Crítica de The Show de Alan Moore y Mitch Jenkins

The Show es la primera película de Mitch Jenkins y nada más y nada menos que Alan Moore, guionista de varios de los mejores cómics de la Historia. Fuente.

Llevo muchos años leyendo a Alan Moore. Seguí a ese revolucionario de V mientras destruía un régimen totalitario en un Londres decadente. Busqué quién fue el asesino del Comediante y quién estaba detrás de un complot para acabar con los vigilantes. Descubrí quién era Jack el Destripador y cómo se convirtió en el símbolo del siglo XX. Han sido muchos años con la Cosa del Pantano, con Halo Jones y con tantos y tantos personajes que poco a poco han conformado las entrañas del propio universo de Moore, una cosmogonía que encuentra ecos de su Northampton natal, al que ha dedicado obras como La voz del fuego, Jerusalén y, ahora, su película The Show.

La historia de The Show está colmada de personajes extraños y fascinantes, salidos de la mente de Moore. Fuente.

Empieza el espectáculo

Muchos conocen la polémica relación de Alan Moore con las adaptaciones cinematográficas de sus cómics. Después de avergonzarse con From Hell y The League of the Extraordinary Gentlemen, se negó a que su nombre apareciese en los créditos de V de Vendetta tras una serie de conflictos con DC Comics y el productor Joel Silver, cosa que hizo una vez más con la versión de Watchmen dirigida por Zack Snyder. Por el camino, Moore ha soltado toda su rabia contra estas versiones de sus obras, ha rechazado los royalties generados y ha escupido algún que otro exabrupto hacia la falta de originalidad del mercado cultural (tanto en entrevistas como en cómics, véase The League of the Extraordinary Gentlemen: 2009). Por tanto, a muchos les ha sorprendido que Alan Moore haya dado su paso al cine, después de que muchos años atrás escribiese el guion nunca filmado de Fashion Beast (con ideas de Malcolm Mclaren, manager de los Sex Pistols). Seguramente los sorprendidos serán los mismos que no sepan que Moore, aparte de declararse mago, ha sido dibujante, cantante, artista de performance, actor… Todo un polifacético demiurgo que ahora se ha pasado al séptimo arte.

Dirigida por Mitch Jenkins, con quien Moore ya había colaborado en los cortometrajes Jimmy’s End, His heavy heart, Show Pieces y Act of faith (que son un preludio, en el fondo, de esta película), The Show sigue a un asesino a sueldo (o «técnico de eliminaciones») que ha recibido el encargo de matar a un hombre que ya ha muerto y recuperar una joya que este sujeto robó poco antes de fallecer. Esa búsqueda (en un Northampton tan insólito que no nos cabe duda que debe ser real) nos lleva a encontrar a extraños personajes que parecen escapados de una ensoñación. Puro Moore.

Jenkins y Moore se ríen de Mozart, los vigilantes enmascarados, los movimientos hackers y los bibliotecarios con este personaje... ¿O, en realidad, los están homenajeando? Fuente.

The Show puede llegar a ser una película desquiciante para aquellos que la tomen como un film de misterio sin más. Es como ir a ver Carretera perdida de David Lynch y querer respuestas fáciles y concisas, dignas de una cinta de sobremesa. The Show juega a confundir, Alan Moore hace de las suyas como una especie de trilero que nos oculta una trama sencilla con sueños, personajes estrambóticos, revelaciones a calzador y una sensación de que lo que importa en realidad es dejarse llevar sin cavilar tanto sobre la lógica en un Northampton de largas carreteras, oscuros edificios y neuróticos habitantes. Su propio personaje en la película lo dice: hay que fijarse más en las cosas que aparecen en un segundo plano (hay que estar pendiente de los espejos y los reflejos de esta cinta).

