Siempre recordaré que volví a Star Wars cuando más lo necesitaba. El día en el que estrenaron The Mandalorian, estaban operando de vida o muerte a una de las personas que más quiero en este mundo. Y durante esa noche, en la que todo dependía de las siguientes veinticuatro horas, encontrar al mandaloriano fue como volver a aquella época de mi vida en que me perdía tardes y tardes en una galaxia muy, muy lejana. Y esa es parte de la magia de The Mandalorian: volver a hacernos creer que todo es posible.
La magia de una galaxia
Después de una trilogía de secuelas que dividió al público, Lucasfilm acertó al confiar en Dave Filoni, discípulo del maestro George Lucas, y el director Jon Favreau, quien dio pie a todo el Universo Marvel Cinematográfico con Iron Man. Ambos fueron los encargados de devolver Star Wars a sus raíces con la historia de Din Djarin, el mandaloriano, un antihéroe que tomaba el arquetipo de Boba Fett para convertirlo en el padre de Grogu y de toda una generación de fans.
Como bien han comentado sus creadores, lejos de tomar tan solo las influencias de Star Wars, decidieron beber directamente de las aguas de las que bebió Lucas para crear la franquicia: el cine de samuráis de Akira Kurosawa, el western, la space opera, la fantasía… y se permitió agregar referencias que tocaban El lobo solitario y su cachorro, el tono de las partidas de rol de Star Wars y el aire aventurero de las películas que han marcado a generaciones y generaciones, hermanando a fans de la saga de cualquier época.
Con una primera temporada que sirvió como introducción del universo de Din Djarin y una segunda que se unía todavía más al universo Star Wars, The Mandalorian contó con una especie de prólogo para su tercera temporada: El Libro de Boba Fett, que resolvió algunos enigmas, y preparó las fichas para una tercera temporada.
Había nacido una leyenda.
Temporada 1: la llegada del mandaloriano
Ocho capítulos fueron suficientes para regalarnos una de las temporadas más vivaces y llenas de energía de Star Wars, una que volvió a enamorarnos de la franquicia. Visto a distancia, parece simple, pero no lo era tras el tropiezo que fue Han Solo y la división que se vivía entre los fans.
Filoni, Favreau y todo su equipo crearon una historia sencilla, pero capaz de conectar con una nueva generación de fans. Mandalorian era perfecta para ser la puerta a toda una nueva generación de fans. Y, además, demostraba cómo las series habían crecido en cuanto a infraestructura, presupuesto, fotografía, música…
Recordemos que años atrás, Lucas descartó su Star Wars: Underground porque no era posible realizarla con los medios oportunos. El stagecraft y el éxito de otras series, además de la aparición de una nueva plataforma como era Disney+, permitió a los fans tener su serie de Star Wars.
Y más allá de los apartados técnicos, recordemos qué es lo que mueve a la franquicia: el corazón. El mandaloriano, Grogu y cada uno de los personajes que aparecían en pantalla nos decían algo, incluso cuando su aventura era más sencilla.
Debería estudiarse dentro del mundo de marketing la capacidad que tuvieron Filoni y Favreau para mantener la sorpresa de baby Yoda en secreto hasta el final del primer capítulo. A riesgo de perder el dinero de millones de fans deseosos de hacerse con el peluche del personaje, prefirieron conservar el efecto sorpresa (que seguramente también repercutió para bien, tiempo después, en la propia mercadotecnia).
Temporada 2: una galaxia mayor
La segunda temporada giró alrededor de la idea que Din Djarin debía llegar hasta los Jedi para entregar a Grogu a los Jedi. Este le llevaría a conocer a diversos personajes en una aventura que recordaba a los RPG más clásicos.
Desde enfrentarse a un dragón en las arenas de Tatooine (acompañado de Cobb Vanth) pasando por hacer de conductor de una refugiada para acabar topándose con Bo-Katan y más tarde con Ahsoka, sin olvidar un cruce con los imperiales y sus «creyentes».
La visita a Tython, el planeta oráculo de los Jedi, conduciría a los personajes a cruzarse con Boba Fett, Fennec Shand y al maquiavélico Moff Gideon, desembocando en un emocionante cierre de temporada que ha marcado parte de la historia de la franquicia como quizá no se marcaba desde hacía hacía décadas. Aunque siempre hay gente que busca desanimar a los fans con opiniones bastante injustas o poco informadas, sigo pensando que el cierre tiene uno de los momentos más emotivos de la franquicia, tanto para los personajes como para nosotros.
Lo que quedó claro con la segunda temporada es que la serie se volvía cada vez más interconectada y en el horizonte ya se vislumbraban los planes de Dave Filoni para reunir a todos sus personajes en una sola película.
Temporada 3: una historia de Mandalore
Esta tercera tanda de The Mandalorian se ha compuesto de otros ocho capítulos que a muchos han sabido poco. Y es que esta tanda de episodios podría haberse llamado El Libro de Mandalore, igual que El Libro de Boba Fett fue, al final, un spin off de un spin off de la saga de Star Wars. Y es que estos episodios se centran en hacer evolucionar las diferentes subtramas relacionadas con el antiguo planeta, a la vez que Mando y Grogu quedan como personajes importantes, pero que vivirán los cambios justos. Distinto padecer le acontece a Bo-Katan Kryze, personaje que se reivindica desde su paso por Clone Wars y Rebels.
