300 de Frank Miller: preparaos para la gloria

crítica 300 frank miller

«Si algún alma pasa algún día por aquí en cualquier momento futuro que nuestras voces le susurren desde las antiguas piedras: viajero, ve y dile a los espartanos que aquí, por ley espartana, yacemos».

Cada vez que se menciona el cómic 300 de Frank Miller hay un eterno debate: ¿hasta qué punto es fiel a la Historia? Y, como la mayoría de los debates, me parece basta inútil. Vale con indagar un poco en el cómo se hizo para comprender que el guionista y dibujante estadounidense estaba más obsesionado con crear un relato épico que un relato histórico. Y como bien sabemos, pese a la relación que nos guste establecer entre la épica y la historia, poca verdad tienen en común.

¿Realidad o ficción?

Contaba Miller que la inspiración para crear 300 provenía de una película que vio de crío: El león de Esparta (Rudolph Maté, 1962), que a su vez se basaba vagamente en la Batalla de las Termópilas, conflicto entre griegos y persas recogido por historiadores como Heródoto o Diodoro Sículo. Vagos recuerdos que, por mucho que busquen algún hilo histórico, este es, finalmente, puramente anecdótico dentro de un conjunto que tampoco necesita apoyarse en hechos reales. Es más, siempre he visto 300 más como una de fantasía que como una historia «realista».

Decía Alan Moore, no sin cierta inquina, que Frank Miller solo sabía escribir sobre superhéroes y puede que, más allá de sus conflictos por sus filosofías (que no pueden ser más contrarias), el Bardo de Northampton tenga razón. Miller ya lo demostró en El regreso del Caballero Oscuro o incluso en Ronin: le preocupa la acción, la épica, la guerra, los diálogos llamativos, las frases potentes, las repeticiones que buscan un aire cercano al cantar de gesta… Poco le interesan los personajes en sí, solo se centra en lo visceral.

Frank Miller crítica 300
300 es uno de los cómics más discutibles de la trayectoria de Miller.

Sangre y gloria

Y 300 es eso, un relato visceral sobre cómo 300 espartanos plantaron cara a una masa informe representada por ese ejército capaz de provocar terremotos a su paso, las fuerzas del «dios» Jerjes. Y aunque el conflicto entre lo terrenal y lo divino queda en un segundo plano, es inevitable no sentir la fiereza de este cómic que forma parte ya de la historia del medio.

Sin ofender, siento que uno no puede (ni debe) tomarse muy en serio 300. Que sí, que los análisis más sesudos podrán encontrar mensajes fascistas, xenófobos, capacitistas, homófobos, y mil ideas más que resultan reprobables. Y que puede que Miller se haya tragado tanto su propio estilo que a los demás nos haga bola (el uso del presente, las repeticiones…). Pero, aunque sean lecturas y análisis interesantes, la superficialidad también puede imperar si lo vemos como un simple mito.

Crítica de 300 de Frank Miller y Lynn Varley: obra ya mítica del cómic, pero ¿merecidamente? Share on X

El arte de Miller y Varley

Pero aquello que hace grande en realidad a 300 es su fuerza gráfica. Puede que 300 sea la última gran obra de Frank Miller hasta la fecha. Holy Terror! me parece un desbarajuste tremendo y otras obras recientes han contado con ayudantes debido a los problemas de salud del autor.

En 300, Miller adapta su estilo a los dibujos de las ánforas griegas y logra concebir una obra de arte secuencial de gran poder. Aunque como bien sabemos hay un fuerte regusto ideológico (no olvidemos la primera guerra de Iraq ni conflictos similares) es la potencia del trazo del autor sigue presente en cada página y disimula todo ese tufillo que resulta molesto.

El formato álbum, además, permite realizar un travelling a través de los diferentes aspectos de los cinco capítulos en los que se divide. Y ahí entra también la colaboradora de Miller: sería injusto no hablar del trabajo de la colorista Lynn Varley. Es ella la que logra muchos de los méritos por los que se recuerda este cómic y cada una de sus páginas. Una vez se ve una de sus ilustraciones (con los toques en negro, dorado o rojo) es imposible olvidarse del aspecto gráfico de la obra.

300 de Frank Miller
Leónidas y sus 300 hacen frente a las fuerzas de Jerjes.

