Pinocho de Guillermo del Toro: el valor de un retelling

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El Pinocho de Guillermo del Toro resulta ser una magnífica sorpresa y más en estas fechas.

¿Por qué seguimos contando historias clásicas? ¿Por qué no hemos abandonado los cuentos que surgieron como advertencias simbólicas de nuestro subconsciente?

Porque son historias que forman parte de nuestra conciencia colectiva, ese ADN narrativo que nos acompaña siempre. Si se han contado tras tantos años, es porque son poderosas y, además, fácilmente adaptables a nuestras preocupaciones: perder nuestro camino, mentir, amar a los demás…

De ahí que el retelling del Pinocho de Guillermo del Toro (y que no es solo de Guillermo del Toro) funcione.


El regreso de Pinocho

Estrenada en Netflix (y en algunos cines), esta nueva adaptación de la obra de Carlo Collodi es una oda hacia la vida mientras uno se enfrenta al dolor, en un contexto previo a la Segunda Guerra Mundial. Cuando el auge del fascismo se lleva tantas vidas por delante, el hábil Geppetto pierde a su hijo Carlo.

Años más tarde, durante una borrachera, talla a un niño de madera con el árbol que creció junto a la tumba del pequeño. Los espíritus deciden darle vida al crío, que se llamará Pinocho.

Junto al escritor Sebastian Grillo y su padre Geppetto, Pinocho deberá aprender, entre mentira y mentira, qué significa ser un niño de verdad.

Pinocho de Guillermo del Toro es un retelling que triunfa gracias a su nuevo contexto y el magnífico uso del stopmotion. Share on X

¿Se antoja como la historia de siempre? Sí, se conservan los rasgos básicos, pero el cambio del contexto, aporta nuevas lecturas a las obras. El fascismo transforma a los hombres en bestias, en títeres, y el mundo de este Pinocho en stop motion conserva la oscuridad del cuento original.

La aparición de Mussolini o toda la ácida crítica que se hace hacia el egoísmo de varios de los personajes, como el conde Volpe, el sacerdote o Podesta hace que la película sea todavía más valiosa y más en estos tiempos donde los viejos demonios vuelven a por nosotros.

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Pinocho de Guillermo del Toro es una historia oscura sobre la época en la que todos nos podemos llegar a convertir en marionetas, a la vez que perdemos a nuestros seres queridos.

Recuperar a Guillermo del Toro

Si a esto añadimos la espléndida animación (en la que colabora la compañía del mago Jim Henson) y el diseño de un mundo que toma la magia de un modo original (con ese juego que hay entre el stopmotion y el aspecto de marioneta de sus personajes), Pinocho llega a ser una gratísima sorpresa. Es ineludible ver el especial que ha añadido Netflix donde Guillermo del Toro habla de los diferentes aspectos que hacen de su Pinocho una versión más que una mera adaptación deshilvanada.

Más todavía si pensamos en la carrera de un director que, en los últimos años, ha perdido para mí lo que lo convirtió en su día en una de las voces más importantes del fantástico. La Cumbre Escarlata fue un homenaje sin alma al cine de terror de la Hammer y La forma del agua una película artificiosa que solo buscaba ganar premios.

Por suerte, aquí Guillermo del Toro reonduce su trayectoria (aunque la decepcionante El Gabinete de Curiosidades sigue siendo reciente), aunque debemos recordar que el mexicano contó con la codirección de Mark Gustafson. Y si algo hemos aprendido de Tim Burton cuando condirige películas de stopmotion, es que él firma y otro director lleva gran parte del trabajo. Igual que Pesadilla antes de Navidad se vendía como «de Tim Burton» (obviando al gran Henry Sellick), este Pinocho se vende como «de Guillermo del Toro».

Volpe-Pinocho
Aunque el Pinocho de Guillermo del Toro se salta ciertos elementos del cuento, respeta otros a un nivel simbólico, como ocurre con Volpe.

El valor de recontar una historia

Más allá de las agrias polémicas, las mentes bienintencionadas puede que comprendan que este «de…» tan autoral surge del hecho de que Disney haya estrenado este año una nueva versión de su clásico de Pinocho y no deseasen confunsiones. Bastaba con decir que esta versión en stopmotion era la buena, mientras que la otra era un horror tecnológico de un Robert Zemeckis que no parece contento con haber traumatizado a generaciones con cosas como Polar Express.

No olvidemos que Disney lleva a cabo estos retellings de sus clásicos no para llegar a nuevas generaciones o darle un aspecto de live action (realmente, solo se suele cambiar la técnica de animación), sino como un ardid jurídico para mantener los derechos.

¿Quién se atreverá a hacer una versión de alguna de las obras clásicas de Disney, las que pronto perderán los derechos (recordemos cómo Disney ha conseguido cambiar la ley para conservar los derechos) sin que la horda de abogados del ratón diga que se están plagiando elementos de la versión más reciente, la que todavía continúa protegida por el copyright?

Pinocho-Guillermo-del-Toro-póster
El maravilloso póster del Pinocho de Guillermo del Toro, realizado por James Jean.

La maravilla del stopmotion

Regresando a la versión buena de Pinocho, con un reparto lleno de estrellas (Ewan McGregor, Christopher Waltz, David Bradley, Finn Wolfhard, Cate Blanchett, Tilda Swinton, Ron Perlman, Tim Blake Nelson…) y la maravillosa partitura de Alexandre Desplat (que opta por instrumentos de madera), el equipo tras la película narra una historia sobre la pérdida, pero también sobre qué es la niñez y qué significa estar vivo.

No le sobran ni siquiera esos momentos musicales que parecen deudores del Stephen Sondheim de Sweeney Todd, con ese conde Volpe que evoca al barbero Pirrelli o ese pequeño Pinocho que, como una Ms. Lovett, se carga toda la casa de Geppetto en vez de hacer empanadillas.

Se agradecen todos los guiños que posee al cine de terror y a los clásicos literarios que del Toro suele reivindicar en su obra (o algunos inesperados, como a Schopenhauer), pero también un aire oscuro y un humor mordaz que no sacrifica para nada la capacidad de emocionar al espectador.

 

Conclusiones

Escenas como el entrenamiento de las juventudes fascistas o la charla entre Geppetto y Pinocho en la Iglesia (cuando el pobre Pinocho pregunta por qué una imagen de madera de Jesucristo le cae bien a todo el mundo y él, que también está hecho de madera, les cae mal) hacen que sea una de esas películas dignas de ser vistas más de una vez. Realidad y ficción se funden con una gracia que hacen que este Pinocho sea, seguramente, la versión más interesante de esta famosa obra sobre el niño que quería ser de verdad, una mentira que, en el fondo, tenía mucho de verdad.

Pinocho se convierte así en una magnífica sorpresa y en todo un alarde del fantástico que nos recuerda que los retellings de los clásicos son valiosos, mientras no se realicen, simplemente, para conservar los derechos o burlarse del espectador. Y es que las mentiras se ven tan fácilmente como una nariz.

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