Pocos autores consiguen dar nombre a toda una lengua. Cuando hablamos del inglés, hablamos de la lengua de Shakespeare y, por ende, de cómo el Bardo ha conseguido estar presente en multitud de formas culturales que llegan a nuestros días.
Es imposible no percibir la sangre de la daga de Macbeth empapando obras tan dispares como la película Trono de sangre (Akira Kurosawa), las brujas de Mundodisco (Terry Pratchett), la saga literaria (y su adaptación seriéfila) de Canción de hielo y fuego (George R. R. Martin), la adaptación de El prisionero de Azkaban (Alfonso Cuarón), Sons of Anarchy (Kurt Sutter) o la serie Barry (Alec Berg, Bill Hader), por solo citar algunas.
Y es que hay crímenes que dejan huella.
La tragedia de Macbeth
La historia es ya conocida, pero no por ello, debe dejar de ser mencionada.
Macbeth es una tragedia sobre cómo la ambición desmedida de su protagonista lo convierte en una víctima del destino escudriñado por las Hermanas Fatídicas (las Weird Sisters que encarnan el triunvirato de la anciana, la dama y la doncella al que autores como Neil Gaiman han rendido homenaje en multitud de obras).
Profetizado su ascenso al trono y alimentado por las ansias de poder de su esposa, Macbeth hará todo lo posible por cumplirlo, aunque conlleve asesinar a su monarca, Duncan, condenar al exilio a los herederos, sembrar la discordia entre sus nobles y matar a su amigo, Banquo.
¿Por qué #Macbeth es una de las grandes tragedias de William Shakespeare? Share on XMañana y mañana…
Como todas las grandes obras de la literatura, Macbeth es un drama que continúa conmoviendo, incluso cuando la narrativa ha evolucionado desde la época en la que esta pieza se representaba por primera vez. No deberíamos obviar que es la obra de Shakespeare que «peor» se conservó, debido a que las copias provienen tan solo del First Folio, la primera publicación de varias de las obras del dramaturgo.
Más allá de esto, es ridículo que sometamos una obra que se cree que se representó por primera vez en 1606 con los cánones de 2023. Las sociedades cambian y la narrativa también. Sería más interesante valorarla en su contexto y saber que algunos piensan que ciertas partes fueron escritas por Thomas Middleton, debido a la influencia de la obra de este, The Witch.
O entender cómo unas décadas después, en 1635, en España, Calderón de la Barca grababa su nombre en la historia con un drama existencialista como La vida es sueño (siempre es más justo comparar a Shakespeare con otro dramaturgo en vez de con Cervantes, quien, pese a también escribir teatro y poesía, donde destacó con audacia fue en la novela).
Influencia y contexto
Puede que la influencia anglosajona haya envenenado la figura de ese autor que ni siquiera sabemos si existió (¿y qué más da?), pero eso no resta valor a Shakespeare, pero sí permite entenderle no como un hecho aislado, sino como la consecuencia de la importancia del teatro en la Europa de comienzos del XVII.
Cuando leemos obras con siglos a sus espaldas, podemos detectar, ya sea por el decoro clásico de Aristóteles o por la visión cultural e intelectual del momento, vacíos o redundancias. Llama la atención que el desenlace de Lady Macbeth quede fuera de escena y se le puede someter a diferentes visiones: el machismo de la época, la importancia de fijar la perspectiva en Macbeth o un remedo de aquel Edipo que se arrancaba los ojos lejos de la visión del público. Pero esto es baladí.
Es estéril criticar por criticar a Shakespeare, aunque sí es interesante revalorizarlo y enmarcarlo dentro de un período riquísimo en el teatro inglés, español (sobre todo) y francés.
Tenía que morir
«She should have died hereafter;
There would have been a time for such a word.
To-morrow, and to-morrow, and to-morrow,
Creeps in this petty pace from day to day
To the last syllable of recorded time,
And all our yesterdays have lighted fools
The way to dusty death. Out, out, brief candle!