La adaptación cinematográfica

En 2006, Zack Snyder estrenó la adaptación cinematográfica de 300. Siguiendo la moda de ser lo más fiel posible a la estética de Miller, inaugurada por Sin City de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino, Snyder logró la que seguramente sea su película más redonda junto a El amanecer de los muertos.

A partir de ahí y confiando cada vez más en eso de ser el «visionario director» que pregonan sus tráileres, no ha entendido los cómics que ha adaptado (basta con ver Watchmen) o no ha comprendido el propio medio en el que se mueve. O, si abrimos la mano, puede que sea más justo decir que el estilo de Snyder está más cercano a Frank Miller que a Alan Moore.

300 recoge la fuerza gráfica del cómic, cambia lo justo, agrega una fotografía irreal realzada por los movimientos de cámara de Snyder, añade un buen reparto (encabezado por Gerard Butler, pero también con Lena Headey, Dominic West, Michael Fassbender…),  y agrega la impactante banda sonora de Tyler Bates.

Aunque la crítica se sintió dividida al principio, todavía se la recuerda como una adaptación del cómic que demostraba que el género era capaz de algo más, tanto que es imposible no ver su influencia en series como Espartaco.

Redescubrir 300

Permite ahora que haga un poco de memoria (creo que, al final, tendrá sentido). Como muchos otros chavales de la primera década de los 2000, recuerdo ver 300 en la Semana Santa (se ve que los distribuidores no dejaban de verla como una peli de romanos…). Y disfruté de ella. A un chaval de dieciséis años no se le puede pedir más.

Desde entonces, la he visto cada cierto tiempo y, aunque ya hace casi siete u ocho años desde el último visionado completo, forma parte de mis primeras acercamientos al Noveno Arte. No lo puedo cambiar.

Cualquiera que lleve tiempo leyendo mi blog sabrá que entre 2008 y 2012 no paré de descubrir más y más cómics. Autores como Alan Moore, Neil Gaiman, Grant Morrison, Mark Millar, Garth Ennis o el propio Frank Miller formaron parte de mi catálogo lector durante esa época. Podré luchar contra muchas cosas, pero no podré cambiar eso.

300 frank miller
Para que digan que los espartanos no son buenos anfitriones.

Primeras lecturas

Allá por 2010, leí por primera vez el cómic (prestado por un compañero de la carrera) y encontré una obra a la que Snyder había sido bastante fiel, pese a algún añadido. Es lo bueno de 300: es corta, directa y se le pueden agregar subtramas in que toda la obra se dañe. Ahora bien, su trasfondo tampoco es tan complicado de llevar a la gran pantalla (no así su estilo).

Hace poco, pasé por la librería y encontré el tomo y me dije: ¿y si me acerco de nuevo a uno de esos primeros cómics que leí?, y decidí hacerme con él, leerlo y dar rienda suelta a esta retahíla de palabras que tratan sobre el cómic, su creación, su perspectiva y las diferentes visiones que podemos añadir a una lectura.

Y he encontrado el debate, los trasfondos, que un chaval de dieciséis años no pudo ver. Quizá, hoy más que nunca, cuando la historia fagocita y escupe historias a toda velocidad, la importancia de la relectura sea clave para comprender realmente una obra.

300 de Frank Miller
300 contó con una secuela dedicada a Jerjes, pero… a día de hoy me llama cero. Mejor recordar la obra original.

Conclusiones

300 ha contado con varias ediciones. Por suerte, se ha respetado el formato álbum, y se ha contado también con una edición de lujo. Está bien, porque ¿en serio, Miller no quiere mirar atrás? Si hasta creó una secuela, Jerjes, y estuvo involucrado en la irregular «segunda» parte de 300: El origen de un imperio (que pasó sin pena ni gloria por las salas).

Sea como sea, aunque pudiera parecer una obra sencilla, 300 no lo es. Más allá de un simple debate, conlleva una serie de preguntas sobre la ideología de sus autores, el nuevo trasfondo que se le da al relato o la fuerza que la épica posee para lograr un fin que, en ocasiones, es más sombrío del que cabría esperar.

Pero si logramos despegarnos de todo eso, hallamos en el 300 de Frank Miller y Lynn Varley una obra que no deja indiferente a nadie, que logra una consabida energía que, aunque artificial, todavía resuena como resuena el sacrificio de aquellos 300 y todo lo que hemos querido ver en la sombra de su sangre. No deja de ser, al fin y al cabo, un mito.

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