personajes pueden
ser desde faunos hasta hadas, pasando por animales antropomórficos, mientras
que las naves resultan ser semillas gigantes y todo está impregnado de armas,
magia y conceptos que vienen desde géneros como el cuento de hadas o la
fantasía épica. Y esa mezcla me sigue resultando refrescante.
Porque Saga es eso: un cómic diferente en el que perderse, en el que
imaginar que todo es posible y que nada se queda por el camino. ¡Es
maravillarse! Es reencontrarse con viejos amigos. Es reencontrarse con una familia
de viñetas y tintas. Y doy gracias por ello.
La humanidad es uno de los puntos fuertes de Saga. Fuente. |
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