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Fue hace, por lo menos, dos años. Sentid alivio de que no vuelva a mis tiempos de oscurillo en esta ocasión; ahora me dirijo a los auténticos tiempos oscurillos, cuando yo no lo era, pero todo a mi alrededor sí. Era de noche sin ir más lejos. Para mí las noches se convierten en horas de escribir, leer e intentar dormir. Con el tiempo, me he vuelto noctámbulo. No sé cómo. Cuando era pequeño temía a la oscuridad porque tuve un sueño de pequeño donde me despertaba, iba hacia el salón de mi casa y encontraba la puerta de la entrada abierta. Y yo, con un par de añitos, veían entonces una enorme sombra que quedaba recortada por un rayo. Era Frankenstein. Ese fue un sueño recurrente de mi infancia. Quiero pensar que era un sueño…
Divago mucho, lo sé, pero quizás os hace apreciar cómo he dejado de lado una faceta de mi persona y mis miedos para dedicarme a escribir. Supongo que de eso va también la escritura, como una manera de superar tus miedos y tus penurias. Menos si eres Poe. Entonces, te lo gozas, como diría un amigo.
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A esas horas, tengo la mesa de la sala de estar para mí solo. Hay una vieja lámpara cuya luz cae haciendo que todo tenga cierto matiz entre dorado y naranja. Hay un mueble que amenaza con caerse un día, tarde o temprano, sobre mí componiendo el salto del tigre más violento y poco sensual de la historia desde que cayó la muralla de las altas ciudades antiguas. Hay docenas de cuadros de niños que alguna vez fuimos mis hermanos, mis padres y yo. También alguna prueba de un logro como haber acabado el instituto y esas cosas. También un ordenador sobre la mesa.
Vaya, podría ser la noche aquella de la que os hablo o ahora mismo. Lo importante es que a la derecha (y no al fondo, entonces sería un baño) hay una ventana por la cual veo el exterior aunque la persiana suela estar casi cerrada. En frente, está la casa de mis vecinos, sin más. Tienen un par de hijas pequeñas. Recuerdo cuando eran crías, ahora ya son adolescentes y no me digáis nada o me deprimo si me siento viejo.
Esa noche ocurrió algo cuando me fijé en la azotea de su casa, que se ve desde mi sitio de escritura. En ella, había una ave blanca que se movía nerviosa. Su cabeza giraba extrañamente y a mí me pareció lo más curioso que había visto en tiempo.
Me despegué de ordenador y observé la lechuza.
Son seres fascinantes y para nuestra generación ya nos recuerdan a Harry Potter, ¿sabéis? A ese mundo de magos donde no existe el correo electrónico.
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Entonces, me dio por pensar en si aquella era mi lechuza con la carta de Hogwarts que me había traído con una década de retraso. Pensé en la vieja lechuza de los Weasley, Errol, y creo que incluso me enfadé un poco (o exagero para ser más literario). Medité en lo que sería entrar en Hogwarts y me imaginé toda esa gente que se burlaría de mí por ser mayor. Pensé en si hubiera entrado a los once años… Oh, por todos los dioses, ¡hubiera sido jodidamente genial!
Y mientras me veía a mí mismo pateando al hijo de Draco Malfoy, pensé: "¿y si esa lechuza no está equivocada en el tiempo sino el que estoy equivocado soy yo en el destinatario? ¿Y si esa carta a Hogwarts les hubiera llegado a mis vecinas pequeñas y no a mí? ¿Cómo me sentiría sabiendo que ellas no son muggles… y yo sí?" Suelo tener cierto tiempo libre por las noches que me conviene matar disfrutando de algo artístico y no de pensar demasiado porque me surgen este tipo de neuras.
Cuando volví a mirar por la ventana, la lechuza ya no estaba.
Por ahora, no he notado nada mágico. Solo cierta sensación de nostalgia, pero como la nostalgia es una zorra cruel suelo echarla de mi casa sin propina.
Quizás algún día mientras la echo aparezca esa lechuza y esa carta.
O simplemente siga escribiendo. Eso ya es, de por sí, mágico.
Entiendo eso de volverse noctambulo. En el sentido de que estuve viendo un programa de música llamado En estereo. Están pasando programa repetidos, pero a suele ser interesante, el grupo de turno hace un pequeño recital para los televidentes.
ResponderEliminarUn hallazgo de las lechuzas mensajeras, hasta el detalle de aclarar que la tecnología mugle no funciona.
Y entiendo ese deseo de ser llamado. Mi deseo sería que me buscara un anillo de Green Lantern, que encontrara la suficiente voluntad en mí para unirme. Es que la imaginación ayuda y de eso creo que algo tengo.
Sí, yo también me he llegado a enganchar a ver programas nocturnos por raros que fueran, sobre todo, de documentales de corte underground.
EliminarY sí, ya sean lechuzas o anillos del cuerpo de los Green Lantern, lo importante es seguir imaginando. Eso es lo mejor.
Muchas gracias por tu comentario.