#DRCL: Midnight Children: los vampiros de Sakamoto y Stoker

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Crítica de #DRCL: Midnight Children de Shin’ichi Sakamoto.

«Nadie sabe a ciencia cierta en qué preciso momento apareció. Sin embargo, cuando lo hizo, ya era demasiado tarde: todos estábamos ya sometido al control del… conde Drácula».

Drácula es uno de los personajes literarios que ha contado con mayor número de reinterpretaciones a lo largo de los años. Y es que el vampiro, desde sus orígenes en las edades más oscuras de la humanidad, se ha reinventado continuamente, ¿y cómo no iba a hacerlo aquel monstruo que tomó vida a finales del siglo XIX gracias a la prosa de Bram Stoker? Ahora, en pleno siglo XXI, nos toca una nueva reinvención del mito con #DRCL: Midnight Children de Shin’ichi Sakamoto. ¿Ha estado a la altura esta versión manga?

El mito del vampiro

Recuerdo allá por 2019, cuando el Fimucité, el festival de bandas sonoras de Tenerife, estuvo dedicado a Drácula y otros de nuestros terrores favoritos. Fui a los conciertos en el transporte público, leyendo el primer tomo de Innocent, el manga de Sakamoto.

Puede que fuera por su mezcla de sangre, muerte, horror y macabra belleza lo que hiciera que relacionase aquella historia sobre el verdugo de París durante la Revolución Francesa lo que asociase a Sakamoto con el vampirismo.

(Si no habéis visto mi vídeo sobre Innocent, ¿a qué estás esperando para verlo y así apadrinar mi canal, que le hace falta más sangre que a Drácula?).

Sakamoto y Drácula

Años después, Innocent forma parte de mis mangas favoritos y, con el tiempo, he sumado más y más reinterpretaciones del mito vampírico, desde la miniserie de la BBC hasta otras nuevas historias sobre los hijos de la noche. Y #DRCL forma parte de este club, pero ¿logra ser algo más que una mera curiosidad en este sinfín de historias sobre chupasangres?

Que conste que he leído varias veces Drácula, que soy un fanático de Carmilla y otros vampiros que la precedieron y que he visto, leído, escuchado… multitud de versiones que van desde la maestría de Entrevista con el vampiro al colegueo de The Lost Boys, sin dejar de lado cafradas como Un vampiro suelto en Brooklyn o ese crimen contra la human… «vampirad» que fue Crepúsculo. Así que estaba preparado para profundizar de nuevo en el mito vampírico. ¿Cuánta cordura habré perdido por el camino? Ya veremos…

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Igual te puedes transformar en murciélago que en Zodd de Berserk.

El preciosismo de Sakamoto

Para empezar, #DRCL cuenta con un estilo de dibujo que los seguidores de Innocent amarán y otros lectores puede que encuentren sumamente artificial. Como vemos en este documental sobre su proceso creativo, Sakamoto y sus ayudantes trabajan con medios digitales y plantillas que hacen que su trabajo sea pulido, pero para algunos, poco vivaz.

En mi caso, aunque no ha sido tan sorprendente como Innocent (y tiene algunas decisiones visuales en cuanto a diseño conceptual de personajes que no me enganchan), #DRCL es un placer caer siempre en los delirios góticos de los mangakas.

Como recursos narrativos, volvemos a las metáforas que tan bien sabe usar Sakamoto, desde cajas que huelen a cadáveres de ahogados pasando por ojos que toman forma en la oscuridad. Si el lector aprecia esto, si se tomó el manual de Vampiro: la Mascarada como un manual de autoayuda y disfruta leyendo los cuentos de Poe como si fueran su Biblia, disfrutará de #DRCL: Midnight children.

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Drácula siendo Drácula.

Arriesgados cambios

«Las fuentes documentales consultadas no muestran una versión única de los hechos».

Con esta cita comienza el primer tomo del manga y considero que deja las cosas bastante claras, al igual que usar el # en el título. Pero por si eres de esa gente que suelta rollos como «woke» o «progre» por su bocaza, puedes huir de este cómic y… no sé, repensar tu vida y dejar de ser un imbécil.

Lo digo porque, a nivel argumental, Sakamoto se atreve nuevamente a explorar la sexualidad y los cambios para recrear la obra según sus gustos. Todo ello dentro de una academia para caballeros en Whitby. Cualquiera que le suene Carfax y el naufragio del Démeter sabrá por dónde van los tiros. El resto verá una referencia a la dark academia que no está de más si te gusta Wednesday o el maltrato infantil en internados del XIX.

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La reinvención de los personajes clásicos de Drácula según Shin’ichi Sakamoto en #DRCL.

Luke Westenra

El personaje de Lucy Westenra se convierte aquí en Luke, un personaje trans que es redescubierto por la sombra del vampirismo que llega de allende de los mares, durante una terrible tormenta. Desde su niñez, capta la atención de aquellos que en la novela eran sus pretendientes.

