Crítica de "The Wicked + The Divine 1: El acto fáustico", porque los dioses caminan, bailan y mueren entre nosotros

Comic-wicked-divine-gillen
El arte de este cómic es genial y, perdón por el juego de palabras, divino. Fuente.

Sé que a mucha gente le resulta un poco áspero el inicio de The Wicked + The Divine, como si tuviera una premisa que no acaba cumpliendo (cada noventa años, doce dioses regresan como jóvenes) o el lector se esperase encontrar una especie de The Sandman ultimate.

Lo sé, porque a mí me sucedió algo similar cuando me aventuré por sus páginas en 2016... No estaba preparado. No me enamoré de una serie de la que esperaba hacerlo (el problema de forzar el amor, ya se sabe...); pero, en ocasiones, el lector debe darse cuenta de que quizás el problema no es lo que lee, es él: el momento en el que lee la obra, cómo la lee, cuáles son sus expectativas... Lo mejor de la literatura y los cómics (del arte en general) es que puede cambiar si nosotros cambiamos y de ahí la importancia de ciertas relecturas.

En este caso, llevado por las recomendaciones del genial Gerard Way (recomiendo desde hace años The Umbrella Academy) y por mi propio deseo de leer la obra en condiciones (además del interés en este cómic de mi pareja), me acerqué al primer tomo de The Wicked + The Divine y decidí leerlo sin ningún tipo de prejuicio...

Y, reconozco, que... lo disfruté.

(Os dejo con la playlist del cómic, creada por el guionista Kieron Gillen).


Conocí a Gillen y McKelvie en su etapa de Los Jóvenes Vengadores y aquí, con The Wicked + The Divine, volvemos a una historia con estilo de música pop y rock, con aire modernillo, magia y brujería que me evocan al Loki de Gillen y aquellas aventuras de superhéroes adolescentes de las que poco más se podía sacar debido a las restricciones del mercado y que, todavía así, me asombraban.

Ahora en la editorial Image (y más libres de ataduras), Gillen y McKelvie hacen lo que les place y eso, irónicamente, le puede doler a algún lector que desearía una construcción más lenta o aventurillas más sencillas que la que tenemos para empezar: varios asesinatos llevados a cabo por Luci (o Lucifer) y una joven, Laura (¿por Petrarca?), que intenta demostrar que el demonio es inocente. Porque sí, estamos en un mundo donde los dioses se encarnan en adolescentes hasta que consumen sus cuerpos en un mundo donde bien haría falta un Nietzsche.

Además, a todas estas, los diseños de los personajes y el dibujo de Gillen están geniales. Sé de algunos que critican cierto estatismo y, para mí, en cambio, hay pocos dibujantes actuales con sus características que me hagan juegos visuales tan inspirados como los de cierta portada y su continuación con una cabeza decapitada (si lo leéis, lo entenderéis).

En cuanto a Gillen y su labor de guion, comienza despacio, planteando una serie de preguntas y construyendo poco a poco una obra mayor. Si usted está dispuesto a aceptar eso dentro del pacto ficcional que hace al escoger un cómic, se lo pasará bien; de lo contrario, hay cientos de cómics más acordes para usted.

En definitiva, mientras pienso en el cliffhanger final (ay, ¿por qué sacrificar a uno de mis favoritos?) y en la reflexión que el cómic hace de la fama y la juventud (¿la divinidad, al fin y al cabo?), me adentro ya en las páginas de su segundo volumen The Wicked + The Divine: Fandemonium, así que imagino que saber que sigo leyéndolo ya debe ser suficiente reseña o recomendación.

Y sí, yo también pienso que Florence Welch sirvió de base para esta diosa. Fuente.
Más críticas divinas (más o menos) por http://elantrodelosvampirosyotrosmonstruos.blogspot.com/

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