«Los vivos deberían sonreír porque los muertos no pueden».
Preámbulo de Choque de Reyes
Resulta casi insólito pensar en una época donde Canción de Hielo y Fuego no se había convertido en una de las obras principales de la fantasía moderna.
Allá por 1996, cuando la primera novela (titulada Juego de Tronos) se publicó, logró un apoyo que hizo que los planes del escritor George R. R. Martin para Poniente siguiesen adelante. Era su proyecto más ambicioso hasta la fecha. También sería el más famoso.
En 1998, el autor estadounidense publicó su segunda parte Choque de Reyes, una secuela que ampliaba el lore y continuaba las diferentes subtramas de los personajes que conocimos en el primer libro, a la vez que nos presentaba a otros.
Al igual que ocurre con otras segundas partes, si hubiese fracasado, seguramente Canción de Hielo y Fuego se hubiera convertido en una más de esas sagas de fantasía que pueblan las estanterías sin pena ni gloria. No fue el caso.
Choque de Reyes fue una vibrante novela que lograba dibujarnos nuevos horizontes dentro de la fantasía. Lo que se denominaría grimdark iba más allá de una actitud cínica y oscura, Martin reflejaba tan bien las intrigas y las traiciones como el sentimiento de maravilla y oscuridad deudor de autores tan dispares como J. R. R. Tolkien o Robert E. Howard.
Y fue así cómo se preparó para contarnos el inicio de la guerra en los Siete Reinos.
Por el Trono de Hierro
Después de los eventos narrados en Juegos de Tronos, el reinado del joven Joffrey es puesto en duda por varios adversarios. Los rumores de que no es hijo del antiguo rey, el fallecido Robert Baratheon, sino que es fruto del incesto entre la reina Cersei y su hermano Jaime lleva a que varios enemigos se alcen en armas.
En Desembarco del Rey, Sansa es maltratada por Joffrey. Madura a base de golpes y decepciones. ¿Podría marcharse de la capital? Su único aliado llega a ser Tyrion, convertido en la Mano del Rey.
El mediohombre deberá enfrentarse tanto a las tensiones y los juegos de poder de la capital, como a la amenaza de Stannis y los otros enemigos que avanzan hacia Desembarco del Rey. Junto al cortesano Varys, que controla los rumores y susurros, y con la espada del mercenario Bronn, prepara a las tropas para la inminente batalla.
Huyendo de Desembarco del Rey, Arya se hace pasar por un niño que está a punto de entrar en la Guardia de la Noche. Arya desea reencontrarse con Jon, su hermano bastardo, miembro de la Guardia, pero su grupo es atacado por los Lannister y son enviados como esclavos a la oscura ciudad en ruinas de Harrenhal.
Por un lado, tenemos a los hermanos del monarca: Remly y Stannis, ambos enfrentados entre sí. Remly es carismático y ansía el poder, mientras que Stannis es un hombre adusto que, a través de la sacerdotisa Melisandre, sirve al siniestro Señor de la Luz sin escuchar los consejos del contrabandista convertido en caballero, sir Davos.
¡Por el norte!
En el norte, el joven Rob Stark lidera una revuelta contra el rey. Su padre, quien descubrió el origen de Joffrey, fue ejecutado en la capital de los Siete Reinos, Desembarco del Rey. Su meta es hacer justicia: liberar a su hermana Sansa, que permanece cautiva en la capital como futura esposa del rey, y hallar a su hermana pequeña Arya, que ha desaparecido.
Los norteños mantienen prisionero, a su vez, a Jaime Lannister, lo que ha hecho que el conflicto se recrudezca. La madre de Rob, Catelyn, busca apoyos en el reino de su padre y con Remly Baratheon, pero la victoria se aleja.
En Invernalia, el pequeño Bran el Roto es el actual señor del reino. Tras perder la movilidad de sus piernas, Bran solo logra la paz a través de unos oscuros sueños donde ve a un Cuervo de Tres Ojos, pero que también le permiten poseer a su lobo huargo, al igual que lo hace su hermano Rikkon con el suyo. Bran se encuentra dividido: ¿quiere ser un señor o un lobo? Los hermanos Reed, Jojen y Meera, señores de los pantanos, las lecciones del maestro Luwin, la compañía de Hodor y las enseñanzas de Osha contribuirán a su crecimiento.
No será el único que deba crecer y enfrentarse a la sombra de Invernalia. Durante la revuelta de los Greyjoy contra Robert Baratheon y Nedd Stark, los Greyjoy resultaron vencidos. El hijo pequeño de Balon Greyjoy, señor de las Islas del Hierro, fue enviado como vasallo de la Casa Stark, sus enemigos, para así jurar que no volverían a rebelarse a cambio de la seguridad de Theon.