Aquí, como en la novela y sus versiones, me ha parecido de los personajes más interesantes, aunque me gustaría que se profundizase en su pasado, sus motivaciones y quién es en realidad.

Quincey Morris

Quincey cambia de raza y tenemos aquí a un joven de tez negra. Como en la novela, es el personaje más pulp… por eso, porque la gente es aburrida, la «economía narrativa» y todo ese rollo, se lo suele «cargar» de las adaptaciones (hasta el propio Stoker se lo cargaba literalmente al final de la novela. Perdón, spoiler).

Me pregunto si Sakamoto jugará con las teorías más extrañas de los fans de la novela, aquellos que señalaban a Morris como posible seguidor de Drácula en secreto, cuando no un alter ego de este. ¿Nunca os he dicho que Drácula es una novela maravillosa porque le puedes inventar casi cualquier cosa?

En el segundo volumen, Sakamoto le da más páginas para incluir la homosexualidad, el sadomasoquismo y el sufrimiento ante Dios… Casi nada.

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Quincey, el personaje pulp que te puedes cargar en cualquier adaptación.

Arthur Holmwood

A Arthur Holmwood lo vemos de un modo muy similar a la novela. Es decir, como un aristócrata un poco capullo que jura junto a sus amigos, el resto de pretendientes de Lucy, cuidarla. Se le compara con el caballero Arturo, porque Sakamoto hila fino con los nombres. Menos mal que no se llama Eustaquio.

John Seward

En cambio, el doctor John Seward se convierte en el mejor estudiante de la academia adonde van los personajes, Jô Suwa, un joven de ascendencia japonesa.

Como todo buen adolescente, aparte de tecnología puntera (¡fonógrafos de cera, el iPhone del XIX), cuida de su compañero (¿o compañera?) de habitación: Renfield, quien, ataviada (-o ataviado-) de monja, se alimenta de moscas, ratones y hace funciones de títeres (que es lo más escalofriante). Cada uno a lo suyo.

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Renfield, de loco encerrado en el manicomio de la novela clásica, a monja loca encerrada en la habitación de su doctor en el manga.

Jonathan Harker

A Jonathan Harker, al que conocemos en los flashbacks, lo vemos como un joven enfermizo que va en silla de ruedas. En la actualidad, está en Transilvania haciendo amigos mientras juega con la burbuja inmobiliaria. Podría ser peor. Podría ser John Wick.

Crítica de #DRCL: Midnight Children, adaptación de Drácula a manos de Shin'ichi Sakamoto, autor de Innocent. Share on X

Mina Murray

Y no nos podía faltar Mina Murray, la única estudiante mujer de la estricta academia, que lucha por la igualdad de derechos. Y lo de luchar se lo toma en serio, porque es fan de la lucha libre, que es lo que le da la calidad.

Sin embargo, reconozco que, aunque suene algo bizarro, no queda mal, porque Stoker logró que fuese un personaje femenino interesante pese al paternalismo de sus compañeros (y más si pensamos en otras obras literarias de esa época).

Así que su lema: «CACC» (Catch as catch can: «si quieres conseguir algo, esfuérzate al máximo»), aparte de ser un estilo lucha, es un buen lema para esta Pippi Calzaslargas que igual te enamora que te da un buen sopapo que te deja listo.

Que sea una escritora, permite algunos momentos de experimentación con la narrativa muy interesantes, aunque lejos de los mayores logros de Innocent.

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Si se te cuela un compañero de la academia en tu habitación haciendo saltos espectaculares, a mí también se me quedaría la cara que a Mina.

El profesor Van Helsing

En la «dark academia» existe el cliché del profesor que se convierte en un gran mentor para un selecto grupo de estudiantes. Y, a menudo, ese profesor tiene una belleza que deriva en las subtramas de vergüenza ajena de algunas de estas historias. Esto hace que nuestro querido Abraham Van Helsing se convierta aquí en un joven profesor que pronto seduce con su carisma a Mina y a los otros personajes de la obra.

Sakamoto vuelve a las suyas con este personaje. El problema, como con el resto de la obra, es hasta qué punto nos dejamos llevar por la narrativa del creador japonés. En este caso, muchas veces, trastabillamos con la propuesta.

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Aquí tenemos la nueva versión de Van Helsing, según Sakamoto.

Y entonces llega Drácula

Convertido en murciélago o en una terrible sombra que se manifiesta en los pasillos de la academia, el Conde Drácula va tomando forma poco a poco. Igual que en la novela, Drácula funciona como amenaza. Todos los personajes hablan sobre él, pero nunca conocemos su punto de vista sobre los eventos de la novela. Y mientras sea así, mejor funciona.

