La tumba de Ligeia fue la última adaptación que el director Roger Corman hizo de los relatos de Edgar Allan Poe. Para ello, volvió a contar con Vincent Price. Pese al agotamiento de la fórmula, hay recursos como el uso de la cámara tras el fuego que evocan el igenio del director. Fuente. |
"La
muerte ... de una mujer hermosa es, sin lugar a dudas, el tema más poético del
mundo, e igualmente está fuera de duda que los labios más adecuados para esos
temas son los de un amante afligido"- Edgar Allan Poe.
Edgar Allan Poe
vio a su madre morir y revivir desde que él era un niño. El teatro y su
dramatismo corrían por sus venas. Cuando ella falleció, no resultaría extraño
que Poe pensase que ella iba a volver. Como una esperanza. Como un tormento. No
es un misterio, por tanto, que esa idea marcase su devenir literario, donde numerosas
muertas regresan de la tumba literal o metafóricamente, convirtiendo el fin de
los días en una borrosa línea fácilmente franqueable para mujeres como
Berenice, Morella, Ligeia…
Después de ver la fantástica película de animación Extraordinary Tales de Raúl García, me quedé con ganas de ver más adaptaciones de Edgar
Allan Poe a la gran pantalla y le tocó turno a La tumba de Ligeia de
Roger Corman. Pero permítanme ahora hacer memoria: recuerdo que llegué a este
relato en 2007, gracias a la recomendación de una amiga de la época que me
presentó a los vampiros con toda su oscura troupé, y llegó a gustarme tanto
que, durante años, Ligeia fue el nombre que usé para un personaje. Vuelvo a
aquel largo verano leyendo la antología de vampiros de Siruela y otras obras de
dicho corte con un gran afecto. Ahí nació gran parte de lo que soy; si fuese un
vampiro, ahí nací a las tinieblas y llegué a identificarme con estos versos de
Poe:
“Desde el tiempo de mi infancia no he sido
como otros eran, no he visto
como otros veían, no pude traer
mis pasiones de una simple primavera.
De la misma fuente no he tomado
mi pesar, no podría despertar
mi corazón al júbilo con el mismo tono;
Y todo lo que amé, lo amé Solo.
Entonces -en mi infancia- en el alba
de la vida más tempestuosa, se sacó
de cada profundidad de lo bueno y lo malo
el misterio que todavía me ata:
Del torrente, o la fuente,
Del risco rojo de la montaña,
Del sol que giraba a mi alrededor
en su otoño teñido de oro,
Del rayo en el cielo
cuando pasaba volando cerca de mí,
Del trueno y la tormenta,
Y la nube que tomó la forma
(Cuando el resto del Cielo era azul)
De un demonio ante mi vista”.
El encuentro entre lady Rowena y el señor Fell. Fuente. |
Amor más allá de la muerte
La tumba de Ligeia es, si mal no recuerdo, mi primera
película de Roger Corman, al que conozco más por su vida fuera que tras las
cámaras, siendo el mentor de muchos grandes cineastas (y siendo capaz de
exprimir hasta el último céntimo de un rodaje en poquísimos días que daba lucrativos
ingresos). Corman nos lleva hasta el siglo XIX. Verden Fell ha
perdido a su esposa Ligeia, pero el misterio la envuelve. ¿Ha muerto en
realidad? Poco después, conoce y contrae matrimonio a lady Rowena, pero pronto,
la joven piensa que quizá la muerte no se ha llevado a Ligeia, sino que todos
están a merced de la antigua dama...
Pese a que La tumba de Ligeia es la última
película de las que dirigió Corman sobre Edgar Allan Poe, volvió a contar con
un actor perfecto para estas historias, extraño, misterioso, excéntrico y mágico
como fue Vincent Price, quien gracias a estas cintas se ganó su fama como actor
surgido de las sombras del terror. No olvidemos a Elizabeth Sepherd, capaz de
dar vida a más de un personaje a través de cambios de voz (o pelo). Se habla de que la justa recaudación de esta
película puso final al ciclo, pero también se habla del agotamiento y del
cambio en el equipo como ejes motivadores para el final de este ciclo de
adaptaciones que sirvió para reimaginar a aquel hombre que hizo de la resurrección
un ente terrorífico: Edgar Allan Poe.
Puede que algunos elementos de su guion no terminen de
explorarse como se debería, véase el triángulo amoroso o los actos de un Verden
que podrían convertirlo en heredero del Maxim de Winter de Rebeca (Alfred
Hitchcock, 1940; adaptando la obra de Daphne Du Maurier), movido por el
misterio que movió también al protagonista de Vértigo, de entre los muertos (Hitchcock,
1958). No obstante, llama la atención que, aunque la puesta en escena no sea
tan poderosa como en las anteriores, sí consigue una fotografía decente para
los medios con los que cuenta y una banda sonora ideal para una cinta así; por
no olvidar escenas como el sueño o el final, donde Corman demuestra una gran
habilidad con la cámara. Es más, durante su metraje olvidamos a los gatos
lanzados por los aires y preferimos quedarnos con el recuerdo de aquella
primera lectura de los cuentos de Poe, que viene a nosotros mientras avanzan
los minutos. Desarrollo esta última idea porque para mí fue tan fundamental
leer a Poe en la adolescencia que se me antoja extraño que alguien no lo
hiciera durante su niñez; de ser así, no deje de lado mucho tiempo más al gran
padre del terror estadounidense, sin el cual no tendríamos a otros grandes como
H. P. Lovecraft o el mismísimo Stephen King, por ejemplo.
Muerte. Tumbas. Abadías
abandonadas. Castillos. Jóvenes muertas. Mesmerismo. Poesía. Oscuridad. Exhumaciones
forzosas. Tormentas. Pesadillas. Enterramientos prematuros. Cadáveres.
Sacrilegio. Sangre. Extraños viudos. Un gato negro. Hipnotismo digno de los
amigos de Valdemar. Pasillos laberínticos. Sueños. Sótanos. Espejos que sirven
de puertas secretas. Extraños hallazgos. Necrofilia. Citas como cierre. Todas
estas ideas, conceptos, momentos e incluso emociones recorren la obra original
de Poe y, pese a su fama de director tiránico y amo en ocasiones de la serie B,
no se puede negar el noble trabajo llevado a cabo por Roger Corman para llevar
a Edgar Allan Poe a la gran pantalla en cintas como La tumba de Ligeia.
Más cintas así necesitaríamos ahora, en unos días donde el oscuro romanticismo
de Poe se antoja como embrollos (véase La cumbre escarlata) o como el más
triste olvido que nuestro genio de Baltimore no se merece. Y es que como bien
decía Ligeia, el amor no puede morir eternamente y nosotros no podemos dejar
que así sea nuestro amor por el terror gótico.
Creo que he visto esta película pero la he olvidado. Injusto olvido.
ResponderEliminarLo que creo recordar es una tendencia de Corman a alterar las historias originales. Como convertir a una mujer amada y añorada por el protagonista, en una presencia sobrenatural, que acecha. Aunque esa idea podría estar latente en el cuento de Poe. Que el regreso de Ligeia, la musa del personaje narrador, sea por poseer a Rowena.
Creo que no es casual que Rowena sea el nombre de un personaje de Supernatural. Una poderosa bruja que pasa de ser una enemiga a la alidada de los protagonistas.
No pasa nada, es una adaptación, siempre hay cambios y estos son interesantes.
Eliminar¡Graaaaaaaaaacias!