Escribí este texto en 2013. Es curioso. Como digo en él, acababa de graduarme en Periodismo y me quedaban varios años hasta ser profesor, pero sigo pensando que tenemos que aprender, ser humildes y continuar mejorando. El profesor que cito falleció a finales de 2015, pero me dejó una gran huella gracias al mensaje del que hablo aquí. Siempre le estaré muy agradecido. Espero que os guste la columna.
Escribir es un reto de eterno aprendizaje... como la vida. Fuente. |
Ser escritor y no querer seguir aprendiendo es como ser un profesor que no quiere actualizarse.
Vaya, creo que en ambos campos tenemos a muchos "conservadores" arritrancos.
Recientemente, charlando con un amigo, salió el tema de algunos escritores que odian que se les corrija y que crucifican las críticas malas que puedan tener sus obras (hasta crucifican las buenas donde hay puntos malos). Cosa que me hace pensar en cuánta humildad necesita esta profesión.
Será porque me he pasado la vida pensando que escribo porque me gusta (sin ser el mejor escritor de todos los tiempos, solo escribiendo porque me hace feliz), pero he aprendido algo que creo que me ha dado más placeres que disgustos: la capacidad de aprender de las críticas argumentadas.
Soy periodista, graduado este año, y recuerdo que un profesor me enseñó que el periodista necesita, ante todo, humildad y eso es algo de lo que estoy cada vez más seguro. No necesitamos profetas de Facebook (ya os contaré más de estos seres) o autores encumbrados sobre un pilar de sueños rotos. Necesitamos autores que quieran ser los mejores (o, al menos, lo intenten) y eso conlleva aprendizaje, no arrogancia.
Ese docente me enseñó que el periodista (y siempre insistió en que los profesionales de la información tenemos mucho de escritores) debemos ser personas humildes, que acepten las correcciones y luchan por mejorar.
“Nunca dejamos de ser aprendices”, me decía un señor que tiene ya más de setenta años, ha pasado muchos como docente y tantos otros en los medios. Si un señor que ha recibido premios por su trabajo, se le reconoce aquí y fuera por su labor, dice esto, ¿quién soy yo, un chaval de apenas veinte años, para creerme maestro de todo?
Es la humildad, más que la arrogancia, la que puede otorgar al escritor la historia realmente buena que tiene que contar. La arrogancia es para pedantes y ellos no son la mayoría del público (o eso quiero pensar).
He leído sobre muchos autores y sus experiencias vituales. Muchos de mis favoritos jamás han sido presuntuosos o arrogantes. No se han convertido en holgazanes que piensan que su obra está bien desde que sale de sus dedos y que no necesita ser mejorada.
Será que soy un escritor y un periodista que le gusta machacarse, que desea cada vez que ponga una palabra en el folio en blanco que este pueda cambiar al lector, pero quiero hacer cosas nuevas, quiero esforarme, quiero aprender, quiero comprender mis defectos, quiero seguir siendo ese eterno aprendiz que siempre tiene algo que aprender, porque sería triste que el mundo ya no me sorprendiese ni me enseñase nada, ¿no?
Considero que los autores no pueden creerse la crème de la crème. Eso nos lleva al inmovilismo. Muchos de los mejores fueron tratados como parias en vida para que ahora un par de escritorzuelos piensen que ellos tienen la palabra auténtica, la única verdad, y no se molesten ni en seguir leyendo ni en seguir aprendiendo. No es el tipo de autor que me gusta, porque su obra tampoco lo hace y no sé si al resto de sus lectores les hará gracia leer a un vago.
Un célebre escritor decía que cuando Dios te da el don de la escritura, también te da un látigo (para golpearte y hacer que escribas mejor). Estoy completamente de acuerdo con Truman Capote (al menos, atribuían esa frase al escritor de "raíces canarias"). Y no creo que ningún escritor debiese rehuir de esta enseñanza. Hay más verdades tras un “no” que tras una sonrisa forzada.
Y espero seguir siendo humilde, aunque lleguen críticas buenas y malas, porque escribir me gusta y también aprender. No hay nada más que pueda hacerme feliz.
P.D.: En la próxima columna volveré a los chistes malos. Tengo un público exigiendo chistes malos, ¿no?
No me convence la humildad como virtud. Tal vez autocrítica.
ResponderEliminarPero me parece que hay que tener un poco de orgullo, no para confiarse que va salir fácil cualquier cosa que se intente escribir. Sino para tener un estímulo para esforzarse, pretender que las obras estén a la altura del escritor que se cree ser. Y que eso sea una motivación, como un látigo para aplicarse a un mismo.
Saludos.
¡A mí sí! ¡Saludos!
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