La Caída de Gondolin: el legado de J.R.R. Tolkien

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Una de las grandes obras de J. R. R. Tolkien, editada por su hijo, Christopher Tolkien, y con ilustraciones de Alan Lee: La Caída de Gondolin.

La Caída de Gondolin es otro tesoro desenterrado por Christopher Tolkien de las profundidades del legendario baúl de su padre, el gran J. R. R. Tolkien. Y, francamente, si te consideras fan de la Tierra Media y todavía no has leído este libro, ¿en qué tipo de agujero de hobbit has estado escondido?

Y eso que es una obra que, para bien o para mal, no se puede leer como cualquier otra novela. Es más que eso: es un auténtico fragmento de Historia. ¿Y quién no querría sostener en sus manos un pedazo de la Primera Edad, cuando balrogs y los Valar se paseaban por la Tierra Media disponiendo de todo su poder?

El legado de J.R.R. Tolkien

Personalmente, los libros de Tolkien han sido mi refugio desde que abrí La Comunidad del Anillo allá por mis años mozos (hace más de veinte años, para ser precisos). Recuerdo aquellos días en los que encerraba en la biblioteca de mi instituto durante el recreo, mientras leía El Retorno del Rey, El Hobbit y El Silmarillion. ¡Ah, los buenos tiempos cuando Gondolin caía a diario y Ecthelion luchaba valientemente contra balrogs en mis recreos solitarios! Sí, esos eran los amigos que uno necesitaba en la adolescencia.

Pero vayamos al grano. El trabajo de Christopher Tolkien es una obra maestra de edición. No solo fue el encargado de armar ese rompecabezas titánico que es El Silmarillion, sino que también rescató joyas como La Caída de Gondolin. El hijo del profesor no se conformaba con lo obvio, sino que escarbaba y escarbaba entre montañas de manuscritos hasta dar con relatos que su padre utilizó para dar forma a la Tierra Media.

Crítica de La Caída de Gondolin, relato fundamental de la obra de #JRRTolkien. Edita @minotaurolibros Share on X

¿Y sabéis qué es lo mejor? Que lo hacía sin ninguna ambición comercial. A Christopher Tolkien no le gustaban las películas de Peter Jackson (sí, las odiaba tanto como los Hobbits detestan no tomar el segundo desayuno), y mucho menos le entusiasmaba, en sus últimos días, ver cómo su familia vendía los derechos de la obra de su padre a empresas como Amazon y Warner. Si hubiera podido, probablemente habría exiliado a Los Anillos de Poder a las profundidades de Udûn.

Tolkien Caída de Gondolin
Todo mundo necesita un mito sobre la caída, la destrucción y el renacimiento… incluido el mundo de Tolkien. Arte de Alan Lee.

Héroes y monstruos

Hablemos de lo que realmente importa: La Caída de Gondolin. ¿Qué ofrece este libro que no hayamos visto ya en El Silmarillion? Primero, es una ampliación considerable de una de las historias más trágicas de la Primera Edad. Y segundo, es un acceso directo al escritorio del profesor Tolkien, donde podemos ver cómo se gestó la caída de la ciudad de Turgon. La primera versión de esta historia fue escrita en 1917, cuando Tolkien estaba de baja por enfermedad tras servir en la Primera Guerra Mundial. ¡Casi nada! Y aquí entra en juego la magia de su hijo: organiza, anota y ordena las múltiples versiones del relato, dejándonos ver cómo un genio literario construía su mundo poco a poco, piedra a piedra.

Si eres un lector curioso o un escritor en ciernes, este libro te resultará fascinante. No solo porque descubres la génesis de la historia, sino porque te permite atisbar cómo Tolkien pulía cada versión, creando lenguas, razas, y mitologías que, a día de hoy, siguen siendo insuperables. Aquí no estamos hablando solo de geografías inventadas, sino de un auténtico universo con su propio peso histórico y filosófico. Y eso es lo que separa a Tolkien del resto de los mortales que han intentado seguir su estela: creó un mundo de tal envergadura que casi parece una realidad paralela. Porque sí, amigos míos, nuestro querido profesor no solo era un narrador, era el Eru de su propia creación.

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La ciudad de Gondolin según Alan Lee.

El destino y la caída

Ahora bien, mientras las series como Los Anillos de Poder tratan de arañar algo del prestigio de este legado vendiendo pedacitos al mejor postor, La Caída de Gondolin nos recuerda el verdadero poder de los relatos tolkienianos. ¿Alguien ha dicho adaptación? Aquí tenéis una historia que pide a gritos ser llevada a la pantalla (los adaptadores pueden agregar bastante a los aspectos más ambiguos de la obra, de un modo similar a lo que se hace en La Casa del Dragón con Fuego y Sangre), pero cuidado, porque el listón está alto. Esta historia no es para aficionados.

Vamos con la trama, que no necesita demasiada presentación para los veteranos, pero siempre es bueno recordar: Gondolin, la ciudad escondida en las Montañas Circundantes, es la última esperanza de los Noldor contra Morgoth. Y como suele pasar, cuanto más hermoso es el lugar, más trágica es su caída. Tuor, el hombre elegido por el valar Ulmo, llega a la ciudad para advertir a Turgon de su inminente destrucción. Pero, claro, como buen rey de tragedia griega, Turgon decide quedarse, cegado por la confianza en las defensas de su ciudad. Lo demás es historia, y una muy triste: traiciones, batallas épicas, balrogs destrozando las puertas de la ciudad y, por supuesto, la caída de sus mejores héroes.

Ulmo
El dios de los mares Ulmo se presenta ante Tuor y marcará su destino.

Tragedia y esperanza

La batalla final, con las hordas de Morgoth asaltando Gondolin, es brutal. Maeglin, ese traidor patético, vende la ubicación de la ciudad a cambio de riquezas y poder. Al final, todos los valientes mueren: Turgon, Ecthelion… Pero, como siempre, hay una luz entre las sombras. Tuor, Idril y su hijo Eärendil (como si de Eneas y su familia se tratasen) consiguen escapar, junto a otros supervivientes. Es como si estuviera todo predestinado, y en este punto Tolkien nos recuerda su capacidad para entrelazar tragedia y esperanza en dosis perfectas.

Si La Caída de Gondolin hubiese llegado a completarse en su versión definitiva, con cada detalle perfectamente tejido, sin duda se alzaría como una de las cumbres más altas de la literatura fantástica. Sin embargo, incluso en su forma inacabada, ¿no es ya una pieza esencial en ese vasto y resplandeciente tapiz que es la Tierra Media de Tolkien? Lo es, y lo seguirá siendo, porque su grandeza reside no solo en su final, sino en la huella imborrable que deja en quienes se atreven a recorrer sus páginas, marcando para siempre el corazón de la fantasía.

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