La serie sigue siendo un relato semanal emocionante, incluso cuando el guion flaquea o tenemos el Star Wars más weird con esa especie de episodio a lo CSI, con el infierno robot de Futurama y Jack Black dando vueltas (si alguien dijera que habría un capítulo con todo eso, yo le hubiera preguntado a ese alguien si había consumido píldoras letales).
Los efectos especiales casi siempre están a un nivel espectacular, aunque a veces haya algunos despistes con errores de racord o momentos donde se nota que el presupuesto no era tan abultado (o teníamos batallas de naves o teníamos a más mandalorianos, no se podía elegir).
Pese a la irregularidad de su guion, para mí sigue teniendo alma y corazón. Solo hace falta ver los dos emocionantes episodios que cierran este tercer bloque de historias que parece que vuelven a un punto de inicio. Siendo cada vez una saga más interconectada, la tercera temporada supone un punto y aparte que recoloca a nuestro Din Djarin y Din Grogu como cazarrecompensas, pero ahora a favor de la Nueva República.
El Mandaloriano y compañía
A lo largo de estas temporadas, The Mandalorian nos ha ido trayendo poco a poco caras que son cada vez más reconocidas. Pedro Pascal es ya uno de los actores más queridos para el fandom: a su papel de Oberyn en Juego de Tronos se suma el Joel de The Last of Us y, ante todo, Din Djarin, aunque en muchas ocasiones su aporte haya sido de voz (esto tampoco es problema, ¿tenemos que recordar a James Earl Jones y Vader?).
A Pascal le han acompañado intérpretes como Carl Wethers como el delincuente redimido Greef Karga, el director y actor Werner Herzog como el misterioso cliente, Giancarlo Esposito como el eterno villano moff Gideon, Rosario Dawson en el rol de la querida Ahsoka Tano, Katee Sackhoff como Bo-Katan, entre otros. Todos ellos, a menudo, bajo la larga sombra de Grogu, uno de los personajes que ha revolucionado Star Wars cuando pensábamos que era imposible.
Por su parte, el listado de directores con los que ha contado la serie es variado y, hasta cierto punto, insólito, mezclando a los showrunners con gente que arrasaba en taquilla como Taika Waititi, aliados de Marvel como Peyton Reed o que hacían su debut, como la actriz y ahora directora Bryce Dallas Howard, o el también intérprete Carl Wethers, pasando por directores más acostumbrados al cine independiente, como Rick Famuyiwa, Deborah Chow, o creadores tan sui generis como Robert Rodríguez. Si bien el resultado no es siempre homogéneo, todos ellos son parte del legado del mandaloriano.
Share on XLa magia de Star Wars
Puede que en esta época de oropeles y dispendios, no nos percatemos de la revolución que ha supuesto The Mandalorian a la hora de llevar a la pequeña pantalla la espectacularidad del cine, pero muchas escenas como persecuciones, batallas o mundos insólitos eran solo posibles en el séptimo arte hasta hace unos años.
El stagecraft y otros aportes de Lucasfilm han conseguido que el logro de The Mandalorian, pese a problemas como el COVID que han sacudido su rodaje, deba seguir siendo estudiado en años venideros, como lo es en Juego de Tronos y otras joyas que demostraron la espectacularidad de la pequeña pantalla.
Uno de los aspectos en los que más destacó The Mandalorian fue con el trabajo de Ludwig Göransson, Oscar a mejor banda sonora por Black Panther y que revolucionó la forma de hacer música en Star Wars, sin tener que imitar a John Williams. Aparte de mezclar tonos de diferentes campos, como el spaguetti western, las películas de Rocky o el cine de samuráis, Göransson aportó su perspectiva como uno de los creadores con más futuro. Joseph Shirley, quien ya colaboró con él en la segunda temporada de The Mandalorian y, a partir de un tema de Göransson, creó la banda sonora de El Libro de Boba Fett, tomó las riendas en la tercera temporada de Djarin y Grogu.
Conclusiones
No es fácil lo que hace Star Wars tantas décadas después de su estreno: seguir enganchando a una generación tras otra en una galaxia que se va haciendo cada vez más y más amplia (ya le gustaría a sagas tan quemadas como Harry Potter…). Y hacerlo desde el corazón, sin olvidar que es un gran espectáculo sobre elementos mitológicos y fantásticos que nos hacen soñar con que todo es posible.
El éxito de The Mandalorian no solo se ha basado en vender figuritas o pósteres, se ha basado en su capacidad para volver a hacernos soñar y contar una buena historia. Algo que Lucas ya hizo en 1977 y Favreau y Filoni llevan haciendo desde 2019. Sin duda, este es el camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes comentar mediante nick, anónimamente o con tu cuenta de correo o similar. No almacenamos ninguna información.
¡Muchas gracias por tu comentario!