Años más tarde, Theon es enviado a las Islas del Hierro para pedir a su padre, Balon, que apoye a Robb Stark. Eso es tomado por su padre como un insulto. Con Asha, su hija y hermana de Theon, a la que considera su auténtica heredera, planea un contraataque que le haga recuperar su honor perdido.
Dividido, Theon decide luchar para recuperar su puesto como sucesor, recuperar el favor de su padre y demostrar que es un hijo de sal y hierro, aunque eso le lleve a enfrentarse a los Stark.
Hielo y Fuego
En el Muro, Jon Nieve, hijo bastardo de Ned Stark, emprende junto al Viejo Cuervo y el resto de sus hermanos de la Guardia de la Noche una expedición en busca de su tío Benjen. ¿Qué fue del explorador?
El avance de los Salvajes les hace pensar en un intento de invasión que podría llevar la guerra al Muro. Sin embargo, ¿de qué huyen los Salvajes? Durante su odisea en la nieve, Jon se replanteará su lealtad cuando conozca a los aliados de la Guardia, como el siniestro Craster, y a enemigos como Ygritte.
Más allá de Poniente, la heredera de los Targaryen, la antigua casa real que fue despojada de su poder por Robert Baratheon y Ned Stark, Daenerys, se ha convertido en la Madre de Dragones.
Pese a poseer tres crías de estos poderosos seres, lo poco que queda de su familia dothraki, acompañados por ser Jorah Mormont, llega hasta la ciudad de Tarth donde buscará el favor de sus señores para marchar a Poniente y tomar el trono. No todo será tan secillo. Una conspiración de tiranos y magos se ha puesto en marcha para robarle lo que más quiere.
Y, en las sombras, la amenaza de los Otros se alza…
El trono de George R. R. Martin
Muchos son los nombres que ocupan la fantasía moderna. Podría hablar del prolífico Brandon Sanderson. O del amante de las historias que es Patrick Rothfuss. De la dureza de Steven Erikson. O la denuncia de N. K. Jemisin. O la fuerza de Robin Hobb. Pero pocos autores han logrado lo que logró George R. R. Martin: atraer a mareas y mareas de lectores a una fantasía escrita con la suficiente fuerza como para ser considerada una joya literaria. Puede que solo un discípulo como Joe Abercrombie sea capaz de reclamar ese trono.
De esta corte de la fantasía (y reconociendo la grandeza de cada uno de sus componentes), reconozco que Martin puede que sea el que mejor escribe de todos. Es capaz de crear estupendos diálogos, grandes personajes, dejar un poso profundo en las tramas y concebir atmósferas magistrales (y puede que de esto sea lo que más tenga su colaboración en el videojuego Elden Ring de Hidetaka Miyazaki). Y, además, engancha. Pese a alguna arritmia en la segunda parte de la novela, Choque de Reyes no aburre en ningún momento y mantiene al lector pegado a sus páginas.
Como escritor, me gusta tener una libreta a mano y apuntar palabras, frases, diálogos o metáforas que me hayan gustado de la novela que estoy leyendo. En el caso de Choque de Reyes, he podido llenar páginas y páginas.
La magia (de tinta) de Martin
Cada capítulo de Choque de Reyes está plagado de buenas ideas y un estilo literario que convierten a Martin en el legítimo señor del trono de la fantasía. Hay capítulos dignos de enmarcar, como el último deseo que Arya pide a Jaquen H’ghar, uno de mis personajes favoritos de la saga, o la extrañeza de las profecías que Daenerys tiene en la Casa de los Eternos (y que nos revela que quizá Martin no «improvisa» tanto como parece).
No es sencillo lograr un estilo así. Salvando las distancias, recuerdo que fui consciente de cómo el autor buscaba refinar su estilo con El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. Es la única novela del famoso escritor de La importancia de llamarse Ernesto (o «ser honesto») y el propio Wilde reconoció cómo pulió cada frase hasta convertirla en una pequeña joya. Puede que no sea así con Martin, cuya saga tiene ya más palabras que la Biblia, pero sí percibo el esfuerzo de Martin en su estilo, lo que también explicaría su tardanza.
No soy partidario, eso sí, de entrar en debates estériles como si George R. R. Martin es mejor que J. R. R. Tolkien, ya que lo considero una tontería. Martin es admirador de Tolkien y deudor del género que el profesor ayudó a crear y popularizar.
Pero, a su vez, Martin toma muchos elementos de la literatura de Robert E. Howard y eso dota a sus novelas de un aire lúgubre alrededor de la magia que me resulta fascinante.
Como todo los autores, Martin ha sido influido y ahora influye a otros. Entrar en guerras y peleas de patio de colegio sobre qué superhéroe (o escritor) ganaría en una «pelea», es bastante simplista.