Aquí se nos revela incluso como un dragón, en un delirio ocasionado por la traducción de Drácula como «Hijo del dragón» (aunque también se acepta el Hijo del demonio), pero también como un caballero misterioso que tiene un trazo que recuerda a Yoshitaka Amano (ilustrador que ha dado forma a Sandman, Final Fantasy o Castlevania) y, quizá porque mi mente hace conexiones extrañas, al Michael Jackson de Smooth Criminal. Un puro delirio, como todas las obras de Sakamoto.

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El Drácula de Sakamoto.

«La verdad no es aquello que vemos a través de una lento, sino aquello que queda grabado a fuego en nuestras pupilas», Sakamoto.

¿Actualizar a un viejo enemigo?

Me pregunto: ¿se pueden seguir contando historias interesantes con Drácula? Pienso que sí, aunque tenemos muchas joyas sobre el Rey de los Vampiros, como la versión de Francis Ford Coppola.

En su tercer número, #DRCL adapta una de mis partes favoritas del clásico de Bram Stoker: la muerte y resurrección de Lucy. Aparte de su agónica pérdida, siempre me ha fascinado su regreso de la muerte, como una figura fantasmagórica que se lleva a los niños a su cripta.

Este segmento de la historia ha sido contado en muchísimas ocasiones, ¿qué sentido tiene que se vuelva a contar? Pues uno que nace del simplismo: la voz de Sakamoto es distinta a la voz de Stoker y cabía esperar una interpretación interesante.

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El momento: Drácula cruza el cielo de Londres como Papá Noel en su trineo, pero con lobos en vez de renos… era algo que no me esperaba, lo reconozco.

Triunfo en la derrota

Sakamoto se arriesga con las decisiones que toma sobre el grupo de personajes, sobre todo con Van Helsing. A la vez, le niega la palabra a Drácula, personaje cuyo punto de vista desconocemos en todo momento en la obra original.

Finalmente, todo desemboca en la locura, aunque Sakamoto aprovecha para explicar el origen del título de la serie o explorar las visiones que desencadenan los monstruos en el manga. Lástima, una vez más, que no alcance el nivel que ya mostrase en Innocent.

«Las damas sois nuestras estrellas y debéis ser nuestro rayo de esperanza».

La huella de Innocent

Muchos de los que amamos Innocent esperábamos que la serie de DRCL contase con más momentazos como a los que Sakamoto y su equipo nos tenían acostumbrados en la serie sobre la Revolución Francesa. Y esos instantes se concentran en el cuarto volumen de #DRCL.

En este volumen, dedicado a Jonathan Harker, recuperamos al personaje como si fuese un joven abogado, de aspecto aniñado, que lleva gran parte de su vida en silla de ruedas. Enamorado de Mina, otra huérfana como él, decide superarse a sí mismo… aunque eso le conlleve ir solo hasta Transilvania.

Y lo que viene a continuación, si bien fiel a la novela y a muchas adaptaciones, toma sus licencias, por ejemplo, al emparentar directamente a Drácula con el Vlad Tepes histórico (recordemos que hay muchas fuentes que discuten la influencia o no del príncipe en la creación de Drácula).

Pero la adaptación más curiosa es la que transforma a Drácula en una especie de lolita gótica de Akihabara, incluyendo las orejitas de gatito, y que poco a poco se va convirtiendo en un monstruo. Original es, sin duda, y agradezco que está obra no sea popular porque odiaría tener a los pesados de turno acusándola de woke y otras chorradas.

Centrándome en el número, Sakamoto demuestra otra vez su gran talento tanto en el guion como el dibujo, especialmente si el lector desea embarcarse en uno de esos mangas que desafían lo que el espectador podría esperar.

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Hablamos del cuarto volumen de #DRCL de Shinichi Sakamoto.

#DRCL: Midnight Children

Cuando uno sigue a un autor durante obra larga, acaba conociéndolo. Sabe que George Lucas suele hacer que sus obras rimen, que Kentaro Miura le destrozaba la vida a Guts y que los autores tras Kratos no pueden vivir sin que el dios mate a alguno de sus hermanos. En el caso de Sakamoto, sé que es mejor cuanto más loco se vuelve y, aunque aquí ya hay algunos momentos arriesgados en su primer tomo, sé que lo mejor está por venir.

Lo que sí he notado es que la historia no fluye tan bien como fluía en Innocent. Aquí hay puntos que se aceleran y otros donde se ralentizan de modo baladí. Los momentos que deberían significar muchísimo para nosotros, se resumen a instantes «interesantes» y poco más.

No sé si siempre acierta con sus cambios, pero sabiendo cómo Innocent crecía a partir de su propuesta, seguiré adelante con estos hijos de la noche de #DRCL, que prometen revolucionar una vez el mito del vampirismo, mito que lejos de morir y quedar para siempre enterrado, renace cada cierto tiempo para hablarnos de la mortalidad, la sangre y la belleza de la noche.

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