Crítica de "Maus" de Art Spiegelman: más allá de la noche y la niebla

Maus es una de las obras más famosas del cómic, una reflexión a caballo entre la novela realista y el nuevo periodismo. Fuente.
"Y llegamos al campo de concentración de Auschwitz. Y supimos que jamás saldríamos de allí. Conocíamos las historias. Nos llevarían a las cámaras de gas y luego a los hornos. Era 1944... Lo sabíamos todo. Y allí estábamos".

Maus es uno de esos cómics que demuestran que el noveno arte es un medio perfecto para expresar historias de inmensa importancia en la historia de la humanidad. Art Spiegelman se basa en las vivencias de su padre, Vladek, en los campos de concentración y exterminio nazis para mostrar qué significó el horror de Hitler y dejar la puerta abierta a múltiples reflexiones: ¿podría volver el nazismo, bajo algún nuevo nombre, a sembrar el mundo de terror y muerte? ¿Qué se puede hacer para sobrevivir en situaciones como las de un genocidio? ¿Es la indiferencia y la cobardía de los que están libres la mayor arma de las bestias? 

Al igual que el interesante documental Noche y niebla (Alain Resnais, 1956) ponía en relieve la idea de que cualquier de nosotros podría ser cómplice o víctima del nazismo, Spiegelman utiliza la metáfora de las ratas, los gatos, los cerdos, las ranas... para hablar de diferentes colectivos: judíos, nazis, polacos... y las duras experiencias de una Segunda Guerra Mundial que, aunque lejana, sus ecos se siguen escuchando en cada conflicto bélico, como, por ejemplo, en Palestina e Israel, o en tragedias humanas donde las víctimas son los refugiados que buscan, allende del mar o la tierra, cómo escapar de la muerte y, tristemente, suelen recibir el no de otras naciones más ricas, auspiciadas por la xenofobia y el racismo.

Spiegelman se sirve del cómic para narrar todos estos hechos, pero también para encarar la vida de su padre y su madre, dos personas que, aunque sobrevivieron a los campos, también murieron o quedaron marcadas en ellos para siempre. Y, a su vez, reflexiona sobre cómo se siente, en cuanto a su relación con su padre, un anciano que teme a la soledad, marcado por la tacañería y sus propios prejuicios. Es loable que Spiegelman no "edulcore" o mitifique a su progenitor (ni a su madre ni a sí mismo). No es un superhéroe, es una persona que logró sobrevivir con todo lo que ello conllevó. Es interesante el estudio que Spiegelman aprovecha para hacer sobre la relación paternofilial y sobre la liberación de sus propios demonios (y los ajenos) a través de las viñetas.

A lo largo de sus páginas, el lector se detiene en varias de las historias, como la que Spiegelman cuenta sobre Richieu, el hermano que nunca conoció y que murió siendo un infante, u otras crueldades hechas por los nazis y cualquiera de aquellos que se lo permitieron. Es a través del trazo marcado por el cómic underground (analizado entre otros factores en Metamaus) y las notas de las conversaciones de su padre cómo Spiegelman nos entrega una de las obras más importantes sobre el holocausto, el que hubo antes y el que tienen todos aquellos que sobrevivieron, quedando marcados y destrozados para siempre. Es una obra auténticamente humana, con tramas que nos conducen al sentimiento y la cavilación: ¿podría esto volver a suceder? ¿Ya ocurre? 

En 1992, Maus ganaría el Premio Pulitzer y daría un paso más en la historia de las viñetas. Más de veinte años después, Maus continúa leyéndose y, por su importancia, y por cómo desentraña el horror, no debe dejar de ser una lectura obligada, sobre todo para evitar que nuevas maldades vuelvan a pasar, bajo los ojos ciegos de aquellos que permiten que otros sean asesinados en la noche y niebla.

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