Para aquellos que piensen que Alan Moore se muestra torpe en otro campo artístico o que ha sido domado por el séptimo arte, The Show es una obra de Moore casi por completo, pese a la dirección de Jenkins. Vemos cómo expone Northampton como si fuese un personaje, del mismo modo en que lo hizo en esa odisea digna del Ulises de Joyce que es Jerusalén. Northampton es un microcosmos increíble para anécdotas, hechos históricos, victorias, derrotas… Moore, que es partidario de la psicogeografía, piensa que los lugares poseen un alma conformada por todos aquellos que han habitado, habitan o habitarán un lugar y eso influye a quien están en ellos. Todo eso lo vemos en The Show, que no deja de ser una exploración por la fascinante mente del mejor escritor de cómics de las últimas décadas.

Tom Burke como el alucinado protagonista de la película The Show de Alan Moore y Mitch Jenkins. Fuente.

El espectáculo debe continuar

En el reparto, destaca el detective encarnado por un neurótico Tom Burke que parece escapado de las viñetas, mientras que Roger Ashton-Griffiths, Siobhan Hewlett, Eric Lampaert o Daniel Tuite entre otros configuran una extraña galería digna del gabinete del doctor Caligari. No olvidemos, además, que Alan Moore también aparece interpretando a un cómico fantasmagórico devenido en una especie de chamán que manifiesta toda la filosofía que este escritor ha desarrollado desde que se reveló a la sociedad como un auténtico mago cuando cumplió los cuarenta años.

Por supuesto, todo lector habitual de Moore encontrará varias de las neuras del polifacético artista: un detective, personajes misteriosos, homenajes a diversas fuentes, largos monólogos llenos de significado, un Northampton épico, la idea de que la palabra es magia (o viceversa), etc. A su vez, para aquel que desee explorar la obra de Moore por primera vez, no es una mala elección siempre y cuando quiera sumarse a un extravagante y, en ocasiones, espeluznante juego onírico donde es más importante la experiencia que las respuestas.

Tom Burke, como el asesino a sueldo. El actor puede que sea el intérprete más conocido de la película. Fuente.

Como en todos los cómics y novelas de Moore, cuando The Show finaliza, queda la sensación de que es una obra que se disfruta todavía más en un segundo, tercer o cuarto visionado: cuando prestamos atención a los carteles que sirven como subtexto, cuando sabemos cuál será el final de los personajes, cuando descubrimos cómo los personajes se conectan con su drama principal y ese purgatorio que es el Jimmy’s End. Esto en una época en que la mayoría de las películas y la mayoría de los cómics son de usar y tirar, es todo un regalo que debemos agradecer. Hay capas y capas de lecturas sobre lecturas, ninguna es cierta del todo ni falsa del todo, y esa es parte de la gracia de este juego de humos y espejos, como reconocen ciertos personajes que aparecen en la recta final.

The Show es una película exigente, pero no por ello debemos considerarla una obra esnobista que solo disfrutarán aquellos que leen a Moore mientras fuman de pipa y toman coñac. Qué va, quizá lo más recomendable sea acercarnos a esta obra como nos acercamos a la ficción, con esa sensación de que cualquier cosa podría pasar cada vez que damos un paso adelante y abrimos ese telón de nieblas en el escenario de lo imposible.

Cuando las luces del teatro empiezan a apagarse, reinan las sensaciones que evocan a la pérdida, la derrota y la desesperación a lo largo de sus dos horas de metraje que sigue a una serie de insospechados protagonistas a lo largo de un viaje entre dioses y monstruos, profecías y advertencias, fantasmas vivos y vivos fantasmales

Al final, The Show concluye con un inicio, con una simetría, con esa búsqueda de la fase aura en la que caía William Gull al matar, con esas revelaciones que nos llevan a pensar en Ozymandias y esos minutos antes del fin del mundo, como esa Evey que sonríe ante el espejo como si fuera V… como, al fin y al cabo, todos esos espectáculos que empiezan cuando la vida, que no deja de ser el espectáculo más grotesco, termina.

Póster de The Show. Fuente.

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