El mensaje de Poniente
Si una cuestión he redescubierto con la lectura de la novela es que Canción de Hielo y Fuego no es una obra vacía. Más allá de sus intrigas palaciegas, nos fascina también el mensaje de la obra. Pese a que muchos la consideran grimdark (y puedo entenderlo), también veo cierta esperanza en la obra, por ejemplo en el viaje de Jon o el sentido de la lucha de Arya.
Lo que es indudable es que también hay fatalidad por otra parte: Tyrion, por mucho que haya peleado, está destinado a perderlo todo. Puede que sea el lector el que deba decidir y la respuesta no sea sencilla, como en la vida misma.
Esa cuestión me recuerda mucho a las obras medievales, renacentistas y barrocas. El héroe, si es que se le puede llamar así, está condenado a un halo fatal del que no puede escapar por rápido que marche. Eso hace que Canción de Hielo y Fuego sea también un oxímoron, una antítesis si se prefiere, como la que está presente en su propio título.
La rueda de la suerte
En la literatura medieval y renacentista existe el concepto de la fortuna o la suerte como una especie de rueda inclemente que nos aplasta a todos. En Choque de reyes también.
Hay momentos oscuros y terroríficos (se percibe de donde viene Martin), pero también hay momentos esperanzadores. Podríamos, incluso, hablar de la influencia de la tragedia shakesperiana en la obra, gracias a la viveza de sus personajes, el destino trágico y la fuerza de sus personajes, a la par que la complejidad de sus tramas.
Me resulta sumamente interesante cómo Martin utiliza la magia como un misterio sombrío. Lejos de los sistemas mágicos y «racionales» de autores como Brandon Sanderson, pero, a su vez, también contrapuesto al deus ex machina que supone la magia en otras obras, Martin es partidario de una magia sombría que está volviendo gracias a los dragones.
Lejos de ser una fuente de maravillas (o al menos, unas maravillas que resulten esperanzadoras), es siniestra y extraña, un misterio que puede condenar a los personajes que la practican o la sufren.
«La brujería es la salsa que vierten los idiotas sobre el fracaso para ocultar el sabor de su incompetencia».
Por eso, la crítica contra el belicismo de los personajes, los traumas del pasado como los que rodean a Theon o el fanatismo de la religión es apoyado por un sentido de la descripción muy deudor también de la televisión.
Martin trabajó como guionista durante varios años y eso hace que el tono de voz, los gestos o las descripciones sean muy importantes y, lejos de entorpecer la lectura, le da todavía más viveza y credibilidad a la par que ayuda a trasladar el mensaje de la obra.
Los cráneos de los dragones
El sentimiento de fatalidad es acompañado por esa impresión de que todo puede suceder. Como veremos todavía más en la tercera entrega (Tormenta de espadas, considerada la mejor de la saga para muchos), nadie está a salvo en Poniente.
Nuestros personajes favoritos pueden morir en cualquier momento. Ni siquiera los protagonistas están seguros. Eso hace que el lector se involucre y lea, sintiéndose en vilo. Es uno de los grandes logros de Martin: devolver la tensión dramática a la fantasía, frente a tramas esquemáticas de otras obras populares del género.
Existe incluso cierto sentimiento que entronca con los tópicos literarios clásicos. Tenemos el ubi sunt?, el ¿qué fue de…?, que comprendemos a través de Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique o el poema sobre la gloria perdida que es Ozymandias de Percy Shelley. Lo vemos en los diálogos de Tyrion, donde habla sobre esa magia que ha desaparecido y cómo todo depende ahora en los Siete Reinos del acero:
«—Creo en las espadas de acero —dijo Tyrion—, en las monedas de oro y en la astucia de los hombres. Y creo que en el pasado hubo dragones. Al fin y al cabo, he visto sus cráneos».
ovela, donde todo se vuelve más evocador y exuberante.
Llevar el Choque de Reyes a HBO
Algún lector de esta reseña que solo haya visto la serie de HBO se preguntará sobre la fidelidad de esta con respecto al libro.
La segunda temporada adapta la segunda novela y podría decir que, aunque se despega en algunos puntos de lo que vemos en la novela, todavía era bastante fiel al texto… o tan fiel como podía permitirse serlo.
Incluso había algún aspecto que me gustaba en la serie y me hubiera gustado ver en el libro: véase la trama de la serie donde Arya se convierte en copera de Tyrin Lannister (en la novela lo es de Roose Bolton).
Sin embargo, en la mayoría de los casos, la novela tiene aciertos mejores, como la relación de Sansa con el Perro, los sueños trágicos de Bran o toda la trama de Daenerys, que me parece mucho mejor en el libro y donde Martin demuestra todo su talento como autor.
