Rabia (Rabid), una de las primeras películas de Cronenberg, lo deja todo claro con el eslogan. Fuente. |
El vampiro se remonta hasta las más antiguas civilizaciones. Cada cultura posee una imagen que se une la visión que tenemos del vampiro, que ha pasado de la mitología, las leyendas y los cuentos a las novelas, las películas, los cómics y los videojuegos. La idea de un ser inmortal que se alimenta de la sangre nos fascina y nos repugna, pero también añade el concepto de la boca y la sangre, dos elementos psicológicos que alcanzan nuestro subconsciente para unirse a la sexualidad. Era de esperar que un director obsesionado con la monstruosidad del sexo quisiese reinventar al vampiro en una de sus primeras películas.
Shivers (Vinieron de dentro de...) terminaba con una piscina y una imagen sexual del parásito; en Rabia, se repite ese bautismo "sexual" en esta escena. Fuente.
Shivers 2
Rabia está muy enraizada con Shivers (Vinieron de dentro de…), una película previa del director canadiense que profundizaba en el contagio de un parásito que se extendía como una enfermedad venérea en la zona residencial de una isla que se consideraba el cielo en la tierra y se acababa convirtiendo en un infierno. Es más, podríamos considerar que Rabia es una especie de epílogo de Shivers o una vuelta de tuerca más a la sexualidad, la enfermedad, el horror corporal y lo perturbador, marca fundamental del cine de David Cronenberg.
Rabia supone un paso atrás en la carrera de Cronenberg en cuanto a argumento, pero un paso adelante en cuanto a dirección. Comienza con una joven motorista, Rose (encarnada por la exactriz pornográfica Marilyn Chambers, quien se impuso a Sissy Spacek), que sufre un accidente de tráfico junto a su novio, un personaje pasivo que solo verá cómo todo el mundo se le viene encima. A ella tienen que hacerle varios injertos de piel, pero estos mutarán hasta crear una especie de apéndice fálico en la zona de la axila que se alimenta de sangre (puro Cronenberg). De ahí, pasa a contagiar a todos aquellos de los que se alimenta. Básicamente, es el mito vampírico al que se le suma una imagen sexual perturbadora, que hará las delicias de los freudianos que verán mil y un complejos, y deleitará al propio David Cronenberg y a sus seguidores, amantes del body horror y la nueva carne.
Al fondo, tenemos un guiño a Carrie, adaptación de Brian de Palma de la obra literaria de Stephen King y estrenada un año antes. Sissy Spacek fue candidata para encarnar a la protagonista de Rabia (Rabid) de David Cronenberg. Años más tarde, Cronenberg dirigiría La zona muerta, basada en una obra de King. Fuente.
La rebelión del vampiro
El gran problema de Rabia es que, más allá de su propuesta, es más convencional de lo que parece. Mientras que intenta ser transgresora, su mensaje contrario al sexo libre, su desconfianza a la ciencia, su advertencia de las enfermedades venéreas y el descontrol causado por Eros que siempre culmina en Tánatos, no hay mucho más contenido en una película que busca reinventar a vampiros y zombis, pero que resulta bastante plana salvo por algún momento lúcido, como el encuentro en el cine o el macabro hallazgo del bebé. De resto, parece que todo lo potente lo guarda Cronenberg para una trágica escena final, que es de lo mejor de la cinta: el monstruo ni siquiera sabe que lo es, intenta demostrar que es humano y acaba en la basura.
Como existimos en una época posmoderna y estamos pasando por una pandemia, la incorporación más interesante a Rabia a diferencia de Vinieron de dentro de… es tratar precisamente de una moderna plaga sexual que se transmite de un modo descontrolado por Canadá, con políticos que huyen y recomiendan pegar un tiro a los contagiados y con el descontrol de una enfermedad sexual que nos lleva a pensar en los tétricos mensajes del celibato.
Decía Johanna R. Ahumada que en el cine de David Cronenberg, el cuerpo se revela y repugna:
«El cuerpo está extendido tecnológicamente, conectado por cables con el mundo y a veces como una “automutilación suicida”, como si el sistema nervioso central de esos cuerpos, ya no pudiera depender de los órganos físicos para ser un parachoques protector contra las hondas y flechas mecánicas».
Rabia nos demuestra otra vez más esa rebelión y esa revelación que es el cine de Cronenberg.
Marilyn Chambers como la vampira de Cronenberg. Fuente.
- Ahumada, J. R. (2014). David Cronenberg y el cuerpo abierto. Calle 14 revista de investigación en el campo del arte, 9(14), 106-117.
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