Life’s but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage
And then is heard no more: it is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing».«Tenía que morir, más tarde o más temprano.
Siempre acaba llegando esa noticia.
El mañana, el mañana y el mañana
se arrastra paso a paso, día a día,
hasta la última sílaba del tiempo, y todos nuestros
ayeres iluminan la senda que conduce
al polvo de la muerte. ¡Fuera, efímera llama!
La vida es una sombra que pasa, un pobre cómico
que se luce y se agita por un rato en escena
y no vuelve a salir; es un cuento contado
por un idiota, lleno de sonido y furia,
que nada significa».
Reyes y nobles
Para concebir Macbeth, Shakespeare se basó en Las Crónicas de Holinshed, pero también en los tiempos convulsos que le habían tocado vivir. Una obra que, pese a su título, tiene bastante poco de objetividad y que envileció la figura seudohistórica de Macbeth, algo que Shakespeare terminó de hacer en su obra de teatro.
Si bien Shakespeare la escribió para congraciarse con el tiránico rey Jacobo I tras el célebre Complot de la Pólvora que dio pie a la Bonfire Night (renovada en los últimos años por V de Vendetta de Alan Moore y David Lloyd), todavía podemos hallar valores universales como la ambición, la avaricia, la mezquindad o cómo nos acabamos convirtiendo en esclavos de los hados. Por eso, Macbeth puede seguir adaptándose a nuestros días desde cualquier contexto.
Gángsteres y monstruos
Debido a esto, cuando hablamos de una «Lady Macbeth» hablamos de una mujer con una ambición desmedida. Cuando aparecen tres brujas en una obra, es casi imposible no pensar en aquellas que jugaron con el destino de un noble condenado a perder no el valor nobiliario, pero sí el significado de bondad que alguien podría vislumbrar en ese término.
No soy amigo de afirmaciones como que si Shakespeare viviera hoy escribiría teatro (son más dignas de Juan Gómez-Jurado), pero sí que resulta inevitable ver en la caída de tantos grandes personajes de la ficción (la mayoría de series) una sombra de Macbeth. La ambición no es una cuestión de nacionalidad. La tenemos en el Michael Corleone de El Padrino y luego en un séquito de ángeles caídos televisivos: en el Walter White de Breaking Bad, en el Ragnar de Vikings o en el Tony Soprano de Los Soprano.
La sombra en llamas de Macbeth
Clásicos como Macbeth cuentan con multitud de ediciones. Suelo recomendar aquellas bilingües porque, como citaba al comienzo, por algo el inglés es la lengua de Shakespeare. En cuanto a estas, mencionar la traducida por Luis Alberto de Cuenca y José Fernández Bueno (suya es la traducción que figura en las citas de esta entrada), con ilustraciones de Raúl Arias, editada por Reino de Cordalia y 1º Premio al Libro Mejor Editado del Año. Toda una delicia en tapa dura, con un buen prólogo, un gran trabajo de maquetación, traducción e ilustración, y un papel de gran calidad. Perfecta para redescubrir la obra del Bardo de Stratford-upon-Avon).
En conclusión, a menudo, me gusta hablar sobre cómo las obras literarias perviven. Los escritores morirán, pero sus creaciones les permitirán seguir existiendo. Por mucho que Shakespeare falleciese hace siglos, revive ahora cuando asistimos a una representación de su obra o volvemos a leer sus páginas y sentimos con ellas, con sus diálogos, con sus personajes. Y vale la pena, antes de que nos convirtamos en polvo, conocer la grandeza de aquellas historias que han hecho de la literatura un arte. La tragedia de Macbeth, con su ambición y su oscuridad, es una de ellas.
«Naught’s had, all’s spent,
Where our desire is got without content.
Tis safer to be that which we destroy
Than by destruction dwell in doubtful joy».
«No se tiene
nada y todo se pierde cuando nuestro deseo
se logra, pero no nos satisface. Vale
más ser la víctima que vivir en la angustia».
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