Lo peor de la serie, no obstante, es que no capta siempre la atmósfera de pesadilla que plaga algunos de los pasajes del libro.
Vivir (y morir) en Poniente
A nivel de trama, los diferentes puntos de vista dotan a la novela de una serie de perspectivas interesantísimas a la hora de que atisbemos la historia de Poniente… incluso cuando no es del todo fiable, lo que da todavía más tensión al lector. Nosotros también damos por muerto a cierto heredero o nos pensamos en si realmente ha sido una sombra la que se ha llevado a uno de los lores que busca el poder de Poniente.
Esa incertidumbre, pese a que nos hace «sufrir» como lectores, nos encanta porque hace que queramos seguir leyendo y, del mismo modo, demuestra la maestría de Martin. Esta técnica también aporta viveza a los personajes. Son tremendamente humanos y carismáticos. Nos los creemos y disfrutamos de ellos, aunque alguno no termine de caernos bien.
Como muchos lectores han señalado, las partes de Catelyn Stark pueden resultar más arduas, pero en esta lectura me he dado cuenta de que son las que aportan humanidad a la guerra, las que hacen que esta no sea una obra de fantasía más. A ella le importan sus hijos, ella nos expone la visión de la mujer en el conflicto, ella nos deja ver el sentimiento trágico de pérdida que inunda como lágrimas su trama.
La grandeza de los personajes
Ese es el truco: los personajes significan algo para nosotros. Al lograr que empaticemos con cada uno de ellos es normal que suframos en partes como las dedicadas a la Batalla de Aguasnegras (que no son solo los preparativos, sino la guerra en sí y sus consecuencias).
Puede que deseemos que Joffrey caiga, pero tampoco deseamos que un fanático como Stannis se imponga. Puede que queramos que Tyrion venza, pero no queremos que los Lannister permanezcan en el trono. Estamos involucrados emocionalmente en cada una de las subtramas. Y eso es fantástico en el más amplio de los sentidos.
Pese a hablarnos de guerras por el poder del Trono de Hierro, no muertos que regresan a la vida o dragones, las tramas de Choque de Reyes, más allá de su simbolismo fantástico, también nos hablan de nuestra realidad y no solo de nuestro pasado: el ser humano está al borde del precipicio en el mundo real tanto como lo están en los Siete Reinos.
Cuando miremos atrás y pensemos en las grandes obras de la fantasía, no me cabe duda de que por su trama, su historia, sus personajes, sus diálogos, sus descripciones y su uso de los tropos clásicos, Canción de Hielo y Fuego será una obra ineludible y no importará lo que haya tardado en completarse la obra magna de George R. R. Martin.
Conclusiones
Puede que si Martin hubiese terminado su saga literaria «a tiempo», hubiera logrado que Canción de Hielo y Fuego dejase mejor sabor de boca a los fans. Todavía esperamos los dos últimos volúmenes de la saga. Personalmente, entiendo la tardanza. Prefiero que Martin se tome su tiempo a que escriba cualquier cosa y la publique.
Sin embargo, su ritmo también ha jugado en su contra, haciendo que muchos lectores abandonen la saga y se queden con que está inconclusa frente a otras cuestiones como su calidad.
Lo que es indudable es que Martin es un autor ambicioso. Igual que sus extensas y magistrales descripciones de banquetes, Martin lo quiere todo y, llegado el tercer volumen, Martin decidió ampliar su mundo y de ahí nació el Nudo de Meereen que ni siquiera él ha podido romper, por mucho que intentase hacer igual que Alejandro Magno y su Nudo Gordiano.
Martin, que se considera un escritor jardinero (que planta semillas y ve cómo crecen sus frutos, es decir, un autor que no planifica), se ha perdido en Poniente y todavía busca un modo de salir de él, aunque acabe deambulando por recovecos y cree obras como Sangre y fuego, una especie de Silmarillion de los Targaryen.
¿Concluirá su saga George R. R. Martin? Quiero pensar que sí. Martin pasó muchos años como guionista y escritor de relatos y novelas. Es profesional. No llegó a disfrutar de la fama hasta que ya tenía cierta edad, lo que ha hecho que ahora con setenta años avance más lentamente y también haya querido disfrutar de esa celebridad (más que merecida). Ahora, queda esperar y ver cuándo concluirá la historia de Jon, Daenerys, Arya y compañía.
Así es la historia: Choque de Reyes supuso un peldaño más en la hegemonía de George R. R. Martin como autor de la Canción de Hielo y Fuego y señor del trono, no de Hierro, sino de la fantasía moderna.
«La llama más brillante es la que proyecta las sombras más oscuras».
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