20-02-2011
Imagen de dominio público |
El cazador estaba muerto. No cabía duda alguna. Reducirte a un montón de sangre, huesos molidos y piel húmeda suele no dejar hueco para dudar sobre si estás muerto o no (para eso y muchas otras cosas, pero, sobre todo, para eso).
— ¿Cómo habrá muerto?– preguntó uno de los transeúntes.
—Era un cazador de finales– respondió un extraño–. Vino buscando un desenlace. Aunque parece que el fin lo encontró a él. ¿Entiendes? No, claro… Son difíciles de entender. ¡Estas cosas me dan dolor de cabeza!
—No respondes a mi pregunta. Repito: ¿cómo habrá muerto?
— ¿No? ¿Seguro que no he respondido a tu pregunta?
—Eh, sí, claro, señor raro… En fin… Ese tipo… Pensaría que el final era para su historia escrita y no para su historia como propia existencia. Ya van unos cuantos… ¿Crees que el cazador cazó o fue cazado?
No supo qué responderle, porque…
De pronto…
Todo terminó.
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